─¿Trabajaré contigo? ─Inquiero, luego de que el jet comenzara su curso, me deshago del cinturón.
─Serás mí “Rosa” así que… sí ─dice, llevándome a sonreír.
─Soy una buena “rosa” tú solo di si quieres que sea cariñosa o ardiente ─menciono, levantándome para dirigirme a la habitación apartada.
Sus ojos intensos llenos de muchas cosas oscuras, me observan de arriba abajo como si me estuviera comiendo con su mirada. La aparta, carraspeando.
─Solo tienes que estar bien vestida y sonreír, mientras cierro el trato con los marroquíes de la nueva mercancía… y si les gustas, mucho mejor ─explica con frialdad. Tomo una bocanada de aire, sé cómo actuar al frente de un hombre, es mi especialidad para robarles dinero u obtener lo que deseo. Lo que no sabe Donovan es que soy capaz de muchas cosas más y ser su dolor de cabeza está agradándome.
─Como diga, su majestad ─murmuro, dándome la vuelta para cerrar la puerta de la habitación privada para el descanso en vuelos largos. Mis ojos vislumbran la cama elegante y al levantar mi mirada, encuentro un forro colgado en el armario, donde quizás esté mi vestimenta. Camino hacia él, bajando el cierre lentamente, encontrándome con un vestido rojo de escote pronunciado.
─Supongo que me llevaré muchas miradas ─murmuro para mí, resoplando. En mi mente llega el pensamiento de mi hermana, arrugo mi cejo, apretando la tela en mi mano.
─Haré lo posible para escapar juntas ─agrego, tomando el vestido.
Termino de abrocharme los tacones, al inclinarme un poco. Me coloco erguida, sin sorprenderme mucho por la imagen que se refleja en el espejo al frente de mí. El vestido amolda de manera agradable mis curvas, no tengo los senos tan grandes, cosa que el escote queda bien. Paso mis manos por mis muslos, alisando la tela. Acomodo mi cabello ahora seco y me coloco un poco de maquillaje que me han dejado en uno de los buró. Esbozo una sonrisa, sabiendo que seré una buena “rosa” para Donovan. Abro la puerta, para salir de la habitación. Me detengo en seco, cuando no me encuentro con su figura.
Tomo asiento, sorbiendo un poco del agua que me han dejado. Miro a todos lados, pero al pasar los minutos, sigue sin aparecer en mi vista.
Súbitamente, se abren las cortinas al frente de mí, dándole paso a la aeromoza, que acomoda su cabello y en su semblante se denota enrojecido o como si hubiera llorado. Limpia con su mano sus comisuras, dándome a entender otra cosa. Más atrás aparece Donovan, acomodándose el pantalón con una sonrisa en su boca.
Él se lanza en el asiento, tomando un sorbo largo de su vaso lleno de ron cobrizo, dándome una mirada que logra colocarme un poco excitada. Poso una pierna encima de la otra, mostrándole la tela que falta en ellas.
─¿Cómo me veo? ─Inquiero, sabiendo la respuesta.
Donovan carraspea, resoplando para dejar de un solo golpe el vaso en la mesita.
─Te ves como una “rosa” solo eso ─declara con frialdad.
─¿Estuvo buena la felación? ─Cuestiono con una sonrisa.
─A ti no te interesa ─manifiesta, pasando su mirada hacia atrás.
─Cierto, pero si voy a ser tu “rosa” quiero saber qué es lo que te gusta, le preguntaré a ella cómo lo hizo, si te ha gustado ─comento, llamando su atención. Sus ojos grises se colocan en mí con intensidad por mis palabras.
─Yo no te quiero para eso… no me interesas ─recalca, tomo una bocanada de aire > pienso, arrugando el cejo.
─Entonces le daré mis habilidades a algún Marroquí, así quizás cierras el trato con efectividad ─suelto con prepotencia, sintiéndome ofendida. Hago ademán de levantarme, pero él hace lo mismo, posándose al frente de mí y tomando mi cuello.
Su respiración se posa en mis mejillas.
─Tú harás lo que yo te diga, si te acercas a uno de ellos sin que te lo haya demandado… me encargaré de que tu hermana sufra las consecuencias ─gruñe cerca de mis labios, mi corazón se acelera ante la excitación que me ha provocado su masculinidad.
─Si le haces algo a mi hermana te quedarás sin un puto diamante ─amenazo, colocando mis ojos en los de él, que se abren ofendidos por mis palabras. Él se aparta, vociferando un gruñido.
Esbozo una sonrisa, percatándome de que los diamantes son mi salvavidas en todo esto.
─Seguramente el Boss no le gustaría ¿Cierto? ─Cuestiono, echándole más leña al fuego que está creciendo en su cabeza.
─Cállate, Agatha ─murmura, sentándose, para beber lo que quedaba de su ron. Lanza de repente, el vaso al suelo, llamando a la aeromoza, quien se agacha a recoger los vidrios como un perro faldero. Me cruzo de brazos, viendo lo humillante que es para una mujer. Camino hacia ella, tomándola del hombro para indicarle que se levante.
─Que él limpie su mierda ─manifiesto, dándole una mirada fuerte a Donovan. Quien parece más desconcertado de lo normal.
─Vete ─agrego hacia la chica, quien asiente rápidamente y se va despavorida.
─Me estás colmando la paciencia, maldita Diosa ─recalca él, levantándose para colocarse al frente de mí, encarándome su dura mirada.
Su respiración se acelera, provocando que su pecho suba y baje junto a la dilatación de sus fosas nasales, provocándome un calor en mi nuca… he de admitir que se ve más atractivo.
─¿Ese será mi seudónimo? ─Inquiero con una sonrisa, haciendo que resople.
─¿Debo de decirte “muerte”? Porque la verdad se me hace un poco brusco ─agrego, molestándole aún más. Él resopla, sujetándose la cabeza.
─Me dicen también “Semidiós” ─gruñe, como un mal recuerdo.
Separo mis labios, ya que es perfecto ese nombre para él.
─Es perfecto… pero quiero algo más original, ¿Por qué te dicen así? A parte de ganarle a la muerte ─Inquiero, tomando asiento, con su mirada aún llena de fuego en mí. Tomo un sorbo de mi agua, cruzándome de piernas. Noto cómo sus pupilas viajan a mi piel desnuda, y cómo se calienta aún más.
Carraspea, desviando la mirada, para tomar asiento nuevamente al frente de mí.
─En una redada, quedé atrapado encima de uno de los pilares de cemento que cayó por un explosivo, cuando estuvieron en mi búsqueda, levanté el muro de cemento, para salir y desmayarme al frente de todos… dicen que desde ese momento soy un semidiós por la fuerza que ejercí y por sobrevivir a eso. Me parece estúpido, solo tuve suerte o estaba demasiado drogado ─explica con cierta incomodidad.
Esbozo una sonrisa, mirándole. Para colocarle más incómodo.
─Eres “Hércules” para mí ─menciono, viendo cómo su semblante se sorprende.
Suelta un bufido, desviando su mirada de mí.
─Me da igual ─comenta, levantándose para ir al baño. Dejándome con la sorpresa de que definitivamente es un semidiós porque ese trasero no es para nada de un simple mortal.