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Sammeoph: P¨royecto Eternidad

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Blurb

La humanidad ha sido encerrada en cinco grandes ciudades domo, solo un puñado de personas lograron entrar a dichas ciduades... el resto fue eliminada por un virus terrible... no hubo lucha, no hubo guerra, la humanidad sucumbió ante un tirano imposible de vencer, y nuestra historia se desarrolla más de 700 años en el futuro en una de esas Ciudades Domo... en el corazón de esta la esperanza de la humanidad se gestará gracias a un proyecto cientifico que tiene sus raices aún antes de que la humanidad fuera encerrada, aún antes de perder la libertad, y sería solamente en el alma de 5 guerreros que la humanidad podría encontrar nuevamente su camino

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Sammeoph: Proyecto Eternidad
Prólogo  La verdad no es un don fácil de conceder, de hecho algunas veces es algo más subjetivo y menos tangible de lo que se puede ver o incluso sentir, ¿Cómo saber cual es la verdad en un mundo tan podrido, tan lleno de vejaciones?, No es que abunde la maldad, solo es que ésta resulta más visible al ojo inocente... pero todo cambió ese día hace ya tanto tiempo. Los recuerdos son imprecisos, pero una vez más la verdad es todo lo que se puede remembrar, era un tiempo distinto, lleno de neblina; no se podía divisar el mundo con claridad, todos los hechos se manejaban en las más altas esferas por los más bajos escondrijos, la maldad no reinaba, sin embargo, ésta acechaba cada instante de nuestra existencia; el mundo era terrible, pero esta era  una época donde se podía sentir la luz del sol, donde un niño sabía el color del cielo con solo mirarlo, donde incluso el viento podía rendir tributo por las noches. En tiempos distantes resultó muy fácil reconocer todas las advertencias pasadas, no obstante en aquel momento la humanidad no poseía los ojos que un destino tormentoso le haría ostentar. El seis de diciembre del 2006 nació en un minúsculo pueblo al norte de los Estados Unidos quien sería conocido más tarde como el dueño del mundo. En ese breve momento de la historia se le conoció simplemente como Daniel Collins, un ser que creció de la manera más normal posible, un ser sin aparentes virtudes, incluso carente de singularidades que lo hicieran sobresalir de los demás entes en rededor suyo, un hombre casi sin complejidad alguna pero cuya silente presencia reservaba más de una desagradable sorpresa para toda un planeta. En enero del 2030 un maduro Collins fundó “Nirvana Systems”; el joven de veinticuatro años le muestra al mundo una revolución en los sistemas de informática eliminando cualquier tipo de competencia al demostrar que sus programas carecían totalmente de cualquier vicio; para él los defectos no tenían cabida en ninguna parte de su mundo. Para el 2050 Nirvana Systems ya era el proveedor global de sistemas computarizados, todo sistema del planeta hacía uso de la tecnología creada por Daniel, desde los infantes en sus hogares hasta los sistemas de defensa satelitales; nada estaba fuera del espectro de este coloso, paulatinamente comenzó la mayor influencia y autoridad en el campo de la informática, sin embargo no sería hasta el 2073 que todo, que absolutamente todo se diluiría en la más espesa demencia. Ese año, Collins, en el supuesto nombre de la filantropía, inició la construcción de cuatro ciudades alrededor del mundo. Él desplegó tecnología nunca antes vista por el hombre, las máquinas más sorprendentes de todo el planeta iniciaron lo que él presumía como un proyecto sólo por amor a la humanidad.     La construcción de sus ciudades inteligentes parecía confirmar un interés genuino; en verdad fue triste observar como las ciudades sede de este proyecto divagaban ciegamente ante los verdaderos designios de este hombre. La primera de estas ciudades se localizó en Canadá, abarcando más de la mitad del espacio territorial del país; entre la mínima población de este lugar y la alegría de los lugareños, todo salió a pedir de boca. La segunda urbe fue erigida por sus similares circunstancias en Australia; la tercera fue edificada en lo que alguna vez fue Brasil, un hermoso paraje con carencia de vida... sin embargo eso deberá ser contado en otro y más apropiado momento. Y finalmente la cuarta fue la más ambiciosa de todas ya que se desplegó en el Océano Indico. Todas las maravillosas estructuras eran masivas e incluso más grandes que muchos países, lugares autosuficientes preparados para albergar a millones de habitantes, pero un detalle algo insólito fue agregado al diseño de estas magnificas metrópolis: el elemento extra y singular fue el domo que coronaba estos sitios transformándolos en localidades apartadas del exterior, pero una vez más los tercos mamíferos fueron distraídos por un ardid. Collins simplemente se arropó en la manta de las energías alternativas, declaró entonces que el domo absorbería la luz del sol y la transformaría, a lo cual el mundo entero sólo hizo un mohín en señal de certeza. El andar del tiempo carece de misericordia y pronto llegó la fecha en la cual el enajenado Daniel Collins decidió revelar al público sus planes para la humanidad. En esos instantes él ya estaba viviendo en su propia estación espacial a la que nombró Muspell (debido a su delirante afición a múltiples religiones), su ego, su hambre de perfección total y el abrumador poder conferido a sus manos se aunó perfectamente a un desequilibrio masivo en su psiquis; su demencia ya le hacía verse a sí mismo entre los titanes, entre los mismos dioses. Las ciudades domo se terminaron solo diez años después de iniciada la labor y ese mismo día se elevó un mensaje a lo ancho de todo el cielo. Las primeras palabras del terrible mensaje fueron demasiado claras. —Ustedes me pertenecen—. Al oír esto la totalidad del planeta se congeló, todos se unieron para escuchar la voluntad del nuevo Dios. El resto del discurso fue simplemente devastador. —Ustedes antes me conocieron bajo el nombre de Daniel Collins como un Homo sapiens más, pero hoy me manifiesto ante ustedes como mi verdadera naturaleza me lo índica, yo soy Fenrir... tal vez ustedes en su infinita simpleza fallen en reconocer lo que acontece ante sus ojos, sin embargo no me negaré a explicarles, hoy hijos míos, es el día en que sus oraciones les responderán, porque... ¡yo soy Dios!, Yo soy su única salvación, todos ustedes conocen mi magno proyecto de las ciudades inteligentes, pero créanme, es mucho más afable que eso, éstas son las nuevas urbes sagradas, los bastiones de la redención, en cada una de ellas podrán vivir millones de personas, cada ciudad es totalmente autómata, podrán vivir en ellas como si lo hicieran en el paraíso, he construido un edén para ustedes mis hijos pero desafortunadamente los que queden afuera recibirán de primera instancia el poder de Dios; de mi mano derramaré la muerte a aquellos que queden sin hogar, porque no hay cupo para todos ustedes; no por falta de espacio, sino por falta de voluntad, ¡Mi voluntad!—. Entre más hablaba el discurso se tornaba más y más bizarro, pero había más, una advertencia, una orden. —Tienen un mes para acomodarse en las ciudades domo, los gobiernos responsables deberán seleccionar bien a los individuos que habitarán el nuevo mundo. Un error en dicha tarea sólo mancharía mis designios divinos, así que obren con cautela porque mi poder es implacable... el Ragnarok viene, el fin se acerca vociferando deseos de muerte, en el momento exacto en que los domos se sellen esparciré por todo el globo a uno de mis jinetes, un ser asesino, el cual podría decirse que él mismo no vive, pero si obra, su nombre es Azrael y devorará la carne de aquellos que deban morir, solo dos horas le toma el asirse de un alma y entregármela —. Por un instante guardó silencio, sólo para que la humanidad contemplara a su nuevo creador, después prosiguió: —Recuerden muy bien hijos míos: Soy omnipresente, omnipotente, no hay nada que puedan hacer ya…—.  Ese fue el final de la transmisión, el mundo yacía descorazonado y confuso, pero como siempre, sumido en las mieles de su propia negación. Los países más poderosos del mundo intentaron elevar sus armas nucleares al espacio, pero todo era inútil ya que los sistemas armamentistas provenían todos de Nirvana Systems, la resistencia le era inocua al nuevo juez de los vivos, sin embargo un intento desesperado surgió para darle muerte a este autonombrado ser superior, un equipo de resistencia, herederos de un masivo esfuerzo humano: estos hombres y mujeres blandieron su alma con valor, entraron a la última morada de Collins, encontraron un transporte que los podría llevar directo a Muspell, pero... todo estaba dicho ya. Desde su inerte y fatídica nueva residencia, Fenrir se dio cuenta de lo que acontecía y decidió darle al mundo una razón para obedecer. Su estación espacial abrió lo que después fue bautizado como “El ojo de Ra”, del cual salió una luz negra que los mejores científicos aún hoy en día no pueden explicar; ésta perforó el planeta justo donde los guerreros elevaban su alma al infinito. No es necesario decirlo pero, todos ellos murieron… sólo un segundo de esa arma bastó para enseñarle al mundo el yugo de su esclavitud. Al día siguiente como era de esperarse, las ciudades domo empezaron a recibir su carga, éstas se ocuparon de manera injusta, con sobornos de todas clases. De pronto, incluso el dinero perdió su valía ya que en el nuevo mundo éste carecía de valor, la comida fue irónicamente la moneda de entrada para muchos de los millonarios; otros intentaron traficar con lo más precioso del mundo, que son las almas humanas y los servicios que estas pueden dar, las maneras de entrada fueron diversas, pero ninguna ciudad se quedó sin recibir su carga, al final de este mes concedido por Collins, o mejor dicho Fenrir, las puertas efectivamente se sellaron, el complejo mecanismo de las ciudades se activó para no dejar salir pero sobre todo para negar la entrada de alguien o algo, la gente varada en el exterior golpeaba con sus puños desnudos el muro de acero que les impedía entrar, los golpes resonaban tenuemente en el interior pero nadie se atrevió a insinuar siquiera que les dejasen entrar. El final de esos desafortunados ya estaba designado, Fenrir desató por todo el globo a su tan llamado jinete, Azrael entró rápidamente en los cuerpos de aquellos infelices, les dio muerte tal como la deidad artificial esperaba, dos horas exactas, sólo dos malditas horas le tomó el destruir aquel mundo fuera de los domos, éste era en efecto el final de los días.        Ahora la humanidad encaraba su destino, el cual era un mundo que carecía de horizonte; encima de ellos no había un cielo, sólo había un muro gris que filtraba la luz de una manera muy pobre pero suficiente, los edificios de las ciudades domo eran colosos de acero y metal con la única función de alojar tanta gente como fuese posible, cada ciudad domo decidió su propio funcionar interno: trabajar para vivir o sólo vivir para trabajar. Las teorías eran distintas, algunas más sencillas otras sin embargo resultaban brutales, pero a todo se acostumbra la humanidad, a todo aprende a sobrevivir, ya que desde la llegada del supuesto fin de los días han pasado mil setecientos años, casi dos milenos encerrados, casi dos mil años y aún el exterior está contaminado por Azrael, pero la humanidad sobrevive y la verdad es, como dije antes algo subjetivo a veces; pero la realidad, la realidad es distinta porque ésta es más cruel, nos permite ver la desesperación directo al rostro, nos permite ver que estamos genuinamente perdidos, danzantes ciegos a la orilla del abismo. Capítulo I: Durmiendo a la sombra del vacío. Mil setecientos años han pasado desde que las ciudades domo cerraron sus puertas para enjaular a la humanidad y no mucho ha pasado por la fina tela de la metamorfosis ya que esa es nuestra naturaleza: nos moldeamos a las circunstancias que hay en rededor nuestro casi sin pensarlo; añoramos el pasado con una naturaleza casi adictiva, pero aún así nos manifestamos ardientemente por seguir en este mundo. De las cuatro ciudades domo no hay otra más singular que aquella erigida en las poderosas anchuras del mar, pero esta ciudad es admirable por más que por sólo su prudente estructura. Sammeoph: ese fue el nombre que se le dio a la urbe enjaulada que se desplegó sobre el océano. Su extensión titánica contenía solamente ciento cincuenta millones de individuos, y me refiero a que solamente porque al momento de la construcción de los domos la cifra de la humanidad rebasaba los ocho billones de individuos; Azrael en verdad tuvo demasiadas almas que cosechar ese lamentable día. Sammeoph era avasalladora, en el interior ésta se había desarrollado con dudosa prosperidad, el lugar estaba dividido en ocho sectores equilibradamente distribuidos, todos concéntricos a la capital, los nombres de tan singulares bastiones eran: Fedenim, Spexa, Panemo, Deus, Lux, Infragem, Uranim, Cainus, siendo la capital Salutifer. Los líderes trataron de conllevar una existencia de características para ese entonces clásicas, y decidieron crear un mini universo. Cada sector era independiente, al menos económicamente, lo cual conllevó a la libre práctica de un capitalismo cautivo y sumiso a la extensión del domo. Se vivía para trabajar, la mayoría de los empleos se orientaban a la manutención de la ciudad. Sammeoph era una ciudad en penumbras, dichas sombras no solo aparecían en las paredes o suelos sino que también habitaban el corazón de los humanos. De la mano de los hombres andaba la discordia, la mala voluntad de quienes vivían desgarrando a los demás; el crimen dentro de Sammeoph era brutal, asesinos sin misericordia deambulaban por las calles sin que nada les detuviese, los oficiales eran insuficientes o parte del problema; como ven, nada ha cambiado desde hace tantos años. Muy pocos se interesaban, pero los que lo hacían realizaban proezas muy acorde a esos tiempos en los que el sol estaba prófugo. Las largas y estrechas calles de Sammeoph se adornaban con la constante iluminación de los cientos de edificios de aquella ciudad, tanto se podía transitar a pie como en el sistema de trenes subterráneos que se hilaban por todo el terreno del domo, las calles eran de un asfalto n***o que se desgastaba poco a poco por el diario andar de sus inquilinos, las elevadas estructuras hubiesen dejado el territorio en una terrible obscuridad si no fuese por las incesantes luces que se hallaban por todo el lugar... y el cielo... mejor dicho el techo sobre las cabezas de todos, dejaba pasar solo un poco de luz, carente de esencia, ausente de ese tibio fervor que inculcaba al alma con la certeza de un nuevo amanecer. Y esa carencia de certeza era lo que llevaba a los hombres por el camino del oprobio, senda que era muy transitada en esa ciudad. Un hombre de esos que deambulaban por el camino equivocado se deslizaba hábilmente a través de las calles de Sammeoph viajando en una máquina de magnetismo, un artefacto pequeño de forma ovalada llamado “luciérnaga”. De hecho este asemejaba la forma de un huevo cuyo exterior plateado reflejaba todos los matices a su alrededor, sin embargo desde adentro se podía ver hacia cualquier ángulo como si las paredes estuviesen hechas del más fino cristal. Este transporte permitía que hasta dos pasajeros sentados en el interior viajaran gracias a que el lugar entero estaba constituido por metal. Ésta máquina aprovechaba tal cualidad para viajar con entera libertad por todo el sitio; no en vano estos aparatos eran de uso exclusivo de la policía, pero indudablemente su característica más peligrosa era que se manejaban vía enlace mental, el piloto simplemente se colocaba un casco y sin utilización alguna de las manos podía manejar el vehículo. El sujeto huía a gran velocidad, desesperadamente trataba de escurrirse por los rincones más ínfimos de Sammeoph, hacia ya mucho tiempo que había dejado atrás a la policía, no obstante su destreza no se manifestaba por ellos, sino por otro tipo de justicia. No muy lejos de él, cuatro vehículos semejantes, aunque ligeramente más grandes y de color n***o, se desplazaban con cautela, portando la nívea insignia de Ethev. Un grabado metálico del domo de Sammeoph siendo resguardado por un poderoso cóndor: esa era la imagen de la salvación para los habitantes de la urbe, para muchos ellos eran la salvación, ya que Ethev peleaba por cada instante de vida antes de la extinción. Los bólidos atravesaron la ciudad haciendo girar las cabezas de la multitud, increíblemente los testigos no huían de la persecución, su reacción era diametralmente opuesta ya que trataban de estar cerca del suceso, parecía un público expectante, ávido, ansioso de algo espectacular que les arrancase la monotonía de tajo, lucían emocionados, sí, aunque esto fuese una mera careta de tiempos llenos de contradicciones. De pronto una de las luciérnagas de Ethev abrió una escotilla de la cual se elevó una figura conocida para este público: un hombre, una bestia. La definición de los ciudadanos nunca llegó a un acuerdo, este sujeto estaba cubierto en su totalidad por una armadura, una segunda piel que se asemejaba a una tez de mercurio ennegrecido de formas caprichosas, semejante a un reptil con una espalda ancha, poderosa y su rostro parecía el de un demonio en completa ira, el pueblo lo había bautizado como el “Dragón de Plata”, su nombre código: Hyxmerhen. —Muy bien, parece que esta persecución debe llegar a su final—. Dijo Hyxmerhen con cierta angustia —Ahora tú sabes lo que estoy pensando—. Dijo al conductor del vehículo quien simplemente asintió y a continuación elevó la nave Cuando la misma estuvo en posición, el Dragón de Plata brincó en dirección del prófugo, era un salto imposible para un observador casual, más de cinco metros los separaba, sin embargo y sin problema alguno el guerrero de mercurio pudo postrarse encima del perseguido. Enseguida el terror invadió por completo al vulgar criminal, quien trató de acelerar más y de hacer caer a su perseguidor, pero nada era suficiente ya que éste había incrustado sus manos, sus garras en las profundidades del metal. — ¡Esto se acabó, no volverás a matar nunca más, te ordeno que te detengas en nombre de Ethev!— Sus palabras sabotearon por completo el alma de este asesino, pero igual no pretendía rendirse.  El criminal se sobresaltó de inmediato, solo gritos odiosos salían de sus fauces, poco a poco la demencia se ahondaba en su mente, la desesperación, la ira, entonces igualmente abrió la escotilla de su nave y blandió un cuchillo de ancha hoja buscando darle muerte a su actual opresor, pero dicha arma no pudo penetrar ni siquiera medio centímetro en la magnifica coraza. Sin embargo ahora el camino estaba libre a la consola de mando, el guerrero introdujo su mano en la computadora de navegación e hizo que la máquina se desplazara de manera vertical hacia el techo del domo, la velocidad rebasaba los doscientos kilómetros por hora, la intensidad de la misma oprimía por completo al agresor, pero inmutado permanecía el cazador. Enseguida perforó con su mano izquierda el motor de la nave, deteniendo su asenso e iniciando una caída libre a una distancia de seis pisos del suelo. Hyxmerhen entonces colocó la nave en su ancha espalda y se dispuso a caer sin más ayuda que la de sus piernas; el extraño ser miraba el suelo sin siquiera pestañear... de pronto sólo un golpe seco y contundente resonó por todo el distrito de Fedenim: el Dragón había caído de pie con la nave a cuestas y un asesino aterrado. La multitud no pudo más que vitorear al hombre y a la bestia. Él definitivamente era uno de los hijos notables de Ethev, pero no era el único, la envergadura de la paz estaba en más hijos e hijas de Ethev, almas entrenadas únicamente para salvaguardar y proveerles de un mañana a los suyos. Pero, ¿Quién o qué era Ethev? Ethev era para muchos la última esperanza de Sammeoph, ya que se forjó en los tiempos más obscuros del hombre. La Organización fue fundada en el 3750, su ambición siempre fue la da resguardar el bienestar de todos en la ciudad, siendo la base de todo el proyecto un puñado de infantes de extraña ralea. Y veintitrés años después la esperanza se avivaba ya que todos sus niños eran ya hombres y mujeres dispuestos a todo por la ciudad que les había dado la oportunidad de existir. Las personas que sabían el origen de estos jóvenes se contaban solamente entre los más influyentes de la ciudad. Claro que todo inició con la creación de Ethev, sin embargo había quienes contaban desde el nacimiento de los seis guerreros. Ellos nacieron en el 3753, como resultado de incontables investigaciones sobre Ingeniería Genéticas. Cada uno de estos seres era lo que podría llamar un hijo del futuro ya que ellos tenían en sí mismos el código genético que podría despertarse el día de mañana. Se hurgó entre miles de individuos sólo para encontrar lo que los científicos denominaron “promesas genéticas”, estas características no eran otra cosa que las posibles y vastas divergencias de la evolución, las infinitas posibilidades de la adaptación humana, simple y llanamente aquel conocimiento era la sapiencia de la naturaleza manifestada en el lenguaje de la vida misma. Estas “promesas” fueron manipuladas como si el tiempo mismo pasara con sus aguas plateadas sobre ellas, se les hizo recorrer el andar milenario en solo cuestión de meses. Una vez que se lograron manipular las cadenas de ADN para obtener los genes deseados, éstos se utilizaron para dar origen a un nuevo individuo, pero los científicos no lograban decidir cual de las variantes descubiertas era la más conveniente, así que optaron por crear las seis más gloriosas esperanzas para el mañana, esperanzas que serían protegidas por algunos, e incluso amadas por muchos. La base del proyecto sería descubrir cual de los seis elegidos portaba el código genético más viable para la salvación de la ciudad, y una vez que aquel objetivo fuese logrado, toda una r**a sería traída al mundo portando el estandarte de tan ilustre guerrero. Por amor a la vida y a la supervivencia ellos resguardaron tanto el cuerpo como la psiquis de la nueva generación humana, sus madres fueron por algún tiempo parte integral de dicha protección. El amor nunca faltó para ellos, ya que sus madres fueron cuidadosamente seleccionadas de entre miles de candidatas, únicamente las que tuviesen ese verdadero instinto materno obtendrían el honor de dar un génesis tan especial. Una vez elegidas las variantes genéticas y sólo después de que las madres sustitutas fueron halladas se dio inicio al audaz y para muchos blasfemo proyecto. Los inocentes nacieron de acuerdo a los planes y designios de los doctores. Al cabo de nueve meses transcurridos con exactitud matemática tres niñas y tres niños se abrieron paso hasta el domo de Sammeoph. Nunca hubo un silencio más placentero que el de aquellos que atestiguaron el arribo de cada uno de éstos seres. Estos nuevos individuos asomaron su presencia inmaculados, y al borde de la divinidad, con presencias tan etéreas que era fácil confundir cuán real era el evento; todos los bebés poseían rasgos étnicos muy distintos, como si hubiesen sido mandados de todos los rincones de la antigua Tierra, como si las neblinas del mar hubiesen robado de cada costa a un pequeño con caracteres de orden divino. Ahora que estaban finalmente en la Tierra sólo faltaba algo: Hacían falta seis nombres, seis señales de que todo podría ser distinto. Al primer varón, al niño de los ojos plateados se le nombró Eshcam Derul; a la bebita del cabello azul se le conoció como Yudirei Mercary; después de ellos nacieron en el mismo día sus hermanos Afgabast Destraiova y Sean Ferger; pero la noche fue quien trajo a las hermosas Sashia Ameska y Laithemi Keishio. Todos nacieron el mismo día, compartieron tanto orígenes como fecha de génesis, ellos desde ese momento nacieron como hermanos, como hijos de un padre necesitado y de una madre desesperada. Ellos sí serían hermanos, tal vez no de sangre, pero lo serían de elección, porque para recorrer la vasta sombra se necesita alguien que te apoye y luche a tu lado. La infancia fue algo que pasó como una pañoleta de seda que es arrojada al viento, se eleva por momentos al cielo y por otros simplemente parece que caerá, pero todo estaba bien porque quien ama puede observar el maravilloso andar del viento sobre la tela que parece entregarse a él y simplemente se deja guiar. Los pequeños recibieron de sus madres y tutores sólo lo más digno, se les mostró el poder incorruptible del alma humana, pero también los pequeños supieron lo que significaba la maldad, la garra visible del mundo obscuro al que deberían combatir algún día; se les mostró cual una madre león enseñaría a sus cachorros todo acerca de las hienas. Lamentablemente para estos seres de tan bizarra ralea algo aconteció después de su nacimiento, hubo un problema, algo que dolorosamente nunca fue previsto: Sus madres quienes intentaron dar todo su amor y lograron hacerlo, ya que al pasar solamente unos pocos años desarrollaron una condición crítica, su ADN resultó contaminado y por ende se autodestruyó en la forma de un cáncer de la más rauda naturaleza, dejando así seis huérfanos y seis lápidas inexistentes, porque sólo el polvo les recordaría y sería parte de sus restos mortales. ¡Pobres!, en verdad que desgraciados pequeños, muy pronto conocieron el precio de su indómita naturaleza, muy a su pesar todos ellos eran esperanzas, pero también asesinos. Mortales desde el útero, inmisericordes aún antes de despertar. La verdad es que estos niños sí ostentaban en su código genético los misterios del mañana, pero esos secretos parecían tener un origen salvaje, pletórico de violencia y de tintes sanguinarios... justo lo que necesitaba aquella sociedad. Entre más el tiempo deambulaba, más se les instruía a los pequeños, quienes estaban llenos de esperanzas, llenos de ilusiones, porque en ellos estaban los sueños de millones, las oraciones de todo un pueblo que huía de su autodestrucción. Nunca se les mintió acerca de sus orígenes, ellos sabían exactamente cómo habían llegado al mundo, pero el Consejo de Ethev no les dijo el por qué, así que cada uno de ellos simplemente vivió, se desarrolló, fue entrenado a la usanza apropiada y designada para cada uno de ellos; es decir, a uno ellos se le entrenó en la casi extinta tradición del Bushido, a una de las niñas se le veía diariamente en la barra de equilibrio, sus vidas, a pesar de estar atadas en un mismo origen se desenvolvían en rangos muy diferentes, diversos tanto como lo eran ellos, pero esta distinción parecía eludir los ojos de todos los políticos de poca monta que accedieron al proyecto, ante sus ojos esos niños eran tan normales que les dolía el bolsillo cada vez que los veían, pero para todo había una razón, y la explicación se dio en el 3768 justo en el cumpleaños quince de los ya jóvenes de Ethev. El día había transcurrido de la manera usual, claro, normal si se tienen seis jóvenes cumpleañeros  bajo un mismo techo, normal... ¡Qué ajena se volvería esa palabra para estos seres! La celebración se fue adjudicando tintes cada vez más solemnes, los altos mandos de Sammeoph estaban llegando al lugar, los Presidentes de Distrito, Senadores e incluso el Primer Ministro, los jóvenes al ver el despliegue político intuyeron rápidamente que esa ya no era una sencilla reunión de tímidos adolescentes.  Un hombre se situó al centro de la habitación, pidió a todos los invitados orden, que guardasen silencio. Ese caballero era el director de Ethev, el Mayor Damián Kits, un hombre ya entrado en años, en sus ojos negros coexistía tanto el poder como la bondad, él aparentaba ser un veterano de mil guerras ataviado a la usanza de los soldados del domo, un traje de tres piezas de color n***o y la tradicional boina roja con la insignia de Ethev. —Por favor, es hora de iniciar...— dijo con algo de premura, después con un tono algo abstraído prosiguió: — Hoy hace quince años divisamos después de tanto tiempo eso a lo que nos gusta llamar esperanza, fue hace quince años que ustedes nacieron— El Mayor hizo una pausa para ver a sus jóvenes festejados, miró alrededor de la sala y en un tono que amenazaba con vestirse de n***o continuó.  —Hoy me temo que debo entregarles algo que se les había negado en su nacimiento, hoy les entregare a ustedes y a los insaciables políticos la verdad, la respuesta al por qué de su crianza especial—. Kits esperó un momento para proseguir, pero toda la audiencia estaba de pie, la paciencia para aguardar al Mayor naufragaba abrumadoramente en los mares de la ansiedad, cada palabra contaba como un misterio resuelto, cada gesto era objeto de especulación, cada instante se redondeaba en la eternidad; finalmente se armó de la entereza necesaria para proseguir.

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