Capítulo 5
Aceptar el destino
Maia
Los comentarios de Leonardo fueron duros y me hicieron sentir mal; eso no me había sucedido anteriormente con él. Sin embargo, ahora veo que mi amiga Vhera tenía razón...
«El arquitecto Humphrey no es para mí.»
De nuevo, caminé hacia uno de los baños, me lavé el rostro y después fui directamente hasta el auto. Simón fue a buscar a Leonardo; En este momento, no quiero verlo, o escuchar algunos de sus comentarios hirientes.
—Siéntate aquí, por favor Maia, y usted aquí señor Leonardo. —me indicó Simon con gentileza, lo mismo hizo con mi ahora mi esposo, él ya ha notado mi desánimo. Observé a Leonardo mientras era asistido por Simon, algo que no solía permitir con los demás. Aunque supongo que haría lo mismo en su lugar, resultaría incómodo dejar que cualquier persona me tocara para desplazarme de un lugar a otro, casi de inmediato, abrí la ventanilla , el viento soplaba suavemente, y el cielo, antes lleno de promesas de un día agradable, ahora parecía nublado y sombrío.
—¿A qué se debe esta actitud? —mencionó Leonardo de repente, interrumpiendo mis pensamientos. Yo permanecí en silencio.
—Te hablo a ti, Maia. —Continúa.
—Nada... ¿Qué actitud? —pregunté desinteresada.
—No estás hablando.
—No quiero hablar —le dije de forma ligeramente tajante.
—De acuerdo, está bien para mí. —Simon me miró en el espejo del auto, y yo le hice un gesto no tan amistoso.
—Simon, yo iré a visitar a Verha. Por favor, déjame en la calle que lleva a su casa.
—Por supuesto, Maia, ya estamos cerca. —Acomodo mis cosas dentro del bolso, para no dejar nada en el auto.
— ¿Dónde irás?. Hay algunas cosas que debemos revisar —preguntó Leonardo.
—Podemos verlo después. Yo bajo aquí, Simón. —Necesito hablar con mi amiga. En poco tiempo las vacaciones terminarán, y para cuando eso suceda, al menos Leonardo deberá poder moverse por sí mismo o haber recobrado la memoria, tan solo un poco aunque sea.
Abrazo a Verha en cuanto la veo; la extrañé demasiado. Ella es una buena amiga, y a veces pienso que debería escucharla más. Sin embargo, no lo hice, y ahora estoy metida en un gigantesco problema.
—Maia?, te ves mal —fue lo primero que dijo al verme.
—Bueno, no tuve un buen inicio con el arquitecto, pero antes que nada, dime ¿Mi acento se escucha tan feo? ¿Es molesto? —Verha me observa confundida. Cada palabra de Leonardo resonaba en mi mente, como una tormenta que se avecinaba y amenazaba con desencadenar un caos.
—¿De qué estás hablando?, claro que no, bueno; es un cuento diferente al mío, pues he vivido en la capital más tiempo que tú, pero no es feo, solo diferente. —Sonrió apenas.
—Escuche que a Leonardo le desagrada mi voz, todo de mi, es distinto a como lo conocí en el hospital. —Inquiero con pesar.
—Entonces habla con el, Maia. —Niego con un gesto.
—No puedo, por ahora es imposible… El doctor dijo que él no debe recibir ninguna noticia impactante, y lo más seguro es que se sorprenderá y no me creerá, para averiar.
—Si dices que esa confesión con respecto a las conversaciones que mantenían en el hospital lo asustarán, imagínate si le dices que tú... —Coloqué mi dedo índice en sus labios, silenciándola. —¡No lo menciones!. Tengo tiempo, no demasiado, pero creo que lo suficiente. Espero que me recuerde, y si no lo hace, al menos quisiera que entendiera la decisión que tomé.
—Lo veo muy difícil, Maia. Si es tan idiota como cuentas, todo se complica. ¿Qué harás con la universidad?, tienes tus propias responsabilidades. —Ella tiene razón.
—Bueno, obtuve una beca porque él firmó el documento de solicitud, ya el próximo año presentaré el trabajo final y seré una arquitecta. —Verha me mira con diversión.
—Amiga, eres demasiado soñadora. Siempre lo admiraste, y ahora resulta que vives con él. —Suspiro y hago un gesto de culpabilidad.
—Bueno, acabo de casarme. No fue nada romántico; solo firmamos los papeles, y eso es todo. —La mirada de mi amiga muestra sorpresa.
—¿Te casaste y no me avisaste? Eso no hacen las amigas. —Llegamos hasta su casa en silencio, esperé a tomar asiento antes de responder.
—Verha, tampoco lo sabía. Fue demasiado rápido; tu padre nos acompañó. ¿Cómo podría invitarte a algo con tan escaso sentimentalismo? Porque fue solo eso, firmamos papeles y nada más. —Ella continúa con su expresión cargada de frustración y tal vez un poco de tristeza.
—De igual manera, imagino cómo habrá sido, pero al menos, a pesar de su condición, no deja de ser un hombre guapo. —Me sonrojo al escucharlo. No le diré lo ocurrido en la habitación, e imagino que Leonardo querrá acostarse conmigo muy pronto, tendré que inventar algo, no soportaré que me rechace o diga que no le agrado en la intimidad.
—No le gusto, le caigo mal, y al parecer busca poner celosa a Camile. —Esa mujer a veces me asusta, y siempre está amenazándome, y ni hablar de Robert; Ese hombre es alguien sumamente calculador.
—Solo tiene una gigantesca laguna mental; Recuperará la memoria en algún momento. Mientras tanto, lo que debes hacer es aprovechar la situación. —Niego de nuevo.
—No sé si pueda hacerlo; él es muy cruel, y además, escuché su conversación, me quiere utilizar. —Verha me sostiene de mis hombros con brusquedad.
—¡Utilízalo también tú, Maia! ¿Quién en su sano juicio ayudaría a alguien por esa suma de dinero tan ínfima? Es un tonto. No, a decir verdad, es muy inteligente. —Ella hace muecas de desagrado, lo cual me causa gracia.
—Prefiero ser yo misma, ya me conoces. —Digo con cautela.
—Si, eres demasiado tímida y bondadosa, te lo digo en serio Mai, utilízalo, disfrútalo. —Sonríe con picardía.
Me quedé en casa de Verha hasta casi la hora del almuerzo. Simon esperaría en la casa. No planeo preparar algo significativo; haré lo que yo quiera comer. No me preocuparé por complacerlo muy seguido, como pensaba hacerlo, mientras su proceso e recuperación siguiera, no lo haré hasta que demuestre que puede dejar de ser tan idiota. Así, poco a poco, me armaré de valor y le diré la verdad, pero primero debo sentirme segura.
Regresé a casa con una inquietud persistente que se aferraba a mi mente como una sombra, tragué saliva varias veces, pero mi acento está tan apegado a mí. A pesar de los intentos de Verha por infundirme ánimos, el peso del secreto que guardaba resonaba en cada uno de mis pensamientos. Me preguntaba cuánto tiempo más podría ocultar la verdad, temiendo el momento en que las piezas del rompecabezas se unieran y revelaran la realidad, y que eso no me favoreciera en absoluto.
Simon me recibió con su habitual sonrisa, pero noté que su mirada se volvió más aguda, como si pudiera intuir las preocupaciones que yo misma intentaba ocultar.
«Mi peor desventaja es que estoy enamorada de él, quiero que sea como el Leonardo con quien hablé tanto tiempo…»