| Luna de tortura |

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Con un nudo en la garganta subo las escaleras del jet privado, no tengo ni idea a dónde nos llevará. Si acaso ¿Deberíamos de estar viajando a nuestra “luna de miel”? Si no se consumará, es ridículo. Pero, al parecer, ahora le pertenezco a este hombre, que solo me mira con odio. Será imposible enamorarlo, es que…pareciera que no tuviera corazón. Visualizo el interior del jet, es todo en color caramelo, con sus iniciales en los asientos. Se nota que tiene dinero, no por algo es el más temido en negocios, es un tiburón despreciable que, si tiene la oportunidad, te logrará destruir tus sueños. Lanzo mi cuerpo en el asiento, aún con el vestido de novia puesto, me cruzo de brazos, clavándole mi mirada molesta. Él, en cambio, el hombre más frío del planeta tierra, desabrocha el botón de su traje para sentarse con petulancia al frente de mí. «Es malditamente atractivo» pienso, desviando mi mirada, cuando llega la aeromoza con un traje pequeño y pegado al cuerpo. La pelirroja, inclina su escote sin miramientos, dejando en la mano de Ezra un vaso de cristal con licor cobrizo en hielos. ─Señora Hamilton, ¿desea algo de beber? ─Inquiere, la chica, hacia mí. Me había quedado absorta ante la reacción de él, hacia la mujer. Pestañeo, mirando sus ojos marrones. Él, suelta una carcajada petulante. ─No tiene edad para beber alcohol ─espeta, clavando sus ojos miel en mí─. Tráele leche tibia ─agrega, ruedo los ojos, resoplando. «No soy una niña» el calor del enojo se plasma en mi piel y comienzo a sentir que me hierve. Frunzo mis labios, mirando a la chica, luego de tomar una bocanada de aire. ─Quisiera beber un Negroni, por favor. Si tengo la edad para casarme, y coger, también la tengo para beber un trago ─declaro, provocando que los ojos enojados de Ezra me odien más. Esbozo una sonrisa, cuando la chica perpleja, se retira. Él, resopla, mientras aprieta su mandíbula. Acomodo mi espalda en el asiento, cuando anuncian que comenzamos a despegar. El silencio se siente incómodo, además de sentir cómo me ha asesinado de mil maneras, mientras que, quizá me haya imaginado algunas cosas, es un hombre muy lascivo e intenso ¿Cómo podría vivir con un hombre así, que no me desee ni un poco? Esto, en definitiva, es un castigo. ─¿A dónde vamos? ─Cuestiono, llamando su atención. Sus ojos miel que se desviaban a un lado, se posan de nuevo en mí, llevándome a pasar saliva por cómo me mira. ─Las Bahamas, tengo que cerrar un negocio en ese lugar ─expresa, sin más «lo sabía, no es una luna de miel, creo que es luna de tortura y castigo para Ginebra Bass» Si alguna vez interrumpí un altar santo, y este es mi karma, necesitaré pedir perdón. ─No traje maletas ─declaro, arrugando el cejo. ─Tienes mi tarjeta dorada, úsala para comprarte ropa ─murmura, lanzando la tarjeta en la mesa, bajo mis ojos, en ella. Recordando que mi padre, tiene una igual, la cual he usado en varias ocasiones. ─¿Dormiremos en la misma habitación? ─Pregunto, y sus ojos se posan en los míos, con intensidad. De repente, aparece una comisura ardiente, que me lleva a apretar mi estómago. ─¿Qué crees? Eres mi esposa, se verá mal que duermas en habitación separada... ¿O te da miedo no poder controlarte y meterte en mis sábanas, suplicándome que te folle? ─Suelta, provocándome. Aprieto mis manos en el vestido por su risa «maldito, solo estás burlándote de mí» ─Ya quisieras tú ─gruño, manteniendo mi cejo apretado. Su sonrisa desaparece, inclinándose hacia mí. ─Nunca suplicaría por ti, si quiero un coño, me busco una mujer experimentada que sí sepa darme placer ─declara, trago grueso, por sus palabras hirientes. ─Eres un imbécil ─farfullo, desviando mis ojos de él, para clavarlos en la pequeña ventana a mi costado, trato de aguantar el sollozo de impotencia que se me plasma en la garganta. ─Bueno, tu padre, prácticamente, te vendió a un imbécil. Ahora soy tu esposo ─declara, clavo mis uñas en mis muslos, sintiendo el ardor en mis ojos. Ezra, tira su espalda, de nuevo al asiento, bebiendo su trago. A los minutos, la sobrecargo, me trae un vaso con un licor que, en mi vida, nunca he probado, pero, mi hermana sí. Tomo de él, rápidamente, sintiendo el ardor en mi garganta, hago un mohín, ocultándolo. Noto, cómo sus luceros, me observan cada cierto instante, colocándome incómoda. Escucho cómo resopla, y todo el viaje, se torna en silencio. «No sé cómo soportaré esto» Pienso, viendo la opción que me propuso mi hermana. ** Me remuevo en mi asiento, con unas manos acariciando mis muslos para levantar mi vestido, mi corazón palpita con fuerza y mi cuerpo reacciona por las caricias. Muerdo mi labio, cuando vislumbro su rostro entre mis piernas, suelto un jadeo por la impresión de esos ojos imponentes y malvados mirándome con deseo. ¿Qué es esto? Me cuestiono, por cómo mi sexo se deleita por la vista que estoy teniendo. ─Te haré mía, Gin, te tomaré como mi mujer ─suelta, con su voz rasposa y dominante. Trago con dificultad, sintiendo el calor en mi cuerpo avasallarme, se posa entre mis muslos, desliza el liguero de mi pierna con sus dientes, provocándome un gemido. ─Señora Hamilton, señora Hamil… ─llama, de repente, la sobrecargo, abro los ojos con sobresalto, mirando a mi alrededor. La mujer, se aparta, asustada por mi reacción, arrugo el entrecejo, vislumbrándome aún en el asiento del jet, pero esta vez, el sujeto que dice ser mi esposo, no está al frente de mí, odiándome─. Ya hemos aterrizado, el señor, la espera en el auto ─menciona, asiento, aclarando mi garganta. ─¿Cuánto tiempo…? ─Le lleva esperando treinta minutos, pero, estamos por hacer la limpieza del jet, él dijo que le dejáramos dormir ─expresa, trago, levantándome y arrastro el vestido. ─Gracias ─digo, apenada. ─Que tenga unas lindas vacaciones ─acota, a mi espalda. Asiento, porque de “lindas” no tendrán nada. Bajo las escaleras del jet, con el sol dándome en el rostro, entorno mis ojos, por eso. Y unos sujetos, vestidos de n***o, me escoltan al auto de vidrios polarizados, me abren la puerta, mis ojos se clavan en el interior. Mis mejillas se encienden cuando veo su rostro, el recuerdo de mi sueño, me traiciona. Él solo me observa frío, me introduzco, acomodando la falda del vestido. ─Gracias…por dejarme dormir, no pude hacerlo por… ─No me interesa ─interrumpe, tajante─. Vámonos, tengo cosas qué hacer ─ordena, hacia el chófer, que comienza a manejar. ─No tienes que ser una mierda conmigo, soy la que menos quiere estar a tu lado, créeme, hubiera dado una pierna para no casarme contigo ─gruño, molesta por sus tratos. Él, clava sus ojos en mí, como si mis palabras le hubieran asombrado de alguna manera. ─Y no tienes ni idea del infierno que será todo esto ─espeta, sin más. ─¡¿Por qué yo?! ¡Ni me conoces! ¿Qué quieres, las empresas de mi padre? De igual manera, no las obtendrás ─manifiesto, arrancándome la diadema que tontamente cargaba aún enredada en mi cabello. Los ojos se me escuecen sin dejar de mirarle. Su rostro se tensa, y sus labios se fruncen. ─Solo eres parte de mi tablero, una pieza más…algo insignificante ─murmura, con crueldad, suficiente para que me doliera por más que no sienta algo más que repudio hacia él. Las lágrimas, se deslizan por mis mejillas, las barro con mi mano, él no merece que llore─. Si me resultas inútil, te daré el divorcio, mientras, tendrás que aguantarte a ser mi esposa ─agrega, otra punzada más en mi pecho. ¿Inútil, cómo podría serlo si él no quiere un matrimonio normal? Me cuestiono, mirando mis pies con pantuflas del avión. Tomo una bocanada de aire. ─Ezra, eres tal cómo dicen ─murmuro, plisando con mis manos el tul del vestido. Él, alza una ceja, mirándome. ─¿Cómo? ─Cruel, malvado, y un maldito asno ─espeto, lo último, solo lo he dicho yo. Él, aprieta su mandíbula, al responderle. ─Pensé que dirías: Excitante, inteligente, buenmozo y excelente en la cama, pero, recuerdo que tú nunca sabrás lo último. Me gusta dar miedo, imponer respeto, lo que digan, solo me da más poder ─declara, suelto un resoplido por su comentario. ─Bueno, te tendrás que acostumbrar al peso de tu cabeza ─murmuro, llamando su atención─. Por los cuernos que te crecerán, no creas, que te seré fiel a tanto desprecio, soy mujer, me gusta el placer y el sexo, parece que no hay reglas en este matrimonio, tú, podrás buscar lo que deseas en otros cuerpos, mientras que yo… ─él, calla mis palabras, tomándome del cuello, mi respiración se altera, porque no es un agarre fuerte, al contrario, algo en mi vientre se calienta cuando su respiración palpa mis labios. ─Eres mía y de nadie más, mi maldita esposa. Tienes prohibido ser tocada por alguien más…que te quede claro, Ginebra Bass ─gruñe, posesivo en mis labios, con sus ojos miel en los míos. «Maldición, me estoy excitando, esto jamás, me había ocurrido» ─Entonces, cumple con tu deber como esposo, porque el amor, lo puedo encontrar en otro lugar, igual que el placer. Escogiste a la peor Bass, si tú quieres ser mi torturador, también lo seré contigo ─advierto, sabiendo en el fondo, que no soy capaz. Ezra, me mira con intensidad, capaz se calentarme la piel con sus ojos. Suelta mi cuello, con un resoplo. Se aparta de mí, desviando su mirada a la ventana, pareciendo pensativo. ─El que se atreva a tocarte, tendrá que vérselas conmigo, así que, si no quieres estar involucrada en un asesinato, compórtate ─declara, con imponencia, provocándome un jadeo reprimido. El interior del auto, se torna tenso, en total silencio. ­«¿Pero qué carajos? Me trata como un adorno, pero dice esas cosas que me confunden demasiado» me cuestiono, de repente, no sé si fue el licor asqueroso, que me hizo decir todas esas cosas. Llegamos al lugar, que más parece un paraíso, tiene un enorme letrero elegante, que nos da la bienvenida al hotel cinco estrellas “Atlantis Deluxe” dejo salir un suspiro, al recibirnos y las personas me observan con desconcierto igual que a él, ya que aún tenemos la vestimenta de recién casados, pero no nos vemos nada felices. ─Bienvenidos, señor y señora Hamilton, su habitación presidencial, está lista. Estamos a su servicio, como siempre, es un honor tener al hombre que hizo este lugar realidad ─expresa, un sujeto sonriente, con su respectivo traje elegante. ¿Este sitio es de él? Me pregunto, sorprendida, sabía que tenía poder y dinero, pero… ¿por qué entonces quiso casarse conmigo, si no es por dinero? Las preguntas se instalan en mi mente. ─Gracias, Peter, quisiera que me trajeran un armario completo, sabes mis tallas. Y guíes a mi esposa, para que haga sus compras, que le den lo mejor que tengan de las marcas de lujo ─menciona, Ezra, siguiendo su camino. ─Por supuesto, señor ─dice, Peter. Mirando cómo se aleja de nosotros, caminando hacia el ascensor, las mujeres se le quedan viendo, quizá por su imponencia o su belleza. Peter, gira su rostro nervioso hacia mí, dándome una sonrisa. ─Señora Hamilton, la llevaré con una asistente personal, la atenderán de maravilla ─expresa, el solo escuchar ese apellido, se me aprieta el estómago. ─Gracias, necesito muchas cosas, como podrás ver, tengo este estúpido vestido ─murmuro, pareciendo no afectada. ─Es muy hermoso, pero no se preocupe, tendrá lo que desee, el señor nunca escatima ─declara, guiándome, luego de un asentimiento. Luego de horas escogiendo muchos conjuntos, vestidos, ropa interior de encaje y demás. Suben las bolsas conmigo, los botones, abren la puerta de la inmensa habitación, que parece más un departamento, tiene una hermosa vista del lugar con sus islas alrededor. ─Todo listo, señora Hamilton ─anuncia, a mi espalda, dejando las bolsas en el suelo. Les doy una sonrisa, buscando tontamente un billete para la propina. Apenada, les doy una mirada─. No se preocupe, nuestro servicio está pagado ─menciona, uno de ellos, alejándose para cerrar la puerta. Dejo salir un suspiro, escuchando la ducha de la habitación. Camino despacio, mirando todo a mi alrededor, me encuentro con la inmensa cama, y mis pasos se detienen de golpe. Súbitamente, Ezra, sale del baño, con una toalla en la cintura, su torso está húmedo, tiene un buen abdomen, se denota fuerte con brazos anchos y unas líneas marcadas en su abdomen y que viajan hacia su…demonios, se denota en la toalla. Las mejillas se me encienden de la vergüenza, aparto mi vista de él, quien se seca con una toalla el cabello. Esboza una sonrisa burlona, cuando se percata de que le he visto de más. ─Sé lo que causo en las mujeres ─espeta, de repente, llamando mi atención. ─No soy una mujer cualquiera, y no babeo por hombres como tú ─declaro, pasando por un lado de él. Ezra, de repente, me toma del brazo, acercándome a él. Sus ojos se afincan en los míos, mi pecho, sube y baja, cuando siento en mi palma, su pectoral caliente y húmedo. ─No, no lo eres ─dice, arrugando su cejo, me suelta, aclarando su garganta, mientras se aleja de mí, dejándome desconcertada. Camino con prisas al baño, encerrándome en él, con el pecho ardiendo y mi vientre encendido, mis mejillas están calientes y me estoy odiando en este momento, porque mi cuerpo, reacciona de una manera en que no deseo…no puedo desear a ese hombre. «Es cruel, malvado, y despreciable» pienso, convenciéndome tontamente, de eso.
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