Tenía en mis manos la prueba de embarazo, no había querido hacerla solo por unas simples náuseas, pero mi madre prácticamente me obligó y no tuve otra opción más que obedecerla, el resultado apareció en minutos y mi corazón comenzó a latir sin control en mi pecho.
No puede ser.
Es imposible.
Estoy embarazada.
No sabía si reír o llorar, si esto hubiese pasado hace seis meses, sin duda estaría dando saltitos de la emoción antes de correr a gritarlo a los cuatro vientos, pero en este momento, mi matrimonio con el gran empresario en la industria de la moda, Alexander Lancaster, estaba pendiendo de un hilo.
Después de cumplir los dos años de casado se volvió indiferente, frío, me trataba como si no existiera y son contadas las veces que se digna a tocarme un pelo, así que, sé perfectamente el día en que fue concebido. Aquella noche que llegó de un cóctel, hacía mucho tiempo que no lo veía tan encendido y cuando terminó, cayó dormido a mi lado en la cama, creí que todo volvería a ser como antes, pero me equivoqué, al siguiente día apenas me saludó.
Las lágrimas se escaparon de mis ojos y mi madre no tardó en envolverme en sus brazos.
— Sarah, esta es una excelente noticia, no tienes porqué deprimirme, es lo que le hacía falta al matrimonio, estoy segura que Alex cambiará al enterarse que va a ser padre. —mi madre se esforzó para darme ánimos, aunque siempre he pensado que un hijo nunca sería la solución para los problemas y dudaba que la criatura que llevo en mi vientre sea el motivo para recuperar mi matrimonio, para recuperar a Alex.
— Nunca he estado de acuerdo con eso, no puedo utilizar a un hijo para que todo sea como antes. —mi voz salía entrecortada, pero entendible, mi madre me miró como si estuviera diciendo muchas tonterías.
Se acercó al armario y sacó mi maleta de viaje, junto con todas mis prendas muy bien arregladas.
— Anda, empaca tus cosas que te devuelves en el primer vuelo que salga, vas a ir con tu esposo y le dirás que serán padres, ya verás como todo va a mejorar, ustedes se aman, serán una familia feliz y le darán todo el amor a mi nietecito. —me encantaría tener el entusiasmo de mi madre, a pesar que no conocía a Alexander en persona, tenía tanta fé en que podía volver a ser el esposo amoroso que fue en un principio.
— ¿Irme? ¿Ahora? Mi vuelo sale en cuatro días. —dije sin apartar la vista de mi madre, quien guardaba cada prenda meticulosamente doblada en mi maleta.
— Te irás en el jet, más cómodo y relajante, así piensas lo que le vas a decir a Alexander cuando llegues. Sigue equipando, le avisaré al piloto que prepare todo para tu viaje. —dejó la última prenda que alcanzó a doblar y salió de la suite con su celular en la mano, dejándome sola, con mi equipaje medio lleno.
Sequé mis húmedas mejillas, buscando el lado positivo de la noticia y no tardé en encontrarlo. Toqué mi vientre aún plano, como si pudiera sentir la vida que crecía dentro de mí, entonces todo lo malo desapareció, me iba a convertir en madre y lo mejor de todo es que tendré un hijo del hombre que amo.
Seré madre.
Me repetía una y otra vez en mi cabeza, mientras que con una sonrisa en mi rostro, comencé a empacar la ropa que traje para mis pequeñas vacaciones y visita de una semana a mi madre en Orlando.
Tomé una bocanada de aire cuando llegué a New York, los nervios burbujeaban en mi sistema y mis piernas no podían dejar de temblar.
La idea de mi madre resultó ser todo un fracaso, no pude relajarme ni pensar en cómo le daría la noticia a Alex, lo único que hice fue acariciar mi vientre y pensar en todo lo negativo.
Tomé un taxi que me dejaría en casa, en el camino le marqué a Alexander un par de veces a su celular, quería saber en dónde estaba para llegar de sorpresa, pero la llamada sonaba como si tuviera el teléfono apagado.
Vale, no hay problema con ello, lo más probable es que esté en la empresa en este momento, recién son las dos de la tarde, entonces, planifiqué todo en mi cabeza.
Dejo el equipaje en la casa y salgo disparada hasta la empresa con la prueba de embarazo en una caja de regalo que mi madre me consiguió, sí, así de detallista es mi madre, ni a mí se me hubiese ocurrido tal cosa.
Mis planes eran cortos, pero precisos y hubiese salido a la perfección, de no ser porque la hermana de Alexander estaba en mi casa, al verme llegar, no tardó en lanzarme una mirada de fastidio, como si no soportara mi presencia o como si sus ojos sufrieran con solo ver mi rostro.
— Ya llegó la que no hacía falta.ᅠ
—puso sus ojos en blanco y siguió en lo que estaba, probándose la nueva colección que Lancaster Collection iba a lanzar en un mes.
Tenía la sala de estar echa un desastre, muchas prendas de ropa tiradas en cualquier lado, mientras que un par de diseñadores de la empresa la asesoraban, creo que se le olvidaba que estaba en mi casa y ella era la intrusa aquí.
¿Quién le dio permiso de entrar?
— Pues, perdón por llegar a MI casa.ᅠ—hice énfasis en la palabra mí y me miró con una sonrisa burlona, como si le hiciera gracia lo que acabo de decir.
— ¿Su casa? Es la casa de mi hermano y tengo más derecho que usted de estar aquí, ya debería ubicarse, no es usted más que una caza fortunas. —dijo con tanta prepotencia, que no me faltaban ganas de voltearle la cara de una bofetada, aún así, preferí no darle atención y seguir con mis planes.
Ni siquiera sabe lo que dice, no es capaz de ver de su nariz hacia afuera.
Nunca le caí bien a Gina, la hermana menor de Alexander y mucho menos a su madre, siempre que tenían oportunidad hacían hasta lo imposible para humillarme, siempre con el mismo tema, de que una muerta de hambre como yo, nunca tendría lugar al lado de un hombre tan exitoso y nacido en cuna de oro como Alexander.
Trataba de no prestarle atención a cada uno de los ataques de las Lancaster, pues prefería evitar conflictos a futuro, tampoco le llegué a contar aquello a Alexander, lo último que quería era crear un problema más grande donde pondría a su familia como las malas del cuento, y aunque así es, no dudaría en defenderlas a ellas a capa y espada, antes que a mí, solo me quedaba tragarme los malos tratos de ambas mujeres y mantener la mayor distancia posible de ellas.
Y ahora más que nunca que acabo de enterarme que dentro de mí crece el hijo de Alexander, debo estar tranquila por el bien de ambos.
Lo que ellas, ni Alexander sabían, es que yo venía de una familia reconocida, poderosa, e incluso mas influyente y millonaria que los Lancaster, pero dejé a mi familia de lado, cuando ambos nos enamoramos en la universidad y decidimos dar el siguiente paso después de la graduación; nos unimos en matrimonio, juramos amarnos y respetarnos hasta que la muerte nos separe.
Por supuesto que mi familia nunca estuvo de acuerdo con mi relación con Alexander, tampoco quisieron conocerlo, entonces mi padre me dio a escoger entre casarme con él u ocupar mi puesto en la casa de moda Doinel.
Mi madre fue la única que me apoyó, aunque prefirió mantener la distancia porque no quería llevarle la contraria a mi padre.
A mi madre la veía dos veces al año, a mi padre no lo he visto desde que me casé.
Sequé mis lágrimas al recordar el último día que lo vi, por su rostro no parecía feliz con mi decisión, pues quería que siguiera sus pasos y ser tan importante en el mundo de la moda como él, sin embargo, recuerdo lo último que me dijo.
"Vuela, vuela alto, pero no dejes que te corten las alas y si eso llega a pasar, recuerda que te estaré esperando con los brazos abiertos para enmendar tus alas y enseñarte una vez más a esperar el momento adecuado para emprender un largo vuelo."
Extraño tanto a mi padre, más en los momentos que Alexander me trata con tanta indiferencia y frialdad, como si ya no sintiera nada por mí, cuando siento que dejó de desearme, cuando apenas me mira antes de dormir, no recordaba la última vez que me dijo que me ama.
En esos momentos lo extraño, porque él no permitiría que trataran a su hija de esa manera, él no podía permitir que yo aceptara tan poco, cuando él me lo dio todo.