2| El dolor es parte del placer

1384 Words
La habitación estaba en silencio, el único sonido que se podía escuchar era la respiración frenética de la mujer de rubia cabellera que ahora se encontraba completamente desnuda; con la mirada ella detalló el fino traje que ese imponente hombre portaba, perfectamente alisado y con un pañuelo en el bolsillo que podría costar más que el diminuto atuendo de ella. Tragó saliva cuando mantuvo la mirada en su lustrado calzado italiano y después elevó el mentón para poder verlo a los ojos. Él era el hombre más rico y apuesto que había atendido. Michael James dio una mirada más a la rubia de nombre Lisa, con movimientos precisos comenzó a desabrochar su saco, con elegancia caminó hasta el perchero y lo colocó sobre este, retiró sin prisa su corbata y uno a uno fue desabrochando los botones de su chaleco, posteriormente hizo lo mismo con su camisa, se la retiró por completo y la colocó sobre uno de los muebles en la habitación. El torso desnudo de James le daba una presencia aún más cautivadora, ver su cuerpo sin aquella camisa era un puto deleite y claro que él lo sabía, sabía la impresión que causaba y eso lo hacía mucho más seguro de si mismo. James retiró su cinturón y la rubia tragó nuevamente cuando observó el enorme bulto en el pantalón de James, su miembr0 debía de ser tan grande como su maldita fortuna. James se retiró los zapatos y el pantalón dejándolo en el suelo, hizo lo mismo con sus medias, para luego retirar el bóxer negr0 que cubría su dureza y una nueva sonrisa perversa apareció en su rostro cuando se acercó a la rubia que seguía de rodillas en el suelo. —Veamos lo que sabes hacer— bramó mientras masajeaba el largo de su tronco, las venas en su mano diestra eran visibles y la boca de la rubia se volvió un charco, igual que su coño. Con determinación ella colocó la mano sobre su duro pene cuando James retiró la suya, y abrió tan grande la boca que sintió las comisuras de sus labios rasgarse. —Hagámoslo interesante— espetó James con un aire dominante, antes de que la lengua de la mujer tocara su falo—. Un azote por cada lagrima— advirtió introduciendo los dedos de una mano entre los cabellos de ella y con fuerza se hundió dentro de su boca. La rubia contrajo los músculos de su abdomen cuando sintió la invasión entre sus labios y su respiración se cortó de inmediato, pronto su boca comenzó a salivar y con la mirada atenta al hombre, comenzó a realizar presión con su lengua. Su ritmo cardiaco se aceleró, las embestidas no eran para nada sutiles, eran rudas, el hombre que le follaba boca lo hacía sin misericordia, como si quisiera asfixiarla con su ve'rga, y Lisa, como la puta que era, lo estaba disfrutando. Lisa sintió que sus labios se dormían y una lagrima corrió por su mejilla, James expandió una sonrisa al contemplar aquella gota salada ser expulsada de su ojo —Espero que esa lagrima sea, porque lo estás disfrutando— soltó altivo antes de hundirse con mayor fuerza y observar cómo nuevas gotas escurrían por sus ojos cuando su dureza atravesaba su boca hasta llegar a su garganta. La rubia comenzó a tocarse con descaro, se sentía excitada, estaba ansiosa por recibir su castigo y, mientras James penetraba sus labios, ella masajeaba su botón de placer y gemía como una maldita zorra. James se apartó de la boca de la rubia y le ordenó que se pusiera de pie, entonces su mirada se volvió más intensa al contemplar la humedad que había dejado en el piso. Tomándola del brazo James la llevó hasta la cama y la empinó sobre esta mientras ella detenía su cuerpo apoyando su peso en sus cuatro extremidades. Con el fuete de cuero, James recorrió desde su nuca hasta llegar a su culo. —Ahh— gimió ella al recibir el primer azote con el fuete de cuero, sintió como su culo ardió al recibir el impacto. Su respiración se cortó por un momento y sus ojos se cristalizaron. —No te escuché, grita más alto— ordenó James azotando nuevamente el cuero sobre su culo, sintiendo como su excitación se volvía más grande mientras observaba el coño resbaloso de la mujer comenzar a hincharse. Lisa gimió mucho más fuerte, sintiendo como su piel se tornaba caliente, el dolor del azote la hizo nublar de inmediato su mente y sintió como sus rodillas apoyadas sobre la cama temblaban. Lisa recibió dos azotes más que correspondían a las lágrimas que había derramado y sus brazos se vencieron. Lisa quedó con los senos pegados a las sábanas azules. James observó a la rubia con seriedad, la oscuridad en su mirada parecía brotar un fuego candente; cada viernes Michael James acudía a ese lugar y elegia a una mujer diferente, tenía sexo salvaje en esa habitación o incluso a veces las tomaba en medio del bullicio del club. James era un hombre respetado, pero que disfrutaba del sexo, de los juegos perversos que podía practicar en ese sitio, donde no era juzgado por nadie. —Ahora suplica que te folle— le ordenó palmeando su culo enrojecido y la rubia acató su orden —Fóllame, Mr. James— imploró escuchando como el hombre rasgaba la pequeña envoltura para colocarse el látex y respiró hondo al sentir su embestida. Lisa apretó los ojos y gimió su nombre al sentir que su cuerpo era partido en dos. James presionó sus caderas marcando sus dedos en ellas y se introdujo con sacudidas poderosas, veloces y devastadoras, haciendola gritar su nombre y correrse como nunca lo había hecho. James acarició su pelvis y subió sus manos hasta sus pechos mientras seguía embistiéndola con saña, los presionó, pellizcó y tiró de sus pezones erectos, los cabellos rubios de Lisa cubrieron su rostro mientras gemía por el placer mezclado con el dolor de su cuerpo, ya no podía más. —Detente… ya no puedo— suplicó, su culo dolía, sus pezones dolían, pero su coño dolía aún más. —El dolor es parte del placer— aseguró él, dándole la vuelta para ver su rostro perlado por el sudor y sus ojos nublados por las nuevas lagrimas que escurrían de ellos. —Sin besos— dijo James cuando Lisa se levantó y trató de acercarse para besar sus labios y él, sujetando sus muñecas, elevó sus brazos sobre su cabeza. —Así que no besas— dijo ella con un puchero decepcionada, sintiendo la hinchazón en cada parte de su cuerpo. —Habla solo cuando te lo ordene— bramó él mordiendo su cuello y luego uno de sus pezones, agradeciendo que ya no portara el horrible vestido barato que los cubría cuando la rubia llegó a la habitación. . Un nuevo golpe del fuete azotó en uno de sus muslos mientras James la embestía sin compasión. Lisa chilló que se detuviera y gimió desenfrenadamente cuando un nuevo orgasmo arremetió su débil cuerpo. Estaba rendida, después de nuevas embestidas no podía moverse, ni siquiera podía pedir nuevamente que se detuviera y un suspiro salió de su boca cuando lo sintió correrse dentro del látex que rodeaba su aún endurecido falo. —Los rumores se quedan cortos— declaró la rubia tendida sobre la cama, disfrutando de las secuelas del maldito dolor que la invadía. Sin decir una sola palabra, James salió de ella, retiró el latex de su falo, limpió su cuerpo y comenzó a vestirse. Por supuesto, no estaba satisfecho, rara vez alguna mujer lograba saciarlo y la rubia no lo había hecho. James sacó un fajo de billetes de su billetera y se lo dejó sobre el buró. Seguido de esto sacó del bolsillo interno de su saco su celular. Tenía una nueva notificación. “Te espero en mi mansión esta noche, tomemos un trago”. Decía el mensaje de Lucio. James soltó un suspiro, ajustó su traje y con elegancia abandonó el lugar. —Llévame a casa y prepara el otro auto. Me daré un baño y luego iremos a la mansión Blake— ordenó a su chofer y este condujo en silencio, mientras que James miraba atento por la ventanilla.
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