Sombras de Obsesion

⛤⛤⛤⛤ Prologo ⛤⛤⛤⛤ El mundo es un lienzo de sombras y secretos. Los portales me llaman, susurran mi nombre en la brisa. Soy Lysandra, una hechicera, mi destino ha sido cruzado hace años, pero hoy no sé quién soy, solo sé que una sombra me persigue. ⛤⛤⛤⛤ Siento su lengua saborear mi pezón, como mis extremidades comienzan a doler, sus manos frías acarician mi vientre, creándome sensaciones electrizantes, y continúan bajando hasta mi Venus. Las sensaciones calientes que me generan hacen que me sienta en el mismo cielo. Oh, Dios santo, susurro en mi cuarto. No puedo gritar, Cael está a mi lado y si descubre lo que está pasando, me va a matar. Y esta sensación no puede detenerse, no puedo aguantar, lo necesito. Sus ojos dorados me recogen de arriba abajo. Su lengua experta comienza a separar mis pliegues, tomando con fuerza todos mis jugos, mordiendo mis labios, creando ondas de placer cuando su pulgar se centra en mi clítoris, y comienzo a experimentar esa sensación de explosión. Mis paredes se comienzan a contraer, mi cuerpo pide más fricción, y cuando su dedo crea suaves círculos en mi punto, caigo rendida. — Eso, Lysandra, no sabes lo mucho que me gusta verte masturbándote por mí —escucho un susurro cerca de mi oído, y ahí mis ojos se abren alarmados en la oscuridad. Maldita sea, esa sombra me estaba observando. Sé que se había dado cuenta de que estaba pensando en el momento en cuanto empecé a tocarme. El orgasmo comienza a desvanecerse y mi mente me lleva a ese día que desperté en el salón de los espejos. La oscuridad me envolvió como un abrazo frío. No recordaba mi pasado, solo la sombra que me perseguía. La vi en el reflejo de un espejo antiguo: un hombre con ojos verdes, atrapado entre mundos. Su figura era etérea, como si la realidad misma se desdibujara a su alrededor. — ¿Quién eres? —pregunté, pero él no respondió. Solo me observó con una intensidad que me heló la sangre. Su sombra se desvaneció, pero quedó grabada en mi mente como un tatuaje invisible. Desde entonces, he viajado por los cuatro Londres dejando un rastro de muerte. Soy una depredadora, una reina sin piedad. Las calles del Londres blanco crujen bajo mis botas. ¿Por qué matas?, me pregunto a mí misma. Porque me gusta, respondo. La sangre es mi tinta, y los gritos de agonía son mi música. No hay límites para mi crueldad. —¿Por qué me obsesionas? — le pregunto a la sombra. Pero él no responde. Solo me observa desde la penumbra, y su mirada me quema como el fuego. Sus ojos puestos en mi sexo expuesto y sé que le he dado una razón más para que me siga persiguiendo. ⛤⛤⛤⛤ El sudor perlaba mi frente mientras la sombra continuaba su acecho en la oscuridad de mi habitación. Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear su presencia, pero su mirada ardiente seguía clavada en mí, como si pudiera devorarme con solo desearlo. Intenté apartar mi mente del recuerdo de aquel hombre en el espejo, pero sus ojos verdes seguían grabados en mi memoria, como un recordatorio constante de mi destino entrelazado con el suyo. Me incorporé lentamente, apartándome de Cael con cuidado para no despertarlo. Atravesé la habitación en silencio, buscando refugio en el frescor de la noche que se filtraba por la ventana abierta. El aire nocturno acariciaba mi piel, reconfortándome con su frescura. Me quedé allí de pie, observando las estrellas parpadeantes en el cielo oscuro, buscando respuestas en su brillo lejano. Pero la sombra seguía acechándome, susurros de oscuridad que se deslizaban en las grietas de mi mente. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué me perseguía? Las preguntas danzaban en mi cabeza, sin encontrar una respuesta clara. De repente, un destello de movimiento captó mi atención en el rincón más oscuro de la habitación. La sombra se materializaba lentamente, adquiriendo forma y sustancia, como si cobrara vida propia. Mis manos temblaban mientras retrocedía, sintiendo el pulso acelerado de mi corazón resonar en mis oídos. La figura se erguía ante mí, imponente y amenazadora, sus ojos verdes brillando con una intensidad sobrenatural. —Lysandra... —susurró, su voz resonando en el aire como un eco distante. Tragué saliva, luchando contra el miedo que amenazaba con paralizarme. No podía dejarme vencer por esta sombra, por más poderosa que pareciera. —¿Qué quieres de mí? —pregunté con voz temblorosa, mis manos aferradas al borde de la ventana como si fuera mi única conexión con la realidad. La sombra se acercó lentamente, su presencia envolviéndome en un aura de oscuridad. Podía sentir su aliento gélido en mi piel, como una caricia de la muerte misma. Por un momento, pareció vacilar, como si mi resistencia hubiera despertado una chispa de duda en su interior. —Tienes el poder de cambiar tu destino, Lysandra —susurró finalmente, su voz llenando la habitación con una promesa de libertad—. Pero recuerda, el precio de la elección puede ser más alto de lo que estás dispuesta a pagar. Y con esas palabras, la sombra se desvaneció en la oscuridad, dejándome sola con mis pensamientos tumultuosos. Me quedé allí de pie, contemplando el horizonte incierto que se extendía ante mí, preguntándome qué camino tomaría mi destino.