CAPÍTULO 2

2186 Palavras
Escuchó una voz a lo lejos, estaba demasiado cansado como para comprender lo que sucedía, sus parpados se negaban categóricamente abrirse vencidos por el sueño y el ajetreo de la fiesta y la farra de la noche anterior, había estado de película, sus invitados habían gozado de lo lindo en su departamento, y él mismo apenas si había recordado un par de cosas, como flashes, de lo ocurrido durante la noche, se había propasado de tragos, de fumada y algunas otras cosas más, sin contar a la ardiente morena y a la espléndida rubia con las que había despertado en la cama, todo un Don Juan, y un soberano desastre también. Aquella voz seguía retumbándole los oídos, en su interior algo le gritaba que debía abrir los ojos y ponerse en pie, pero que va, el peso de su cuerpo lo dominaba. Al fin la voz se detuvo, un murmullo de ajetreo, de movimiento de gente que viene y va, y al final una fuerte sacudida y los gritos de su padre al oído. — ¿Vas a bajarte del avión o no? –Visiblemente molesto –No puedo contigo Lucas, ¡No puedo más contigo! Eres como un niño grande e inmaduro. ¡Vas a matarme de una rabieta! Lucas apenas si se dio cuenta del enfado de su padre, su madre, Clara Monserrat le pasaba una servilleta húmeda por el rostro y le palmeaba las mejillas intentando despertarlo por completo. — ¿Medre, qué haces? –Retirándole la mano de su rostro –No tengo cinco años. —Ciertamente no los tienes, ¡Pero actúas como si los tuvieras!, ya levántate que nos estás retrasando. El rostro de Lucas Monserrat se veía pálido y ojeroso, con las bolsitas bajo sus largas y hermosas pestañas en varios tonos más oscuros que el resto de su tez clara, el trasnocho había arruinado por completo su imagen y su siempre perfecto rostro angulado y viril. —Madre todo esto es tu culpa, sabes perfectamente lo que detesto estos viajecitos de mi papá –Le decía a Clara mientras esperaban en la cinta de transporte de equipaje por sus maletas –Debes hacerle entender que no tengo ningún interés en ir hasta ese pueblo de mala muerte a que me coman los zancudos y a ver pobretones por todas partes. —Lucas no hables así, causas mucho dolor a mi corazón, nadie es mas que nadie solo porque ha sido bendecido con riqueza, eso debes tenerlo claro, pero según parece no es así –Mirándolo réprobamente. —Tú y tus cosas mamá… ¡Esa teoría igualitarista tuya no existe!, solo mira a tu alrededor… ¿Crees que la gente que tiene menos no se merece su situación? Obsérvalos, escúchalos, no saben ni hablar apropiadamente, la gente que tiene dinero, que tiene éxito en la vida es la que no ha tenido pereza para estudiar, para emprender y para trabajar –Subiendo la voz en una octava. —Cálmate, ¡Nos van sacar de aquí por tu actitud! —Yo ahora disfruto del dinero y de las fiestas… ¿Pero durante cuantos me maté estudiando en la universidad?, y aun hoy, mientras estoy trabajando no dejo que nada me distraiga, me dedico y hasta que no logro lo que quiero no me voy a celebrarlo… ¿Me entiendes? —Te entiendo, y en algunas cosas tienes razón, pero no puedes meter a todas las personas de una sociedad en el mismo saco, hay variables Lucas… —Sí, claro que hay variables… ¡Como el trabajo duro! —Me refería a las oportunidades, tú las has tenido todas, la mayoría de las personas no pueden darse los lujos que tú te diste, como por ejemplo ir a estudiar con el semestre p**o de antemano en la universidad… no te detienes a ver el cuadro completo Lucas, lo ves sesgado, desde un solo punto de vista… el tuyo. A Clara le dolía en el alma las palabras de Lucas, lo amaba, era su único hijo, lo había criado con principios, con amor, enseñándole la diferencia entre lo bueno y lo malo, el valor de las personas y el valor del trabajo, pero en alguna parte se había desviado del camino, se había torcido en este ser frío e inaguantable, que hacía diferencias entre las personas en base a su clase social o nivel educativo, se avergonzaba escuchándolo hablar, y sabía que la molestia y el roce constante que enfrentaba a padre e hijo devenía precisamente de ahí, de “eso” en lo que se había convertido. —Madre por favor… no seas tan dramática –rodando los ojos y divisando las maletas que ya se acervan en la cinta de carga –Ahí vienen –dijo señalando a las valijas. Las tomó con presteza y las dejó descansar sobre el suelo. —Papá está tardando mucho… —Vio algunos suvenires que creyó que sería lindo llevar… —Suvenires –dijo con impaciencia, tomó las maletas y al girarse para comenzar a caminar en busca de un carrito para el equipaje se tropezó con un tipo mucho más grande que él dándole con el equipaje justo en la espinilla. El otro gritó de dolor y se llevó las manos a la pierna. — ¡Estúpido desgraciado! ¿Es qué no ves por dónde caminas? Lucas se quedó en el sitio, impávido, no osaría responderle nada a esa mole de músculos, simplemente se limitó a pedir disculpas y a salir volando con las maletas a cuestas lo más rápido que sus pies se lo permitieron. Su madre lo observaba, la impaciencia del chico iban a meterlo en problemas algún día. ¡Riiiiinnnnng! El teléfono móvil de clara sonó una y otra vez repetidamente, la dama lo sacó de su bolso y respondió. — ¿Ricardo? ¿Dónde estás? —En una tiendita comparando suvenires… ¿Ya retiraron el equipaje? —Sí, acabamos de hacerlo y ya Lucas se llevó por delante al primero que se le atravesó… — ¡Ese muchacho! No sé qué vamos a hacer con él Clara, esperemos que el cambio de aires de montaña le sienten bien, realmente espero que tenga algún encuentro con la naturaleza o algo así, ya no lo soporto con sus impertinencias. —No lo sé, esto va más allá… pero Dios te oiga amor… —Nos vemos en la parada de los taxis, tomaremos uno hasta el hotel y allí decidimos que hacer ¿Está bien? —Está bien amor, pero no te preocupes demasiado, igual aquí es muy difícil conseguir una renta de vehículos… creo que deberíamos hacer algunas compras esta tarde, descansar hoy y salir en bus mañana por la mañana. — ¿Si no te molesta? — ¡Oh! No, para nada amor, se cómo son las cosas en esta parte del país, todo aquí es cuesta arriba, lo importante es que lleguemos bien y que veas a tu familia, hace mucho que vienes… —Me gané la lotería contigo amor, este viejo corazón todavía late por ti, ¿Pero cómo no hacerlo?, ¡Eres un amor! —También te quiero, le diré a Lucas para que vallamos directo a la salida de los taxis, no tardes, ya sabes que se pone cascarrabias. Clara le comunicó a su hijo los planes, este accedió de muy mala gana y terminó arrastrando todo el equipaje él solo porque no encontró uno de los fulanos carritos para moverlo, al llegar a la parada de los taxis estaba cansado y sumado a la borrachera de la noche anterior también algo deshidratado, tenía la garganta seca y la picaba horriblemente. —Tengo sed madre, voy a traer algo de tomar ¿Qué quieres que te traiga? —Un jugo natural está bien. —Un jugo natural… ok, ya regreso –desapareció entre los demás viajeros y las maletas y todo el alboroto y el movimiento del aeropuerto, regresó al cabo de unos quince minutos trayendo consigo una soda y un jugo natural embotellado. Abordaron el taxi en cuanto llegó su padre con unas bolsas en la mano rumbo al hotel —Es aquí –dijo en conductor dándoles también la tarifa del viaje – Este es el mejor hotel de Villa Hermosa. Lucas esperaba a que alguien recogiera las maletas pero eso nunca sucedió, debió volverlas a cargar él mismo hasta la habitación. Era un hotelito de poca monta, nada elegante más bien campestre, no estaba sucio o descuidado, más bien era como una casona de esas del siglo diecinueve con muchas habitaciones, un patio central y árboles frondosos, muy pintoresco y de pueblo. Bonito, si se sabía apreciar el toque de montaña. A Lucas le pareció una aberración tener que pasar la noche en semejante lugar, y además en una habitación con tres camas sencillas, ¡Eso era el colmo! —Papá, ¿Seguro que es aquí? ¿No estarás equivocado? –mirando hacia todos lados. —Es aquí, en mis tiempos te sentirías agradecido de poder quedarte en este lugar… tiene su historia… —Si… me lo imagino –con un deje de ironía en el tono de su voz. —Bueno, en vista de tu terrible estado de ánimo, y físico, debo decir también, quédate y duerme toda la tarde, mientras tu madre y yo vamos a comprar algunas cosas para llevarle a la familia, y a caminar por ahí-sentenció Ricardo todavía fastidiado de tener que lidiar con las inmadureces del muchacho -Por cierto… una pregunta… ¿Patricia estuvo contigo anoche en tu reventón? Lucas que ya se había lanzado en la cama abrió un ojo y miró a su padre. —No… ¿Por qué lo preguntas? — ¿Cómo por qué? ¿Acaso no es tu prometida? ¿No debería ella estar en tus celebraciones? —No está en la ciudad, se fue de viaje a Paris… creo… — ¿Crees? No te comprendo, ¿Cómo que crees? —Es algo de negocios, mira papá, yo no me meto en su trabajo y ella no se mete en el mío, ese es el acuerdo, y será así cunado nos casemos, ella con su patrimonio y yo con el mío. — ¿Y ella ya lo sabe? ¿Lo del acuerdo prenupcial? —No, no tiene porqué saberlo ahora… — ¿Cómo?, ¿Estás loco? —Papá, en su debido momento, no pensaras que ponga en riesgo tu dinero si algo nos va mal… —Mi dinero no hijo, ¡El tuyo!, ya va siendo hora de que acumules tu propio capital. Lucas hizo un gesto con la mano. —Mejor váyanse, aprovechen su tiempo y yo aprovecharé muy bien el mío –Dándose la vuelta y durmiéndose casi de inmediato. Clara y Ricardo salieron sin hacer ruido y destinaron la tarde a hacer compras, querían llevar regalos a toda la familia, hacía al menos un año que Ricardo Moserrat no los visitaba debido al ajetreo con el consorcio, pero estaba siempre pendiente de las necesidades de ellos, no eran gente adinerada como Ricardo, él había tenido la fortuna de salir muy joven de su pueblo para ir a trabajar a la ciudad, donde un hombre pudiente le había brindado la oportunidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo, había crecido como persona y también como emprendedor, aquel hombre de negocios lo apoyó y creyó en él cuando nadie daba un centavo por su trabajo o por tus ideas, le estaba inmensamente agradecido por su inversión en tiempo, en confianza e incluso en dinero en él, pocas personas harían algo así por un joven pobre y sin educación. Ricardo lo recordaba con cariño, era su suegro, quien después tuvo la gentileza de dejar que su hija mayor se casara con él. —Apruebo este matrimonio entre ustedes –dijo una vez cuando ambos eran jóvenes y recién le daban la noticia de su decisión de unir sus vidas para siempre –Porque te he visto crecer y formarte como todo un hombre, vienes desde abajo y sabes lo que cuesta forjarse un futuro, eres un ahombre trabajador e inteligente y sé que amas a mi hija, créeme, no se la dejaría a nadie más. En ese momento su cuñado se le había quedado mirando con una expresión de envidia porque su padre jamás le había dicho algo así, pero era que él tampoco se lo había ganado. Caminar por las calles de aquella pequeña y sencilla ciudad le traía a la mente a Ricardo grandes recuerdos de cuando era joven y había salido de su pueblo allá en las montañas para venir a buscar el sustento de su familia, fueron tiempos duros y tristes porque a veces se quedaba sin dinero para pasar la semana por enviar a su madre lo que lograba reunir de su trabajo. Respiró profundo el aire puro del campo y su mujer lo sacó de sus pensamientos. — ¿Qué haremos con Lucas? —No lo sé, pero hay que pensar en algo ya, no podemos dejarlo transitar ese camino que lleva… lo desconozco no parece hijo nuestro. —No… me preocupa… —Y a mí…
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