Mientras Enzo iba camino a la ciudad nuevamente, Sarah estaba siendo llevada en un vehículo. Tenía las manos atadas a la espalda con una cuerda y una bolsa negra sobre su cabeza, lo que le impedía ver a dónde se dirigían, o quienes estaban en el coche.
Por las voces que escuchaba, dedujo que eran al menos dos personas, pero ninguna de ellas era el secuestrador que ya conocía.
En un momento, tras cerca de media hora circulando, se detuvieron y el sonido de la puerta lateral abriéndose la comenzó a poner nerviosa. Sintió como la agarraban con fuerza del brazo y la llevaban por lo que parecía un camino boscoso, por lo que sentía en sus pies.
La pusieron de rodillas en el suelo, y Sarah temió lo peor. Aún con la bolsa en la cabeza, cerró sus ojos esperando el silbido de la bala atravesando
