Capítulo 2

2389 Words
El grupo de recién llegados descansó para recuperar energías, conversaron un poco con algunos empleados de la finca y luego de unas cuantas horas ya estaban aburridos de no hacer nada, por lo que le ofrecieron a Jerónimo ayudar en alguna tarea que necesiten. —Bueno... — dijo Jerónimo dudando —...están todos cerca del lago — Y señaló en dirección al oeste —. Tal vez allá necesiten ayuda con algo... no sé... yo voy para allá, y si están aburridos pueden venir conmigo — No estaba muy convencido pero sabía que el grupo iba a quedarse algunos días en la finca y era mejor, a su criterio, que conocieran lo antes posible cómo era el manejo de la misma. — Está bien — dijo Vicente —. Vamos antes de que empecemos a pelear por estar tan aburridos. Comenzaron a caminar y luego de unos veinte minutos llegaron a su destino. Desde lejos se podía ver a varias personas. Unas paradas cerca de la orilla de un lago y otra dentro del lago, quien se encontraba sobre el lomo de un caballo y la cabeza muy cerca del cuello del animal. Mientras más se acercaban la cara de incomprensión del grupo crecía, lo cual hizo que Jerónimo aclarara: — Están amansando a un potrillo nuevito. Es la forma como se hace acá. En general, lo que se hacía para adiestrar a un caballo era colocar al animal atado y, de a poco, ir ganando su confianza hasta que dejara que se le coloque una manta en su lomo para, finalmente, luego de otro lapso de tiempo y paciencia, uno pudiese subir al animal el cual comenzaría a patear intentando quitarse de encima a su jinete y, de allí, la habilidad del mismo de no caer al suelo y ser aplastado por el enorme peso del cuadrúpedo. Pero lo que veían ahí era otro estilo, usado principalmente por los indios, en donde se ganaba la confianza del animal haciéndolo ingresar al agua, lo cual ayudaba a que se relajara, lo importante era que el agua debía estar estancada, por lo tanto un río no era de utilidad. Luego de que el animal estuviese calmado en el agua, el jinete, con paciencia, se ganaba su confianza aún más hasta que pudiese subir a su lomo. Durante todo ese tiempo se debía acariciar el cuello del caballo y se le hablaba en tono calmado. El grupo sabía de estos métodos pero jamás los habían visto en vivo, les resultaba más entretenido el otro ya que se corrían apuestas sobre el tiempo de duración de los distintos jinetes, hasta que el animal finalmente se cansaba luego de varias rondas y terminaba cediendo. Ya a unos pasos del lago los espectadores se voltearon para mirar al grupo que llegaba y la persona sobre el animal también giró su rostro para ver de frente la cara de sorpresa de los hombres que se acercaban. —Perdón, señorita — dijo Jerónimo fuerte y hablando a la mujer sobre el animal en el agua —. No sabían qué hacer — señaló al grupo con su pulgar — y pensé que podían ayudar aquí. — Está bien — gritó la joven —. Pedro vení para terminar esto — dijo al saber que el caballo iba a dejarse dirigir. Bajó del animal y el agua le llegó al estómago mientras caminaba a la orilla y miraba al grupo. Una vez enfrente de todos se dirigió a Vicente, pidiendo hablar con él a solas, todo mientras le señalaba a uno de sus empleados que la acompañaran a un lugar un poco más alejado. — Esto es así acá — comenzó a explicar la joven con un tono autoritario —. Yo hago ciertos trabajos que no son bien vistos; por lo que existen tres reglas primordiales en esta finca. Primero, nadie se emborracha, nunca. Pueden tomar alcohol pero deben controlarse, usted y su grupo. —Entiendo — asintió el joven mirando con dudas a la joven que le hablaba en tono de regaño sin que ellos fuesen culpables de nada. — Segundo — continuó la joven —, tengan sus p***s dentro de sus pantalones — señaló a la entrepierna del joven quien debió contener una sonrisa para no enojar a su patrona —. No quiero una explosión de muchachas de la casa embarazadas, ¿está claro? —Como el agua — respondió Vicente con media sonrisa en los labios. — Y tercero — la mujer se acercó aún más al joven, levantó la cabeza a la vez que éste la bajaba para mirarse directo a los ojos—, nadie, absolutamente nadie fuera de esta finca, debe saber las actividades que realizó aquí, ¿está claro? — Perfectamente — Y la seriedad de la respuesta se notó en el tono grave de Vicente. — Debe entender — dijo el empleado que acompañaba a la señorita —, que cualquier persona que viole esta última regla no solo será despedida, sino que deberá rendir cuentas al resto de los que trabajamos aquí — Y miró el cuchillo que llevaba colgado en la cintura —. ¿Se entiende, no? — preguntó mientras guiñaba su ojo. — Perfectamente — volvió a repetir el joven nuevo. — No queremos amenazarlos de esta forma — añadió Sofía —, pero debe comprender que mi reputación es algo que... debo cuidar. Por lo tanto es muy importante que esta información no salga del terreno. — Comprendo — agregó Vicente —. ¿Alguna otra regla? — preguntó serio mientras miraba de frente a la señorita que no demostraba ni un poco de timidez, ni la mas mínima coquetería a la que él estaba acostumbrado a recibir de parte de las jóvenes de su edad. —Nada más —respondió Sofía para luego girarse y regresar con el grupo. Vicente la contempló mientras se alejaba; esa niña en nada parecía una dama refinada con sus bombachas* de gaucho y alpargatas* mojadas. Llevaba su castaño cabello trenzado lo que la ayudaba a ocultar dicho peinado dentro de la boina que utilizaba para cubrir su cabeza del sol. Su camisa era larga y la usaba dentro del pantalón, con los botones de sus puños abrochados y el cuello hacia arriba. A su vez se cubría la poca piel que quedaba expuesta de su cuello con un pañuelo y sus manos con guantes. Anselmo, el joven que había acompañado a la dama a aclarar las tres reglas inquebrantables de la casa, le dijo en tono bajo, y reafirmando la última idea que quedó entre ellos: — Es una dama refinada que no debe quemar su piel con el sol del campo, por lo tanto debe protegerse de él. Dicho esto comenzó a caminar sobre los pasos de Sofía y, en pocos segundos, se unió al resto del grupo. De vuelta en la finca todo el grupo de hombres se sentó en círculo, acercando unos bancos o troncos para acomodarse y no quedar tendidos en el suelo. La ronda de mate* comenzaba, mientras las mujeres de la casa se acercaban al quincho y depositaban sobre la mesa una gran canasta que contenía tortitas* recién sacadas del horno para que los trabajadores pudieran recuperar su fuerza. El mate comenzó a rodar y los hombres se sintieron más a gusto unos con los otros alrededor del fogón. — ¿Por qué ustedes no hablan como... bueno... por qué hablan tan refinados? — preguntó Mario al grupo de trabajadores que se encontraban allí en un tono que oscilaba entre insolencia y verdadera curiosidad. — Bueno — comenzó Anselmo —, algunos de nosotros vivimos acá desde que nacimos, o éramos muy chicos, como verán tenemos casi la misma edad que la señorita Sofía. Resulta que cuando a ella le empezaron a enseñar a leer y escribir se empecinó con que quería que el resto de nosotros también aprendiera para no sentirse sola. Como Clarita no mostró ningún problemas en que participáramos de las clases, nos unimos y aprendimos junto con la señorita, pero resulta que Clarita también es muy..."estricta", por darle un nombre, con la forma en la que hablábamos, y como siempre estábamos con la patrona no se nos permitía hablar de una forma que no fuese la que consideraba correcta. De ahí que nos acostumbramos. Pero cuando estamos en la ciudad o con otras personas tenemos que tratar de disimular, no está bien visto que los peones sepamos leer y escribir. — Igual lo agradezco — agregó Jerónimo —. Varias veces nos han querido cagar en algunas compras pensando que no sabemos leer, pero por suerte sí sabemos y por eso no nos agarran distraídos los mierda de comerciantes — se enojó un poco en su recuerdo y en las facilidades que le brinda una herramienta tan sencilla como leer. — Es un poco molesto a veces tener que acordarte de hablar mal cuando hay gente de afuera, pero te acostumbrás — retomó Anselmo —. Bueno, como éramos muchos los que estábamos con Clarita y la señorita, don Domingo mandó a construir la escuela, viendo que su hija no iba a dejar de pedir que nosotros estudiáramos con ella, y además nunca le dice que no en sus pedidos — dijo en tono confidencial —. También para que pudiéramos estar más cómodos, agregado a que la señorita no se quemara con el sol, se supone que su piel debe ser muy blanca — dijo y se encogió de hombros al no entender esas modas de la sociedad. — ¿Y Pepe? ¿Él no habla como ustedes? — preguntó Tomás. — Pasa que Pepe vino hace poco. La señorita y el señor lo encontraron una vez en uno de sus viajes a la ciudad, él estaba en la calle solo. Se acababa de quedar huérfano y estaba en las calles pidiendo comida — recordó Jerónimo la historia del muchacho que ahora se encontraba parado buscando tortitas para llevarlas al grupo —, asique lo trajeron para acá ¿o no, Pepe? — le dijo al recién llegado que traía una bandeja y comenzaba a repartir las tortas. — Me vieron y no le dio el corazó pa dejarme tirao, asique acá estoy — respondió con una amplia sonrisa. El muchacho era flaco y muy pálido, producto de años de mala alimentación y poco cuidado, pero siempre estaba dispuesto a realizar cualquier trabajo y la sonrisa no abandonaba su rostro en ningún momento —. Tuve suerte... — reflexionó. Mientras los hombres conversaban y tomaban mate había un gran agitamiento en el patio de la casa. — ¿Y esto a qué se debe? — preguntó Vicente mientras señalaba con el pulgar a su espalda donde varias mujeres iban y venían mientras charlaban animadamente. — Ah, eso...— comenzó Anselmo —. Es el cumpleaños de uno de los hijos de Rodrigo, que es uno de los que está buscando las vacas en medio de la montaña. Que pelotudos cómo se les fueron así... enorme problema van a tener cuando vuelvan...— acotó provocando la risa del resto —. Carlitos — señaló a un niño que tenía unos cinco o seis años de edad —. Él cumple años hoy y la señorita Sofía no permite que ningún cumpleaños, de ninguno de los niños pase como si nada, asique organiza un festejo con las mujeres que trabajan en la casa, y por eso este quilombo. — ¡Ja! — exclamó Javier —. A mí de chiripa me daban un "feliz cumpleaños" con unas palmadas en la cabeza y a jugar — recordó divertido. — Sí... igual a mí — dijo Pedro —. Pero bueno, la señorita tiene otras ideas — en realidad no podía entender mucho la finalidad de tal festejo para un niño de un peón, era común en los de la alta sociedad porque ellos se creían importantes e indispensables en la sociedad, ¿pero ellos que solo trabajan de sol a sol?... simplemente no lo entendía. — Pero é lindo que te quieran bien — dijo Pepe —. Si no te sentí triste — completó su idea —, los que no tenemó papá lo sabemó bien. — Sí, es verdad — apoyó Tomás la idea del otro hombre que era unos años más chico que él. Tomás debía tener unos 15 años y Pepe no pasaba de los 13, pero ambos habían tenido, en su corta vida, muchas dificultades y la suerte de que alguien los rescatara. En el caso de Tomás había sido Vicente, en un principio, y luego sus dos compañeros, Javier y Mario, por lo que estaba más que agradecido con los tres hombres que siempre cuidaban de él. — Yo creo que es importante tener a alguien que nos cuide, aunque muchas veces no son nuestros padres los que nos ayudan, pero pueden llegar a sentirse como si lo fueran — agregó Vicente con la vista fija en el piso. Vicente no era un hombre de muchas palabras, y eso añadido a su aspecto enorme, realmente causaba que la gente se intimidara ante él, pero en esa casa parecía que nadie sentía eso, por lo que le hablaban de manera relajada, y eso lo hacía sentir bien. ——————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————— Bombacha de gaucho: pantalón típico de los trabajadores del campo. Alpargatas: tipo de calzado usado en Argentina, principalmente en la clase trabajadora. Mate: Infusión a base de yerba mate que se toma en un recipiente con bombilla y es compartido por un grupo de personas. Se debe tomar por turnos. Tortitas: Masa cocida salada que se come en provincias como Mendoza, San Juan y San Luis, aunque hay variaciones de una provincia a otras en tamaño y preparación. Sirve como acompañamiento del mate.
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