Vislumbro cómo él se tambalea y cae en el sofá lleno de mis libros, se queja lanzándose al suelo mientras suelta un gruñido. ―¡Maldición! ―Farfulla sosteniéndose la espalda. Muevo mis pies para quitar los libros con los que se lastimó. ―No sabía que te ibas a lanzar en el sofá, menos que vendrías ebrio a medianoche ―murmuro y le ayudo a levantarse. Se aparta cuando se encuentra erguido mirándome con su ojos penetrantes y verdes. No sé cómo actuar en una situación como esta y con un hombre como lo es Alesander. Tiene algo enigmático que pone a mi corazón a latir fuerte. ―¿Por qué estás en todos lados? Apareces en cada lugar al que voy ―suelta desconcertándome. Pestañeo intentando descifrar su pregunta e identifico si es el famoso “sarcasmo” que usan para no decir las cosas de for