Camino con pasos calmados por el pasillo, vislumbrando a lo lejos una oficina. Llego hasta la puerta, entrando a hurtadillas, esperando que nadie me haya visto irrumpir los aposentos de estos mafiosos. Dejo despacio la perilla de mi mano, para dar unos pasos atrás.
Giro mi cuerpo, encontrándome con lo lujoso del lugar. Mostrándome un cuadro enorme del Boss con un lobo a su costado. Suelto un bufido por lo narcisista que se denota eso. Llego hasta el escritorio, buscando algún indicio del paradero de mi hermanita. Resoplo, revolviendo los papeles. Vislumbro un archivero, abriéndolo. En él puedo notar varios nombres, pero muy extraños… mis ojos encuentran el de “risas” lo tomo en mis manos, abriéndolo. Rápidamente lo cierro, asustándome con su horrible expediente.
─Una loca salida del manicomio que descuartiza y tiene una condición especial, que le provoca una risa espontánea ─repito, para memorizarlo en mi cabeza, la próxima vez que me encuentre con esa persona.
Mis luceros ven el de “muerte” mis dedos se deslizan en la gran carpeta, pero a mi costado escucho unos pasos. Vuelvo todo a su lugar rápidamente, notando que la puerta se abre, dejándome ver los ojos del Boss que me miran con frialdad. Mi cuerpo se queda estático.
─Ya te le escapaste tan rápido ─murmura, resoplando mientras niega con la cabeza.
─Estaba buscando el “capitolio” ─explico, apretando una sonrisa.
Él me ignora, pasando a la silla.
─Si estabas buscando algo sobre tu hermana aquí no lo vas a encontrar. Solo te puedo asegurar que está bien ─declara, sentándose como si nada.
Me dirijo a la puerta, aprovechando su indiferencia.
─Hazle caso a Donovan, él te protegerá y también la seguridad de tu hermana ─demanda en mi espalda ─. El capitolio está subiendo el sexto piso en el ascensor ─agrega, asiento, saliendo como bala antes de arruinarlo todo.
Llego hasta el ascensor, esperando que el número llegue al piso donde me encuentro. Entorno mis ojos al final del pasillo, al ver unas figuras caminar a mi dirección. Noto que el sujeto al que le rompí la nariz junto a dos más orangutanes. Presiono con desespero el ascensor, como si eso lo apresurara. De repente, se abre, y ellos corren hacia mí.
Me adentro en la caja metálica, presionando el piso y el botón de cerrar las puertas. Cuando ellos llegan, la puerta termina de cerrarse, con mi mano alzada y una sonrisa me despido. Relajo mi cuerpo al sentir cómo me he ganado ya un enemigo más. Lo pondré en mi lista, detrás de la gran mafia enemiga de Höfer y unas cuantas personas que he robado > Me cuestiono, resoplando.
Las puertas se abren, dándome paso a una gran sala abierta, que parece ser el capitolio. Al frente de un gran ventanal se encuentra Donovan, de espalda.
─Tardaste ─recalca a penas siente mis pasos.
─Quería despejar un poco la mente, cosa que te hace falta ─digo con ironía, sentándome en uno de los sillones y tomando una revista.
Él se acerca a mí, inclinándose, apoya de repente una mano del cabecero de la silla, encarándome su hermoso semblante > pienso, separando mis labios.
─Voy a relajar tu mente, vaciando un cartucho en ella… tenemos trabajo que hacer ─advierte, quitándome la revista de la mano para lanzarla lejos.
Donovan se coloca erguido, caminando hacia la salida, haciendo ademán de que le siga. Resoplo.
─Amargado ─murmuro para mí.
─En silencio ─reitera, gruñendo como siempre.
─Tengo la llave puesta ─menciono con gracia, pasando mi mano por la boca.
Elevo mis pupilas cuando abre una puerta, el cielo azul me atrapa, junto a la gran ventisca que alborota mi cabello. Camino detrás de él, visualizando un helicóptero.
─Le tengo miedo a las alturas y volar entra en una de esos miedos ─menciono en medio del ruido.
─¿No tenías la llave puesta? ─Inquiere, mirándome de soslayo.
─Donovan… voy a vomitar ─advierto.
─Hay bolsas dentro para que vomites, pero es la única manera de salir de este lugar hasta el hangar, sin que nos registren los oficiales en terreno ─declara, subiéndose. Siento mi corazón bombeando con fuerza, él me ofrece su mano. La observo un momento, tomándola finalmente y cerrando los ojos con fuerza.
─Demonios, demonios, demonios ─farfullo ante los nervios. Noto que él está sonriendo.
─Aquí no eres tan rebelde y valiente ¿Cierto? ─Insinúa, provocándome un suspiro.
Mis piernas comienzan a temblar y siento cómo se sube la bilis, cuando toma vuelo luego de que me colocaran el cinturón y los cascos.
─Prefiero morirme, dispárame, Donovan ─pido, sintiendo un ataque de ansiedad.
─Respira, aún no me divierto contigo ─declara, bajando la mirada.
─¡¿Cómo carajos se respira?! ─Grito, al borde del desespero.
Súbitamente, él toma mi mano. Abro mis ojos ante su tacto.
─Mírame cómo lo hago ─demanda, toma una bocanada de aire y la bota lentamente ─. Repite conmigo ─agrega, asiento. Haciéndolo de la misma manera.
Cuando nota que me voy calmando luego de un suspiro, suelta abruptamente mi mano, dejándome una sensación extraña en ella. Arrugo mi cejo.
─Gracias ─murmuro, sintiéndome apenada.
─Es mi trabajo mantenerte viva ─manifiesta, llamando mi atención a sus ojos intensamente grises.
Carraspeo, desviando la mirada.
─Suerte con eso ─digo con gracia, tratando de no mirar al vacío.
─Me estoy dando cuenta, eres una bomba en constante peligro de estallido ─destaca, con un tono más jocoso.
Sus concentración se coloca al instante en el piloto, dándole indicaciones que no logro entender. Bajo mi vista a mis manos, dejando salir un suspiro, percatándome que estoy atrapada en la boca del lobo y cumplir con mi trabajo logrará salvar la vida de mi hermana junto a mis extremidades, que por lo peculiar, les fascina a ellos desprender.
─¿A dónde iremos? ─Cuestiono, cuando aterrizamos finalmente en el hangar privado. Él me toma con fuerza del brazo, obligándome a caminar con prisas al jet tintado de mafia, lanzándome contra uno de los asientos. Dejándome atónita.
─Iremos a Marruecos ─responde finalmente, arrugo mi cejo. Mirándole desde abajo, él se coloca al frente de mí, mirando con odio todo a su paso.
Me acomodo en el asiento, aún con muchas dudas en la cabeza.
─¿Y qué haremos en Marruecos? ─Inquiero, sus ojos estallan en mí, como si hubiera dicho algo prohibido o la solución para la hambruna.
─Agatha… trabajaremos ─responde, sin más detalles.
Estoy pensando en regalarle un diccionario, quizás así conozca más palabras comunicativas, siento que estoy hablando con el Tarzán guapo de la nueva era. A mi costado aparece una chica de cabello rubio recogido en coleta y su uniforme de aeromoza.
─¿Desean algo para el trayecto? ─Inquiere con una sonrisa.
─Ron ─responde él con sequedad sin quitar sus ojos de mí. Pero sin colocarme nerviosa o incomoda.
─Yo quiero agua, por favor y un paracaídas para lanzarme ─pido, sonriéndole a Donovan.
Él suelta una carcajada ante mi comentario.
─Que sean dos paracaídas ─reitera, la chica asiente sin decir otra cosa, retirándose.
Donovan sigue con su vista el trasero de la chica, arrugo mi cejo, al notar que no disimuló ni un poco ¿Pero qué se puede esperar de un mafioso? Tiene poco respeto ante la sociedad, o quizás ninguno. Menos lo tendrá con una chica.
─Tú. ─Suelta de repente, llamando mi atención ─. Ve a cambiarte, se te ha seleccionado un atuendo para ir de incógnita, serás una de las rosas ─agrega, le miro con desconcierto. Solo una vez me infiltré como una “Rosa” y terminó muy mal, pues le robé los diamantes a la mafia que ahora al parecer pertenezco o solo me están usando.