Capítulo 2

1110 Kata
  Después de llegar al lugar acordado, Nan se sentó delicadamente con el rostro pálido y, espero pacientemente a que el hombre llegara; mientras que, luego de una hora, Yanchuan se acercó a ella muy molesto y, con una mirada sumamente fría e indiferente.   Tras ello, con tal de convencerla a desistir de esa decisión, el hombre le dijo: "¿Con qué no estás satisfecho? Sé perfectamente que este mes donaste más sangre de la que debías; pero, ya te lo compensé".   "Divorciémonos", exclamó Nan con total tranquilidad, mientras levantaba su cabeza y veía claramente la fría mirada de Yanchuan.   A decir verdad, Nan no quería seguir hablando con el hombre frente a ella; así que, solo se quedó mirando con gran atención los rasgos faciales de aquel hombre y, aunque era sumamente guapo y atractivo, la expresión de su rostro no era para nada agradable.   En realidad, en el pasado, Nan hubiese tenido mucho cuidado de no provocarlo y hacerlo enojar; pero ahora, que lo tenía frente a ella, su corazón estaba tan tranquilo como la serenidad de la noche.   Al verla tan decidida, Yanchuan la miró fríamente y, aunque podía tolerar el comportamiento descarado de Nan, él ya no podía soportarlo más; sobre todo, luego de pensar que ella no era la única que podía donar sangre.   "Su Nan, ¿estás segura? Porque no hay vuelta atrás", dijo el hombre con mucha firmeza; mientras que, la mujer respondió con una amarga sonrisa en su rostro: "No te preocupes, eso no pasará. De hecho, lo que más lamento es haberme casado contigo hace tres años".   A decir verdad, Nan había pensado clara y detenidamente su decisión; sin embargo, parecía que ahora ya no lo tenía tan claro como antes. .   No obstante, sabía mejor que nadie que su decisión era la más adecuada; además, esperaba que sus palabras también fueran suficientes para herir el corazón de Yanchuan   En realidad, ellos eran la última pareja que estaba formada en la fila y, solo bastaba unos minutos para que el matrimonio de tres años finalmente terminara.   En el momento que obtuvieron el certificado de divorcio, Nan sintió un estremecimiento en todo su cuerpo y, en especial, un profundo dolor en su pecho; pues, Yanchuan ni siquiera dijo una sola palabra más para convencerla.   De hecho, el hombre ni siquiera se dio el trabajo de mirarla a los ojos y, solo le ordenó firmemente: "Vamos al hospital".   Cuando escuchó esas palabras, Nan se sintió mucho más triste y, ni siquiera podía entender cómo es que su ex esposo aún no se olvidaba de ese tonto valor que le dio.   Sin embargo, Nan levantó ligeramente la cabeza y, simulando una alegre sonrisa en el rostro, le respondió: "Fu Yanchuan, aunque ella lamentablemente se muera ante mis ojos, yo no desperdiciaré ni una gota más de mi sangre".   Por su parte, cuando escuchó ello, Yanchuan la quedó mirando seriamente y, con un tono frío, le dijo: "Wanrou está enferma, ¿cómo puedes maldecirla de esa forma? Además, no olvides que cuando te casaste conmigo, te dije claramente que debías donar sangre en cualquier momento".   En realidad, en ese momento, las palabras de aquel hombre fueron como puñales directos a su corazón y, le hicieron sentir tanto dolor que, ella ni siquiera sabía qué más hacer.   A decir verdad, Nan no podía negar que él le había dicho tal cosa; pero, aún no comprendía porque para poder casarse con él, ella tuvo que prometerle que mientras Wanrou lo necesitara, ella le donaría sangre en cualquier momento.   Después de eso, Nan lo miró fijamente a los ojos y, pudo notar con total claridad que, el hombre frente a ella tenía las cejas arqueadas y, una sensación de indiferencia a la que ella ya estaba acostumbrada.   No obstante, al darse cuenta que ella solo era un banco de sangre para él, la sonrisa de Nan se amplió instantáneamente; aunque, esta vez también sentía una sensación de ira e indignación en su interior.   Luego, mirándolo seriamente, le respondió con total seguridad: "Fu Yanchuan, realmente no me importa la posición de la sra. Fu; así que, no te preocupes por eso. Pero, eso sí, esta es la última vez; luego me iré y me vengaré de ti".   A decir verdad, aunque no podía expresar claramente todos los sentimientos que ella sentía, Nan solo miró a Yanchuan por última vez y, luego se dio la vuelta y se fue apresuradamente.   Por su parte, sintiéndose inexplicablemente irritado con esa situación, Yanchuan solo frunció ligeramente el ceño; aunque, no podía negar que sintió algo diferente en Nan, un sentimiento realmente indescriptible.   En realidad, después de tres años de matrimonio, Yanchuan pensó que ya conocía muy bien a su esposa; pues, aunque al principio lo estuvo molestando un poco, después se fue volviendo más dócil y obediente con él.   Es más, durante los últimos días, cuando Wanrou necesitó más sangre de la debida, Yanchuan también se sintió un poco culpable al hacerle eso a su esposa; sin embargo, como Nan nunca se negó, él se sintió aliviado y trató de compensarla de otras formas.   De hecho, aunque no fue su intención original, Yanchuan llegó a pensar que Nan era una persona muy calificada para ser la señora Fu; por ello, cuando ella le propuso repentinamente el divorcio, él no estaba muy contento con su decisión.   Sin embargo, hizo como si no le importara y, desasiéndose de la irritación que sentía, Yanchuan la quedó mirando fríamente y, pensó para sí mismo: "Olvídalo, cuando no pueda vivir, naturalmente vendré a rogarme".   ...   Sin esperar alguna respuesta del hombre, Nan detuvo apresuradamente un taxi y se dirigió inmediatamente al hospital; luego, buscó la habitación de Wanrou y, tras llegar, abrió la puerta repentinamente.   De hecho, en ese momento, varios médicos y enfermeras estaban muy pendientes de Wanrou y, estando a su alrededor, le preguntaban atentamente si aún se sentía incómoda.   Por su parte, al ver entrar a Nan, la mirada de la mujer se iluminó instantáneamente y, con una expresión de alegría en su rostro, le dijo: "Su Nan, finalmente estás aquí. No estás enojada conmigo, ¿verdad? Tengo problemas de salud y siempre te estoy preocupando; incluso, me preocupa que tu cuerpo no pueda soportarlo".   Después de escucharla, Nan se acercó a ella con una mirada seriamente fría y, le preguntó de inmediato: "Tú enviaste el mensaje de texto, ¿no?".   A decir verdad, Nan no necesitó escuchar una respuesta en específico; así que, acercándose un poco más a la mujer, le dio una fuerte bofetada en la cara.   "¡Ay!", gritó Wanrou desesperadamente, mientras se cubría el rostro en completo estado de shock.
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