| De ex marine a sacerdote |

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Alexander Cipriano Un año y medio atrás… Hawái, EE. UU. Levanto la mirada al cielo tintado de azul con sus nubes blanquecinas y el sol radiante que hace arder nuestras pieles. ─Cariño…te dije que usaras más protector solar, ya te has colocado rojo ─dice Lucille caminando hacia mí con su figura esbelta solo cubierta de un bikini mientras se roba la mirada de los turistas que abarrotan la isla. Esbozo una sonrisa al ver a mi reciente prometida, sostengo su mano halándola hacia mí en la tumbona, sus pechos rebotan y mi polla palpita por eso, pues no me canso de estar dentro de ella. Lucille suelta un gimoteo al sentir mi erección en su trasero. ─Futuro señor Cipriano, ¿no tienes descanso? ─Pregunta en un murmureo. Lucille era una santa que pervertí con mi lujuria, ahora no hay nada que no querríamos experimentar. Deslizo mis dedos por el collar donde cuelga su argolla de diamantes mientras que con la otra mano tanteo la piel suave de sus muslos hasta llegar al bikini que cubre su coño─. Alex… ─jadea en cuanto aparto la tela para sentir su botón endurecerse con mi tacto pecaminoso, abriéndome camino en sus pliegues humedecidos. Veo sus ojos avellanados y sus mejillas enrojecerse de la vergüenza o la excitación. ─Estamos en público ─murmura. ─¿Y eso cuándo nos ha detenido? Me gusta follarte en todos lados, escuchar cómo te corres, maldición, Lucille…estoy loco por ti, y pensar que fue difícil que fueras mía…ahora serás mi esposa ─manifiesto con ronquez e introduzco dos de mis dedos en su coño haciéndola estremecer por mi arrebato─. Córrete en mi mano ─demando con imponencia moviendo mis dedos con más rapidez en su interior, sintiendo cómo me los humedece con su lubricación. Lucille se sostiene de mis hombros y toma mis labios en un beso pasional. ─Te amo…Alex ─dice con ternura. Me quedo embelesado admirándola mientras mi corazón late con fuerza, pues pensé que nunca sería amado, con todo y mis malditos demonios, todos los errores que he cometido y mi temperamento indomable…también con mi sed insaciable por el sexo. Soy un pecador de primera, todos los pecados capitales viven en mí y mi Lucille; ama cada uno de ellos─. Me gusta tu barba, da cosquillas ─jadea y trago con dificultad. ─Sin duda te amo, Lucille, más que a nada ─digo─. Por eso te he traído a tu lugar de ensueño antes de que nos casemos, eres feliz en el océano ¿Cierto? ─Pregunto remojando mis labios sin dejar de embestirla con mis dedos, ella gimotea mordiéndose el labio inferior y asiente con su cabeza. ─Vamos, Lucille, dame tu orgasmo ─manifiesto estimulando su clítoris con mi pulgar. Ella entierra su rostro en mi cuello aferrándose a mi cuerpo y con sus espasmos, temblores y algunos gemidos ahogados…se corre en mi mano. Sonrío con satisfacción, pues he corrompido a un ángel y tenemos una vida por delante para experimentar nuestra lujuria. Pienso en las fustas, las esposas, la cera erótica y mucho más de las cosas que usaré con mi Lucille. ─Eres perfecta ─digo sacando mis dedos para chuparlos y saborearla con descaro mientras sus mejillas se enrojecen más y no sé si es por el sol o por lo que acaba de sentir. ─Tú me haces perfecta ─dice con dulzura probando mis labios. ** Mi erección se controla y decido ir por unos tragos, miro a Lucille leyendo en la tumbona. ─Quiero un cóctel de Cardamomo ─requiere y remoja sus labios llamando mi atención. ─Esperemos que tengan cardamomo, o mandaré a buscarlo a la india por ti. ─Le guiño un ojo y camino hacia el área de las piscinas del resort donde se encuentra uno de los bares del lugar. Cuando llego, reposo mi brazo en la barra. ─Un Cóctel de cardamomo y un Bourbon, por favor ─pido a la mujer que atiende el lugar─. El cóctel es importante, lo que cueste, no será un problema ─reitero antes de que ponga peros. Ella asiente dándome una sonrisa. Miro mi brazo con tatuajes ya insolado. «Maldición, Lucille tenía razón con el protector solar» pienso, buscándola con mi mirada, a lo que ella a la lejanía se levanta de la tumbona y ondea su brazo. Mi celular suena y lo sostengo en mi mano arrugando mi cejo, veo que es mi padre quien me llama, la descuelgo. ─Padre… ─¡Has dejado la empresa a cargo de tu mejor amigo para irte a Hawái de vacaciones! ─Exclama interrumpiéndome. ─Nick es competente, él lo hará bien. ─Esta empresa es de la familia y lo que haces es gastar la fortuna que crea ─replica mi padre enfurecido. Ciertamente me ha valido tres cacahuates dejar la empresa para irme con mi chica hasta el otro lado del país para que ella pueda ver el océano. ─Me he comprometido con Lucille ─anuncio y él se queda en silencio. ─¿En serio? ─Pregunta y se escucha anonadado. ─Sí, papá. Se acabaron las relaciones pasajeras, las mujeres momentáneas, fiestas, y demás…me centraré ─digo, escucho de repente cómo solloza mi padre al otro lado de la línea, me hace sonreír y evito conmocionarme aclarando mi garganta─. Te llamo al regresar, papá, prometo recompensarte esta falta, ahora déjame celebrar con el amor de mi vida ─acoto. ─Cuídate hijo ─menciona─. Tu madre hubiera estado feliz de verte crecer ─dice y el recuerdo de mi madre falleciendo por el cáncer sigue siendo mi debilidad. ─Hasta pronto, papá ─digo, para colgar la llamada. Suelto un suspiro sacudiendo mis hombros, la muerte la mi madre fue el accionador de que me descarrilara como hombre; ahogándome en alcohol, las mujeres y el derrochar dinero. Ese Alexander quedó en el pasado, ya no hay nada que vuelva a enviarme a ese infierno sin retorno. ─Aquí tiene ─anuncia la chica deslizándome los tragos. Y le entrego mi tarjeta de crédito, ella se cobra y me doy la vuelta con los vasos en mis manos y una sonrisa en mis comisuras. Súbitamente, se escuchan unas detonaciones y las personas comienzan a correr despavoridas de la isla mientras gritan erizándome la piel. Abro los ojos y busco desesperadamente a Lucille. ─¡Lucille! ─Grito lanzando los cócteles al suelo y las personas me empujan en cuanto intento correr lanzándome a una de las piscinas. Mi corazón estalla en latidos golpeando mi esternón, nado de regreso a la superficie tomando una bocanada de aire y salgo de la piscina escurriendo el agua, miro hacia dónde debería de estar Lucille y no la veo─. ¡Lucille, maldición! ─Exclamo de nuevo. Vuelvo a escuchar el estallar de las balas, recordándome a muchas de las misiones que fui cuando era marine, quizá es de una ametralladora de asalto, la reconozco por mi experiencia. Los gritos de miedo de las personas me aturden cómo el que estén corriendo en diferentes sentidos destruyendo el lugar. De repente, veo cómo se llevan a una chica junto con un hombre, unos hombres en uniforme oscuro y encapuchados han llegado en una lancha lujosa a la orilla de la isla, y se…¿Están llevando a las personas? Mientras les disparan a algunas que ponen resistencia. «No es un atentado terrorista, esto es algo más» Corro y sigo buscando a Lucille. ─¡Alex! ─Escucho de manera súbita su llamado, abro los ojos con sobresalto. Noto que la policía costera aún no llega, giro y la veo…está luchando para que no se la lleven a la lancha. Sin pensarlo dos veces; corro hacia ella. Pero, una fuerza me lanza al suelo, y no era alguien, sino el impacto de una bala en mi abdomen, bajo la mirada vislumbrando cómo la sangre sale de mí a borbotones, me retuerzo, pero no por el dolor. Mi vista comienza a distorsionarse por el rápido desangre, intento levantarme mientras gruño arrastrándome sobre la arena. ─Lucille…necesito…salvarla ─murmuro. ─¡Alex! ─Grita ella en medio del sollozo. ─¡Es suficiente, el Alfa estará contento con este pedido, tendrá de dónde elegir! ─Exclama uno de los hombres con un raro acento. ─¡Lu-cille! ─Llamo con dificultad y vuelvo a caer en el suelo, mi cuerpo está fallando. Vislumbro con aturdimiento cómo la meten a la lancha junto a otras personas y ellos se suben con sus armas enormes. Mis ojos se escuecen viendo cómo la vida la arrancan de mis dedos, las lágrimas se deslizan por mis mejillas y vislumbro cómo su melena castaña se pierde en el océano en la lancha, como también pierdo la consciencia. ** Abro los ojos con sobresalto luego de soñar con Lucille, rememorando de nuevo el lugar en la isla. Pienso que todo fue un sueño. ─Lucille ─pronuncio exasperado y con la voz ronca. Me duele la garganta como si me la hubiera lastimado. Arrugo mi entrecejo mirando a mi alrededor, noto una vía en mi brazo y me quito la máscara de oxigeno de la boca para respirar mejor. «¿Estoy en un hospital?» me cuestiono ante lo obvio, quizá Lucille también está aquí. ─Disculpe… ─Llamo hacia la ventana a mi costado de la habitación que parece privada, una enfermera me observa y entra verificando mis signos vitales y la máquina a mi costado. ─¿Cómo se siente? señor Cipriano ─Pregunta, pestañeo por eso. Hago un mohín junto a un quejido al moverme. Tengo vendado el abdomen. ─No se mueva, podría desprender los puntos y le dolería más. ─¿Dónde está mi prometida? ─Cuestiono sin más. ─Oh…podría buscarla en el registro, ¿cómo se llama? ─Propone abriendo lo que parece ser un informe. Veo la caratula y noto que tiene el sello del estado, como si hubiera ocurrido un atentado y están registrando a las victimas o desaparecidos. Aclaro mi garganta y ella me entrega un vaso con agua─. Te han intubado por eso quizá sientes una molestia ─comenta. Asiento y suelto un suspiro. ─Lucille Hill ─digo y comienza a leer el documento en su mano. ─Lo siento, no está en el registro, la colocaré de inmediato. ─No, espera, ¿dónde estoy? ¿Qué sucedió en la isla? ¡¿Dónde está mi prometida?! ─Exploto desesperado, la enfermera da unos pasos atrás temerosa, intento moverme, pero la vía se hala y duele como nunca. ─No debería de alterarse, pronto le explicará la policía lo que sucedió ─explica caminando hacia la salida. ─¡No, no! ─Grito, pero, ella sale. Estoy perdiendo la poca cordura que me quedaba, me arranco la vía y bajo de la cama junto a un quejido por las suturas en mi abdomen, me lo sostengo y camino arrastrando mis piernas procurando no tropezarme. En cuanto salgo veo que el personal está muy movido, hay oficiales por doquier y muchos pacientes heridos en el pasillo esperando a ser atendidos. El desconcierto me invade y solo quiero encontrar a Lucille. Detengo mi cuerpo cuando escucho un televisor encendido con el noticiero. ─”En este momento el hospital privado de la isla está abarrotado, se le llama en estos casos un: código rojo, se están movilizando unos helicópteros para trasladar heridos a otra unidad y que puedan ser atendidos de manera rápida, muchos países están al tanto ya que entre los nativos se encontraban muchos turistas; hay varios desaparecidos, diez fallecidos e incontables heridos…es un momento atroz para la nación, pedimos al presidente que se haga justicia en contra de este atentado terrorista” ─Dice el reportero a lo que me lleva a arrugar el cejo. ─¿Atentado terrorista? Ellos no solo querían alarmar al gobierno. ─Señor, ¿qué hace aquí? ¡Vuelva a su habitación! ─Exclama un Doctor al verme. ─No fue un atentado terrorista ¡Busquen a mi Lucille! ─Suelto y de repente me sujetan unos enfermeros─. ¡Se llevaron a muchas personas! ─Insisto. ─Señor, cálmese. ─¡No, el tiempo es oro, tienen que buscarla! ─Grito. El punzón en mi cuello me dopa y pierdo fuerza. ─No estamos para esto, tiene suerte de que su familia pagara mucho dinero para que le atendieran, muchas personas se están muriendo en el pasillo mientras otras no lo lograron ─dice el Doctor enfurecido. Pestañeo lentamente. ─Me importan una mierda las demás personas, solo me importa…Lucille ─murmuro, cayendo en un letargo. ** Meses después… Washington D. C. Cuelgo la llamada de mi padre insistiendo que vuelva a mi vida, que deje de buscarla, pero, necesito saber que está muerta o que sigue con vida. Porque de lo contrario; estaré buscando a un fantasma. Me dejan entrar al edificio donde el detective encargado del caso me ha pactado, también estará presente el jefe de estado y el gobernador, dicen tenerme una información luego de que estuve todos los días viajando, buscándola por todos lados, investigando hasta el cansancio y solo he dado con algo clave: mafia irlandesa. El lugar está rodeado de patrullas policiales cosa que llama mi atención. Las ojeras malvas adornan mis ojos, no duermo lo suficiente porque siempre termino soñando con ella desapareciendo en el mar, resoplo subiendo al ascensor que me lleva al último piso del edificio. Saco mi petaca de metal y sacándole el tapón tomo rápidamente un sorbo de bourbon que hace arder mi garganta…sí, he recaído. La guardo dentro de mi abrigo y cuando llego al piso me requisan si llevo algún arma. Sacan la petaca y el sujeto se la enseña al detective Xavier. ─Está bien ─dice Xavier y este me la devuelve─. ¿Viniste bebido? ─Susurra molesto hacia mí. ─No… ─Respondo dudándolo. ─Maldición, Cipriano. Esto que estamos haciendo es muy peligroso y nadie lo puede saber ─dice llamando mi atención. Él me lleva hacia un espacio vacío donde solo hay una mesa y unas dos sillas. Detengo mis pies cuando traen a un sujeto con la cabeza cubierta de un saco oscuro, está esposado y lo lanzan en una de las sillas. Le quitan el saco de la cabeza y abro mis ojos al recordar la sonrisa petulante de uno de los hombres y los tatuajes de sus manos. ─Hijo de puta ─gruño y me detienen. ─El jefe del estado y el Gobernador han escuchado tu caso, capturaron a este hombre en una operación secreta de la CIA, está implicado en el atentado de Hawái donde te encontrabas junto con tu prometida. Es parte de la red de criminales de la mafia irlandesa y operan bajo el mandato del conocido “Alfa” la sobrina del Gobernador también fue secuestrada hace unos cuatro años atrás, con el rescate de ella podremos dar con los demás implicados y atrapar al jefe de dicha organización en Irlanda, pero… ─Al puto grano ─gruño encarando al hombre sentado. Mi corazón late con fuerza queriendo reventarle la cara. ─Toma asiento y tienes cinco minutos para preguntarle sobre tu prometida, es lo único que podremos darte, tendrás que detener la búsqueda y dejar que los profesionales se encarguen, es un campo muy peligroso, Alexander ─dice y me aparto de él caminando hacia la mesa, no tomo asiento, solo saco el celular de mi abrigo buscando la foto de mi Lucille, donde aparece sonriendo, tiene unos ojos avellanados y el cabello castaño. Lanzo el celular a la mesa llamando la atención del imbécil. ─¿Dónde está? ─Pregunto tajante. Él se inclina mirándola y sonríe. ─Está buena ─suelta y pierdo los estribos sosteniéndole del cuello de su camisa. ─Buena estará la paliza que te voy a dar, maldito infeliz ¡¿Dónde está Lucille?! ─Exclamo encarándolo. ─Cipriano… ─llama el detective. ─Tienes que dejar de buscarla ─dice de repente el sujeto, arrugo mi cejo. ─¡¿Por qué?! ─Frunzo mis labios y gruño. ─Está muerta, fue elegida por el Alfa ─dice y le suelto dando un paso atrás. ─No te creo ─murmuro. Él encoge los hombros. ─Alexander, tienes que irte, ya sabes la verdad ─menciona el detective. Mis ojos se escuecen y niego con la cabeza. ─¿Cómo…la eligió? ─Pregunto rápidamente y sin poder evitarlo, estrello mi puño en su cara haciéndole botar sangre por la boca. Él la escupe y me mira. ─Solo tienes que saber que está muerta ¡Está muerta! ─dice el hombre con acento irlandés. ─Sáquenlo de aquí ─demanda Xavier. Entre dos oficiales me sostienen luego de entregarme el celular y me sacan del lugar, el detective nos sigue─. Haz tu vida de nuevo, Cipriano, si quieres vuelve a enlistarte en la milicia para soltar aquello que tienes dentro, toda esa rabia acumulada, pero tienes que detenerte o toda tu familia estará en peligro. Estos criminales no están jugando y necesitamos atraparlos rápidamente y tu insistencia buscando a tu prometida que está muerta nos atrasará, si quieres maldita justicia, déjanos hacer nuestro trabajo ─dice palmeándome el pecho. Mis ojos arden de la impotencia. ─Te llamaré si encontramos algo más ─acota y me meten en el ascensor, él quedándose fuera. Al quedarme solo en la caja metálica comienzo a golpear las paredes botando la rabia mientras mis lágrimas no cesan. Creo que finalmente puedo pensar que no la volveré a ver… ** Pocos meses después…20/02/2031 Afganistán. Miro a través de la mira y acomodo mi cuerpo en el techo lleno de tierra. ─Ranger águila cumpleañero, cambio ─habla Nick por la radio. La tomo en mi mano presionando el botón. ─Esto me recuerda a que no debí de permitir que te enlistaras de nuevo conmigo, eres un dolor en el culo ─espeto negando con la cabeza. ─Sabes que me amas, y no puedes vivir sin mí ¿Pagas hoy las cervezas? ─Se supone que soy el cumpleañero, ¿no deberías de pagarlas tú? ─No es divertido así ─dice y suelto un resoplido. ─Ranger atacante, revisa el perímetro, para irnos de una vez por todas ─demando soltando el radio para apuntar mi rifle, verifico si hay algún civil y pestañeo al ver la figura de Lucille con su cabello castaño. Arrugo mi cejo, ella desaparece en cuanto mi corazón se acelera, aclaro mi garganta, pero cuando vuelvo a mirar por el lente de mi rifle, vislumbro un niño caminando con un chaleco lleno de explosivos hacia donde se encuentran mis compañeros del pelotón y Nick… Tomo la radio. ─Nick, hay un niño ─digo. ─Maldición ─espeta Nick. ─Me encargo ─anuncio levantándome, no es como si lo fuera a fusilar. ─¡No hagas de héroe, Cipriano! ─Exclama Nick. Bajo del techo corriendo con todo mi equipo encima y en cuanto salgo comienzan a disparar hacia mí. Es notable la trampa y están usando a un niño para esto. ─Te cubro ─Dice Nick acercándose a mí. ─¡Vete de aquí! ─Nunca, soy tu compañero ─insiste, me cubro con el muro y él del otro lado. ─Sal vivo de aquí Lacronte ─digo y él asiente, salimos derribando a los terroristas para correr hacia el niño. Cuando llego a él, se asusta─. Tranquilo, te voy a sacar esto ¿Está bien? ─Él niega con la cabeza y forcejea conmigo. ─¡Tenemos que irnos, estamos en el punto de fuego! ─Exclama Nick. ─Detente, niño, trato de salvar tu puta vida ─gruño y él comienza a gritar en su idioma. Abro los ojos sobresalto─. ¡Nick, corre, avisa al pelotón que se aleje de aquí o todos morirán! ─Exclamo. ─¡No te dejaré! ─¡Hazlo, mierda! ─Más te vale salir vivo de aquí, Cipriano ─espeta corriendo mientras se cubre de la ráfaga de balas hacia el pelotón que está muy cerca de aquí con los recién rescatados rehenes. Cuando hago ademán de quitarle finalmente el chaleco, lo lanzo al aire en dirección opuesta cubriendo con mi cuerpo al niño. Este explota aturdiéndonos y alborota la tierra lanzándonos a unos kilómetros más al este por las ondas expansivas de la explosión. Pestañeo con el pitido en mis oídos y gruño al sentir mis costados adoloridos. Miro al niño y solo parece asustado. ─¿Estás…bien? ─Pregunto. Él solo me mira sin entender, acaricio su cabello─. Voy a tomar una siesta, mientras mis compañeros nos sacan de aquí…solo unos segundos ─murmuro cerrando los ojos. ** Luego de pasar un mes en recuperación, me entregan la medalla de honor del ejercito y decido salirme de la milicia; volveré a ser un ex marine sin motivos, lleno de pecados por limpiar y con el fantasma persiguiéndome a donde vaya. En una visita a la iglesia, la iluminación llega a mí; seré sacerdote, comienzo el seminario para el sacerdocio, es la mejor manera de dormir a mis demonios, la lujuria, el dolor y todo mi pasado. Aunque, sé que es como ponerle a un poco de agua a un incendio forestal…en cualquier momento todo se consumirá. Actualidad… Knoxville Miro a la pelirroja que observa el entorno de la iglesia como si nunca hubiera pisado una antes. De repente, aparece de nuevo el fantasma de Lucille que me perseguía en mis recuerdos, se encuentra sonriéndome dulcemente con su cabellera castaña cosa que me desconcierta. Arrugo mi cejo preguntándome qué mierda está ocurriendo. ─¿Padre Cipriano? ─Pregunta la pelirroja, su voz es aterciopelada eriza mi piel, aprieto mi mandíbula por imaginarme cómo se escuchará gimiendo mientras la embisto con mi m*****o «Un ave maría por ese pensamiento pecaminoso» aclaro mi garganta mientras el monaguillo entrega el vino de misa. ─Clementina Quinn, que sorpresa encontrarte aquí ─dice Arturo, quien dijo ser el dueño del bar de Knoxville. El señor parece muy sorprendido. «Clementina Quinn…ahora sé cómo se llama la responsable de mis pensamientos pecaminosos» pienso y ella termina de entrar a la iglesia. ─Sí, quise probar eso de venir a misa ─responde y maldición, sus ojos grises se posan en mí mientras se relame los labios. ─La misa a acabado ─anuncio terminando de dar el cuerpo de cristo a los presentes. ─Que pena…¿No puedo recibir tampoco eso que pone en las lenguas de las personas? ─Pregunta en un tono algo juguetón. La miro y mi nuca arde con su presencia lasciva, su piel es tan blanca y puedo ver cómo sus pechos se mueven con su respiración. «Contrólate, Alex» pienso, pues tenía mucho tiempo sin sentir esto hacia una mujer y no pienso arruinar todo lo que he logrado por ella. ─Querida, es solo para las personas bautizadas en el catolicismo o que han hecho la comunión ─dice Sandra; la tesorera de la iglesia. Clementina entorna sus ojos en la mujer. ─Me bautizaré ¿Se puede? ─Pregunta y abro los ojos. Ahora todas las miradas están en mí, trago con dificultad. Sé que si permito que esa mujer esté cerca de mí más tiempo o si la toco…todo se irá a la mierda, los demonios comienzan a dominarme con su sola presencia, no me imagino lo que sucederá si llego a posar mis manos sobre su piel, solo sé que todo arderá conmigo en el infierno.
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