Erick Los coloridos ruidos de las máquinas tragamonedas que se confundían con las risas y gritos eufóricos de los apostadores, junto al panorama que por momentos se deformaba en luces brillantes, o en rincones demasiado oscuros del casino, me mareaba. Pero no era sólo eso, parecía ser que, dentro de ese encierro infecto de humo tabaquero, mi abuelo había dado vida a un monstruo invisible que se alimentaba de los vicios que provocaba a sus propias víctimas. Me dedico a echar un vistazo alrededor mientras el emocionado notario continúa explicándome sobre la dirección de aquel lugar. Tal parecía, aquel hombre entrado en edad trabajó tantos años con mi abuelo, que sabía a la perfección todo el trabajo de sus empresas. Entonces, sólo me limito a asentir con la cabeza, sin siquiera preocuparm