Federico.
—Tu misión es encontrarla a como de lugar y hacer cualquier cosa para sacarle la información que necesitamos.
—¿Alguna información de ella?. —me miran como si no les hubiera estado prestando atención.
—¿Información? Te estamos diciendo que debes averiguar eso de ella, si tuviéramos esas cosas no te estaríamos mandando.
—Me refiero a la información como la edad... Nombre... Color de pelo, algo como para saber que voy a buscar a la correcta.
—Se llama Antonella y tiene 28 años, la última información que tuvimos es que era rubia tirando a castaña. —el secretario de mi jefe va leyendo todo lo que tienen—. Sabemos que trabaja en un centro de alojamiento en el centro de la ciudad, ese que aceptan a mujeres y niños.
—Bien, es suficiente, creo que con eso ya es suficiente. —agarro la ficha que me entrega para analizar todo lo que me piden que haga y mi nueva identidad, estoy saliendo de la oficina cuando me hablan.
—Emplea lo que sea necesario Federico... Lo que sea porque ya no va más esto y la necesitamos.
—Entiendo, y voy a hacer lo más que pueda para que hable. —afuera de la oficina me espera mi compañero con el que trabajo desde que nos recibimos.
—¿Y? ¿La viste?.
—¿A quién?. —salimos del edificio juntos.
—A la chica que tienes que buscar. —sonríe sin parar y no entiendo eso—. Es hermosa, no había visto jamás a una mujer tan hermosa y sin arreglarse para nada, anda muy natural.
—¿Cómo sabes esas cosas?. —lo miro de frente donde siento que me ocultan algo, pero solo se ríe.
—Revisé el caso Fede. —palmea mi hombro casi arrancandomelo donde siempre me dice lo mismo—. Si lo hicieras sabrías a qué te vas a encontrar y me dirías que tengo razón de lo que digo de ella.
—Lo verifiqué, pero no había ninguna foto, no entiendo como es que sabes como es y yo no tengo idea de nada de ella más que la descripción que me acaban de dar. —abro la ficha que me dieron y ahí la veo.
—Hermosa ¿viste?.
—Muy hermosa la verdad. —la miro bien en la foto que me dieron y es una mujer bellísima, no hay mucho que decir por qué siento que me quedo sin palabras para describirla—. ¿Cómo hicieron para conseguir esta foto? ¿Tu la sacaste?.
—No... Fue Rocío. —asiento sin dejar de mirarla, está con ropa de camarera y mirando justo a la cámara—. Ella nos consiguió la mayoría de la información que poseemos... Trabajan juntas en el café que sale ahí en el informe.
—Bien... Me voy, tengo que pensar bien en todos los movimientos que debemos hacer.
—¿Mañana empezamos?.
—Sí... Descansa que van a ser unos días duros donde no nos dieron mucho tiempo.
Me subo a mi auto y repaso toda la información que tenemos hasta ahora de ella que es casi nada, no hay mucho de nada, es como que si no existiera para nadie, miro y miro su foto para poder memorizarla bien, sus rasgos suaves, sus cejas más claras que el pelo así que eso me dice que es rubia natural no artificial, sus labios de un rosa muy pálido que tranquilamente se podría decir que casi no tiene labios, una nariz refinada, es como que si esta mujer fuera perfecta, que Dios la hizo con muchos detalles.
Manejo hacia el pequeño departamento que me asignaron así no se ve involucrada mi vida privada en esto, tengo nuevo nombre, más bien apellido y un lugar nuevo donde vivir, y literalmente voy a ser un vagabundo por el estilo de vida que me van a hacer llevar, ya que ella es voluntaria en un refugio para las personas en situación de calle, pero lo que más me duele no es vivir así, sino que debo dejar a mi auto sin usar por un tiempo, si quiero hacerlo bien tengo que desecharlo por unas semanas en donde logre sacar información, Rocío se hizo su "amiga " pero no ha logrado más de lo que nos dio, que es nada, porque lo mejor que pudo hacer es conseguirnos una foto de frente.
—Joven. —miro a la chica del café sonriendo—. ¿Qué va a pedir?.
—Un café con leche y unos scones de nueces por favor.
—Ya se lo traigo.
—Gracias. —la miro como mueve las caderas al irse, mierda que estoy necesitado, saco el celular y le escribo a Rocío para poder quedar a la noche.
Fede—. ¿Estás libre en la noche?.
Rocío—. Sí... Ven a las once.
Fede—. Bien... Ahí voy a estar.
Mientras me traen el pedido miro por la ventana como comienza a llover, parece que el cielo se cae y eso me gusta, me hace acordar y extrañar cuando llovía y salía a andar a caballo como un loco poniendo a mis papás histéricos, pero es algo que me fascina, así el clima este bajo cero aún salgo a dar mis vueltas con el agua chocándome por todos lados empapándome de pies a cabeza, pero me siento libre, mi alma se goza y no voy a parar de hacerlo.
Se me van esos pensamientos cuando pasa una chica corriendo bajo la lluvia y entra empapada al café, somos cuatro personas en el café y todos la miran como tiembla del frío aun cuando esta abrigada, pero está muy mojada, pasa apurada apretando la cartera a su vientre y se sienta en la otra punta del café sin mirar a nadie, es como que está escapando de alguien.
—Señor su café. —le sonrío mientras lo acomoda frente a mí todavía coqueteando, pero no es mi tipo aunque es muy linda.
—La chica que acaba de entrar tiene frío ¿No tendrá una toalla así se seca un poco?.
—Sí... Ya le fueron a buscar una, no se preocupe.
—Bien, gracias. —no puedo dejar de ver a la chica que mira sus manos, de golpe se tapa la cara comenzando a llorar, nadie lo nota porque dejaron de mirarla, pero yo si y me dan ganas de saber que es lo que le pasa
—Señorita... Acá tiene una toalla.
—Gra... Gracias. —se seca la cara intentando pasar desapercibida de que lloraba.
—¿Desea consumir algo?. —la mira como que no entiende a que se refiere.
—¿Podría quedarme hasta que la lluvia pare? Es que no tengo nada de plata para comprar nada.
—Me va a meter en problemas si no consume nada señorita.
—Entiendo. —le devuelve la toalla con una sonrisa muy amable mientras se para—. Muy amable, gracias por las molestias de darme algo para secarme un poco.
—Sírvale algo caliente. —las dos me miran cuando hablo alzando un brazo así sabe que soy yo—. Lo que quiera sírvale, yo lo p**o.
—Está bien señor, no hace falta.
—¿Va a salir con este tiempo?. —miramos hacia afuera que no ha parado para nada la lluvia—. Va a enfermar señorita.
—Está bien. —mira a la mesera sonriendo—. ¿Podría ser una leche con chocolate y algo que tenga dulce de leche?.
—Bien... Ya le traigo, desea ir al baño para secar su pelo.
—Si, gracias. —cuando vuelve se sienta frente a mí—. Gracias por ser tan amable de pagarme esto... Tenía mucha hambre. —es tan blanca que su nariz se le marca muy roja.
—Va a enfermar.
—Ojalá que no, pero se nota que si. —me sonríe negando, aunque es de esas sonrisas que no llegan a los ojos, solo es algo superficial.
—¿La agarró de imprevisto la tormenta?.
—Sí... En el pronóstico dijeron que iba a llover pero no me gustan los paraguas y tampoco tengo uno como para cubrirme. —toma con ganas su leche con chocolate que está hirviendo.
—¿Le puedo preguntar algo señorita?. —asiente chupando sus labios donde come un biscocho con dulce de leche.
—Si, por supuesto.
—¿Por qué lloraba?. —me mira sorprendida, debía pensar cualquier cosa menos eso—. ¿Acaso venía escapando de alguien?.
—No. —sus ojos se aguan de inmediato poniéndole los ojos rojos de inmediato—. Problemas en el trabajo.
—¿De qué tipo?. —cuando levanta las cejas me siento una vieja chismosa—. Perdón, no quise ser tan metido... Fue un impulso.
—No importa, me pagó mi comida puedo contarle... Cuido... Cuidaba. —parece nerviosa y alterada de un momento a otro—. A un anciano... Él... —mira hacia afuera con un par de lágrimas corriendo por las mejillas—. Él...
—¿Murió?. —niega mordiendo sus labios y siento que me hierve la sangre al darme cuenta de lo que pasó—. La tocó.
—Sig. —hace puchero y me siento impotente—. Es un hombre grande, pero eso no le da derecho a hacerlo... Me siento tan sucia.
—Pero... ¿Es la primera vez?.
—No... Ya lo había hecho, eran roces obviamente intencionados, pero hoy fue el colmo... Me empujó a la cama y me tocaba y yo... Simplemente me pare como pude y me fui... Le dije a la señora que no me podía quedar y me fui. —se tapa la cara gimiendo—. No sé qué hacer... Necesito el trabajo, pero no quiero volver... Me aterra mucho.
—No vuelva más... Hay otros trabajos señorita.
—No para alguien que no tiene estudios. —tiene razón, sin estudios no hay muy buenas opciones—. Apenas y terminé la primaria, ¿Qué trabajo puedo tener? De buscona capas.
—¿Buscona?. —digo riendo por como habla.
—Sí. —se limpia la nariz sonriendo—. ¿Por las dudas usted no es de esos que tienen un trabajo espectacular y tiene plata?.
—Lamento decirle que no... A penas y me pude dar este gusto. —me mira con los ojos gigantes recorriéndome con la mirada—. Acabo de terminar un trabajo y me quedan unos pesos. —saco la billetera y le ofrezco lo que tengo.
—Noooo... ¿Qué hace?. —baja las manos de la mesa.
—Los vas a necesitar más que yo.
—Nooo señor... No haga eso por favor. —mira hacia todos lados—. La gente va a pensar cualquier cosa.
—Disculpe. —me mira a los ojos indignada—. Pero no necesita volver a ese trabajo... Esto tal vez le ayude hasta que encuentre otro.
—No lo necesito, gracias, igual. —agarra lo que quedó de torta envolviéndola en una servilleta y la mete a la cartera—. Paró la lluvia... Gracias por escuchar.
—No fue nada en realidad. —antes de salir me mira.
—Fue muy amable señor... Espero algún día nos volvamos a ver y ahí yo le voy a devolver el favor.
—Encantado. —me da una sonrisa triste y se va.
—Señor... ¿Le traigo la cuenta?.
—Si por favor. —cruza la calle corriéndome desapareciendo hacia el lado de la ciudad más pobre dejándome un sabor amargo en la boca.
*****
Antonella.
Miro el techo intentando de calmarme ¿Qué voy a hacer? Me servía mucho el trabajo y sí que me pagaban bien, pero no puedo volver más ahí, más que nada por mi propia dignidad, ¿Y ahora con qué voy a pagar el alquiler? El sueldo de la cafetería no me basta y no me van a dar doble turno, ¿Y si lo pienso mejor y vuelvo? Tal vez pueda persuadir al maldito viejo para que no me toque, más bien escapar de sus manos... Eso hace que llore y desee jamás volver a verlo en la vida y no deseo jamás en la vida volver a dudar de mis principios y valores.
En la mañana me levanto como si nada, como si nunca hubiera estado bajo la lluvia, mi cuerpo no se siente cansado ni adolorido, lo único es que estoy afónica, pero no resfriada o moquienta que es lo que más me temía, porque sino, no iba a poder trabajar en el café hasta que me mejore y no cobraría esos días.
—Por Dios casi no se te entiende. —Rocío me mira de arriba abajo como si buscara algo como hace siempre—. ¿Qué te pasó?.
—Me agarró la lluvia anoche cuando salí de trabajar.
—Néstor se va a enojar mucho cuando te oiga.
—No puedo faltar. —en eso aparece mi jefe.
—Hola chicas.
—Hola. —para la caminata al escucharme.
—¿Estas enferma?.
—Solo afónica.
—No puedes atender estando así Antonella.
—No me pida que me vaya... Necesito la plata señor.
—Lo sé. —mira hacia todos lados sin saber qué hacer—. Mejor vas a limpiar el depósito porque así no puedes atender.
—Bien... Gracias. —se va negando—. Al menos me van a pagar el día.
—Nos vemos a la salida.
—Dale... Suerte y paciencia.
—Te juro que los mataría a todos.
Me rio por eso, no tiene para nada paciencia, cuando ella llegó me la dejaron a mí a cargo para qué le enseñé todo lo que tiene que saber, pero jamás aprendió a tratar a la gente, más bien a tener paciencia cuando creen que ellos tienen la razón y no es así, pero debemos mantenernos tranquilas así no armamos un alboroto que ya se ha formado con Rocío más que nada, que manda a los clientes a la cueva del conejo sin que le importe que Néstor la rete, pero ella sigue como si nadie le hubiera dicho nada.
Cuando termina mi turno dejo la ropa en mi casillero y me voy al alojamiento, siempre hay algo nuevo que hacer y me gusta, no vengo todos los días, pero hago el intento de al menos tres veces a la semana ir a dar una mano que se necesita mucho, llegaron alimentos y me pongo a ordenarlos enseguida para llevar el conteo de las cosas a ver para cuantos días hay alimento.
—Hola Anto.
—Hola Marcelo. —se pone a sacar las cosas más pesadas y que ni hice el intento de mover.
—Estás afónica.
—Sí... Me agarró la lluvia.
—Me hubieras dicho y te iba a buscar.
—Ni siquiera lo pensé. —intento de que con eso entienda que no pienso para nada en él y a ver si así deja de decir esas cosas—. Que bueno que llegaron alimentos.
—Sí, ya estábamos escasos.
—¿Quién los mandó?.
—El gobierno... Al menos se apiadó de esta gente por unos días porque eso que mandaron no va a alcanzar ni para tres semanas. —asiento mientras sigo limpiando y acomodando.
—Antonella, ¿Después me ayudas con las camas?. —dice Victoria desde la puerta.
—Sí... Ya terminé, vamos enseguida.
—Marcelo encárgate de los baños de los hombres por favor.
—Bien... Anto, más tarde te llevo a tu casa, espérame no te vayas.
—Tengo cosas que hacer gracias igual.
—Pero... —Victoria me empuja haciendo que salga de la cocina o no va a parar de insistir.
—Parece que ese hombre jamás va a entender que no sientes nada por él.
—¿Qué cosa?.
—Somos grandes Anto. —me aprieto las manos donde varios saben como me mira y yo creía que yo me sentía incómoda con él sin que nadie más lo sepa—. Las dos sabemos que quiere.
Ya no digo nada, saludo de pasada a los demás y voy a hacer las camas, el alojamiento está dividido en tres partes, obviamente separados unos de otros, uno para hombres, otro para mujeres solas y otro para mujeres con chicos, y chicos solos que debes en cuando vienen, no se les permite quedarse mucho ya que sino vivirían acá sin hacer nada como es el caso de muchos que pretenden vivir en los refugios sin hacer nada ya que tienen comida y limpieza, por eso ya se empezó a poner reglas, se les intenta ayudar para que trabajen o estudien, así fue como llegué a la cafetería y Rocío también, por eso vengo a ayudar en todo lo que pueda porque ellos me dieron una salida cuando creía que no tenía nada y que creí que mi vida iba a terminar de la peor manera posible.
Cuando salgo reviso mi cartera viendo un poco de plata, es con lo que tendría que comer, pero odio mi pelo, quiero tenerlo como antes por eso paso a un mercado y compro una tintura, voy media incómoda porque ahora caigo en que no comí nada en todo el día y yo gastando plata innecesaria.
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—Por fin te sacaste ese color que te hacía parecer muerta de lo blanca que te hacía. —Néstor me mira del otro lado de la mesada, es un hombre serio que eso debe ser un cumplido para él
—A mí tampoco me gustaba por eso me lo saqué.
—¿Y para qué te lo pusiste?.
—Quería probar y fue una mala idea... Muuuuyyy mala idea que no va a volver a pasar. —sigo acomodando las servilletas para ponerlas en las mesas—. ¿Voy a atender o al depósito?.
—Estás mejor y te necesito en las mesas... Rocío ayer no daba más.
—Bien. —temblorosa lo miro—. Néstor...
—No puedo darte doble turno. —lo miro con ganas de llorar, ya que creí que al menos la antigüedad que tengo me iba a dar una chance—. Sé cuál es tu condición... Pero hay más chicas que también me lo piden y no quiero dejar a nadie sin trabajo, eres la que más años esta acá, pero tampoco puedo hacer prioridad.
—Está bien... Tampoco te pediría que dejes a alguien sin trabajo.
—Perdóname Anto, de verdad que te tengo aprecio, pero no puedo ayudarte en esto... Discúlpame.
—No pasa nada.
Empieza a llegar gente a montones, en el turno de mañana somos cinco, todas salidas del alojamiento, y en la tarde otras cinco salidas del mismo lugar, los cocineros y bacheros también vienen de ahí por eso Néstor es muy querido y respetado en el alojamiento, siempre ayudando cada vez que puede, pero tampoco puede meter a cualquiera en su trabajo, por eso nos pide consejo a mí y a Verónica para saber si consideramos confiable a un nuevo empleado.
Miro y miro a las mujeres con sus complejos de superioridad creyendo que porque sus vidas son un poco mejor que la mía son más persona que yo, pero no saben que eso las convierte en algo peor que la escoria, bueno, según pienso yo, bufo enojada pasando los pedidos.
—Están locas.
—Solo dame lo que pidieron para que se vayan de una vez.
—Tranquila. —lleno los tarros de azúcar para no atrasarme.
—Ese muchacho es hermoso. —bajo la mirada escuchando a Belén hablar, ella encuentra a todos hermosos—. Se sentó en tu lugar Anto... Ve a verlo.
—Ya voy. —agarro la bandeja y se la muestro—. Pedido.
—Tonta. —les sirvo a las sobradoras y voy a verlo, me paro delante de él preparando el lapicero y la libreta.
—¿Ya se decidió señor?. —cuando lo miro y lo reconozco, jamás me podría olvidar de él—. ¿Usted?.
—¿Nos conocemos?.
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1° Insegura "letras rojas"
2° Insegura "letras azules"
3° Tentación.
4° Inesperado.
5° Inocencia. ■
6° Lecciones.
7° Aprendiendo.
8° Confiando.
9° Miradas.
10° Mi Rebelde.
11° Indomable.
12° Antu.
13° Arreglado.
14° Mestizo.
15° El Indio.
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