A la mañana siguiente, en domicilio de Stavros a las 5:00 am…
―Ahora cortaré de este lado, para quede perfecto y tu cara se vea mejor jeje.
En aquellos momentos, Stavros se encontraba en el cuidado y hábil dominio de su barbero de confianza, un hombre cuyas manos expertas llevaban diez años trabajando exclusivamente para él. Utilizando una afilada hojilla y espuma perfumada, el barbero le daba los últimos retoques a la perfecta barba del moreno la cual siempre crecía a cada dos días de manera abundante, cuidándose de no dejar ni el más mínimo rastro de espuma.
―Ahora sí, ha quedado impecable señor―declaró el barbero con una sonrisa de satisfacción al limpiar los últimos vestigios de espuma de la mandíbula de Stavros con un pañuelo de seda fina.
En otra parte de la habitación, Hermes, f
