Erick — ¡No pensarás dejar este pulgoso aquí! — recrimina mi madre cuando trato de sacar la bicicleta de la casa. Escucho a Baloo gruñirle, así que me inclino y acaricio su cabeza para lograr tranquilizarlo. — No la escuches, amigo. Tú sabes quédate tranquilo, esta es tu casa, compañero — farfullo al hablarle con cariño antes de levantarme para enfrentar a mi madre — ¿De qué te quejas si tú ni tienes que cuidarlo? — Erick, por Dios — replica al cruzar los brazos a la altura de su pecho — ¿De cuándo acá te gustan los animales? ¡Ni siquiera sé por qué diablos metiste a este perro a la casa! — Traje a Baloo porque quise, porque puedo y porque se me dio la gana — mi limito a responder — ahora déjanos en paz y sigue con lo tuyo, que Lupita se hará cargo de él mientras yo no estoy — concl