El Director

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Por otro lado, la otra cosa que me molestaba era el director. Su actitud y gestos me daban mucho asco, me repugnaban, y cada semana tenía que hacerle un par de mamadas porque básicamente no tenía opción. Bien en su despacho, bien en el gimnasio. Había pasado un mes desde la mamada del sofá y todavía no me había pedido follar, ni siquiera me tocaba el coño, solo quería que se la chupase. Lo que si me obligaba era a tragarme su corrida, porque no se apartaba, cuando se iba a correr me agarraba fuerte la cabeza y apretaba hasta el fondo con ella. O tragaba, o me asfixiaba, no había más opciones. Era un jueves, a eso de las 12 y media, que estábamos los dos en el picadero del gimnasio. Entré con mi llave y a los dos o tres minutos llegó él, como me solía decir, para no levantar sospechas. Iba

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