Pestañeo las gotas de agua en tanto asimilo lo que acaba de decir. ―¿Qué? ―Pregunto conmocionada. ―Lo que escuchaste, necesito una esposa. ―No estás en tus cabales ―digo pensando en apartarme de él y le encaro. Pero sigo aturdida por el beso. El beso más intenso que me han dado, sus labios se movieron con avidez y su lengua me hizo estremecer como nunca antes. El bochorno sigue plasmado en mi piel. ―Puede que no, pero esto te lo estoy pidiendo porque de verdad lo necesito ―insiste pareciendo muy serio. ―¿Por qué? ¿Por qué me casaría contigo? Me detestas y…estás ebrio. Sin dejar de lado que solo nos hemos besado una vez, no te conozco ―manifiesto con el timbre de voz tembloroso. ―¿Quieres que te bese de nuevo? Puedo hacerlo y en otras partes de tu cuerpo ―propone con una sonris