*** —César, dime la verdad, ¿tienes una fotocopiadora?. Ante la pregunta que por milésima vez le hizo Erick en el día, César rodó los ojos con exageración. Desde que conoció al bebé, su amigo lo ha estado mirando fijamente, casi perforándolo con la mirada. —Cállate, ¿quieres? —espetó de mala gana, levantando una ceja. —Tus padres se van a morir —bufó, señalando a Einar, quien seguía durmiendo plácidamente en el portabebé—. ¿El de Violetta saldrá igual?. —¿Te atreves a mencionar eso frente a mi hijo? Dime si quieres morir y te hago el favor —ladró, fingiendo una sonrisa peligrosa. —Calma, solo decía. Erick se alejó hacia la ventana, apartando la cortina ligeramente para espiar el exterior. Al ver que anochecía, se volteó hacia César con el ceño fruncido. —¿No piensas volver?. —No p