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Sobreviviente

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Blurb

La vida de Alissa Morris en la ciudad de New York es muy normal, entre ser camarera y estudiante de Artes no tiene mucho tiempo para historias de amor.

Una noche, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Alexander McCain, un chico que desde que pone sus ojos en ella hace que el mundo parezca más bueno, como si fuera un sueño. Por eso, se siente tan confundida cuando el guapo guitarrista mexicano, Mateo Valencia, comienza a entrar a su sistema como una llama que no parará hasta volverse un incendio. Muy pronto, Alissa se ve implicada en un enredo amoroso que la lleva a tomar la mejor decisión... o la peor.

Toda historia de amor es difícil, pero esta... es el infierno. Esta... no la merece nadie. Hay dolor y luego... todo se detiene.

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La noche que nos conocimos.
A veces suelo mirar por minutos enteros a las parejas que van a la cafetería mientras toman sus bebidas y comen sus galletas, puede parecer algo raro, pero no lo puedo evitar. Me gustan las historias de amor, me gusta ponerles una historia a esos rostros enamorados, un cuento de hadas con una fecha de inicio y sin ninguna de final. Quizá, algún día alguien podría imaginar una historia de amor para mí.  Tomo la cuenta de la última pareja de la noche y se las llevo a la mesa. —Aquí tienen —digo hacia a los chicos. Ambos sonríen, uno de ellos deja un par de billetes en la carpeta y comienzan a levantarse—. Que les vaya bien. Vuelvan cuando quieran al Café de Helen. —Te va a doler la cara de tanto sonreír —dice April como si fuera algo malo.  Le enseño más los dientes con una sonrisa escalofriante. Ambas recogemos los trastos sucios de la mesa, quito la buena propina que me dejaron junto a la cuenta y me llevo el resto. April se asegura que todo quede perfectamente alineado y yo limpio el lugar. —Hay un bar cercano que abre esta noche —dice April mientras rociamos las flores de las mesas con un poco de agua—; hay música en vivo e iluminación negra, o eso decía la propaganda. Hay que ir.  —Mmm —dejo el atomizador sobre la madrea y me quito el mandil, haciendo tiempo para responder—. Mañana tenemos que trabajar desde temprano y quiero descansar. Además, hoy en la noche planeaba terminar mi tarea de Historia del Arte.  —No, no, no. Siempre tienes algo que hacer. Iremos y no escucharé nada más. Dado que la tarde ya ha terminado, Helen, la amable dueña de la cafetería donde trabajamos, nos da luz verde para irnos a casa mientras ella espera a su hijo. No hizo falta que le dijeran dos veces a April que podíamos irnos, ella ya había recogido sus cosas media hora antes de que pusiéramos el letrero de cerrado.  Dejo la hogareña y romántica pastelería y le doy un empujón a April para irnos al departamento.  Ella y yo conseguimos primero el diminuto hogar donde vivimos ahora; desde que éramos niñas deseamos vivir en New York para estudiar las cosas que más nos apasionan, para mí las Artes Básicas en la Universidad y para April la actuación en la Escuela de Arte Dramático, así que ahorramos y trabajamos desde la preparatoria para tener un lugar donde vivir; aunque el tío Fred le hubiera dado el dinero a April sin pensarlo mucho, pero decir que lo habíamos conseguido nosotras es más satisfactorio. Nos mudamos y el dinero nos alcanzó bastante bien por uno o dos meses, el tiempo que nos tomó acostumbrarnos a la Universidad; eventualmente tuvimos que buscar empleo y así fue como llegamos a la pastelería de Helen, somos meseras por las tardes de lunes a viernes y todo el día los sábados, la paga nos sirve para nuestros gastos porque nuestros padres cubren el dinero de la escuela. De eso ya ha pasado un año y pocos meses, la vida que tenemos ahora es más conocida que nunca y disfruto cada momento.  El departamento está a un par de cuadras del local, así que no tardamos mucho en llegar a nuestra calle. Y unos minutos después, la segunda puerta del tercer piso nos da la bienvenida a casa.Todo está en calma y perfectamente ordenado, tal como le gusta a ella aún en un espacio tan pequeño como el nuestro. Dejo mis cosas en el lugar designado sólo para mí y mi desastre, mientras April cuelga las suyas en un perchero detrás de la puerta.  — ¿Deberíamos cenar antes de irnos? —pregunta. —Comeremos algo en el bar. —Como los snacks que dan son tan nutritivos. Su sarcasmo es bienvenido con diversión. Nos vamos a nuestra habitación y comenzamos a cambiarnos la ropa sucia de un día entero de trabajo, creo que la mía incluso tiene unas manchas de pintura. La habitación tiene una división no marcada justo por en medio: de un lado, la cama individual de April está cuidadosamente tendida y las paredes pintadas de color blanco, todo lo tiene en orden milimétrico, sus libretos viejos acomodados junto a sus libros ordenados por tamaño en unas repisas que ella misma puso; el otro lado de la habitación es muy distinto, la pared está pintada con pintura para pizarrón y hay un patrón con grises de colores en todo el espacio, cosas regadas por el lugar y la mitad del closet que me corresponde es caótica.  Yo soy la piedra en el zapato de April. Su TOC es llevado al límite con mi desastre, pero soy la única a la que se lo soporta. Es así como April y yo nos complementamos, aceptamos las diferencias de la otra y vivimos sabiendo que no las podremos cambiar, es mi prima y mi mejor amiga y por esas razones la amo con toda mi alma. Prácticamente somos como gemelas, no del físico claro está, pero ella nació una semana después que yo y desde entonces hemos sido inseparables, en ocasiones dormíamos en la misma cuna. Media hora más tarde, April y yo estamos recién cambiadas y ansiosas por salir.  Fuera el clima es bueno, unas cuantas nubes de contaminación, cacofonía y autos por todos lados, cosas a las que ya me acostumbré. Las luces de los locales brillan con intensidad, la ciudad que nunca duerme está más despierta que nunca y la fiesta apenas empieza. April se pelea con una señora que le roba el taxi, discute con ella mientras la observo desde la parada, sé que April y yo merecemos ese taxi, sin embargo, no le veo el caso a discutir con la señora, que no es una anciana o una inválida, pero que seguro va a un lugar más importante que un simple bar como nosotras.  April vuelve con una cara de reproche, le sonrío tratando de suavizar la situación.  —Vives en New York y esto es un manicomio, así que tienes que empezar a actuar como auténtica Neoyorkina —me reclama.  Se sienta junto a mí en la parada y se cruza de brazos; está haciendo uno de sus berrinches, este es un poco actuado, pero tampoco está totalmente contenta. —Piensa que quizá la señora tenía que ir a una emergencia médica o a darle de cenar a sus hijos. —Seguro pensaba mucho en ellos cuando se despidió de mí diciendo: te gané, niña tonta. —Eres un poco tonta —la molesto. —Te toca conseguir el taxi antes de que ese señor de allá te lo gane.  Me río un poco y me levanto con pesadez. Me acerco más a la calle para buscar un taxi vacío, el semáforo indica el alto y hay tres taxis frente a mí, pero todos ocupados. No sé por qué, el ruido generalmente no llama mi atención, pero este sí. Dos motocicletas viajan entre los automóviles detenidos, no es una motoneta común sino de una de esas grandes y negras motocicletas de alguien peligroso, una de ellas se detiene frente a mí y por un segundo me olvido del taxi y de que estoy mirando los ojos de un desconocido.  Y ese segundo se hace eterno. Es como si un imán me atrajera directo a lo profundo de su ser; lleva casco puesto y lo único que resalta en la oscuridad es el dorado impresionante de sus ojos, como un león. Creo que está sonriendo, porque las esquinas de sus ojos se estrechan y parece que brillan con diversión, nos separa la distancia de un escaso metro y medio, le sonrío con amabilidad porque estoy casi segura de que él me sonríe. De pronto, la noche ya no se siente tan fresca, hace calor y mis mejillas arden ¿Qué diablos hago? Una sonrisa de cortesía es correcta, pero verlo por demasiado tiempo me hace parecer desesperada de atención. Por suerte, el semáforo cambia a verde y él arranca la motocicleta después de que varios autos detrás de él le tocan la bocina, se aleja sin más porque no hay otra cosa que ambos pudiéramos hacer. No importa, de cualquier modo, nunca me hubiera atrevido a acercarme y hablar con él. — ¡Issa! —me grita April un par de metros más allá, sostiene la puerta abierta de un taxi y se aferra a ella con su vida. Estoy tan desconcertada por el chico de los ojos bonitos que no sé por qué me llama—. ¡Alissa, vamos! ¡Conseguí el taxi!  La señalo con un dedo como si fuera lo mejor que nos ha pasado, ella se mete al auto lentamente y extrañada con mi comportamiento, y tiene razón… me comporto como una adolescente. Corro hacia el coche antes de que se vaya sin mí o los conductores de los demás carros empiecen a chocar contra él con tal de que avance.  — ¿Qué fue todo eso? —me pregunta April cuando el transporte ya va en camino. — ¿Todo qué?  Ella entrecierra la mirada hacia mí y contiene la burla en su sonrisa, pero ya no me molesta por el resto del camino. El taxi nos deja justo frente a un gran local de fachada negra y repleto de luces azules y verdes, letras 3D muy grandes, en cursivas e iluminadas están en la parte de arriba anunciando el nombre del lugar: The Darkest Club. En la entrada hay un tipo gigante y calvo; nos pide nuestras identificaciones a April y a mí, pero como todas unas expertas sacamos la falsa tarjeta de los bolsillos y seguimos derecho cuando él nos abre la puerta. A decir verdad, no creo que se haya fijado demasiado en las identificaciones. Dentro hay un mar de gente sudorosa, las chicas y chicos están por todos lados bailando al son de música del DJ; humo blanco y rayos de colores decoran el lugar. Bajamos por una de las cortas escaleras y antes de hacerlo un mesero nos ofrece shots de bienvenida.  — ¡No te tomes eso, Issa! ¡No sabes qué le pusieron! —grita April para hacerse oír en medio del ruido.  Pero yo ya me he tomado todo el líquido del vasito y no siento culpa alguna al verla a ella todavía cargar su trago sin tomarlo.  —No me siento mareada, buena señal —le digo, sonriendo—. Vamos, quiero buscar una mesa.  Me abro camino entre las personas, pero procuro ir por la orilla y evitar la multitud del centro. Alguien me grita en el oído y me toca el estómago queriendo espantarme como a una niña, de hecho, lo consigue. — ¡Eres un tonto, Dave! —le grito. Y decido que se ganó un golpecito más.  —Lo siento —se disculpa, ya más serio—. ¿Cómo entraron? Ninguna tiene la edad para beber —añade viendo significativamente a April, pero como es de esperarse, lo único que hace ella es beberse el licor como si fuera agua con tal de llevarle la contra a Dave. —No eres mi padre.  —Pues lo llamaré y le diré lo que haces. —Haz lo que quieras y déjame en paz a mí.  April se voltea a otro lado e ignora por completo a David, éste la mira un segundo, niega con la cabeza y me alborota el cabello, le aparto la mano en seguida. — Basta, Dave, todos venimos a divertirnos y no hay necesidad de inquirir la edad legal de ninguna —arqueo las cejas y muevo las pestañas con rapidez, me mira de una manera cómica y sonríe resignado—. ¿Quieren venir a la mesa? Hay espacio. —No.  —Sí —digo al mismo tiempo que April. Dave mueve la cabeza para que lo sigamos y yo voy en seguida detrás de él, escuchando las protestas de April a mi espalda—. Si consigues una mesa vacía te juro que no nos sentamos con Dave, mientras tanto… me voy a sentar con él porque tus tacones son demasiado altos para mí.  Ya no sé si replica algo más, de cualquier modo, nos sigue. Dave nos acerca a una parte con salas lounge y mesas altas, todo luce muy lindo y señala los sillones más alejados de la multitud, donde un chico, supongo que es su amigo, está sentado con el pie sobre su rodilla y mira su teléfono con el ceño fruncido. En ese momento levanta la mirada y apaga el celular, alza una ceja y en su cara aparece una expresión que detesto un poco, una sonrisa divertida y lobuna, como si April y yo fuéramos una presa fácil para la noche. Él dice algo en español. —Entendemos el español —dice April, enojada.  Yo no sé por qué, ya que no entiendo el idioma, más que un par de palabras comunes.  —Lo siento —se disculpa, divertido y ya hablando en inglés.  Dudo mucho que de verdad lo sienta, sólo parece que le divierte la situación y no sé cómo juzgarlo, cosa que no debería hacer ¿Cierto? No debería juzgarlo sin conocerlo, pero digamos que sólo es una primera impresión. Cuando nos sentamos a la mesa, él parece tan relajado y divertido que llega a un punto de ser un sinvergüenza; es mexicano, se nota por el acento, así que debe ser por eso que es amigo de Dave, confiando en su criterio decido pensar que es un tipo decente… por ahora. Todos merecemos una oportunidad.  —Él es Mateo… —Mat —interrumpe a Dave.  —Él es Mat —corrige—. Ella es April y ella es Issa. — ¡Ah! Ella es tu hermana y ella tu prima ¿Cierto?  —Yo no soy su hermana. —Te dije que no es mi hermana, güey.  Dave y April responden al mismo tiempo y con el mismo desprecio y cansancio en su voz que a cualquiera podría parecerle demasiado extraño, yo estoy acostumbrada a escucharlos aborrecerse el uno al otro, pero para la mayoría de la gente resulta un poco raro. Al parecer, no para Mat, porque él se encoge de hombros sin darle demasiada importancia. —Hermanastra ¿Cuál es la diferencia?  —Que no… —empieza April, pero al ver lo ridícula que sonaría insistiendo, cambia su expresión de enfado a una de resignación—. Sólo somos conocidos.  —Su relación es complicada —le explico a Mat cuando veo la cara de confusión en él.  Y es verdad, la relación de April y Dave es… complicada. El tío Fred, se casó con Mónica, la madre de Dave, nueve años atrás, April tenía diez años y nunca quiso que su papá se casara de nuevo, era una idea egoísta, pero sólo éramos niños. Cuando se enteró que se el tío Fred se iba a casar, tomó su mochila y guardó un par de vestidos en ella, los ahorros que tenía y, sin que su papá se diera cuenta, se fue de su casa. Tomó un taxi y fue directo a la mía, le dijo a mi mamá que su hermano era un ser sin sentimientos y que quería que la adoptara legalmente; mi tío ni siquiera se había dado cuenta de que su hija había escapado.  April se quedó a vivir con nosotros varias semanas, mi tío iba por ella cada viernes, pero su hija seguía enojada como el primer día, sólo aceptó a medias el casamiento de su papá cuando la casa frente a la mía se puso en venta y lo chantajeó para que la comprara y se mudaran más cerca de nosotros, las palabras exactas que le dijo fueron: quiero vivir cerca de la tía Lisa para que cuando te olvides de mí, al menos ella me ofrezca un poco de sopa. Y mi tío compró la casa. Con el tiempo April fue más amable con Mónica y ahora su relación con ella es cordial, no la llama cada semana ni la considera una madre, pero al menos la respeta. Con Dave no sucede así, lo odiaba cuando éramos niños, él es tres y medio años mayor que nosotras y April se dedicó gran parte de la infancia a aborrecerlo por cualquier cosa, David nunca la trató mal sólo se alejó de ella, aunque no de mí, conforme fuimos creciendo dejó de pelear tanto con él y hablábamos más amablemente todos, siempre nos cuidó cuando hacía falta y él y mi hermano Nathan se unieron bastante por algunos años, todos lo hicimos, menos April y Dave.  — ¿Vas a la Universidad con Dave? —le pregunto a Mateo para ser un poco amigable. —No. Yo vivía en la Ciudad de México —responde—, hace varios años que David y yo estamos en contacto por f******k, pero apenas hace seis meses llegué aquí a vivir.  — ¿Por qué te mudaste? —pregunta April; deseosa de detalles, como siempre. —Aquí hay más oportunidades de triunfar, en México no fue fácil. — ¿Triunfar en qué?  —La música —lo dice esperando una reacción alocada de nuestra parte, pero lo hace de una forma tan exagerada que sé que bromea sobre su ego inflado—. Trabajo aquí, de hecho. Toco en la banda algunas noches a partir de ahora. Canto y toco la guitarra —se adelanta a contestar a mi pregunta. —Dios mío, eres famoso, deberías darnos tu autógrafo ahora mismo. Antes de que las fans se amontonen —se burla April. Yo río, pero Mat empieza a buscar algo en las bolsas de su pantalón de forma tan rápida y tan seria que al inicio creo que no ha entendido la broma y se ha molestado, pero después resulta que saca una pluma y toma una servilleta de la mesa, hace unos rápidos rayones sobre ella y se la entrega a April con una cara llena de satisfacción. Ella la toma con los ojos en blanco, pero al igual que a mí le divierte la situación. Mateo Valencia, escribió con letras largas e inclinadas. —Para mi más grande fan —le dice.  —Mira, hasta le puso un corazón para ti —exclamo emocionada.  —Sí, sí, guárdalo por mí —me dice April. Tomo la servilleta que me pasa y la doblo con cuidado para guardarla en mi bolsillo trasero. —Sólo se hace la difícil, pero sé que la pondrá debajo de su almohada. Yo me encargo de eso. —Ríanse ahora, señoritas, pero cuando me escuchen tocar serán las primeras en la fila. —Espero que tus dedos se muevan tan rápido como tu lengua —le exijo. Pero en seguida lo lamento, porque en su cara aparece una sonrisa peor que cuando nos vio por primera vez, sube ambas cejas y mi inocente mente se esfuerza por comprender lo que dije. —Oh, mis dedos son igual de rápidos que mi lengua —asegura con una sonrisa radiante—. Cuando quieras puedes comprobarlo tú misma.  Estoy segura de que estoy totalmente roja, siento que la temperatura ha subido como mil grados en un segundo.  —Yo… me refería a tus dedos con la guitarra —le digo totalmente avergonzada— y a tu lengua… hablando. Sólo eso. Yo no… —No le hagas caso, Issa —dice Dave, le arroja una servilleta hecha bolita a Mat, quien se tapa la boca para no reír descaradamente—. La mitad del tiempo es un idiota y la otra mitad un imbécil. Si lo ignoramos quizá dejé de decir tanta idiotez.  —Los americanos no soportan nada.  — ¿Tú sentido del humor es así o eres un imbécil en potencia? —pregunta April. Y ya no bromea como el resto, porque cuando algo no le parece correcto siempre tiene que dar un largo argumento de por qué está mal. Creo que Mateo lo nota porque, aunque sigue teniendo una sonrisa burlona en el rostro, sus acciones son un poco más serias que al inicio.  —Mi humor es así, no intento hacerlas sentir incómodas, sólo… ríete de la vida. Siento si las incomodé, no lo haré si no les gusta. —Bueno, en ese caso sigue burlándote de Issa. El rojo en su cara adquiere una tonalidad interesante.  —Gracias, mejor amiga —me quejo.  —Esa es la actitud que me gusta. Iré por tragos para brindar. Vamos, güey. Mateo y Dave se levantan del sillón para ir por unos tragos para nosotras y por primera vez tengo una visión completa de él. Creo que podría describirlo como alguien que empieza a ir al gimnasio, ni muy delgado ni muy musculoso, también es alto, tiene tatuado algo en el tríceps derecho, pero no se alcanza a ver completo debido a su camiseta, también tiene en tinta negra los bordes de México sobre el reverso de su muñeca izquierda y en esa misma mano un grueso anillo de plata en el dedo índice,  su cabello es n***o y rizado, pero es como si tuviera el peinado perfecto sin necesidad de un peine o gel.  —Qué maldita suerte encontrarnos con Dave esta noche —se queja April. —Deja de ser una anciana amargada y hay que divertirnos. —Me divierto como nunca —entrecierro la mirada hacia ella y comienza a bailar como un muñeco inflable, pero… a punto de caerse—. Es fácil para ti, todo el tiempo vomitas corazones y unicornios. —Issa, deberías ir al doctor —exclama Mateo llegando de nuevo—. He escuchado que vomitar unicornios puede ser riesgoso. —Es que él sólo vomita idioteces —dice Dave.  Él me pasa una cerveza fría y Mateo le da una a April, pero ninguno de los dos vuelve a sentarse, así que ella y yo nos ponemos de pie para verlos mejor.  —Mi descanso terminó, así que brindo y me voy —dice Mat. Levanta la cerveza en su mano y el resto de nosotros lo imitamos—. Por mí —retiro la cerveza de la suya y alzo una ceja—. Bueno… por… no lo sé, sólo bebamos.  Después de un buen trago por su parte, Mateo nos dice adiós con la mano y se va al escenario donde ya lo están esperando. La última canción del DJ va por la mitad, quizá un poco menos, y el resto de la banda se prepara. Son cuatro chicos; Mateo se coloca en el extremo izquierdo y comienza a conectar su guitarra eléctrica, se ve tan concentrado que por un minuto me olvido de lo engreído que actúa. Otro chico carga una guitarra o no sé si sea un bajo, parece distinto, pero no tengo tanto conocimiento para saber la función precisa; y, al fondo, un joven en la batería junto al último integrante de la banda. El DJ termina y el hombre alto de cabello largo y piel tatuada del centro empieza un monólogo alentando a todos a beber y bailar con la música. Aunque jamás oigo el nombre de la banda. — ¿Cómo es que Mat entró a tocar con ellos? —pregunta April. Los tres permanecemos en el fondo, pero la mayoría de la gente ya se empieza a amontonar aún más en el centro de la pista y frente al escenario—. Si llegó hace seis meses tan solo. — ¿Eres policía? —la molesto.  — ¿Ven al chico del fondo? —grita Dave, porque la banda ha comenzado con su primera canción. Señala a un chico escuálido y pelirrojo—. Es Spencer, mi hermano de fraternidad. Una o dos semanas después de que llegó Mateo, escuché que él y su banda estaban buscando a alguien. Y yo conocía a la persona indicada.  —Eres como su mánager.  Después de mi comentario ninguno de los tres decimos algo más.  La canción ya va por el coro y de verdad suena muy bien, es un pop rock con mucha energía de parte de Mat y el otro cantante, la letra es pegadora y en conjunto con los instrumentos suena increíble. El público lo sabe, porque todos, hombres y mujeres por igual, cantan el coro, aplauden, gritan y saltan en frente de ellos, emocionados de escucharlos.  De pronto recuerdo su autógrafo improvisado en una servilleta de papel y sonrío, porque ¿Quién sabe? Quizá algún Mat de verdad firme autógrafos y el mío sería un recuerdo de sus inicios.  Mateo parece un profesional, como si toda su vida se la hubiera pasado arriba del escenario y aquí es cuando me doy cuenta de que, a veces, las personas no se hacen sino nacen hechas para cierta tarea.  —Es bueno ¿verdad?  —Bastante —le respondo a Dave—. Vamos más al frente.  Dave hace una cara de flojera, así que tomo sólo la mano de April y ambas nos hacemos paso para estar en la primera fila, como lo quería Mat. April se ríe conmigo mientras avanzamos, la calidez de su sonrisa sale a la luz cuando de verdad se divierte y deja de ser una falsa amargada. Cuando April y yo llegamos al inicio del escenario nos posicionamos al frente de Mat, comenzamos a gritar con una emoción exagerada, como dos locas fans que se mueren por el guitarrista estrella, April incluso le grita a todo pulmón que lo ama y yo saco el autógrafo que me dio para levantarlo al aire como si fuera un cartel declarándole mi amor eterno y apasionado. Mateo se da cuenta de nuestra locura, creo que le parece divertido porque sonríe y nos guiña un ojo antes de tener el solo que finaliza la canción. La gente les grita, creo que ya los aman con locura, y ellos no pierden mucho tiempo en continuar, la batería empieza lento y, antes de que el ritmo suba, Mat dice:  — ¡Está canción es dedicada a mis dos más grandes fans!  April y yo gritamos todo tipo de exclamaciones y nos señalamos la una a la otra como si de verdad nos importara y estuviéramos locas por él. La banda continúa tocando por otros cuarenta y cinco minutos, más o menos, tienen otras versiones de canciones de otras bandas más famosas, pero ellos le meten un ritmo tan propio que terminan haciendo suya la canción. April y yo le bajamos varias rayitas a nuestra intensidad, bailamos entre nosotras y cantamos las canciones que conocemos; en algún punto somos recorridas del frente del escenario porque unas chicas se lanzan sobre Mateo y los otros chicos, cosa que no nos importa demasiado. Nuestros cuerpos chocan entre los propios y los de otros, empiezo a sudar del cuello y del pecho, creo que mañana podría tener el tobillo torcido de tanto que brinco, pero me la estoy pasando tan bien que no me importa en este momento. Cuando la banda deja de tocar, April y yo continuamos con las canciones del DJ. No volvemos a estar con Dave y Mat, porque cuando éste último tiene su descanso, ellos dos se la pasan en la barra del club platicando animadamente.  Una canción lenta empieza a sonar, la mitad de las personas (los que no tienen pareja) se retiran. April y yo tampoco tenemos pareja, pero ambas nos vemos entre nosotras, divertidas con la situación y con la mirada hacemos una indecorosa propuesta.  — ¿Me concedes el honor? —pregunta, fingiendo una voz sexy. —Vaya que sí —respondo siguiendo el juego. Antes de que pueda tomar su mano, el pecho de un hombre se interpone en mi camino y termino tocando sus pectorales. El hombre atrapa mi mano entre las suyas y me sonríe de una forma asquerosa.  —Mejor baila conmigo, preciosa.  Intento retirar mi mano de la suya, pero su agarre es demasiado fuerte.  —No, gracias. Vengo con mi novia —miento, como April y yo lo hemos hecho en varias ocasiones. —Y soy muy celosa —le dice April dándole la cara al sujeto—. Más te vale que te vayas de aquí y nos dejes en paz.  —Me encanta, no tengo preferencias ni prejuicios —asegura el hombre.  Me toma del brazo con brusquedad y me lleva hacia él, pone su otro brazo en mi cintura e intenta plantar sus asquerosos labios en mi cara, mientras yo lucho por zafarme de él. Le doy un golpe en su entrepierna, pero no parece ser suficiente, tampoco las sacudidas y los empujones que le doy. Es mucho más alto que yo y también musculoso. April lo golpea en el pecho y la oigo gritar el nombre de Dave, debe estar igual de asustada que yo para que pida su ayuda. Ruego porque Dave nos escuche y llegue rápido, sólo han sido unos segundos los que el hombre me ha tenido, pero estoy aterrada y me siento débil, como si a su lado fuera una cosa insignificante.  —Te dijo que la dejaras, bastardo.

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