Nuevo comienzo

3002 Palabras
"El triunfo, esa sensación de ganar es insuperable, pero más si se trata del hombre que quiere humillarte" ****************************************** —¿He escuchado bien? El sujeto al que mande al demonio, me acaba de despedir sin pena ni remordimiento. ¿Qué se supone que debo responder? Todo me ha tomado de sorpresa, en primer lugar ¿quién iba a imaginarse que el tipo con cara de amargado era mi nuevo jefe? Y segundo, ¿por qué nadie me lo había comunicado? ¡Dios! Siento que el piso está cada vez más lejos de mis piernas, la cabeza me está dando vueltas y el cuerpo no me quiere responder. Con la poca fuerza veo que él me observa con una sonrisa de triunfo, ¡Lo está disfrutando! El muy desgraciado disfruta de ver como me desmorono, pues no le daré el gusto. Se podía ir al mismísimo infierno. Sí pensaba que era atractivo pues me retracto, un hombre bello tenía que serlo también en el alma, y alguien que disfruta del sufrimiento del otro no lo es, el corazón de Massimo Barone, es tan n***o como sus cabellos. — Recoja sus cosas y vaya a recoger su liquidación —indicó con superioridad en su voz. No la miraba pues tan solo verla recordaba todos esos besos, lo suave y delicada de su piel. Saber que bajo esas ropas había una sensual mujer, se le dilataban las pupilas. — Esto tiene que ser un error, yo no fui contratada por usted ¡No puede despedirme! Lo estaba tentando, con esa carita furiosa y boca respondona, era la misma que gemía ante sus caricias. Se odiaba por tener esos pensamientos en un momento como ese. — ¿Me estás desafiando? —se atrevió a dar unos pasos hacia ella. — Solo estoy diciendo lo que es justo, usted no me contrató. Por lo tanto, no puede despedirme —se defendió sin intimidarse ante el tamaño del imponente hombre. — Haber niña. —se pasó la mano por su negra y perfecta cabellera. — ¿Niña? ¡Tengo 21! ¡Le exijo que no me falte el respeto! —exclamó señalandolo con el dedo—. Pero qué hombre para más atrevido, ¿llamarla niña? ¡Que indignante! — Mmm. —se llevó los dedos a la barbilla fingiendo analizar las palabras de la joven —. Qué bueno que lo menciona, pues usted hace solo unos pocos minutos me mandó al demonio ¿no es así? "niña" —le colocó la mano sobre la cabeza, como para notar esa diferencia de altura entre ambos. — ¡Basta! ¡Se está burlando de mí! —furiosa le dio una palmada en la mano, apartándola de su cabeza—. ¿Sabe algo? puede comerse su dinero, no necesito su liquidación, ¡Y usted no me va a despedir! ¡Yo renuncio! No estoy aquí para aguantar las tonterías de otro hombre, ya he tenido suficiente —se dio la vuelta recogiendo lo único que aún le quedaba, el orgullo. Esas últimas palabras lo dejaron pensativo ¿Otro hombre? —se preguntó mirando la puerta entreabierta. … — ¡Es un completo idiota! —salió de la empresa limpiándose una lágrima que caprichosamente caía por su mejilla—. No regresaré aquí ni aunque me ruegue. Haber quien lo aguante con semejante carácter, es de lo peor. Stella caminaba furiosa con los ojos cristalinos. Le dolía, su corazón había vuelto a sufrir otro corte en la misma herida fresca dejada por Angelo. Y no era por ser despedida, eso solo le causaba rabia, pero el dolor era por la palabra que usó él para referirse a ella "niña" Su memoria se atormentaba con tan solo recordarlo, y lágrimas amargas resbalaban por sus labios hasta caer al piso. Una sola palabra fue su detonante, años de relación no se borrarán en unos días. Bajó la mirada a sus zapatos observando cómo estos se mojaban por las gotas de sus verdes ojos. Sin amor, sin trabajo, sin familia. Un día lo tenía todo y al otro todo se iba en fila. — Angelo… — Susurró entregándose al llanto. — ¿Realmente nunca me quisiste? — "Mi niña de cautivante sonrisa". — "Eres el amor de mi vida" Te amo… te amo… Todas, cada una de esas palabras fueron falsas, así como las otras. … — ¿Señor? — apareció delante de él, el encargado de recursos humanos. — Necesito que convoque a una nueva asistente para mí. El hombre abrió los ojos de sorpresa, estaba seguro que Stella recibiría algún escarmiento, pero no que fuera despedida. — ¿Nueva asistente? — Así es, la que estaba ya no volverá. — E-está bien señor, ¿desea algo más? — Es todo retírate.— dijo sin apartar la vista de la pantalla del monitor donde iba revisando algunos planos digitales. Pobre Stella, quedarse sin trabajo era lo peor que le podía suceder después de ser abandonada por su prometido. La noticia de su boda fallida recorrió todo la empresa, de hecho no había nadie que no lo supiera, excepto uno, Massimo Barone. — Oye Leo, ¿qué estás preparando? — preguntó una mujer joven rubia de escote generoso. — Es la convocatoria para el puesto de asistente personal del nuevo jefe. — No me digas que… — Si, nuestra pobre Stella fue despedida. — Y - y nosotros ¿sabes si a nosotros también nos va a despedir? — las manos le estaban temblando de miedo. — Aún debo la cuota de mi departamento, si me despide sería mi fin. — Nora, cálmate, no creo que se lance a despedir masivamente, más bien yo creo que esto es producto de la discusión que tuvieron en su oficina, ya ves como lo mandó al demonio delante de todos. — Ay si, pero no esperaba que detrás de ese majestuoso hombre hubiera alguien tan cruel. — Nora… ¿acaso pensabas… ? — No. — Negó con las manos. — Me gustan los hombres como él, así de rudos, pero amo más mi trabajo. — Entonces vete a tu puesto, porque ahí viene. —dijo disimuladamente. Como si se tratará de una bala, retrocedió al estilo del famoso cantante de pop hasta desaparecer de la vista de su jefe. — ¿Señor? —se dirigió a Massimo. — Tengo entendido que hoy tenía una reunión con el arquitecto Parissi ¿por qué aún no ha llegado? ¿Sabes algo? — Lo siento señor, precisamente es su asistente quien se encarga de agendar sus reuniones y citas. Así lo hacía la señorita Bianchi con su señor padre. — Ah… —cerró los ojos exhalando —. Maldición —susurró—. Me urge esa asistente, asegúrate de conseguirla rápido. — S-sí señor. —respondió, observando a su jefe marcharse con la mirada furiosa. Que gran diferencia había entre él y su padre. El señor Geronimo tenía un carácter alegre y simpático con sus subordinados, nada parecido al señor Massimo, que desde su llegada prácticamente había congelado toda la empresa con esa fría expresión. — Ay Stella, no me hubiese gustado estar en tus zapatos. … Mientras más caminaba, Stella iba perdiendo el sendero de su mente. ¿Ahora que hacer? ¿A dónde ir? Su habitación era el último lugar en el cual pensar. Todo le recordaba a Angelo y los momentos felices que vivieron. — ¿Qué nos pasó? ¿En qué momento se acabó la magia? —se preguntó en sus pensamientos—. Y me traicionaste con mi amiga, de todas las personas en el mundo, tuviste que irte con ella. Solo Dios sabía cuánto tiempo habrían estado esos dos burlándose de ella. Mientras escuchaba "Te amo", por la espalda recibía los puñales de deslealtad. El daño ya estaba hecho y aunque él regresara con un "perdón", ya no sería igual, los trozos de su roto corazón no serían pegados ni con el pegamento más fuerte en el mundo, pues las piezas de confianza, amor y lealtad, todas aquellas que se suponen eran imprescindibles para una relación, faltaban en su vida. Al darse cuenta se dio con la sorpresa que estaba frente a un puente que llevaba el río bajo sus pies. — Dime ¿qué he hecho mal? —reclamó con ira al cielo —. ¿Por qué todo lo que amo se me ha sido arrebatado? ¿Por qué? —dejó caer sus lágrimas sobre el río, donde esa diminuta gota se perdía entre el agua que era arrastrada por la corriente. — Mamá… Papá… Angelo… —cayó de rodillas sobre la dura superficie del puente—. Ni siquiera soy tan fuerte como para acabar con mi propio sufrimiento. — ¡Stella! Levantó la mirada, encontrándose con los ojos llenos de preocupación de Antonella. — Amiga —corrió a arrodillarse para abrazarla —. Lo sé todo, llamé preguntando por ti, y me contaron lo sucedido, no te preocupes —la miró al rostro—. No estás sola —dijo con convicción. — Ya no se que hacer, tal vez si yo desapareciera… — ¡No! De una vez te digo, quítate esa estúpida idea, la muerte no soluciona nada, más que nunca hoy debes recordarlos —señaló la cadena de su amiga—. Los problemas se enfrentan, no se huyen. ¡Ten coraje! Demuestra que tus padres criaron a una mujer fuerte. ¡Hazlo Stella! ¡Hazlo! Y si vuelves a caer —sujetó su mano —. Yo estaré aquí para ti, somos mejores amigas lo recuerdas —Antonella no pudo evitar conmoverse al borde de las lágrimas. — Gracias —la abrazó—. Eres más que una amiga, mi hermana. "Dicen que la amistad verdadera se conoce en los momentos más difíciles, he aquí a la más pura y sincera amistad entre dos jovencitas que se conocían desde la infancia, y que de inmediato sus corazones formaron un vínculo que jamás sería roto." …. Antonella la llevó de regreso, entraron juntas donde recibieron el agradable saludo de Bracco. Mientras ella se entretenía con el can, Stella caminó de largo, hasta sentarse sobre el sofá con la mirada a sus pies. — Luego jugaré contigo, ahora hay que abrazar a tu mami, no está muy bien —dijo mirando a la castaña de reojo. El perro ladeo la cabeza con confusión. — Sé que me entiendes —le acarició detrás de las orejas soltando una pequeña risa. Antonella tomó asiento al lado de Stella, la miró con calma y pensó detenidamente. — ¿Sabes? Mi padre abrió una fábrica en otra ciudad, tal vez te gustaría ir allí, alejarte de todos estos recuerdos de…—ni siquiera pudo mencionar el nombre de ese mal hombre —. Pienso que alejarte un tiempo te ayudará a sanar tu corazón. — Gracias, pero descuida, no creo ser capaz de abandonar a Bracco —dijo acariciando a su querido amigo peludo—. Y llevarlo sería un gran problema, ya vez que para conseguir este lugar, la dueña no quería dárselo porque el perro es muy grande. — ¿Entonces qué harás? —preguntó observando a su amiga caminar hasta acercarse a la ventana. — Para empezar, me mudaré de aquí, creo haber ahorrado lo suficiente como para comprar mi departamento. — ¿Estás segura? Aún no tienes trabajo. — Recuerda que aún tengo la pequeña herencia de mis padres, tal vez sea hora de invertir algún proyecto, me tomaré mi tiempo, no deseo fracasar. — Es una buena idea —caminó hasta estar detrás de ella y colocarle la mano en el hombro—. Confío en ti. Stella volteó a verla— Me alegra que lo hagas. … Llegada la noche, dejó que su cuerpo se refrescara en un relajante baño de espuma. ¡Qué día! No tenía una asistente que agendará sus reuniones y demás asuntos importantes de la empresa. La música suave ayudaría a completar su estado de relajación. — ¡Brrr! ¡Brrr! — ¡Aa! —molesto, tuvo que levantarse de la tina con el cuerpo lleno de espuma, caminó hasta tomar su celular, que rabia tener que controlarse pues quien llamaba era su padre—. Hola papá. — Hijo, perdona que llame, seguro has tenido un día agotador, pero es imposible dejar de pensar en algo que lleve 30 años como líder. — Padre, no hay de qué preocuparse, todo irá bien, tengo experiencia en esto, disfruta de la compañía de mamá. — Lo haré, de hecho mañana salgo de viaje a Madrid, será como nuestra segunda luna de miel. — Ja-ja-ja de acuerdo, pasenlo genial. — Gracias hijo, Oh cierto, solo un detalle. Olvidé hablarte de tu asistente, se llama Stella Bianchi, es una chica muy eficiente, algo alocada, pero nunca me ha fallado, así que te pido que seas algo tolerable con la jovencita, conozco tu carácter a la perfección, ella no ha pasado un buen momento con su novio. — ¿Cómo? ¿Novio?. — Bueno, su ex novio, la pobrecilla fue abandonada en el altar. Su prometido, el hijo de los Costa, se escapó con la amiga. Así es que si la ves algo distraída, solo ten paciencia, no es una mala persona. Massimo cerró los ojos y se pasó la mano por la cabellera— Ah… —exhaló—. Lo tendré en cuenta. — Bueno, eso era todo, te dejo. — Si papá, adiós. Dejó su móvil sobre la mesita de noche, la expresión de haber cometido un error se reflejaba en su rostro. — Maldita sea —susurró. Tenía que buscar un reemplazo de inmediato, por lo menos antes de que su padre se enterara. Al final tendría que aceptarlo, seguro que cualquier otra persona podría hacer el trabajo. Massimo estaba seguro que todo saldría bien. … Al día siguiente, fue un total desastre, ninguna de las convocadas reunía los criterios para ser su asistente. — ¡No puede ser! —golpeó la mesa con el puño—. No puede ser que tantas personas y ninguna esté completamente capacitada. Leo estaba tembloroso —pero sentía que estaba en la obligación de decirlo—. Tal vez si llama a la señorita Stella, ella… — ¡No! Me menciones su nombre —señaló con su dedo—. No voy a humillarme. — Pero señor, ella es la única que conocía a la perfección… — ¡No! *¡Brrr! ¡Brrr! * —revisó su celular—. Hola Papá —contestó. — Massimo, dime que no es verdad. — No entiendo. — Llamé a la empresa esta mañana y Leo me dijo que despediste a Stella ¿eso es verdad? Massimo le dio una mirada asesina al hombre frente suyo, este se encogió con vergüenza. — Papá veras… — Massimo, ¿cómo pudiste hacerlo? — No me hagas sentir peor de lo que estoy, papá. — Esa jovencita es un ángel, pobrecilla, ya puedo imaginarla. Massimo… ¡Geronimo! —se escuchó la voz de una mujer al otro lado de la línea—. Cariño ya nos están llamando para abordar el avión. — Ve con mamá, papá, arreglaré esto. — Ve a buscarla, y pídele que regrese, aunque tu orgullo sea alto, la vas a necesitar. — Pero *... * —escuchó el pitido del celular, ya había colgado. — Maldición. … — ¿Qué te parece este? —preguntó Antonella recorriendo el departamento junto a su amiga. — ¡Me encanta! —respondió con una sonrisa. — Excelente elección señorita —la mujer encargada de la venta felicitó estrechándole la mano a Stella. El lugar estaba en un buen sitio, incluso tenía un jardín al frente, el cual le encantaba, ya que en el antiguo lugar donde vivía, no tenía espacio ni para macetas. Esa misma tarde se firmaron los papeles, al día siguiente se mudaría junto a Bracco al que sería su nuevo hogar. ... Siendo de noche, ella peinaba su cabello largo y castaño cabello, el pijama nuevo que compró dejaba al descubierto su cuello y nacimiento de sus pechos marcados. — ¿Cuando se borraran? —se preguntó—. Al menos aquí nadie puede veme esto... Y esto —se observó las piernas. Un destello llegó a su mente una vez mas. Otro recuerdo llegó a su mente, se estremeció ante lo que vio. El mismo hombre besaba sus piernas, pero no lograba verle el rostro. — Dios ¿que tanto hice esa noche? —se preguntó asustada. ... Muy temprano, Antonella se encontraba esperándola con su auto, le ayudaría en la mudanza, como no tenía mucho para llevar, no ocuparía tanto espacio. Bajando su última maleta, miró atrás antes de subir al auto. Ahí dejaba todos los recuerdos de Angelo, los momentos felices en que sonreían y miraban películas, las cenas que le preparaba, la pequeña fiesta sorpresa que le hizo en su cumpleaños. Parte de su vida moría ahí. — Adiós —susurró, cerrando esa etapa de su vida. —¡ Wof! ¡Wof! Dio media vuelta encontrando a su perro con la lengua afuera. — Creo que Bracco, también quiere conocer el nuevo hogar —dijo Antonella mirándola por la ventana del auto. — Si, vámonos. –subió al auto y al cerrar la puerta sintió que su alma se liberaba. El auto arrancó sin notar que otro llegaba al mismo lugar. A penas se detuvo, de este bajó el mismísimo Massimo Barone, se quitó las gafas observando el edificio frente a él. —¿Será esta su dirección? —se preguntó—. Espero que al menos me escuche, pero yo lo conseguí. Estaba a punto de cometer algo que juró nunca hacer , humillarse, rogar para que volviera a su puesto de trabajo. — Que bajo has llegado Massimo —se dijo así mismo antes de dar el primer paso.
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