Prefacio.
Aquí estoy, rodeada de revistas de novias, tratando de escoger un vestido de bodas... ¿Por qué a mí? Por supuesto, porque soy su hermana.
—Ser la hermana menor apesta —musité, hojeando las revistas.
Soy Alessia, tengo 21 años. Qué puedo decir de mi vida, no hay nada relevante. Una típica chica que lo único que quiere es descansar y, bueno, quizá pasar todo el día comiendo comida chatarra. ¿Qué? Las hamburguesas con doble queso son mis favoritas.
La casa —en la cual vivo— está ubicada en un barrio alejado del ruido de la ciudad. Es parte de la herencia que mis padres dejaron cuando fallecieron. A veces los extraños mucho y suelo pensar bastante en ellos.
Muchas veces me han juzgado por ser quién soy y por tener ciertos lujos, por pertenecer a un estatus social alto. Sin embargo, no es así. No soy la típica chica malcriada que por tener dinero andaría regocijándose de ello, pero supongo que siempre existirán esas personas que te juzgan por todo, por cada cosa que hagas o no hagas. Pese a ello, mi vida es tranquila. ¿Qué más puedo decir…? Oh, sí. Me encantan los animales, los adoro, y el próximo año, cuando comiencen las inscripciones para la universidad, empezaré la carrera de veterinaria (me tomé un par de años sabáticos porque no me decidía qué estudiar, ahora lo sé).
Por el momento solo puedo tener una mascota en casa —a mi hermana no le agrada mucho, pero es lo de menos. De hecho, no es solo una mascota, es mi mejor amigo. Cerbero. Sí, puede que el nombre no sea muy, eh, ¿idílico?, y no, no es un perro que posea tres cabezas, por amor a los Santos. Simplemente me encanta ese nombre y ya. Cerbero es un pastor alemán que ha estado conmigo desde muy pequeño. Cuando lo traje a casa solo tenía tres meses y, desde entonces, fuimos inseparables. Hoy día tiene dos años y es el mejor perro del mundo (y no, no es porque sea mío y no, no es porque sea mi mejor amigo… ¿A quién quiero engañar? Si, es el mejor perro y amigo del mundo). Cerbero posee unos adorables ojitos color marrón claro —lo cual, desde mi punto de vista, no creía posible que un pastor alemán tuviese ese color. Generalmente, los ojos de un perro de esta r**a, son más oscuro. Amo a mi perro. Cerbero es todo para mí.
Volviendo al principio… No sé por qué razón a ella se le ocurrió que fuese yo quien escogiese su vestido de novia. No soy la persona idónea para tal responsabilidad, pero, el caso, aquí estoy. ¿Qué puedo decir de ella? Bueno, tiene un carácter gentil, es risueña, simpática, generosa, trabajadora… Ella es, sin dudas, el ejemplo de mujer que me gustaría llegar a ser algún día. Su nombre es Francesca, tiene 25 años y es dueña de su propio negocio.
Con parte de la herencia monetaria que dejaron nuestros padres, Fran invirtió y compró, luego de muchas negociaciones, una cafetería. Logró convertir ese sitio en una de las mejores cafeterías de la zona céntrica de la ciudad. Los clientes son muchos y ella pasa todo el día en el lugar. En resumen, Francesca es mi hermana mayor quien se casará dentro de tres semanas y me pidió a mí, alguien que no tiene idea de nada, que escogiese su dichoso vestido de novias.
Ahora mismo me cuestiono, muy en serio, ¿por qué no le pidió semejante labor a una de sus mejores amigas? No lo sé… El caso, seguiré mirando estas muchas revistas y, bueno, que el cielo me ayude…
(…)
No recuerdo haberme quedado dormida sobre las revistas, pero supongo que el sueño pudo más y ahora los golpes en la puerta están…
—Ale, ¿puedo pasar?
Ah, solo es mi hermana que… Un momento, ¿por cuánto tiempo dormí? Sacudí la cabeza de un lado al otro, tratando de despejar todo el sueño que aún pululaba a mí alrededor, fregué el rostro con ambas manos y entrecerré los ojos en torno a la puerta.
—Fran, la puerta está abierta —proferí.
Mi estado aletargado terminó por esfumarse al darme cuenta de que ella me había dejado un encargo y… Oh, Dios, el dichoso vestido.
—Hola, hermanita, ¿qué tal todo? —preguntó-saludó, ingresando al cuarto—. Y bien, ¿has visto algo que te llame suficientemente la atención?
Señaló la pila de revistas. Asentí.
—Sí, creo que sí —indiqué, pasándole una de las revistas que yacían esparcidas por mí cama—. Aquí tienes, lo dejé marcado.
Comenzó a hojear rápidamente y solo me quedé viéndola. Noté su cansancio y un sentimiento raro brotó dentro de mí. Fran es la única familia que me queda. Ella se convirtió en mi segunda mamá y le debo todo lo que soy. Sé que no soy la hermana menor perfecta, pero…
—¡Oh, esto es precioso! —Bueno, todo tipo de cansancio que noté… se esfumó por arte de magia—. Ale, en serio, esto es… Wow, tienes un buen gusto. Muchas gracias, me encanta.
—Fue difícil escoger uno, en serio —Rió por lo bajo, negando con la cabeza. Cerró la revista—. Fran, estas cosas son muy importantes para la novia y como que no estoy muy familiarizada con el tema. Carezco de, ¿elegancia?
—¿Por qué crees que te lo pedí? —Eso no me lo esperaba—. Valió completamente la pena porque el vestido es perfecto, hermanita —De la nada, su rostro se contrajo en una mueca escéptica—. Oh, cierto. Tengo que presentarte a alguien. No llegué sola.
—Ya conozco a Trevor y…
—Alessia, solo… ven, por favor —interrumpió ella.
Asentí y, sin decir una palabra más, la seguí.
Al llegar al living, me percaté de inmediato de un chico, sentado cómodamente en el sofá. No, nunca lo había visto hasta ahora. No tenía idea de quién podría ser él y cuando él se dio cuenta de nuestra presencia, volteó y tuve que pestañear varias veces porque, en serio, sus ojos eran…
—Son semejantes a los de Cerbero —imperé.
Y sí, aquel pensamiento salió en voz alta. Buena manera de comenzar, ¿cierto?