Capítulo Siete Esta vez, no se limitó a tomarla de la mano, la halo hacia su pecho y la abrazó con tanta fuerza que, de haber estado viva, probablemente él la habría asfixiado. Ese aullido que había notado antes aumentaba más y más, a tal punto que sentía como si fragmentos de hielo se clavaran en su piel cuando no estaba abrazada a él para protejerse. Con la misma rapidez, terminó. Jeremiel la soltó, dando un paso atrás para poner un brazo de distancia entre ellos, de modo que su cara no estara pegada a sus músculos pectorales. Cassie quedó sin aliento a pesar de que técnicamente ya no necesitaba respirar. Miró a su alrededor y reconoció que estaba de vuelta en su casa. Su casa actual. El horrible apartamento-sótano de un dormitorio que era todo lo que su madre podía pagar, aquel en el