Como mi padre siempre lo ha dicho ¨Las mujeres aturden la mente¨ con esas palabras grabadas en fuego ardiente en mi memoria y en el corazón, he avanzado en mi vida sin arrepentirme de nada, o bueno, de casi nada.
Los Miller siempre hemos sido personas de renombre a pesar de que nuestro apellido es demasiado común, mi padre Douglas Miller actual CEO de M Entertainment es un hombre que se ha casado infinidad de veces, incluso con una chica que algún día fue mi novia; ahora ella, estaba embarazada de 5 meses, esperando por un niño que será mi hermano menor.
La verdad tenía mis dudas sobre ese bebé, pero bueno, mi padre y sus cosas muy aparte de lo que pueda concernir a mi madre y a mi, mi madre Sasha Collins, había querido que al menos la esposa de mi padre fuera un año menor que ella, pero era demasiado menor y muy sexy según sus propias palabras, sé que a ella aun le duele ese hecho.
Ella aun amaba a mi padre y en sus palabras, ¨Los hombres aturden el corazón¨ había una enorme diferencia y claramente mi padre era muy frío con sus decisiones y mamá pues ella vivía de la fantasía del amor que en mi opinión, no valía nada.
—El domingo hay una reunión importante con la CEO de Castle Entertainment —me dijo con su usual tono de voz monótono que empleaba cada vez que teníamos trabajo —, ve en mi lugar, ese día debo reunirme con los padres de Kath.
—Papá —dije para llamar la atención, ya que se encontraba firmando una montaña de papeles, al recibir un gruñido de su parte, continúe con el hilo de mis pensamientos —, no me da buena espina esa agencia, sería mejor no seguir con el contrato.
Papá dejó de escribir y revisar sus papeles para mirarme fijamente a los ojos.
—Debemos seguir, no podemos darnos el lujo de dejarlo, la señorita James es nuestra única salida para no caer en la pobreza.
Eso fue lo que él dijo, pero Kath era el verdadero problema, ella gastaba mucho dinero en cosas insignificantes, había hecho que mi padre le comprara al menos cinco ranchos en diferentes playas de distintos países, tenía una habitación solo llena de ropa y otro de zapatos, todos de marcas muy costosos.
—Tal vez si no cumplieras todos los caprichos de tu esposa, no necesitaríamos de la ¨señorita James¨ para subsistir —le dije lo obvio, a lo que él respondió mirándome de la forma más horrible posible.
—Kath, lo necesita.
No entendía cómo es que ella podría necesitar todo eso, a la playa ni siquiera iba más que solo una vez cada medio año, le había reclamado a mi padre un millón de veces lo mismo, pero él nunca deseaba escucharme.
—Ya tiene todo, papá, deja de cumplir todo lo que ella quiera.
—No lo comprenderías —me dijo antes de volver a su trabajo.
Así que, por eso estaba aquí en Baltimore, era ya de noche y no me apetecía llegar temprano a la habitación de hotel que mi secretario había preparado para mi.
Con mi mente tan irritada por los pensamientos sobre mi padre, le dije a Tom:
—Vamos a tomar un trago.
Tom sonrió alegremente, realmente es un tipo muy agradable y no me arrepiento de haberlo contratado como mi chofer.
—Conozco un buen lugar, no te vas a arrepentir.
Y tenía razón, el lugar era genial, las luces opacas y neones daban un buen ambiente, incluso las personas que bailaban en la pista y las otras que calientes, buscaban un lugar donde besarse sin restricciones, me dirigí a la barra, a un lugar que aún estaba libre y después de pedir mi tragoesperé por mi turno, cuando siento unos delgados brazos enrollarse en mi cuello delicadamente y unos suaves senos en mi espalda, por sobre el carísimo saco que llevaba puesto.
—Eres el hombre más horrible de este bar —me susurró al oído una encantadora voz, cuyas palabras se sentían como si estuviera maldiciendo mi presencia en el mundo, cuando ni siquiera nos habíamos visto en la vida, arrastraba las palabras, así que no pensé en darle mucha importancia a las palabras de una borrachita —. Me das asco, por eso nunca acabaré en tu cama.
Con esas últimas palabras, bastaron para que una ira se encendiera en mí y volteara a ver a la desgraciada que se estaba burlando de mí.
—Maldita mentirosa —dije molesto, solo para ver que ella alargaba su mano y tomaba el trago que iba dirigido a mi, ¡El trago que esperé por media hora aproximadamente! y lo llevó a sus sensuales labios pintados de rojo.
—Ven a bailar conmigo —me tomó de la mano y me llevó a la improvisada pista de baile, no quería ir, pero algo en ella me llamaba a seguirla y podría jurar que mi sangre latía en su viaje por mis venas y comencé a sentirme loco, muy loco por esta mujer borracha —. Bailas horrible —me dijo con una sonrisa —, estás muy tieso, señor robot.
No estaba acostumbrado a bailar, pero lo hacía muy bien.
—Ninguna mujer que ha bailado conmigo se ha quejado tanto como tu.
—Tal vez ellas solo quieren tu polla.
Ella me estaba cabreando, pero por sobre todo, me estaba seduciendo.
La mujer era hermosa, más que eso, parecía ser una Diosa de la belleza, su voz me traía loco, pero mas el movimiento de ese curvilíneo cuerpo suyo, su cabello entre rubio y color plata, era tan fuera de este mundo, al igual que su piel casi albina, el color de sus ojos grises me consumía, era alguien a quien había olvidado, pero no recordaba quien es.
—Y tú —le dije al oído, deleitándome con cómo su piel se crispaba ante mi voz —, ¿No la deseas?
Pude ver como sonreía de lado y negaba con su cabeza, al mismo tiempo que me volvía a sumergir en esos ojos grises.
—No— lo dijo con palabras, pero sus acciones la contradecían mucho, con sus manos me atrajo a su cuerpo perfecto y llegó su turno de susurrar —. No lo deseo.
Pero sus manos habían comenzado a recorrer lentamente desde mi pecho, hasta mi cinturón donde ella se detuvo con una sonrisa traviesa.
—Ven conmigo.
La tomé de una de sus manos de porcelana y la llevé hasta el coche, donde Tom me esperaba, cuando nos vio, se colocó en su lugar y nos llevó al hotel, en el transcurso, sé que poco a poco ella iba perdiendo su estado de embriaguez, pero eso no fue un impedimento para que pusiera sus manos sobre mí.
En el camino, solo nos dedicamos a explorarnos sobre la ropa, pero en cuanto pusiéramos un pie en la habitación, vería la forma de hacerla delirar y pedir por mi como nunca antes, me mentalicé de esa forma y ¡Demonios! mi pantalón era un maldito problema molesto en este momento, donde ella con sus cálidas manos tocaba mi cuello sin decir nada, solo tomando mi cordura y volviéndome loco en el silencio que nos envolvía.
—Llegamos, señor Miller —dijo Tom.
Y no me despedí de él siquiera, la urgencia por poseer a esta mujer era mucho mas fuerte que cualquier cordialidad y por lo visto ella pensaba lo mismo, por esa mirada seductora que pude ver en ella.
Una vez registré mi llegada y pasamos del lobby, entramos al elevador y ella se tiró a mis brazos, su calor exquisito llegaba a tatuarse en mis huesos, olía a alcohol, pero no me desagrada y cuando finalmente nuestros labios se tocaron, algo en mi explotó y no pude seguir manteniendo la calma.
Situé mis manos en cualquier parte de su cuerpo y moví mi cabeza buscando profundizar más el beso que compartimos, nuestras lenguas danzaban un poco torpes, a decir verdad, tenía años de no besar a nadie, ¡Mierda! Me sentía borracho con solo beber de su aliento, pues estaba probando la bebida que me robó directamente de sus labios.
Sus manos eran pequeñas, pero ágiles, ella tocaba incluso mi alma, no debería de estar sintiendo todo esto por una conquista de una noche, pero me resultaba tremendamente familiar, algo en mis memorias reaccionaba a sus toques, cuando el elevador se abrió, la mujer tenía sus piernas enrolladas en mi cintura y me besaba ávidamente, como si no quisiera perderme.
—Espera —dije entre medio de besos y gemidos —. Debo abrir.
Ella se puso de pie, y mientras con manos torpes me dedicaba a pasar la tarjeta, acariciaba mi pene por encima de mi pantalón.
No sé en qué momento, ya estábamos dentro de la habitación y nuestra ropa estaba regada por doquier.
Si antes me maravillé con su preciosa piel, ahora que esta completamente desnuda debajo de mí, puedo sentir su deliciosa suavidad y eso me vuelve loco, puedo ver como me hincho con aquellas ganas de clavarme en su entrada, pero se que debo prepararla.
Bajo los besos de sus labios a su cuello, con ganas de dejarle ahí, un pequeño recuerdo de esta noche, chupo con avidez el lugar y lo tomo entre mis dientes suavemente.
—De-demonios —la escucho gemir una maldición —, ¿Quieres comerme?
Tiene una mirada tan traviesa en su rostro, que me anima a bajar mucho más, solo para sumergirme en el aroma femenino de su vulva.
—Es lo que planeo hacer.
A la primera lamida, la veo contorsionar su cuerpo, nunca había hecho esto así que sinceramente esperaba que le gustara, muevo mi cabeza cambiando los ángulos, pensando en este oral como el beso que compartimos antes y la siento enloquecer para mi.
—Ah —gime con una increíble voz bella —. Esto es horrible, es asqueroso, suéltame.
Pero sus palabras no coinciden con lo que su cuerpo me muestra, a continuación avanzó hacía arriba de nuevo y molesto la veo directamente a los ojos.
—Cierra la boca, borrachita mentirosa —y entonces ella prueba sus jugos directamente de mi boca, mientras lentamente voy insertando mi pene en su apretada v****a y aquí es cuando pierdo la razón, ella es realmente deliciosa.
—Que pequeño —la escucho gemir y eso quiebra mi paciencia y orgullo como hombre y comienzo las embestidas en su interior.
¡Demonios!
Esta tan apretada, que siento como ahorca mi pene con su v****a, han pasado muchos años desde que tuve sexo por primera vez, así que como cualquier primerizo, siento que voy a venirme pronto, pero no, no puedo permitirlo.
—Dime tu nombre, borrachita mentirosa —le exijo, mientras sigo embistiendo y creo que he tocado su punto de placer, cuando veo moverse de forma placentera bajo mio —. Porque voy a gemir en tu oído cuando me corra.
—Cas-Castle —dice ella con entrecortada voz —. ¡Se siente tan mal!
Grita, cuando empiezo a moverme más fuerte, siento como los pliegues de su v****a van moldeando a mi pene y se que ella también está al borde de un demoledor orgasmo tan temprano, ambos como primerizos, tan vergonzoso y a la vez con una sensación tan sabrosa como nunca.
—Castle —digo y me sorprendo de mi ronca voz, ella me aprieta y finalmente lo dejo ir todo dentro de ella, porque sin darnos cuenta, castle había enrollado sus piernas en mi espalda baja, impidiendo que pudiera salir de su interior
Castle, un nombre un poco raro para una hermosa mujer como ella, me encargaría de comprar la pastilla del día después, pensandolo bien podria llamar a mi secretario en este momento, le llamé y veía como la borrachita caía dormida, mientras se frotaba mimosa en mi pecho.
—¿Quién diablos eres, Castle?
Dije para mi mismo, pues en mis memorias había una enorme laguna que estaba comenzando a molestarme.