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La última

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Lo último que recordaba era estar en mi cama muriendo de fiebre el 14 de septiembre del 2011 y entonces de algún modo termine en una estación de policía con mi ropa llena de sangre y mi cuerpo sin ninguna herida... Pero lo más extraño de todo es que era 27 de junio del 2018, y ese fue el comienzo de la pesadilla.

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Capítulo 1
Lo último que recordaba era estar en mi cama muriendo de fiebre, incluso sé que escuché la voz de Joe, mi padrastro quien cuidaba de mí en ese momento. Entonces, de un momento a otro todo estaba completamente oscuro y el aire se me escapaba. Empecé a toser de la nada, y escuché el sonido del agua, lo que me resultó muy extraño, así que miré frente a mi para ver un río no muy lejos y me sorprendí. ¿Podría estar soñando? No tenía idea sobre donde me encontraba, ni cómo había llegado allí. Di una mirada a mi alrededor, era de noche y me encontraba en lo que parecía ser un bosque cerca del borde del río, observé mis manos y estas estaban completamente sucias, podía sentir que mis uñas se encontraban llenas de tierra y vi algo brillante en ellas que no lograba reconocer por la absoluta oscuridad. Me pase la mano por mis ropas, tenía una camisa de botones rasgada y un pantalón, además tenía un zapato de tacón, el otro no lo sentía. Me quité el zapato y lo hice a un lado con el pie. Sabía que algo estaba mal y no lograba comprender qué. Estaba asustada y quería llamar a mi madre como si fuera una niña pequeña de nuevo. De repente, escuché pasos a la distancia por lo que me di vuelta y de un momento a otro luces de linterna cayeron sobre mí; así que me tapé los ojos un tanto enceguecida y luego fui apartando la mano poco a poco. —No se mueva —dijo un hombre mientras bajaba mi mano y observaba al grupo de policías frente a mi. Finalmente, con tanta luz pude ver mi atuendo un poco mejor y terminé horrorizada, había demasiada sangre sobre mi y también estaba llena de tierra; pero, mis manos eran todo un caso. —Levante las manos y arrodíllese —, me ordenaron; pero, mi mirada seguía en mis manos. —Dije, ¡levanté las manos y arrodíllese! —me sobresalté y levanté mis manos con lentitud, ellos las vieron horrorizados y esperaron a que me arrodillara. Fue en ese momento en que me di cuenta que me apuntaban con sus armas. Uno de ellos se acercó y esposó mis muñecas de forma tosca, se sintió demasiado real como para ser un sueño. A continuación, fui obligada a levantarme y fui llevada a uno de los autos yendo en el asiento trasero. En todo el viaje no pude apartar mis ojos de la ventana sin poder reconocer dónde me encontraba, pensé que parecía un parque y seguramente a la luz del día se veía mejor. Pude ver una fuente con la estatua de lo que parecía ser un ángel en el centro rodeado de agua. Y así fuimos de lleno a la ciudad o pueblo, o… no sabía dónde estaba. El policía que iba de copiloto no dejaba de mirarme recordándome como lucía y no pude dejar de preguntarme cuándo despertaría de nuevo. Me sentía nerviosa y con mucho frío, mi camisa que supongo antes había sido blanca era demasiado delgada para calentarme lo suficiente. Bajé la mirada a mis manos de nuevo y todo mi cabello cayó hacia adelante sobre mis hombros y cubriéndome el pecho. Me sorprendí, desde que recordaba, nunca había tenido el cabello tan largo. Levanté mis manos y lo toqué, también estaba lleno de tierra y pensé en mi rostro, ¡¿cómo se vería?! ¿estaría igual o peor? En un parpadeo estuvimos en la estación de policía, me sacaron del auto rápidamente y me empujaron por los pasillos. Recibí todo tipo de miradas curiosas y algo asustadas en el recorrido hacia mi destino final. Terminé en una habitación demasiado fría con una mesa metálica en el centro y sillas incómodas. —¿Ha dicho algo desde que la encontraron? —, escuché a alguien preguntar y luego susurros —. Ya veo —un hombre abrió la puerta y se me quedó mirando por un instante, me analizaba. Lo miré un tanto asustada, tenía ropa común, pero podía ver la forma de lo que parecía ser un arma debajo de su camisa, también llevaba una computadora portátil y algo más bajo su brazo izquierdo. Su cuerpo era bastante fornido y llevaba un corte militar, su piel lucía un tanto bronceada y su rostro era común. Cerró la puerta detrás de él, prosiguió a tomar asiento frente a mi y acomodar el computador en la mesa. Todo lo hizo con mucha calma, ni siquiera mostró sorpresa cuando me vio como los demás antes de él. —Veamos, ¿por dónde deberíamos empezar? —, lo seguí con la mirada y entonces detuvo sus movimientos. —¿Eres sorda? —No —hablé por primera vez y sentí mi voz tenue. —Menos mal, ¿podrías explicarnos qué ha pasado contigo? —dijo entrecerrando los ojos. —No lo sé… es lo mismo que quiero saber —pensé en voz alta llena de nervios e intentando evitar morderme el labio. —Recibimos una llamada de alguien que decía haber visto una persona extraña en el parque con una pala —explicó lentamente, esperando alguna reacción de mi parte —. Por lo tanto, ¿qué hacía a las dos de la mañana en el parque César? —preguntó con más ferocidad. —No lo sé —, dije asustada. El hombre dio un suspiro largo y algo cansado, entonces abrió el portátil y me dio una rápida mirada mientras empezaba a tipear en el teclado. La forma en que escribía me intimidaba, aún más porque me miraba de vez en cuando sobre la pantalla frente a él. —Comencemos por algo sencillo, ¿cuál es su nombre? —preguntó. —Penélope Damasco —respondí, nerviosa. De nuevo, escuche sus dedos repiquetear contra el teclado y baje la mirada a mi regazo, retorciendo mis manos y viendo el rojo que las cubría. ¿Qué me había sucedido? ¿Cómo había terminado así? —¿Señorita… Damasco? —dijo mirando la pantalla y luego levantó la mirada para detallarme. —¿Ocurre algo? —me atreví a preguntar. —Espere un momento aquí —se levantó y salió del cuarto. Me quedé allí, no tenía realmente lugar a donde ir, aunque deseaba tomar un baño o por lo menos lavar mis manos. La puerta se abrió de golpe, sacándome de mis pensamientos. El hombre se sentó de nuevo y me miró con fijeza. —¿Qué es lo último que recuerda? —, sus ojos fueron hacia la pared negra a mi izquierda y los míos igual, no había nada allí; pero, recordé las películas y pensé que tal vez alguien me estaba observando desde allí, al otro lado. —Estar en mi casa… —respondí, volviendo la mirada a él poco a poco. —En su casa, ¿estaba con alguien? —preguntó de nuevo. —Con Joe, mi padrastro. No me sentía bien, tenía mucha fiebre y mi madre estaba trabajando —expliqué. —¿Su madre? —se detuvo y me miró sorprendido. —¿Hace cuanto fue eso? —Anoche —respondí, ¿cuándo iba a terminar este sueño? Lo vi pasar su mano por su boca y su barbilla, pensando y analizando lo que había dicho. Volvió la mirada a la pantalla y la puerta se abrió de repente, otro hombre entró, tenía rasgos asiáticos y no me atrevía a decir de dónde era exactamente; pero, su expresión estaba entre serio y confundido. —Penélope —dijo mi nombre y algo en él me pareció familiar. —Puedo con esto —le susurró quien ya me estaba interrogando. Intercambiaron miradas, como si se hablaran telepáticamente y entonces el de corte militar asintió y salió de la habitación. El chico a******o se quedó mirando la puerta por un momento, y entonces se giró finalmente, sentándose frente a mí como su compañero. —No sé si me recuerdes —, lo miré con más atención, pero seguía sin saber donde podría haberlo visto, él se dio cuenta de ello. —Estábamos juntos —explicó, pero seguía sin recordarlo, además, lucía bastante adulto como para haber estudiado conmigo en primaria supongo. —Yo me sentaba atrás y tu siempre mirabas al frente, supongo que había algo más interesante allí —lo último lo dijo en murmullos, tratando de acallar algo. —¿No lo recuerdas? Fue en secundaria. —Lo siento —dije. —Esto es serio Penélope —, su humor cambió repentinamente. —Penny, prefiero que me llamen Penny… —le aclaré y él asintió. —Lo sé —dijo mirándome fijamente, mientras pasaba una mano por su nuca. —Dices que recuerdas estar en casa anoche con tu padrastro, pero eso es imposible… —, lo observé, confundida. —¿Por qué? —pregunté. —Has estado desaparecida por estos últimos cuatro meses —dijo de golpe. Fruncí el ceño y luego me calme, recordando que este era posiblemente un sueño del que pronto despertaría para ir al colegio, todo esto no era más que producto de la fiebre, que ya bajaría en algún momento. ¿Cómo podía una estudiante desaparecer en el pueblo más tranquilo del mundo? —¿Y entonces apareces así, en medio de la nada? —preguntó a nadie en especial, lo que me trajo de vuelta. —¿Qué hacías en el parque César, Penny? —dijo mi nombre con cuidado. —No lo sé, ya se lo dije a… —él levantó su mano y callé. —Mira —tenía otra carpeta, estaba tan consternada en cómo lucía y lo que estaba pasando, que ni siquiera había notado cuando la trajeron. De esta, saco una foto y me la extendió, arrastrándola con cierta suavidad por la mesa. No la tomé, solamente me incliné y la miré para encontrar que era yo, tenía el cabello largo y la misma ropa, sólo que más limpia. —Fue tomada hace cuatro meses y esta fue la última vez que te vieron —me sentí nerviosa de nuevo, ¿y si no estaba soñando? No, definitivamente era un sueño, ¿cómo puede una persona vivir tanto tiempo con la misma ropa sin ser notada? Lo vi mirar mi atuendo con gran preocupación y yo sentía como si el aire se me escapaba. —¿Cómo te llamas? —pregunté de repente. —Tanaka Hiroshi —seguía igual, sin poder recordarlo. —¿Realmente no recuerdas nada? —preguntó. Cerré mis ojos y lo intenté, pensé en ello, en el parque, la fuente y la estatua. Pude sentir la tierra entre mis dedos, me sentí atrapada y asfixiada. —¡Penny! —mis ojos estaban abiertos, pero me estaba yendo a algún otro lugar, lejos de él. —Yo… no sé nada —me force a decir. —Simplemente estoy dormida —pensé en voz alta y él me miró con lo que supuse era lastima. —No sé nada sobre ese parque, no sé cómo llegué ahí, ni siquiera sé en dónde estoy —le dije. —¿Estamos cerca de Primavera? —Pregunté, nombrando el pueblo donde he vivido toda mi vida hasta ahora. —¿Primavera? —dijo él en completo shock. —Penny… ¿qué es lo último que recuerdas? —, de nuevo la misma pregunta. —Recuerdo estar en casa, ya lo dije antes. Estaba en mi casa con Joe, mi madre estaba en el hospital, ¿tal vez deberíamos llamarla? —mencioné. —Debe estar preocupada —, él me seguía mirando con cierto asombro; pero, ahora su boca estaba un poco abierta. —Penny —me interrumpió. —No sé cómo decirte esto… —miró a un lado, yo hice los mismo de nuevo. —Dime Penny, ¿sabes qué fecha es hoy? —se volvió a mí de nuevo. —14 de septiembre… —hice una pausa, sintiéndome insegura sobre lo que estaba diciendo. —14 de septiembre del año 2011 —dije rápidamente. Lo vi acomodarse en su asiento, mirándome perplejo. Se levantó y salió, dejando la puerta abierta y entonces, él regresó en segundos con un periódico en sus manos, me lo entregó y lo tomé enseguida, no tuve tiempo para pensar. —Mira la fecha, Penny —me indicó. Acomodé el periódico en mis manos y busqué la fecha, decía… Jueves 27 de junio del 2019. —Pero… ¿Cómo…? —dejé caer el diario en la mesa, aunque, el periódico terminó inevitablemente en el suelo. Negué con la cabeza incontables veces, era el año 2011, iba a graduarme dentro de unos meses, a finales de noviembre cumpliría dieciocho años. —Penny —él me llamó. —Esto es una broma de muy mal gusto —le dije. —Tanaka… Hiroshi… ¿Cómo se supone debo llamarte? —No importa, esto es un sueño, voy a despertar. Lo vi rodear la mesa. —Hiro, llámame Hiro… —llegó hasta mí. —Esto no es una broma —buscó algo en sus bolsillos y entonces sacó un teléfono inteligente, en la pantalla se podía ver la misma fecha. —No estás en Primavera… estás en… —se detuvo y miró mi cabeza. Se cernió sobre mí y puso su mano sobre mi cabeza, no estaba segura de que había visto; pero, cuando sentí su tacto me dolió como nunca. Me alejé de Hiro y vi su mirada llena de pánico. —¡Cortés! —llamó —. Necesitamos un doctor, ¡ahora! —ordenó. El hombre que me interrogó primero, entró confundido, quise preguntar qué ocurría pero el vértigo me atacó y sentí mi cuerpo caer. Cuando ocurrió, el suelo se sintió más blando de lo que esperaba, abrí mis ojos y lo primero que vi fue mi mano sobre la alfombra de mi habitación, di un vistazo alrededor lentamente y me senté, la cama estaba a mi lado. Típico, sientes que te caes en tus sueños y significa que literalmente vas a caer de la cama, la puerta se abrió de golpe y mi madre me observó, tratando de ocultar su diversión. Sí, me caí de la cama. —Penny, cariño —dijo antes de reír. —Ya estás despierta —trato de recuperar la compostura, mientras yo hacía lo mismo con mi dignidad, intentando desenredarme de las mantas. —Pasé toda la noche preocupada; pero, tuvimos una emergencia. Hubo un accidente en la carretera y nos llegaron muchos heridos, no me quisieron dejar ir. No estás enojada conmigo, ¿cierto? —negué, notando que ya el momento de diversión había pasado y le sonreí, sabía que mamá amaba su trabajo y también a mi. —Te ves un poco sobresaltada —me miró preocupada. —Tuve un sueño extraño —expliqué, además de que tuve una fuerte caída. Me senté en el borde de la cama. —Habrá sido cosa de la fiebre, no deberías ir a clase hoy —me dijo. —No me gusta perder clase, es como tener doble tarea… —comenté, pensando en que tendría que pedir las notas de alguien y luego también hacer la tarea. —Iré —dije, levantándome finalmente. —Está bien —mi madre se mostró resignada. —Joe está preparando el desayuno —sonrió de nuevo y estuve tan feliz de que se hubiera casado de nuevo. —Creo que hizo tu desayuno favorito, para que te mejores —ya tenía hambre de solamente escucharlo. Bajamos al poco tiempo y unas deliciosas crepes nos esperaban con chocolate, ya no me sentía enferma, aunque sí un poco cansada, como si no hubiera dormido nada. Mientras comía, mire el calendario que siempre solemos poner cerca del comedor, hoy era 15 de septiembre del año 2011. Cuando llegó el momento, me preparé como siempre y salí corriendo para no llegar tarde. Llegué a clase segundos antes que el profesor, tratando de recuperar el aliento. Tomé mi asiento, en el centro del salón de clases y saqué los implementos necesarios para la clase. El profesor empezó a hablar y escribir en el tablero, mire al frente, viendo a Peter, todas moríamos por él. Más tarde recordé el sueño y me encontré mirando por sobre mi hombro, encontrándome con dos ojos oscuros. No aparté la mirada, estaba sorprendida, el chico a******o me miraba y su rostro se tornó completamente rojo siendo el primero en mirar a otro lado. Su asiento era el último de la fila de la ventana. Nunca antes lo había visto o recordado. Hasta ese día. —Señor Tanaka, podría leer la página seis —escuché al profesor y me sorprendí aún más. Nada de esto tenía sentido. Me volví de nuevo a él, viéndolo levantarse con el libro de inglés en sus manos. Entonces, empezó a leer y a veces se le enredaban las palabras, pero lograba hacerse entender y arreglar sus errores. Finalmente, terminó los dos párrafos y levantó la mirada del texto encontrando la mía. Sus ojos se abrieron de par en par de nuevo, sin lograr comprender su reacción ladeé mi cabeza a un lado y luego miré al frente para prestar atención al profesor y preguntándome, ¿fue realmente un sueño?

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