"¿Y qué quieres decir exactamente con eso?". pregunté, pero ya sabía la respuesta. Podía oír cómo me temblaba ligeramente la voz y cómo el corazón me latía con fuerza en los oídos. No por miedo, sino por algo que me avergonzaba admitir. Hale merodeó por la habitación en un abrir y cerrar de ojos, su mirada hambrienta casi me hizo arder. "Quiero decir", gruñó, aunque no era un sonido furioso ni amenazador en absoluto, "que te deseo, Amara". El sonido de mi nombre en sus labios casi me hace caer en espiral. Aquella voz, aquella voz retumbante y áspera, enturbió mis pensamientos hasta casi impedirme ver con claridad. Se paró frente a mí, sin atreverse a tocarme todavía. Le miré con los ojos muy abiertos. ¿Este hombre me quería a mí? ¿Este hombre, tallado en mármol por los dioses, querí