1| Arrodíllate

1638 Words
—Repasaremos el formulario que Amanda entregó el lunes y armaremos todo desde cero— dijo Lucio Blake en la reunión del viernes por la mañana; ante la ausencia del CEO era Lucio quien lideraba la reunión matutina. Con su impecable traje de dos piezas y aquellos destellos platinados en su cabello negr0, el director general de la afamada revista “Élite” caminó con las manos a su espalda observando a cada uno de los presentes. La mesa de reuniones se encontraba pulcramente organizada, la voz de Lucio resonaba confiada y con aquel temple serio daba cortos pasos de un lado a otro. El rascacielos era bañado por la luz matutina que ingresaba por el muro de cristal mostrando un hermoso e impresionante telón de fondo; Amanda se levantó de su asiento y comenzó a repartir las carpetas negras a los presentes, estas contenían el último balance general, pues estaban por cerrar el mes. El aroma del café fresco se mezclaba con la colonia elegante que desprendía el cuerpo de Lucio, quien deteniendo su caminar dentro de la enorme sala, mostraba en el proyector las ultimas fotografías para el nuevo número de la revista. —¿Ha llegado Michael? —preguntó Lucio con el entrecejo fruncido. Michael James era el socio de Lucio y así mismo el CEO de “Élite”. —Aun no llega señor— respondió su asistente Amanda, quien vestía un elegante vestido ceñido a su cuerpo con el largo adecuado hasta sus rodillas y un sutil escote que elevaba los pechos de la rubia de largas piernas. Amanda era la asistente del CEO desde hacía dos años y en su ausencia, era la encargada de entregar y recopilar la información necesaria. —Bien, continuemos— manifestó Lucio manteniendo el ceño fruncido. Michael James se caracterizaba por ser un hombre puntual y ya eran más de las ocho de la mañana y este aún no había llegado… La junta terminó y Lucio avanzó hasta su oficina, en su escritorio reposaban los últimos tres números de la revista, Lucio los observó y soltó el aire contenido en sus pulmones. El hombre de cuarenta y cinco años había decidido retirarse al cerrar el mes, que sería la semana próxima y con su partida, la revista mas vendida en la ciudad recibiría un nuevo director. . Lucio estaba sumido en sus pensamientos cuando escuchó la puerta abrirse, elevó su mirada y esbozó una sutil sonrisa al contemplar el rostro de su socio. —Veo que la reunión terminó temprano— bramó su voz elegante; Lucio tiró su espalda en el respaldo de su cómoda silla y observó los ojos grises de Michael James. Portaba un traje azul marino de tres piezas y con un semblante tranquilo se acercó a Lucio. —Llegas tarde— Dijo Lucio al hombre que estimaba tanto como a un hijo. Michael lo observó detenidamente, aquello no parecía un reproche, Lucio en realidad se había preocupado por Michael y no es que fuese un hombre exagerado. Michael era perfeccionista, cada movimiento, cada junta y cada día de su vida estaba perfectamente planeado, llegar tarde no era algo que él hiciera. —Un auto nos chocó— mencionó Michael con la peculiar voz gruesa y calmada. —, todo está en orden, pero aquel imbécil que hablaba por el celular mientras conducía, retrasó mi llegada. Lucio esbozó una sonrisa al contemplar el atuendo impecable de Michael, no parecía tener lesiones de ningún tipo y eso le alegraba. —Se que no hemos podido hablar de esto, pero se acerca mi partida— mencionó Lucio levantándose de su silla, Michael presionó su quijada, si había algo que a Michael le fastidiaba era instruir personal nuevo, por otra parte, extrañaría al hombre que era como su padre. —¿Has elegido a tu remplazo? — Preguntó Michael a Lucio y este con una sonrisa ladeada le externó que tenía a la persona indicada. —Mi hija Kristen, tomará mi puesto. Michael guardó silencio e introdujo sus manos a sus bolsillos, él conocía a Kristen. Lucio se la había presentado en alguna reunión y aunque no dudaba que fuese buena, no estaba conforme con su presencia en la empresa, tenerla cerca era algo que lo inquietaba. —¡Vamos! Quita esa cara— exclamó Lucio avanzando hasta Michael. —. Te garantizo que mi hija es la indicada para el puesto. Michael ladeó una sonrisa y asintió con la cabeza. —Eso espero— chasqueó su lengua y abandonó la oficina de dirección para dirigirse a la oficina de presidencia. . Al llegar a su oficina, el hombre de 32 años comenzó a trabajar en sus pendientes. Para Michael la revista que en vida lideró su padre era lo más importante. Las horas transcurrieron, hundido en un mar de trabajo, Michael decidió comer en su oficina, pues tenía mucho que revisar, el choque que tuvo en la mañana había movido por completo su agenda y Michael odiaba eso. Antes de culminar el día, Michael llamó a su asistente. Amanda abandonó su escritorio con la agenda electrónica en mano y se dirigió a la oficina del CEO. Este la observó ingresar, su silla estaba separada de su escritorio. Mantuvo la mirada en su asistente y tocando las yemas de los dedos de ambas manos rompió aquel silencio que los rodeaba. —¿Ha hecho mi reservación de esta noche? —preguntó con seriedad y sus orbes grises se oscurecieron ante la afirmación de Amanda. Michael era un hombre con una reputación intachable, un hombre respetable y una persona tranquila, sin embargo, tenía gustos muy peculiares, que solo eran conocidos por la mujer frente a él, aquella asistente que manejaba su agenda personal desde hacía dos años. —Excelente— mencionó con una sonrisa del lado y se levantó de su silla para tomar su abrigo y abandonar la oficina, dejando a Amanda sola en ella para que se hiciera cargo de guardar los documentos sobre el escritorio y apagar su computadora. . Michael subió en la parte trasera de uno de sus lujosos autos y ordenó al chofer llevarlo a donde siempre. El suave murmullo del motor se mezcló con el sonido distante de la ciudad que parecía nunca descansar mientras el chofer con habilidad navegaba entre el denso trafico hasta llegar a lo que parecía ser un club exclusivo. Michael ajustó su saco y entró en el bullicioso lugar. El aroma a cigarrillo y licor se hicieron presentes cuando Michael James desfiló con elegancia hasta ser llevado a una puerta para los miembros exclusivos. —Buenas noches, Mr. James— Saludo la encargada de aquel sitio que a simple vista era elegante, pero que una vez cruzando la puerta, mostraba aquel mundo del que James tanto disfrutaba. —¿Desea beber algo? —preguntó una de las camareras al enigmático hombre que deleitaba su mirada cada viernes por la noche. Aquel que con una sola mirada era capaz de mojar sus bragas y con solo una orden de su voz grave, la tendría haciendo lo que él deseara. —Hoy no, estoy estresado, dame la llave de la habitación… que esta vez sea una rubia— ordenó James oscureciendo aun más su mirada al contemplar el ambiente que lo rodeaba. Un sitio lleno de lasciv¡a y promiscuidad que no todos eran capaces de pagar. De inmediato fue guiado por la mujer hacia aquella habitación que solo él utilizaba. James abrió la puerta y desabrochó los tres botones de su saco con cautela. Mostrando que debajo de este llevaba su camisa ajustada a su medida y un chaleco marino sobre ella, comenzó a aflojar el nudo de su corbata sin retirarla y con una sonrisa aún más amplia y perversa, observó a la exuberante rubia que ingresaba con un diminuto atuendo negr0. La rubia avanzó hasta quedar frente a él, con sus ojos azules contempló la mirada magnética del hombre, tenía pocos días de haber llegado y era la primera vez que lo veía. Sin embargo, ya había recibido instrucciones de lo que a él le gustaba. Sabía que Michael James era un hombre atractivo, pero cada halago de las mujeres en ese lugar hacía al hombre frente a ella, se quedaban cortos cuando lo comprobó con sus ojos. Michael James era hermoso; su mandíbula cuadrada y su piel perfectamente rasurada lo hacían ver poderoso. Sus cabellos negros peinados hacia atrás y los músculos marcados aún bajo su costosa camisa, lo hacían jodidamente perfecto. La rubia lo miró con deseo, estaba impaciente por conocer aquello de lo que tanto había escuchado. La voz tranquila que Michael James usó durante el día, cambió cuando la rubia soltó el agarre de su diminuto vestido en su cuello y sus cabellos sueltos se ondearon a su espalda. Michael observó lo que había dentro de la iluminada habitación que ya conocía. Tomó un pequeño fuete de cuero de un arsenal de juguetes eróticos y dando un pequeño golpe en la palma de su mano se acercó a la mujer. —Arrodíllate— ordenó demandante, con la voz rasposa, con los ojos inyectados de lujuria y sin ápice de la amabilidad que mostraba a las empleadas de su empresa. La mujer de la que Michael no se había preocupado siquiera en conocer su nombre, se arrodilló ante él, con una mirada invadida por el deseo hacia el atractivo hombre frente a ella, elevó su mentón y preguntó: —¿Como debo llamarte? —preguntó ella. Michael acaricio el rostro de la rubia con el fuete de cuero, ladeó una sonrisa cuando ella cerró los ojos y los delicados vellos de sus brazos se erizaron. Entonces respondió: —Para todos… soy mr. James. La rubia presionó sus muslos con fuerza, en espera de lo que estaba a punto de suceder.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD