| El día de la boda |

1847
Un día después… Mi corazón golpea mi esternón con fuerza, mis manos sudan igual que mi cuello. Me encuentro enfundada de un vestido de novia, que mi padre ha mandado a buscar a último momento, siendo muy exagerado y sin ganas para refutar, ya que no deseo esta boda. Con toda mi alma, solo quiero echar a correr lejos. Kael, no me responde los mensajes ni las llamadas, cosa que me hace sentir mal ¿Ya le dejé de gustar, no me ama por no entregarme a él? Me cuestiono, el mismo pensamiento que tuve anoche, una y otra vez. No dormí, pensando en hoy, tengo mucho miedo. Mi mejor amiga, sigue en su viaje a Bora Bora junto con su familia, tiene poca cobertura y solo pude recibir un mensaje de ella que decía: “¡¿Pero qué mierda?! ¡No te cases!” pero heme aquí, con los ojos inundados de lágrimas, arruinando mi maquillaje. La puerta del pequeño cuarto de la capilla, se abre. Dejando pasar a Gema, que carga un hermoso vestido rojo, que marca su figura. ─Vine a ver si estabas bien ─menciona, suelto el sollozo, corriendo hacia ella. Quien me envuelve con sus brazos─. Lamento que te tengas que casar con alguien a quien no amas…pero tengo un plan ─suelta, llamando mi atención. Arrugo el entrecejo, sorbiendo la mucosidad de mi nariz para mirar sus ojos azules. ─¿Qué plan? ─Luego de casarte, lo denunciarás, dirás que te golpeó o que te fue infiel. Escuché que tiene que serte fiel, según mi padre…y podrás divorciarte de él. Él seguirá asociado a la dinastía, casándose conmigo ─manifiesta, abro los ojos. Dando un paso atrás. Gema, esboza una sonrisa, esperando a que reaccione por su propuesta. ─Es descabellado ¿Cómo obtendré las pruebas? ─Cuestiono, tengo la mente muy cansada, igual que mi corazón. ─Te ayudaré, solo… ─Sus palabras se interrumpen, dejando entrar a mi padre. Quien arruga el entrecejo, con su mirada en mi hermana. ─¿Querías verificar que no me he escapado? ─Le pregunto con desdén, pasando mis manos por mis mejillas, barriendo el rastro de lágrimas. ─Gema, ve afuera, anuncia que la novia ya saldrá, por favor ─ordena, hacia mi hermana. Ella, aprieta mis manos, dándome una sonrisa de aliento para desaparecer de mi vista. Mientras que mi padre, camina con las manos delante de él. Acercándose a mí─. Estás hermosa, hija ─dice, acariciando un mechón de mi cabello. ─Estaría mejor, si no me fuera a casar con un desconocido ─espeto, dándole la espalda. Estoy muy enojada con él, por poner mi mano en un contrato, entregarme de esta manera tan atroz a un hombre despiadado. ─Hija…lo hago por nuestro bien. ─¡¿Qué hiciste con Kael?! No me contesta los mensajes ─inquiero, encarándolo para mirarle con odio. Mi pecho sube y baja, imaginándome lo peor por su semblante. ─Lo mandé lejos ─responde, sin más. Doy un paso atrás, posando la mano en mi pecho, al sentir una estocada de mi corazón. ¿Lejos, lejos de mí, lejos de dónde? Las preguntas me avasallan. ─No tienes que preocuparte, ese muchacho estará mejor ahora de lo que nunca se imaginó estar. Le pagué la universidad, de la carrera que quiso, una casa, y dinero suficiente para que viva. Él, no puede estar con una chica como tú, eres mucho… ─¿Mucho, qué? ¡Eres malvado, yo lo amo! ─suelto, soltando un sollozo. ─Tienes que entender que eres importante, en cambio él…no lo es ─declara, con crueldad. Hace ademán de tocarme. ─¡No, no, ni quiero casarme! ¡Tú me estás obligando! ─Grito, exasperada, sin poder creer lo que ha hecho solo por poder. Jasper Bass, puede ser un buen padre, excelente empresario, pero, también es codicioso y es el único defecto que tiene. A parte de colocar a su dinastía, antes de que sus hijas. Mantiene su semblante serio y deja salir un suspiro. ─Límpiate el rostro y sal, tu futuro esposo, te está esperando ─declara, sin más─. Te amo con todo mi corazón, que no te quede duda de eso, Gin ─suelta, antes de salir. Lanzo el ramillete de flores blancas hacia la puerta que cierra con él. Dejo salir un grito desgarrador, sintiendo que todo se desploma a mí alrededor. Caigo al suelo, sollozando, una vez más. Luego de limpiar mi rostro, escucho la música nupcial. Los latidos explotan dentro de mí. Mi padre, se mantiene a mi lado, sosteniendo mi brazo. Gema, se adelanta, caminando al frente de mí, por el largo pasillo. Los invitados, se levantan, cuando se percatan de mi presencia, con el velo, cubriendo mi rostro, comienzo a mover mis pies al ritmo de la marcha nupcial. Reprimo el nudo en mi garganta, al colocar mis ojos al frente, donde está la figura de mi futuro esposo. Está vestido con un traje completamente n***o, se denota imponente, y llama la atención de todas las mujeres a su alrededor «Lo que tiene de atractivo, lo tiene de hijo de puta» pienso, apretando el ramillete en mi mano. ─No creo poder hacerlo ─murmuro, nerviosa para mi padre. ─Lo harás, Ginebra, es tu deber. Si no quieres que perdamos todo…di tu mano, y si incumplo, me quitará todo ─manifiesta, guardándose algo tan importante. Abro mis ojos como platos, al entender su insistencia «demonios y mil demonios» Mis luceros, se posan en los de Ezra Hamilton, su miel es dominante, colocándome más nerviosa. Los latidos no dejan de hacer ruido en todo mi cuerpo. Remojo mis labios, llegando al arco nupcial. Mi padre, me entrega a él, y cuando sus manos, tocan las mías, una corriente recorre mi cuerpo, provocándome un traspié, casi cayendo. Pero él, me sostiene, manteniendo su semblante endurecido. Siento su odio. ─Genial, ni puedes caminar bien ─espeta, en un gruñido despectivo. El padre, en el púlpito, comienza con la ceremonia, diciendo las palabras respectivas─. Al grano, padre, no tenemos mucho tiempo, tengo ganas de follarme a mi esposa ─suelta, junto a una sonrisa maquiavélica. Trago con dificultad, junto con el padre, quien parece incómodo. ─¿Eres virgen? ─Cuestiona, sin importarle nada ni la presencia de Dios en el lugar. Miro hacia los lados. ─No, por supuesto que no ─miento, él, cambia su gesto. ─¿A qué edad empezaste, a los diez o qué? Porque pareces una chiquilla ─manifiesta, con desdén. ─No creo que sea lugar para discutir mi apariencia. Soy adulta, y lo sabes, soy una mujer ─espeto entre dientes, encarándolo. ─¿Una mujer? ¿Si acaso sabes hacer una buena mamada? ─Inquiere, tratando de provocarme, porque él mismo dijo que no me tocaría. Hace que mis ojos se salgan de orbita. ─¡Señor, Hamilton! ─Exclama, el padre, reprimiéndolo. Él, suelta una carcajada, importándole tres pepinos─. Intercambien anillos ─ordena, el padre. No habrá votos, porque solo es una boda de negocios, no hay amor…ni en lo más mínimo. «Mi boda soñada, se fue al traste» ─Supongo que fuiste criado por neandertales ─murmuro, colocándole el anillo con brusquedad. Ezra, remoja sus labios, apretando mi mano. Hago un mohín de dolor, cuando me coloca el anillo. ─Esta es tu sentencia, Ginebra Bass: sin amor, sin placer y sin felicidad ─menciona, apartando sus manos de las mías, como si le ardiera o le provocara asco tocarme. ─Los declaro, marido y mujer, puede besar a la novia ─anuncia, el padre. Pero, él, se baja de la pequeña tarima, alejándose de mí. ─Ezra, ¿A dónde vas? Queda la fiesta de celebración y no puedes dejar a mi hija así ─inquiere, mi papá, deteniéndolo en el camino. El que ahora es mi esposo, clava sus ojos en mí. ─No hay nada que celebrar, nos vamos al aeropuerto. Acabaremos de una vez por todas con esto, te dije que era solo por negocios…luego de la luna de miel, cumplirás con tus promesas ─espeta, dejándolo sin palabras, a mi padre. Quien queda anonadado. Todos los invitados me observan, por ser la esposa más despreciada del momento. Bajo de la tarima, llena de rabia. Me acabo de casar con él y me trata de esta manera. Subo la gran falda de mi vestido, sacándome uno de los tacones. Lo tomo en mi mano, caminando detrás de él. ─¡Hija, detente! ─Exclama, mi padre. ─Él hace un espectáculo, y no le dicen nada. ¡Le demostraré qué es un puto espectáculo! ─Grito, exacerbada de todo. Impulso mi brazo, lanzando mi tacón justo en su espalda. Gracias a mis lecciones de arco y tiro, mi zapato, se estrella contra él. Ezra, detiene su caminar, por el impacto. Mi corazón late efusivo y comienzo a pensar que ha sido un gran error. Él, se gira con el cejo fruncido, pareciendo un demonio. ─¿Me lanzaste un zapato? ─Cuestiona con la voz gruesa, acomodando su mandíbula, en un síntoma de enojo. Peina su cabello hacia atrás, tomando una bocanada de aire. Mantengo mi quijada alzada. ─Oh, lo siento, esposo. No era para tu espalda, sino, para su estúpida cara ─espeto, esbozándola una sonrisa. ─Eres una… ─Ezra, ni se te ocurra, insultar a mi hija ─interrumpe, mi padre. ─Chiquilla ─gruñe, Ezra, luego de un resoplo, clavando sus ojos de mí. Comienza, de repente, a caminar hacia mi dirección, haciendo galopar a mi corazón. Arrugo el cejo, pero él, corre, atrapándome. Me alza en sus brazos. Víctor, el jefe de seguridad de mi padre, se acerca para evitarlo, pero, Jasper, le detiene. ─No podemos intervenir, son esposo y esposa ─menciona, mi padre. ─¡Papá, pero mira cómo se la está llevando, es vergonzoso! ─Exclama, Gema, sin poder evitarlo. ─¡Suéltame, idiota! ─Grito, pataleando. La corona, se cae al suelo, junto con el velo, el ramillete sale volando y todos se quedan mirándome con asombro. Al salir de la capilla, los flashes de los periodistas, se impactan en nosotros, mientras estoy en su hombro; pataleando y gruñendo. Abre la puerta del auto de recién casados, lanzándome dentro de él, seguidamente, lo hace también. ─Al aeropuerto ─ordena al chofer, quien comienza a manejar con rapidez, alejándose de la capilla. Mi pecho sube y baja, exasperado, mirando al sujeto al frente de mí. Me acomodo en el asiento, junto al vestido pomposo, aclaro mi garganta, incomoda, por la tensión que se siente en el interior del auto─. Ahora me perteneces, Ginebra, harás lo que te diga, sin chistar y no…no te tocaré, te lo dije: sin amor, placer o felicidad. Son mis tres reglas. Solo me provocas odio ─manifiesta, abro los ojos con sobresalto, sus palabras son como balas fulminantes. Pestañeo, sintiendo la humedad de mis ojos. No es como si esperaba amor de su parte, todos saben que Ezra Hamilton, es sinónimo de: Sin corazón. ─Espero no te arrepientas de lo que me dices ─murmuro. Él, sonríe con petulancia, mirándome de arriba abajo, ignorándome por completo. Dejo salir un suspiro, clavando mis ojos en la ventana, para no dejar que me vea llorar. Tengo que renunciar a comportarme como una “chiquilla” y convertirme en la mujer a la que él, le va a tener que rogar.
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