Capítulo 0. El gran, Salomón Al-Sharif desea un heredero
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Esta novela es +21 y contiene:
-Descripciones explícitas y fuertes de naturaleza s£xual.
- Lenguaje inapropiado.
- Escenas de violencia gráficas.
Ojo, esta novela no es apta para lectoras sensibles al sexo muy gráfico y constante, a las malas palabras y a la violencia.
LEERÁS BAJO TU PROPIO RIESGO 🤫
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—¿Que como era Salomón Al-Sharif ? pues... con ese hombre aprendí que el placer puede ser una forma de esclavitud. Sus caricias me llevaron a límites que nunca imaginé, me hizo suplicar y rendirme completamente. Cuando entró en mi vida, también entró en mi alma, y sé... que ningún otro hombre podrá llenar ese vacío... jamás.
Nina Dervishi
Un año antes...
21 de diciembre de 2025
El ala este de la mansión Al-Sharif se había transformado en una unidad médica. Máquinas que pitaban y monitores que registraban signos vitales rodeaban la cama hospitalaria donde yacía el patriarca Omar Al-Sharif de ochenta años, conectado a tubos y respiradores.
Salomón Al-Sharif su hijo menor de 38 años, contemplaba a su padre moribundo con expresión impasible. Sus ojos verdes, fríos como esmeraldas, herencia Al-Sharif no reflejaban emoción alguna. Erguido con la elegancia natural de sus casi dos metros de altura, mantenía las manos detrás de la espalda mientras su traje Armani azul oscuro se ajustaba perfectamente a su figura atlética.
Junto a la cama, el médico revisaba los signos vitales mientras, a unos pasos, Mustafa Al-Zahawi, un anciano de barba blanca y mirada penetrante, contemplaba la escena. Como administrador de los bienes de la familia Al-Sharif durante casi cuatro décadas y mano derecha del patriarca, y su presencia en la habitación era tan importante como la del equipo médico.
—Entonces, esas tierras de petróleo las podré heredar si tengo un hijo antes de los cuarenta? —preguntó Salomón alzando una de sus cejas espesas, mientras su mirada penetrante se clavaba en el anciano.
Mustafa se acarició la barba lentamente, con la deliberación de quien ha manejado los secretos de una de las familias más poderosas de Oriente Medio.
—Así es, señor. Y obviamente su padre debe estar aún con vida —respondió con voz serena pero firme—. Recuerde que usted es el único heredero que queda porque Samir murió en aquel accidente. Si quiere heredar esas tierras de petróleo, debe tener un heredero antes de los cuarenta como lo estipuló el señor Omar. Pero él debe estar vivo aún y usted tener el heredero para que el Ministerio de Recursos Naturales y el Consejo Real de Sucesiones puedan darle luz verde.
A unos pasos de distancia, apoyado contra una estantería repleta de antiguos libros de medicina, se encontraba Hassan Al-Rashid. Alto, aunque no tanto como su amigo, observaba la escena con ojos entrecerrados. Su lealtad hacia Salomón era legendaria, forjada desde la infancia y sellada con sangre.
Hassan alzó una ceja, intercambiando una mirada significativa con Salomón. Solo ellos dos sabían la verdad sobre aquella "muerte accidental" de Samir, el hermano mayor de Salomón. El recuerdo de aquella noche, del sonido metálico de la sierra cortando cartílago y hueso, del brillo en los ojos de Samir transformándose en un vacío sin vida, era un secreto compartido que los unía más que cualquier lazo de sangre.
—Está bien —contestó Salomón, con su voz educada y modulada que ocultaba perfectamente la ambición desenfrenada que le consumía—. Tendré un heredero pronto. Todavía me queda tiempo, mañana... es mi cumpleaños número 39. Buscaré a la madre.
Las palabras flotaron en el aire como una sentencia, una promesa hecha no a su padre inconsciente, sino a sí mismo. La determinación en su voz era absoluta. No era una posibilidad sino una certeza: encontraría a una mujer adecuada, tendría un hijo, y se aseguraría de que esas tierras ricas en petróleo pasaran a sus manos.
El guapo, Salomón dio media vuelta, con un movimiento fluido. Hassan se separó de la estantería, siguiéndolo como una sombra leal mientras ambos se dirigían hacia la puerta tallada en madera de cedro.
—¿Alguna candidata en mente? Es obvio que Farhana tu ex, no quiere saber de ti —dijo Hassan en voz baja cuando estuvieron fuera de la habitación.
Salomón sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos verdes.
—Aún no. Pero la encontraré. Tiene que ser alguien... especial —respondió—. Alguien que pueda darme un heredero fuerte, pero que no interfiera después. Alguien controlable, que nadie conozca, una mujer pobre de escazos recursos mejor todavía.
Mientras avanzaban por el lujoso pasillo adornado con antiguas obras de arte, Salomón añadió con voz calculadora:
—Tal vez... use a... Ahmed para buscar a la madre.
Hassan se detuvo momentáneamente, una expresión de sorpresa cruzando su rostro.
—¿Usarás a Ahmed? —preguntó, con una nota de cautela en su voz.
—Así es —confirmó Salomón sin ralentizar su paso, con la certeza de quien ya ha tomado una decisión irrevocable.
Continuará...
PD: ¿Quién será... Ahmed? te invito a saber más sobre esta historia.