Todas las miradas se posaban sobre Fénix mientras avanzaba por el pasillo del cuartel. El nerviosismo la invadía, una emoción que no podía negar. Batallaba con la decisión de si informarle primero a Santoro sobre su embarazo o cumplir con la misión en curso. Stefano la seguía de cerca, saludando a uno que otro compañero, mientras ella mantenía la mirada al frente, ignorando cualquier comentario malicioso. Sabía perfectamente en qué posición se encontraba; muchos la odiaban y otros la compadecían. Tener el favor de Santoro no era un privilegio, sino un infierno. —Pase —dijo la voz del hombre al otro lado de la puerta en respuesta a su llamada. Fénix y Stefano se presentaron ante él. Una pelirroja que estaba sentada en las piernas de Santoro se levantó, mirando a la rubia con recelo antes