Capítulo 1

2467 Words
Dios mío, ¿por qué soy tan imprudente? Solté ese pensamiento en voz alta y, ¿habrá escuchado? ¿Importa? Bueno, es un desconocido, ¿verdad? —¿Has dicho algo, Ale? —preguntó mi hermana, colocándose frente a mí. No sabía si salir corriendo o permanecer inerte en el lugar. Opté por lo segundo. —No, nada —repliqué, encogiéndome de hombros. —Bueno, quiero presentarte a Eliot —Solo pude asentir, viendo al nombrado erguirse del sofá y detenerse frente a nosotras. En serio, sus ojos… —. Es el hermano menor de Trevor. Eliot, ella es Alessia, mi hermanita. —Mucho gusto, Alessia —profirió el chico. —No sabía que Trevor tuviese un hermano —espeté, mirando a mi hermana y haciendo caso omiso del chico. —Modales, Ale —reprendió Fran, haciendo un gesto hacia el chico. —Lo siento —musité y miré al chico—. Mucho gusto, Eliot. —Bueno, ya que las presentaciones formales se hicieron —Entrecerré los ojos en torno a Fran, ella tenía esa mirada de que algo… —. Ale, te tengo una buena noticia —Sí, ya me parecía que algo no estaba del todo bien y no sé por qué intuía que el hermano de Trevor tenía algo que ver con la sonrisa entusiasta de Fran—. Eliot se quedará temporalmente a vivir aquí mientras Trevor y yo estemos en nuestra luna de miel. Por supuesto, Fran sabía que… Un momento, ¿ella acaba de decir que este chico…? —¿Qué? —pregunté, completamente estupefacta. No podía estar hablando en serio. ¿Mi hermana pretendía que quedase con un completo desconocido… en casa? No, definitivamente no podía ser cierto. —¿Creíste que te dejaría sola durante dos meses? —preguntó, con una sonrisa burlesca asomando en sus labios—. Eliot es un buen chico. Es como un hermanito más para mí, aunque él es dos años mayor que tú. Aun así, sigo siendo la mayor y, por supuesto, todavía ejerzo autoridad sobre ti. Así que sí, Ale, él se quedará contigo. —No necesito una niñera. Bueno, un niñero —Enojarme era lo último que quería—. ¡Tengo 21 años, Fran! Puedo perfectamente cuidarme sola. Además, sabes que yo nunca haría nada malo, nunca lo hice y no… —Escucha, hermanita —Fran se colocó frente a mí y me apuntó con un dedo acusatorio—. Harás lo que te diga y Eliot se quedará en esta casa a partir de hoy, punto. Fin de la discusión. —Está bien. Haz lo que quieras —satiricé, crucé la sala, dirigiéndome hacia la cocina. —¡Alessia Moreau, alto ahí! —Cerré los ojos por unos segundos, contando mentalmente hasta diez. Bien, la hice enojar—. No te comportes como una muchachita malcriada. No eres así. —Lo siento —Inhalé y exhalé hondo, volteando a verla—. Tienes razón. Discúlpame por excederme, pero entiende un poco esta situación, Fran. —Ale, no quiero que te quedes sola por tanto tiempo —comentó, haciendo un gesto lastimero en su rostro—. Sabes que con Trevor nos gustaría viajar y quizá la luna de miel se extienda un poco más de dos meses. —Lo sé, lo siento —espeté—. Es que me dejas con alguien a quien ni siquiera conozco y saber su nombre no cuenta como algo válido. Puede que tú lo conozca, Fran, pero en lo que a mí respecta, esta es la primera vez que lo veo. Además, nunca me contaste que Trevor tenía un hermano. —Eliot estuvo de viaje hasta hace poco —informó ella—. Y sí, tienes razón, no lo conoces, pero yo sí y confío en él. Como te lo dije, él es como un hermanito más. —¿No confías en mí? —pregunté, desviando la mirada de ella. —¿Qué clase de pregunta es esa, hermanita? —Sentí sus manos sobre mis hombros y, lentamente, volteé a verla. Fran esbozó una sonrisa enternecida—. Es evidente que confío en ti. Por algo te di a escoger mi vestido de novias, ¿recuerdas? —Bueno, pero… —Pero nada. Ahora, ven aquí y dame un abrazo de esos que tanto nos gusta —pidió. Sin perder un segundo, la abracé. Estoy consciente de muchas cosas, entre ellas que Fran se ha hecho cargo de mi desde que nuestros padres fallecieron e hizo todo lo posible para que salgásemos adelante. Le debo mucho a ella. —Tú ganas, Fran —murmuré. —¡Oh, cierto! —exclamó, apartándose y mirándome estupefacta—. Olvidé que Eliot sigue aquí y lo dejamos en el living. Bueno, ciertamente nos olvidamos que en casa había alguien más. Me encogí de hombros y ella negó con la cabeza. Seguí a mi hermana hasta el living. El chico nos miró y noté, de nuevo, el color de sus ojos. —De verdad lo lamento —inquirí, sintiendo mis mejillas calentarse. Dios, qué bochorno—. Espero que me perdones por haber reaccionado así. No era mi intención. Supongo que fue la noticia, eso es todo. —Eliot, te juro que no siempre somos así —informó Fran, el chico asintió—. Lamento que hayas tenido que escuchar la discusión. Alessia aceptó con gusto que te quedases en esta casa. —No hay problema. No se preocupen —profesó Eliot—. Con mi hermano somos algo parecidos a ustedes —Sus ojos estaban fijos en los de mi hermana—. Fran, entiendo que para tu hermanita debió haber sido chocante que le dijeses de la nada que quedaría con alguien en la casa. Genial, lo que me faltaba. ¿En serio este chico me iba a tratar como una cría? ¿Quién se creía, eh? Ah, pero si él realmente creía que con… —Bueno, gracias por entender, Eliot —imperó Fran—. Ahora, tengo que salir por unos asuntos de la boda. —De acuerdo —concordé, asintiendo con la cabeza y… No, un momento, mi hermana saldría, lo que significaba que… —. Fran, aguarda un… —Lo siento, Ale, estoy retrasada —Agarró su bolso y las llaves, ¿de verdad me dejaría con este chico?—. Eliot, quedas en tu casa —Sonrió en torno al chico. Dirigió la mirada hacia mí—. Confío en que le indicarás la habitación y le mostrarás el resto de la casa, ¿no es así, hermanita? —Pero… —Nos vemos dentro de un par de horas —Fran se encaminó hacia la puerta—. Traeré hamburguesas para la cena. Hasta más tarde, chicos. Abrí y cerré la boca, sin decir nada. No me dio tiempo. Estupendo. Quedé sola. Con un desconocido. No era bueno, ¿o sí? —Mhm, ¿podrías indicarme dónde me quedaré? —Lentamente, miré al chico. Tenía esbozada una sonrisa gentil—. ¿Por favor? —Claro, es decir, por supuesto —proferí. Él no tenía por qué saber ni darse cuenta de mis nervios, ¿por qué sentía nervios?—. ¿Tus cosas? —pregunté. Señaló una enorme maleta—. Oh, bien. Entonces, ¿Eliot? —Ese es mi nombre —Bien, no pude evitar sonreír. Me causó gracias ver sus cejas erguidas—. Alessia, ¿cierto? —Ese es mi nombre —repetí sus palabras. Sonrió—. Ven, te mostraré tu habitación. ~*~ Dejé a Eliot en su, ahora, habitación. El chico tenía mucho por acomodar y, en lo personal, la privacidad para ciertas cosas es importante. En cuanto a mí, me encerré en mi cuarto. Cerbero se encontraba durmiendo en mi cama, como siempre. La mente era una maraña liosa de pensamientos en cuanto al futuro cercano. Mi hermana se casaría, se iría lejos —por un tiempo— de luna de miel. Quedaré sola… Bueno, no. Sinceramente, soy una persona poco social, nunca tuve amigas en lo que refiere a verdaderas amigas, por ende, nunca tuve una mejor amiga o mejor amigo, para el caso. Lo que sí tuve fueron muchos conocidos, pero al tomarme los dos últimos años sabáticos, digamos que mi vida social ha sido muy escasa. Estar de vacaciones tendría que significar plena libertad y creo que no la tendré. No del todo. Pensamiento tras pensamiento, terminé ordenando un poco la habitación. No sé cuánto tiempo estuve sumida en ordenar la ropa hasta que escuché leves golpes en la puerta… —¿Quién? —pregunté, elevando la voz. Luego me di cuenta de un pequeño y gran detalle. Francesca no estaba en casa, entonces, la persona que se hallaba del otro lado de la puerta era Eliot. Dios, ¿estaré tonta? Posiblemente. —Eliot —respondió. Lo bueno, al escuchar la respuesta, era que posiblemente él también fuese un tonto. Suprimí una risita e inhalé y exhalé hondo. —Pasa, la puerta está abierta —enuncié. La incomodidad se adueñó de mí ser. Nunca nadie, otra persona, entró —mi hermana no cuenta— a mi habitación. Mi cuarto significaba mi espacio, mi refugio. Eliot ingresó y comenzó a mirar alrededor. Me permití escrutarlo, sin que se diese cuenta, por supuesto. Unos cuantos centímetros más alto que yo. Cuerpo musculoso —solo llevaba una camiseta y un pantalón corto hasta las rodillas—, cabello color ébano. En resumen, Eliot era un chico común y ordinario… Bueno, había algo en él que sí destacaba y eran sus ojos. Esos mismos ojos que comparé con los de mi perro. —Oh, ¿y tú quién eres? Algo se removió dentro de mí. Él se estaba acercando a mi cama, a mi perro. No es como si fuese celosa de mi perro. Cerbero es más que un perro, él es mi mejor amigo. —Él es Cerbero —comenté. —Original —imperó el chico. Ja, ja. Por supuesto que era original, ¿lo era?—. Me encantan los perros. De pequeño tuve uno. Oh, a él también le gustan los perros… Eso es bueno, supongo. —¿Necesitas algo? —No es como si lo estuviese echando de mi cuarto, pero si él estaba aquí… —. ¿Qué tal tu… habitación? Noté cómo su mirada recorría, sutil, cada recoveco de mi alcoba. —Me gusta tu habitación —Sus ojos dieron en los míos. Marrón claro y sí, volví a compararlos con los de Cerbero. Me encogí de hombros y desvié la mirada—. No estás a gusto con mi presencia, ¿cierto? Puedes decirlo. Soy un completo extraño que ha venido a instalarse en tu casa y, para empeorar la situación, pasar unas semanas aquí. Sí, tenía razón. Él era un completo extraño. Pese a ello, y analizando la situación, no es como si me disgustase su presencia. Tal vez un poco, al principio. Siendo honesta, Francesca debió tener sus razones para traerlo a vivir temporalmente a casa. Nota mental: indagar sobre esto con mi hermana. —Es verdad —espeté y lo miré fijo—. No te conozco, no nos conocemos. Con esto no estoy tratando de justificar mi comportamiento anterior. A decir verdad, lamento todo la escena que tuviste que presenciar hace rato. —No te preocupes, está bien —Asentí—. En realidad, quiero proponerte algo. —Te escucho. Señalé los sillones. Nos sentamos, miré de soslayo la puerta abierta, agradeciendo mentalmente porque no la cerró. —Escucha, Alessia, mi hermano se casará con tu hermana dentro de unas semanas —Dibujé un mohín en los labios—. No fue mi decisión el venir a vivir temporalmente aquí. Trevor no me dejó opción. Por eso comprendí tu reacción cuando Fran te puso al tanto de la situación —Exhaló un pequeño suspiro, despejó su frente de algunos mechones de cabello más largos—. Sin embargo, estuve reflexionando las cosas mientras acomodaba todo en el que ahora es mi cuarto y, sinceramente, no quiero llevarme mal contigo. ¿Podemos tratar de llevar la fiesta en paz y tal vez con el tiempo convertirnos en amigos? —¿Amigos? —pregunté-musité, más para mí misma. Observé detenidamente al chico. Sus facciones denotaban sinceridad y tal vez un pequeño rastro de derrota por las circunstancias en general. Entonces lo comprendí. Fui una tonta al no darme cuenta antes y pensar egoístamente solo en mí. —De acuerdo —proferí—. Llevaremos todo esto por la paz y no está mal lo que dices. Trataremos de ser amigos. —¿De verdad? —Esbozó una enorme sonrisa. Asentí—. Bueno, entonces, ¿te puedo decir Ale? —Mi nombre es Alessia —aclaré. Toda sonrisa se esfumó, hasta sus ojos perdieron un poco de brillo. Oh, no… —. De acuerdo, puedes decirme Ale. Eliot volvió a sonreír y ver ese gesto me produjo algo extraño. —Gracias, Ale —profirió, pero su mirada ya no estaba en mi… Estaba mirando a Cerbero—. Él es especial, ¿no es así? —Es mi mejor amigo —comenté, mirando también a Cerbero. —Sí, lo supuse porque no ha dejado de mirarme —Solté una risita por lo bajo—. Sin embargo, si él presintiese algo malo, yo no estaría vivo. Te lo aseguro. —¿Qué quieres decir? —pregunté. —Los perros son especiales. Ellos presienten cuando una persona tiene malas intenciones. Son intuitivos. —Lo sé —Él volteó hacia mí, sus ojos fijos en los míos—. No eres mala persona y es evidente que no tienes malas intenciones. De un momento al otro, Cerbero saltó de la cama. Caminó hasta Eliot y, para horror propio, comenzó a menear la cola de un lado al otro… Un momento, ¿a Cerbero le agradó así como así? ¿Por qué mi perro le tendía una pata como si lo estuviese saludando y dando la bienvenida? —Hola, Cerbero. También es un gusto conocerte —Abrí y cerré la boca—. Sí, lo sé. Nos llevaremos muy bien. —Es… Él no actúa así ni siquiera con Fran —balbuceé. —Entonces es un honor para mí que lo haga conmigo —Eliot continuó acariciando la cabeza de Cerbero y sonriendo—. Sí, seremos buenos amigos, Cerbero. —Esto es el colmo —musité, tratando de sonar enojada, pero mi sonrisa demostraba lo contrario. Era extraño estar con alguien en mi cuarto y, lo más extraño —para mi propia sorpresa y descubrimiento— no me disgustaba del todo. Puede que al principio me comporté reacia en aceptar que este chico estaría viviendo en mi casa, pero quizá las cosas no sean tan malas, ¿verdad?
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