Capítulo 3

1651 Words
Comenzaba a bajar el sol de la tarde y el calor dejaba de sentirse tan fuerte. Las mujeres terminaban de acomodar los distintos platillos que iban a servir durante el pequeño festejo del niño. Los hombres continuaban en ronda, sólo que tenían cartas en sus manos y las partidas de truco* corrían una tras otras pujando para que, finalmente, alguno de los dos equipos ganara. Realmente eran buenos jugadores, por lo tanto buenos mentirosos, asique la partida estuvo bastante ajustada hasta que el equipo perteneciente a la finca terminó coronando su victoria. Todos los hombres se pararon de sus lugares para ir a sus casas, cambiar sus ropas llenas de tierra y sudor y volver a disfrutar del festejo. — ¡Esto se ve realmente bien! — exclamó Mario mientras se sentaba a la mesa y veía las empanadas* frente a él. — Y con el hambre de días que tenemos encima me voy a comer esa bandeja completa — dijo Tomás mientras señalaba con la pera una bandeja que estaba en el centro de la mesa con unas veinte empanadas en ella. — Bueno, se comportan que somos nuevos acá — dijo Vicente en un tono serio, sabiendo que sus compañeros eran capaces de cumplir sus promesas. El grupo de recién llegados fue el último en tomar asiento, ya que les parecía fuera de lugar hacerlo antes que nadie, aunque el hambre ya pedía urgentemente ser atendida y los platillos, simples pero deliciosos, hacían que se les hiciese agua en la boca. No solo habían empanadas, también se había cocinado un delicioso asado* en honor al pequeño y sabían que las mujeres habían preparado varios postres dulces. Ya todos acomodados llegó el festejado, luciendo un atuendo, evidentemente nuevo, que consistía en unas alpargatas azules, bombachas a medida y una camisa a cuadros rojas. Cerrando todo el atuendo se podía apreciar una boina negra en la cabeza del pequeño. Lucía realmente feliz y a todos los presentes les mostró sus nuevos atuendos que, según sus dichos, habían sido enteramente regalos de la señorita Sofía. Una vez ubicado el niño en la punta de la mesa se dio inicio al festejo y todos los invitados podían comenzar a comer, lo cual el grupo de los que se encargaría del arreo agradeció por sobremanera. Al finalizar la comida apareció la señorita Sofía junto con Clarita cargando una torta de cumpleaños para compartir con el resto de los comensales. La muchacha había cenado con su padre y el grupo de trabajadores no la habían vuelto a ver ya que al regresar del lago se excusó que tenía trabajo en la casa marchándose rápidamente hacia ella. El "trabajo" que tenía en casa era en realidad lecciones que debía tomar para no perder sus maneras refinadas, además de contestar la correspondencia de la casa en nombre de su padre en caso de las que eran sobre negocios y algunas correspondencias personales. Ahora se había unido al festejo y su estilo había cambiado drásticamente, ya que sus bombachas no estaban y en su lugar vestía una falda blanca con flores celestes estampadas, unas bellas botas acordonadas negras y una camisa blanca prendida hasta el cuello que terminaba en un volado muy sutil al igual que las mangas. Su trenza fue reemplazada por un rodete que dejaba algunos pequeños mechones caer rizados sobre su cuello y el costado de su cara. La joven era realmente atractiva y sus grandes ojos color almendra le daban un toque de inocencia a su duro carácter. Terminaron de comer la torta de cumpleaños cuando Anselmo y Jerónimo aparecieron con sus guitarras para comenzar a tocar algunas canciones. No pasó mucho tiempo cuando los participantes del festejo comenzaron a bailar, incluida la señorita Sofía que danzaba muy feliz con sus empleados y, aunque todos conocían la danza, ella se destacaba por la forma en que movía su cuerpo, con la espalda recta y los hombros hacia atrás, lo que demostraba que pertenecía a otro mundo muy distinto al de los trabajadores. En un costado se hallaban sentados Vicente y Javier que miraban a Mario quien se había acercado a una de las muchachas de la casa para pedirle que bailara con él algunas canciones entonadas por sus compañeros de trabajo. — Siempre igual este Mario. No puede aguantar las ganas un par de días hasta que salgamos de acá — negaba con la cabeza Javier mientras sonreía. —Dejalo — dijo Vicente —. No va a hacer nada más que bailar... espero — Y sonrió esperando que su amigo cumpla las reglas establecidas en la tarde. Los hombres tenían un porte bastante grande, sus cuerpos demostraban el trabajo del campo definiendo sus brazos, piernas y glúteos, pero además la altura de ambos era un poco superior a la del resto de los hombres de la casa, siendo Vicente solo unos centímetros más alto que Javier. Eran bastantes atractivos, y siempre conseguían de forma muy rápida muchachas dispuestas a pasar un buen rato con ellos. El niño, dueño del cumpleaños, miraba insistentemente a donde ellos se encontraban sentados hablando, y luego de lograr juntar el valor suficiente pudo acercarse al par. Respiró profundo antes de hablar con su tierna vocecita. — Realmente son muy grandes — Su voz era tímida al principio pero iba adquiriendo confianza al ver que los hombres le sonreían mientras hablaba —. Creo... creo que quiero ser así de grande cuando crezca. ¿Ustedes cómo hicieron para ser tan altos? — preguntó con inocencia. Los hombres se miraron y sonrieron. — Mirá — Comenzó Vicente —, es fácil, vení — Le dijo haciendo señas con la mano para que se acercara a ellos —. De chiquito me encargué de hacer caso a todo lo que mi mamá, y las personas que me cuidaban, decían. Nunca pensé en ignorar lo que me dijeron asique — Se encogió de hombros —, eso es lo primero. ¿Qué más Javier? — dijo mirando a su amigo. —Bueno, hay otro secreto importante. Tenés que comer todo lo que te pongan en el plato, en especial el hígado y las tripas que eso ayuda a que crezcas más que el resto de los niños que no lo comen. Ellos dicen que es porque es feo, pero en realidad no, es solo porque quieren que te quedes más chiquito que el resto cuando seas grande — Javier había visto cómo el niño rechazaba el hígado de vaca que su mamá había colocado en su plato haciendo gestos de desagrado. Ellos sabían lo que era no tener un plato de comida en la mesa y realmente no les gustaba que las personas despreciaran lo que se les ofrecía, pero en vez de regañar al niño, que iba a seguir sin entender razones ya que no vivía esa situación, se le ocurrió usar la pregunta para ayudar al niño a comprender la importancia de comer lo que le den. — Oooooh... entiendo — El pequeño abrió los ojos grandes mirando el piso, entendiendo que realmente ese era un secreto que muy pocos sabían —. Mañana le diré a mi mamá que me dé un poco de lo que sobre de hoy — Sonrió amplio a los hombres que lo contemplaban con ternura. El niño miraba ahora al pañuelo que Vicente llevaba en su cabeza. Si bien ya era de noche, estaba tan acostumbrado a usar uno que no se dio cuenta que no se lo había quitado. Recién cuando prestó atención a por qué miraba tanto hacia su cabeza notó que el pañuelo estaba allí. — Bueno — dijo mientras se ponía de pie—, no tengo nuestro regalo acá, pero ya mismo lo traigo — Justo llegó Tomás a unirse al grupo y el morocho le dijo a sus amigos —. Me le cuidan que no se vaya hasta que yo vuelva — dijo señalando al chiquillo que se quedó quieto, no por miedo, sino de expectativa y porque realmente le gustaba estar con esos enormes hombres. Vicente ingresó a su casita y buscó un pañuelo entre los tantos que tenía, no quería darle al niño uno demasiado desgastado, ya que ellos usaban todo el tiempo pañuelos en su cabeza los cuales servían para que el sol no los golpeara directamente, o bien, si estaba debajo de sus gorros, para absorber el sudor de sus cabezas. Cuando encontró el pañuelo que le pareció más adecuado lo dobló prolijamente y salió. Al llegar al lado del pequeño extendió su mano. —En nombre de Marcos, Javier, Tomás y mío — Le dio el pañuelo que el niño aceptó con los ojos muy grandes y una sonrisa aún mayor —. Feliz cumpleaños — Y despeinó el pelo del pequeño que agradeció y salió corriendo en busca de su madre para mostrarle su nuevo pañuelo. Mientras tanto del otro lado del patio, una joven de ojos color almendra miraba la escena con una sonrisa en la cara. —————————————————————————————————————————Truco: Juego de cartas muy popular en Argentina. Se puede jugar entre dos a seis jugadores y la idea principal es engañar a tus oponentes para obtener la mayor cantidad de puntos en cada mano. Empanadas: Comida típica que consiste en carne picada, la cual puede ser de pollo, vaca, pescado o cerdo, aunque también existen de verduras. ? Asado: el plato por excelencia en Argentina. Consiste en cocinar carne (generalmente de vaca pero también se pueden agregar otros tipos) a una parrilla y cocinarla con brasas. En Mendoza las brasas se obtienen de quemar leña proveniente de la poda de los sarmientos, aunque también puede ser otro tipo de madera. ?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD