Capítulo I
La preparatoria no siempre es ese “mundo genial o fantástico” que todos los adolescentes o jóvenes creen, lo digo porque soy parte de los que opinan lo contrario. Mi nombre es Emma Thompson, tengo diesciete años de edad recién cumplidos, solo me falta un año para entrar a la universidad y pues, como dije anteriormente la preparatoria ha sido muy complicada para mí, he tenido tantos problemas con mis compañeros, hasta el punto de llegar a ser una chica solitaria. Muchos han murmurado de mí por ser así, pero no es algo que me importe la verdad, solo tengo una amiga, y es mi mejor amiga, como una hermana. Con ella me basta, tiene todo lo que un verdadero amigo realmente necesita.
Estaba en clase, cuando de repente me atacó un fuerte dolor de cabeza así que fui a la dirección del Colegio para pedir un permiso e irme a mi casa. Mientras caminaba hacia la parada me llamó mi papá por el celular.
—Cariño, acabo de salir para la casa de José, así que llegaré como a las cinco de la tarde, ¿está bien? ¿No hay problema?
—Está bien papá, gracias por avisarme, porque que me duele la cabeza y voy a casa.
—Toma una pastilla para ese dolor, es muy efectiva, está encima del mesón.
—Gracias pa'.
—Bueno, cariño, hasta luego y mejórate.
Colgué la llamada.
Como mi hermano estaba en la universidad y mi papá salió, no me apresure, así que decidí quedarme un rato sentada en una vieja plaza. Me acosté en un banco mirando hacia el cielo, no había nadie allí, solo se podía escuchar la brisa volando por los árboles.
Eran las dos de la tarde, mientras miraba hacia el cielo, sentí un escalofrío y una extraña sensación de que alguien me estaba mirando, así que me levanté y miré hacia los lados y pero no había nadie, hasta que escuché el sonido de los pájaros al volar de un árbol, miré en esa dirección y ni rastros, sin embargo seguía sintiendo que allí estaba alguien observándome. Me asusté un poco, en ese lugar solo estaba yo, o al menos eso pensaba, sin embargo, aún sentía esa sensación incómoda, así que me levanté y decidí irme a mi casa.
Cuando llegué busqué la pastilla y me la tomé inmediatamente; espere diez minutos y me serví un vaso con yogur, procedí a recostarme en el sofá mientras miraba en la TV una serie de acción y terror llamada "El pasillo del mal", iba por una escena donde un grupo de amigos rebeldes se acercan al pasillo que tiene un cartel de advertencia y la cinta policíaca, y retaron a uno de ellos a que pasara por allí, cuando se acerca al final del pasillo las luces empezaron a apagarse y a encenderse, el chico asustado trato de correr, pero una mujer alta, huesuda y de rostro desfigurado, con las garras se lleva al chico; justo en esa parte me tocaron el hombro y me sobresalté.
Era mi hermano que había llegado de la universidad.
—¡Tonto, me asustaste! —Reclame.
Carcajeo. —¿Qué haces aquí tan temprano?
—Me duele la cabeza, por eso me vine.
—Si pequeña asocial... ¿Crees que me voy a creer eso?
—¡Cállate, Damián! No me digas así... y hablo en serio, me duele mucho.
—Pero, es la verdad ¿o no? —El tono molesto en que lo decía me irritaba.
—Eres un idiota, eso ya lo sabes.
—Sí, yo también te amo, Emma. —Con su tono sarcástico que me hacía molestar fácilmente.
Luego me fui a mi habitación, apague la luz, cerré las cortinas, encendí el aire acondicionado y me acosté a dormir. Al despertarme eran ya las seis. ¡Sí que dormí profundamente…!
Tenía un mensaje de texto de Bárbara, mi única mejor amiga, decía lo siguiente:"Emma tenemos que reunirnos ahora mismo, pero que no sea en tu casa ni en la mía, responde".
Inmediatamente le contesté: "Claro, ¿sabes la plaza vieja que está cerca del instituto? Bien, allí te espero".
Fue el único lugar que se me ocurrió y sí, sé que la última vez que estuve allí no fue un un bonito ambiente, pero es el que me queda más cerca que podría irme caminando y además estando con Bárbara no hay de qué preocuparse, ella es una chica segura que sabe defenderse, extrovertida, cariñosa, valiente y sobre todo buena amiga.
Fui hasta donde papá y le dije que iba a reunirme con Bárbara en la vieja plaza, me dijo confiado que sí, sin pensarlo, ya que Bárbara es como parte de la familia.
Al llegar al sitio no había nadie, ni rastros, solo habían dos faroles que alumbraban la vieja plaza. Tomé el celular para llamar a Bárbara y preguntarle dónde estaba, pero se me cayó al sacarlo de mi bolso; el cielo estaba un poco oscuro, ya era tarde y solo habían dos faroles como dije anteriormente, al agacharme para tomar mi celular alguien lo tomó antes que yo.
—Esto es tuyo. —Me entregó el celular con una media sonrisa.
Lo tomé desconcertada >
—Gracias... —Le respondí.
Me fuí a sentar en un banco hecho como de hormigón; mientras tanto el chico que me entregó el celular se quedó parado mirando los árboles fijamente, me pareció muy extraño, sin embargo era un hecho que el chico era muy atractivo, cuyos ojos eran de un gris muy claro, su cabello n***o azabache, su piel blanca y labios rosados. Podría decir que quedé atraída por su aspecto.
Cualquier persona en mi lugar hubiese estado aterrorizada y se hubiese ido al momento, pensando que podría ser un tipo malo, ya que apareció de repente, sin más y tan sospechosamente. Pero, para nada sentía miedo y su aspecto no parecía ser de un malhechor, aunque bien dicen "las apariencias engañan" o como lo cita el escritor Nicolás Maquiavelo "Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos".
Y sin darme cuenta el chico se va acercando a mí. —¿Puedo sentarme aquí? —preguntó mirando el banco donde estaba sentada.
—Si claro... —Dije vacilante, mientras se sentó al extremo del banco— de todos modos es una plaza pública, un poco vieja, pero es pública. —Concluí deseando no parecer estúpida.
Al sentarse sentí el mismo escalofríos que sentí cuando iba hacia mi casa. Lo que me hizo poner un poco insegura.
—¿Qué hace una chica sola a estas horas? —Preguntó sereno.
Lo miré confusa. —¿Espero a una amiga y tú?
—Admiro la tarde.
Quedé estupefacta. Una respuesta definitivamente inesperada. —¿Cuál es tu nombre? —Le pregunté, al fin y al cabo tenía que esperar a Bárbara.
—Soy un total desconocido para ti en medio de una vieja plaza, si te dijera la verdad me temerías...
Solté una carcajada. —¿Por qué te temería? —Dije fingiendo asombro e interés.
Me miró e hizo una media sonrisa. —Porque no tengo nombre.
Cuando dijo así, mi piel sintió un frío inmenso y sin más se erizó, lo que me hizo levantar. —¿Cómo que no tienes nombre? Eso es absurdo, al menos un apodo o algún sobrenombre con el cual te llamen…
—¿Tienes frío? —Añadió sin prestarme la mera atención.
—Sí... y Bárbara no me contesta la llamada. —Concluí un poco nerviosa dándome cuenta de que le di detalles innecesarios… y mirando mi celular, con la esperanza de ver algún mensaje de texto de ella.
De pronto, él se quitó la chaqueta y me la colocó. Confusiones, y algo extraño comenzaba a sentir.
—¿Por qué haces esto si ni siquiera me conoces? -Demande quitándome la chaqueta para devolversela.
—Creo que te conozco más de lo que tú misma puedes conocerte.
—¿Perdón? ¿Por qué dices…? —Insistí para que tomara la chaqueta, hasta que la tomó.
Interrumpió. —¿Te estoy asustando? Discúlpame, pero no soy un chico común, en sí no tengo nombre, pero si un número y soy el Diecisiete.
¿Qué significa esto? ¿Por qué estoy sola con este desconocido extraño? ¿Qué clase de persona es? Preguntas y un temor repentino comenzó a invadirme.
—Pensándolo bien, me tengo mejor me voy… —Dije, no pensaba quedarme más tiempo con un desconocido tan relajado y totalmente extraño que me hacía sentir vulnerable.
—Discúlpame chica solitaria, tus ojos son un total misterio inexplicable.
Me levanté y me fui, pero al voltearme él ya no estaba. > Luego cuando sigo caminando siento que me persiguen, volteo y no había nadie, cuando me voy al frente para seguir mi camino él estaba enfrente de mí.
Sin más.
Iba a gritar, pero puso su dedo en mi boca. —Shss... No temas y mira mis ojos.
Sentía que mi corazón se iba a salir de su lugar. Mis manos sudorosas y su mirada clavada a la mía, no me pude contener a mirar sus increíbles ojos grises, eran tan grises y tan hipnotizadores, parecían como dos lagos cristalinos iluminados por el sol. Él me tomó de la mano. Mi cuerpo involuntario cedió ante los ojos que con una gran fuerza me llevaban sin tener dominio de mí misma ¿acaso el podía hacer esto? ¿por qué siento que no puedo detenerme?
—Ven, acompáñame. —Dijo sin más.
Sus manos frías como heladas. Cuando lo mire... fue como hipnotizador como si estuviese viendo dos portales que me trasladaban.
—Tienes las manos frías —Añadi en tono bajo. Me sentía un tanto débil.
Él me sonrió y me fué adentrando en los árboles que era como una especie de bosque. —¿Qué es... esto? —Añadí desconcertada.
—Este es mi hogar. Todo es oscuro, el sonido de los árboles al golpearse por la brisa, los sonidos de los animales y la tierra húmeda, todo es perfecto.
Lo tomé muy fuerte de la mano. —¿Tienes miedo? —Preguntó tranquilo.
—Esto debe ser un sueño. Una locura…
—No lo es, pequeña pelirroja, y no tengas miedo o los Wetys se alimentarán de tu miedo y luego querrán matarte ¿no queremos que suceda esto verdad? —Su tono era tan relajado y desafiante a la vez. Lo miré con temor y mirándome fijamente, añadió— Sé lo que estás pensando, no temas y hazlo ya.
Me quedé paralizada, lo que estaba pensando era en abrazarlo e incluso sentía ganas de abrazarlo, no sé por qué razón pasaban estos pensamientos por mi mente, sin embargo también sentía que lo conocía desde hace mucho antes. Ya muchas cosas extrañas me estaban ocurriendo y ni a mí misma me entendía.
Sentí un inmenso peso en mi espalda cuando de repente... me tomó de la quijada y me beso. Sus labios calientes, pero sus manos frías. Yo seguía paralizada hasta que entre en sí.
—¿¡Por qué!? —Lo empuje alterada y confusa, sin agregar la fiesta de nervios dentro de mí.
—Tus mejillas tan rojas como dos manzanas frescas y tus labios fríos; te responderé, solo te hice un favor.
—¿¡Qué!? ¿¡Qué favor!?
—Tenías miedo y tus labios estaban fríos, ahora no tienes miedo y a tus labios los arrope con los míos y les devolví un poco de calor.
Le di una bofetada.
Lo impresionante fue que su piel también estaba fría, sus labios eran lo único caliente, es alguien tan extraño.
Todo estaba oscuro, solo la luna iluminaba el lugar y cuando vi la hora ya eran las ocho de la tarde, muy tarde, para ser precisa.
—Eres un completo demente y abusador.
Me volteé para irme, no tenía palabras, estaba perpleja. Y dentro de mí pensé >
Él se estaba riendo e irónicamente añadió:
—¿No sabes cómo volver, verdad? Te estás dirigiendo hacia los Wetys, por allí viven.
Me detuve. —¿Quién eres tú? ¿Qué te pasa conmigo? ¿¡Y qué diablos son los Wetys! ?
Hizo una risa un poco cínica. —Soy un espectro de la noche, no muero ni envejezco, he vivido durante ochocientos años, pero para ustedes aparento ser un chico ordinario con 20 años, así de simple, ¿no? —Dijo en tono burlón.
Me quedé estática, mi respiración se aceleró y sentí que mi corazón se paralizó cuando entonces me dijo...
—¿Estás bien? Solo una cosa, tienes que jurarme que guardarás este secreto.
Empecé a reírme producto de lo nerviosa que me puse, pensando que lo hacía solo para asustarme. —Si claro, te denunciaré por secuestro, eso sí.
—¿Secuestro? Te recuerdo que tú aceptaste esto. —Señaló de modo más serio.
—O, o... —balbucee sin poder tener una respuesta coherente, pues podía jurar que fui hipnotizada.—Okay.
> Pensé. De igual forma nadie me creería, lo único que creerían es que perdí la cabeza, pero de alguna forma, esto si era real.
—Bien... yo he vivido ochocientos años, mi padre era un espectro también, pero hizo lo incorrecto, se enamoró de una chica humana y pues... como violó las reglas lo expulsaron de la tribu, y ahora es un espectro E.S. que ronda por las ciudades totalmente solo. Ya no puede volar. Y como yo soy su hijo tengo que cumplir muchas reglas e incluso no debo acercarme a humanos, pero soy un poco testarudo y... me han castigado tantas veces que ya me estoy acostumbrando, pero me advirtieron que la próxima vez me encerrarán.
—¡Y qué rayos! ¿por qué me besaste?
—Mi familia siempre ha sido muy bondadosa y nos han enseñado que pase lo que pase debemos ayudar a todo ser.
—¿Y qué favor me hiciste? ¡Estás demente! ¿Qué clase de favor fue ese?
Rió suavemente. —Ya te dije, tenías miedo y tus labios estaban fríos, hasta el mínimo favor cumplimos y mucho más contigo.
Abrí los ojos y pude sentir mi cara calentarse. Odiaba cómo podía jugar con mis emociones internas. —¿Entonces qué pasa si te ven hablando conmigo? —Continúe.
—Yo en este momento debería estar en la tribu, pero desobedecí, me riñeron y pues aquí me siento mejor, al volver me castigaran como siempre me pasa. En este lugar solo están los espectros E.S. (espectros solitarios), pero aun así los vigilan algunas veces para que no revelen "el secreto" ni hagan nada indebido.
—No me respondiste a la pregunta ¿qué te pasará? Y ¿por qué me estás diciendo “el secreto”? Eso no tiene sentido… —murmure esbozando una risa.
—Me expulsarán, pero como aún soy joven, ya no podré volar, me encerrarán por quinientos años y tendré a uno de esos bastardos Tentíveles como vigilante las veinticuatro horas del día. Y confórmate con saber que puedo saber de ti con solo verte a los ojos.
—¿Pero acaso no te importa que te vean conmigo?
—Cuando te miré recostada en la tarde fue como estar en confort, se quién eres, te conozco.
>
Entre enojos y nervios, solté —Sabes ya es tarde, sácame de aquí ¡ahora!
—Está bien, pero prométeme que me guardaras el secreto y que además nos volveremos a ver.
Dudé un poco, pero me dió igual. Decidí no darle importancia. —Okay. —Respondí a la ligera.
—Bien, por cierto ¿cuál es tu nombre?
Me estresaba, pero para que se callara le contesté. —Emma.
—¿Emma...?
—Emma Thompson.
—Emma… —Hizo una pausa como pensando y añadió— Fuerza.
—¿Fuerza?
—Sí ¿sabías que tu nombre proviene del nombre germánico Ermin, que significa "fuerza"? Eres una persona increíble, Emma. —Dijo sonriente.
Hice una pequeña sonrisa —Sí lo sabía, Diecisiete… —entonces cambié de tema— Y ¿puedes hacer cosas sobrenaturales cómo...?
Sonrió. —Supongo.
—¿Supones? sé más explícito.
—Tú misma te darás cuenta poco a poco. Confórmate con saber que tengo el estúpido beneficio de ser inmortal, solo que no puedo salir a la luz porque me hace daño.
—Esto es increíble. —Dije riéndome. Y entonces se desapareció en frente de mí y volvió a ser visible, quedé petrificada y ya se fueron las dudas que tenía pues el decía la verdad.
—Bueno, Emma hasta aquí te acompaño.
Me miró como buscando que reaccionara. —Ah sí, —recapacité— allí están mi papá y mi hermano buscándome…
Me fuí corriendo mientras él me sonreía y se iba desapareciendo.
Mi padre viendo a todos lados, hasta que me encontró con la mirada —¿Hija dónde estabas? ¿Y Bárbara? Estábamos preocupados por ti.
—Lo siento pa', mi teléfono no tenía cobertura, y como Bárbara nunca llegó decidí dar un paseo por el bosque.
—¿Hablas en serio? —preguntó mi papá medio molesto y continuó— Emma ¡Por Dios!
¿Como se te ocurre a estas horas? una chica sola por esos lados… mejor vamos a la casa ya es tarde.
—De acuerdo. —Contesté, tratando de analizar con exactitud todo lo sucedido.
La verdad es que me sentía nerviosa y ansiosa; me preguntaba ¿por qué Bárbara nunca llegó? era como si hubiese visto un fantasma (irónico), pero no podía creer todo lo que me había ocurrido en esa vieja plaza con el Diecisiete, parecía un sueño, un sueño en el que él y yo éramos los protagonistas. Sus ojos que me hipnotizaron por completo, sus labios enrojecidos, calientes y seductores, su piel y manos frías, su cabello tan n***o y brillante, todo él era perfecto en su apariencia, y yo seguía sin creer lo que había vivido por unas horas.
Sin embargo, todo fue involuntario de mi parte. Fue como si algo me absorbió. ¿Habrá sido él? ¿Habrá sido él quien impidió que me viera con Bárbara? o ¿acaso estoy soñando? Sea lo que sea, me hace sentir insegura todo esto que está sucediendo… o la pregunta sería ¿Qué está sucediendo? Me asustaba saber el hecho de que volviera a tener encuentros con él, ¿y si solo yo podía verlo? Nadie me creería esto, ni siquiera Bárbara… la conozco lo suficiente. Lo más probable es que crean que estoy teniendo alucinaciones y esto no sería bueno, absolutamente.
Y entre tantas interrogantes y tratando de descifrar todo lo acontecido, mi mente estaba tan despierta que no podía pegar ni un ojo. Me puse los auriculares dejándome llevar por la melodía que de estos salía y me tendí en la cama, tratando de relajarme, aunque sea un poco.