Victoria Cienfuegos no podía creer que su suerte fuera tan mala, después de la odisea que había tenido que vivir la noche anterior desde que salió de las clases de la universidad, con la lluvia al cuello, el tipo del auto que la empapó y al final la forma como llegaron sus cosas todas mojadas a la casa… encima de eso la gotera que tenía el techo de su habitación de alquiler había dejado colar el agua hacia dentro, por fortuna no había mojado nada importante ella siempre mantenía el cuidado de no dejar ningún mueble debajo de esa área del techo, pero aun así era molesto, ya había perdido la cuenta de cuantas veces le había informado al casero del problema y este le aseguraba que lo resolvería pronto, pero ese “pronto” se venía alargando durante meses, así que la única solución era reunir el dinero para pagarle a alguien para que se subiera sobre el techo y tapara la maldita gotera.
En la mañana, luego de que la vecina mandara a pedirle un poco de azúcar, se había llevado un susto de muerte al llegar su papá, se suponía que se había mudado a la ciudad porque necesitaba con urgencia su independencia para poder forjarse un futuro, había vivido sola en diferentes residencias de alquiler, más bien cuartuchos, en distintas partes de la ciudad, hasta que llegó allí, en donde tenía casi un año, y de donde no pensaba salir a menos que ya tuviera un sueldo decente después de haberse graduado.
Por ahora, lo que sus padres le enviaban muy de vez en cuando no le alcanzaba para nada, así que debía trabajar duro. De modo que también limitaba sus visitas al campo a ver a sus padres, y estos la extrañaban de más a veces sin comprender para qué serviría tanto desvelo de Victoria en la ciudad.
Nada de esto afectaba su ánimo, hacía de todo por mantenerse a flote, económicamente y también en sus estudios, no se perdonaba una mala calificación, sabía que iría a parar tarde o temprano en su currículo por lo que se exigía a veces demasiado. Entre las clases y los dobles turnos en el trabajo se sentía agotada, la presencia de su padre en la ciudad traería más carga de la que podía llevar, sin embargo no dejó que se le notara en el rostro, no quiso hacerle mala atmosfera mientras durara la visita… que esperaba fuera muy corta.
— ¿Papá, que quieres para cenar? –le había preguntado luego de que el viejo le contara con lujo de detalles como iba todo en el pueblo y en la casa, que si el hijo de fulana se había enfermado, que si el de zutana se había graduado, que perencejo le había puesto los cuernos a la esposa… y por ahí se iban las noticias de todo un año de ausencia de Victoria, luego los males de la familia, los gastos, el tiempo en el que se enfermaron él y su mujer y gastaron lo que tenían sin poder trabajar… aun arrastraban una gran deuda, y el viejo había viajado para pedirle a su hija que regresara y que trabajara para un compadre rico que la emplearía a fin de terminar de pagar.
Victoria se había puesto verde de la rabia, incluso el malestar le causó nauseas, no podía creer que ahora a punto de graduarse tuviera que salir corriendo y dejar todo atrás por ir a trabajarle a un explotador en una finca. No, se había opuesto rotundamente, aunque sin armar aspavientos para no afectar más al delicado estado de salud de su padre. Se había comprometido en encontrar un mejor empleo con los ingresos suficientes para ayudar a paliar la deuda, pero de ninguna manera se regresaría al pueblo.
—He trabajado mucho por lograr mis sueños papá, son varios años de estudio, de trasnochos de esfuerzo… perdóname pero no me iré… -Le dijo con seriedad pero haciendo lo posible porque él comprendiera su situación –No los abandonaré, ni a ti ni a mamá, si me hubieras dicho esto antes, ya habría buscado alguna forma de ayudar, ¿Por qué esperaste hasta ahora?
—No quise molestarte, pensé que podíamos salir de la situación vendiendo algunas cositas de valor que tenía en casa… pero los gastos médicos fueron muy altos… el compadre me ofreció que fueras a trabajar allá, que él te recibía sin problema… sabes cómo es…
—Sí, sé muy bien como es, un viejo rico y déspota, al que le gusta recordarle a los demás que él es el que tiene el poder y el control por su dinero, además papá, ese señor siempre ha querido otra cosa conmigo… -El rostro de Victoria mudó en un gesto de desagrado total –Sería la último lugar en el mundo al que iría a trabajar.
Su padre bajó la cara avergonzado.
—Solo pensé que sería una buena idea.
—Sé que no lo hiciste con mala intensión papá… pero compréndeme
—Ahora lo sé, perdona por tomar decisiones sobre tu vida y tu tiempo sin consultarte…
— ¡Creo que ya nos entendemos mejor! No me has dicho qué quieres para cenar…
—Oh, hija, lo que sea está bien.
Victoria hizo un par de sándwiches con carne y vegetales y jugo de frutas y después de que su padre comiera y se durmiera, corrió de puerta en puerta a casa de cada uno de sus vecinos, necesitaba resolver el pasaje de su padre de vuelta al pueblo, no podía seguir teniéndolo ahí, si tenía que salir a caminar la ciudad y empapelarla con su hoja de vida para conseguir un trabajo medianamente decente tenía que estar sola para poder movilizarse, no podía con su padre ahí, le quitaría tiempo de sus estudios y de su trabajo, realmente no sabía cómo decirle que mientras más rápido se fuera más rápido ella se pondría manos a la obra.
Tocó en la puerta de Ángela, era un poco tarde pero nadie en esa casa se dormía temprano.
— ¿Quién es? –gritaron desde dentro.
—Soy yo, ¿Ángela puedes salir?
—Dame un minuto –Se escucharon las cerraduras de la puerta.
—Victoria ¿Pasa algo?
—No… bueno… si ¿Puedo pasar?
—Por su puesto pasa –La morena de ojos verdes paso dentro de la sencilla residencia de su vecina.
Ángela era una mujer de unos veintiocho años, realmente joven, muy bonita y madre de un niño hermoso de cinco añitos, inteligente y ocurrente, trabajaba de día en una cafetería, y algunas noches como bailarina de cabaret, no se sentía orgullosa de eso, pero entre los dos empleos el que realmente pagaba las cuentas del niño era el segundo, muy a su pesar, las noches que trabajaba le pagaba a la Valeria, la nieta de la señora Carmenza para que se lo cuidara, la chica se ganaba la vida como niñera, y un dinerito extra por quedarse a dormir cuidando al niño no le venía mal, así los vecinos de aquella casa común se apoyaban unos a otros, era una especie de comunidad cuasi familiar, las relaciones entre todos eran de confianza y familiaridad, era la única manera de salir a flote y llegar a fin de mes, y si alguien necesitaba algo los demás colaboraban.
—Dime Victoria…
—Me da mucha vergüenza contigo –dijo antes de comenzar e inmediatamente su rostro adoptó un tono rojo intenso –Pero tengo un problemita grave…
— ¿Qué sucede? –dijo la bailarina.
—Pues que mi papá me llegó de sorpresa y está metido en deudas hasta el cuello porque estuvo enfermo, y no me había dicho nada…
—Hay caramba…
—Ahora quiere que me valla al pueblo a trabajar en una finca para pagar lo que se debe en tratamientos y demás…
— ¡No Victoria, no puedes hacer eso! Has invertido mucho tiempo y esfuerzo en tus sueños, ¡No puedes irte ahora que estás por terminar!
—No, no puedo hacerlo, eso mismo le dije a mi papá… pero para quedarme debo primero enviarlo de regreso a la casa, y luego salir a buscar otra fuente de ingresos que me permita ir pagando esa deuda.
—Si debe irse, ¡Ay! Perdón vecina por ser tan franca, pero si se queda no vas a poder moverte con libertad.
—Lo sé, por eso estoy aquí y créeme que se me cae la cara de vergüenza contigo… pero no tengo más a donde ir, bueno, aunque pienso pasar por cada puerta a molestad a todo el mundo hoy… necesito que me prestes algún dinero, yo te lo pagaré lo más pronto que pueda, ¡Mi papá me agarró sin un centavo!, tengo que resolver lo del pasaje y los días que esté aquí, porque dudo que quiera irse ya… —Visiblemente preocupada.
—Por supuesto Victoria, ¡No faltaba más!, eres tú quien me saca de mis problemas financieros casi siempre, déjame ver con cuanto puedo apoyarte y te lo llevo mañana temprano.
—Muchas gracias Ángela, de verdad te lo agradezco en el alma.
Victoria se despidió y procedió a tocar a la siguiente puerta, avergonzada de tener que acudir a sus vecinos y compañeros de residencia, la verdad era que todos ene esa casa se apoyaban, cuando a alguien le faltaba azúcar sabía que podí ir a pedirle un poco al vecino, cuando alguien necesitaba dinero otro se lo prestaba, cuando alguien tenía un compromiso de trabajo y no tenía con quien dejar a los niños algún vecino los cuidaba, era una cuestión de supervivencia, o se recibía o se daba apoyo, y a veces las dos.
Nunca es fácil para las personas sencillas salir adelante, es duro, pero si hay amistad y compañerismo lo hay todo, vale más tener amigos que tener dinero, se repetía Victoria a si misma dándose valor para proceder a echar el mismo cuento en la próxima puerta, la de Emilio.
Emilio era un joven que no había podido estudiar, no llegó a graduarse de bachiller porque la situación económica de su casa no se lo permitió, debió renunciar a sus estudios desde muy joven para mantener a su familia, a su madre quien había sido abandonada por su esposo con tres niños, Emilio era el mayor, y tuvo que comenzar a trabajar para ayudar con parte de los gastos de la casa. Ahora ya se había independizado, tenía veintiséis años y hacía cinco que por fin había podido venirse a la ciudad, le iba mucho mejor allí, había conseguido un trabajo como taxista y ahora podía rentar una habitación para vivir y enviarle dinero a su madre para apoyarla con los gastos de sus hermanos, quería para ellos lo que él no pudo lograr, que estudiaran y se forjaran un mejor futuro. Era un buen muchacho, de buen corazón y presto siempre a apoyar quien pudiera, y en el fondo tenía una pequeña esperanza de que Victoria se fijara en él, aunque era bastante realista, y sabía que ella algún día se iría en pos de una mejor vida, sin embargo eso no evitaba que soñara despierto a veces con la morena de ojos verdes y cabello ensortijado, de rostro hermoso e inteligente.
Sonó la puerta y Emilio se levantó cansado de la cama, estaba viendo una serie de televisión y ya estaba por terminar, luego de lo que se acomodaría para dormir, tenía que madrugar para irse al trabajo muy temprano en la mañana. Abrió la puerta y la morena de ojos vivaces estaba esperándolo, se extrañó un poco, Victoria no acostumbraba a hacerle visitas salvo que necesitara algo por lo general para el arreglo de alguna cosa de la casa o la necesidad de otro vecino.
— ¿Victoria? Buenas noches, ¿Pasa algo?
—Buenas noches Emilio… si necesito hablar contigo… -dijo un poco avergonzada –Es que necesito pedirte un favor…
—Pasa por favor, hace frío –Extendiéndole la única silla que tenía en su habitación –Dime… ¿Qué puedo hacer por ti?
Victoria respiró profundo y sintió el calor de la vergüenza en la cara, tomó valor y comenzó a relatarle con lujo de detalles su situación al joven taxista que comprendía exactamente esa clase de situaciones por haberlas vivido casi desde que recordaba, la falta de dinero era normal para él y su familia, por lo que se identificó con ella de inmediato, además, quería congraciarse por supuesto con la morena, de modo que sacó lo que pudo, tratando de no afectar su presupuesto semanal, y se lo entregó en la mano.
—Aquí tienes –dijo –Es todo lo que puedo darte pero espero que te ayude… perdona por no darte algo más… pero tengo que cubrir varias cosas esta semana y todavía no me pagan…
— ¡No te disculpes! Eres muy amable y generoso –La chica no sabía que más decir, no tenía la suficiente confianza con él pero la necesidad y el apuro en el que estaba la habían obligado a llegar a su puerta.
—No tienes nada que agradecer, lo hago de corazón, tú eres la que siempre está resolviéndole la vida a todos aquí, cada vez que alguien necesita algo tú estás dispuesta a ayudar… no creas que no me he dado cuenta porque no estoy en todo el día y me la paso trabajando, la gente habla Victoria, y el que siembra recoge.
— ¡Wao! ¡Gracias!
La joven salió de allí más animada, nadie le había reconocido nunca sus buenas intenciones para con los demás, de hecho, ni ella misma lo hacía, para ella era tan natural como respirar y no esperaba nada de nadie, por eso la sorprendió la observación que Emilio hizo de ella.
Siguió hacia la siguiente puerta la de la señora Carmenza, la abuela de Valeria, de ahí también salió con algo de dinero. Al regresar a su habitación tomó un blog de notas y contó el dinero que le había prestado, hizo cuentas y anotó lo que le debía a cada uno para no olvidarlo y ajustó el presupuesto, tendría que conseguir ese trabajo muy rápido si quería resolver todo lo que estaba pendiente.
— ¿Qué haces hija?
Preguntó el padre de Victoria.
—Organizando algunas cosas papá… nada importante no te preocupes, duérmete ya que es tarde, yo me iré mañana temprano tengo algo importante que hacer.
Victoria planeaba hablar con uno de sus profesores de la universidad que había comentado en clase que una empresa estaba recibiendo a los estudiantes con las mejores calificaciones como empleados de medio tiempo, y que aunque el sueldo era menor considerablemente en relación a lo que cobraba alguien graduado, no era malo, era mucho mejor que lo que recibía por los dos turnos que hacía donde estaba actualmente, le quedaría más tiempo libre para estudiar y descansar, y además podría cubrir las deudas de su familia y hacer un ahorro para su graduación, sin hablar de la experiencia que adquiría en el puesto si lograba hacerse con él. Sabía lo difícil y competitivo que sería, pero estaba dispuesta a hacer el intento.