"Puede que la vida sea dura, pero son estos golpes los que nos hacen fuertes, recuerda que después de la tormenta viene la calma"
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Desperté con el rostro apoyado sobre mis brazos, me había quedado dormida sobre el escritorio,perezosamente estiré mis brazos sobre mi cabeza, y note el reloj.
— ¡Tengo que hacer algo con esta manía de dormir como tronco!
Se levantó y buscó en su celular, tenía dos llamadas perdidas de la limusina que contrató para ser llevada a la iglesia.
— Ay, seguro me cobrará esto. Bueno ya que —sujeté mi vestido y observé a Bracco, el pobre estaba dormido, no podía ser tan cruel en despertarlo, le pediría a Antonella que cuidara de él, seguro que aceptaba.
Bajé a velocidad encontrándome con el rostro del chófer que estaba fastidiado esperando a un lado del vehículo.
— Bien hecho Stella, dormirte antes de la boda ¡Genial! —se dijo así misma sonriendo al tipo más que estresado.
— Señorita, usted me contrató por un tiempo limitado, no voy a estar aquí todo el día.
— Si, lo siento, no se preocupe, le pagaré el tiempo extra.
— Es lo mínimo después de haberme dejado esperándola durante 30 minutos. — abrió la puerta dejando a la novia entrar.
Estando en camino, sus manos temblaban nerviosas por la situación, se encomendó a sus padres rogando para que todo saliera bien.
— Finalmente, estoy a solo una hora de convertirme en la Señora de Costa. —Mire mi anillo que relucía brillante en mi dedo anular, la sensación que me embargaba era extraña, mi espalda se sentía fría, y como si la sangre se congelara me estremecí, pero la calma regresó en cuanto mis dedos tocaron el recuerdo de mis padres, respiré hondo contando hasta diez. — Todo estará bien, mientras ustedes estén conmigo.
…
— Ni aunque me tome un mes podré limpiar todo esto. — sacó su celular llamando a una empresa que se encargaba de la limpieza, después de que le dijeran que mandarían a una encargada mañana a primera hora colgó, y pensó ¿Ahora donde pasaré la noche?
La respuesta no le gustaba, pero no había alternativa, tenía que dormir en un hotel. Buscó en su móvil algún lugar que no quedará muy lejos del trabajo, no le tomó mucho tiempo pues habían más de una opción. Agarró sólo su maleta y salió de su departamento.
Y después de llamar un taxi, pensó en lo necesario que sería su automóvil, tenía tres en la mansión de sus padres, cada uno comprado en las visitas que hacía a su familia de vez en cuando.
Definitivamente le esperaba una mañana bastante cargada, pero por ahora solo deseaba darse un baño, sentir la frescura del agua recorrer su piel y bueno… tal vez alguna copa en un bar cercano.
Llevaba más de un mes que no salía a divertirse como antes, así que ¿por qué, no?
— ¡RUM!
Por la forma abrupta de frenar, su celular por poco salía volando.
— ¿Qué le pasa? ¿Acaso no sabe manejar? — Estaba furioso, sus manos frotaban su hombro adolorido por el fuerte impulso.
— Lo siento señor, pero no fue mi culpa, se lo aseguro, lo que pasa es que esa limusina se atravesó sin respetar la señal.
Él volteó mirando por la ventana que efectivamente había una limusina manejando a toda velocidad, se acomodó en su asiento y murmuró. — Solo alguien demente es capaz de ir a esa velocidad con un auto así, ya vamonos.
— Si, señor.
…
Si ya se encontraba nerviosa por la boda, ahora estaba aterrada, casi con el corazón en la garganta, y no precisamente por los nervios de ser la novia, sino porque estuvo a sólo unos pocos metros de estrellarse con aquel taxi.
Ese instante fue como volver a los 8 años, le había costado recuperar la confianza en subirse a un auto luego del terrible accidente donde murieron sus padres, pero este chófer había hecho que reviviera cada recuerdo al punto de hiperventilar.
— Vamos Stella, respira con calma. — se animó ella misma, y luego de poder recuperar su voz, dijo. — ¿Acaso quería matarnos? Casi chocamos con el otro auto.
— Disculpe, pero aunque me pague la espera, llevo mucho retraso con otro cliente.
— ¡Yo también soy una cliente! ¿Es así como nos trata? No debería pagarle ni un solo centavo por este pésimo servicio, pero soy consciente de que usted lo necesita, sin embargo no volveré a llamarlo.
— Si, como usted diga. — Respondió burlón. — Bueno ya llegamos, así que bajese y pagueme.
Stella sacó unos billetes de su cartera y le entregó al chófer.
Nada estaba saliendo de acuerdo al plan, primero se despertaba tarde, se quedaba dormida y ahora esto. Lo que se supone sería su entrada triunfal, estaba resultando en un desastre.
— ¿Qué podría ser peor? — se preguntó.
— Mujer.
— ¡Ah! — se llevó la mano al pecho.
— Calma linda, soy yo.
— Ah… Carlo, me asustaste. — respiró hondo luego de la inesperada voz de su estilista y amigo.
— Ay mujer, pero estas hecha todo un torbellino de nervios, parece que hubieras visto a la misma muerte.
— Bueno, digamos que casi me lleva.
— No me asustes. — dijo sorprendido.
— Casi nos estrellamos con otro auto, y por si fuera poco me hizo bajar de una forma grosera.
— Qué bruto, ¿cómo pueden haber hombres así? Todo salvajes… aunque…
— En fin, no quiero seguir hablando de eso. — hizo una pausa. — ¿Sabes si todos están dentro de la Iglesia?
— Casi todos, están los amigos de tu hombre, que por cierto están guapísimos.
— Carlo… — pronunció su nombre rodando los ojos.
— Ay esta bien, Tu futura suegra acaba de llegar hace solo 5 minutos, pero mejor ni la mires, su cara está más arrugada que de costumbre, se nota que no le agrada la boda, pero en fin, ella no es la que se casa, y su esposo, él si esta elegante como de costumbre, y tu cuñada bueno ya sabemos que esta igual que la madre, bueno al menos vinieron. A quién si no he visto es Antonella y la tal Lucía.
— ¿Antonella no ha llegado? Pero se supone que ella me ayudaría a entrar.
— Tal vez se quedó atorada en el tráfico.
— No, Antonella nunca llega tarde, seguramente algo le ha pasado.
— Haber cariño, primero que nada. — la sujetó de los hombros. — respira, segundo dame ese celular y levanta ese rostro bello que Dios te obsequió, Antonella ya llegará, y por lo otro no te preocupes, yo te acompañaré.
— ¿De verdad?
— Si mi cielo, haría cualquier cosa por ti, incluso cancelar una cita.
— Ja-ja-ja — ambos soltaron a reír.
— ¿Y Angelo? ¿Sabes si está igual de nervioso que yo?
El rostro de Carlo cambió radicalmente, de las risas pasó a la de inquietud.
— Cariño, no puedo mentirte. — Aún no ha llegado.
— ¿Cómo? La preocupación la embargó. — Tampoco ha contestado las llamadas, pensé que al menos lo encontraría antes.
— Ya llegará, verás que vendrá como de costumbre con el pelo desordenado y la corbata deshecha, ya sabes como son los hombres con esto de las despedidas de solteros.
— Tienes razón, en ese caso lo esperaré dentro, no hace falta que el novio siempre espere a la novia, esta vez puede ser de otro modo.
Con la música de la iglesia dio inicio a la entrada de Stella, algunos compañeros y compañeras de su trabajo estaban presentes, así como la familia de su futuro esposo.
Cada uno de ellos se mantuvieron de pie, observando la entrada de la novia.
De la mano de Carlo, ella caminó por el largo pasillo hasta estar frente al padre.
Su amigo le dio una sonrisa con unas lágrimas de emoción y usando sus manos como abanico trató de secarlas.
— Perdóname, soy algo sensible con esto.
— Carlo… — dijo con ternura. — Gracias por todo.
Él movió la cabeza de arriba hacia abajo con rapidez para luego encaminarse a su asiento.
Solo faltaba la llegada del novio para que diera inicio al sagrado sacramento.
…
Antonella llevaba más de treinta minutos insistiendo en sus llamadas, pero no obtenía respuesta de Lucia.
— ¡Esta apagó el celular!
Entró al edificio preguntando por ella, pero el recepcionista solo respondió que ella ella se había ido muy temprano con una maleta indicando que no volvería.
— ¿Como es eso que se fue? Pero si nunca avisó nada, como siempre haciendo todo a nuestras espaldas y sin comunicar que se mudaba, pero me va a escuchar cuando la vea.
— No creo que ella regrese, señorita. Fue muy clara, al parecer estaba saliendo de viaje.
— ¿De viaje?
Esto ya no le estaba gustando ¿que motivos tenía ella para irse? ¡Justo el mismo día de la boda de su amiga!
— ¿Y por casualidad sabra von quién?
— Señorita no soy un entrometido. — se hizo el indignado. —pero si, la vi muy bien acompañada de un hombre muy guapo, y aquí entre nosotros, este es el más guapo y adinerado que trae.
— Por alguna razón, no me sorprende.
—¡Uf! ¿Y de donde vinieron? porque ella no durmió aquí, solo llegaron, ella recogió sus cosas con su maleta y de la misma manera se fueron.
Seguro que ya le quitó el marido a alguna pobre mujer, no entiendo la razón para meterse en problemas. Aunque también podía estar equivocada, tal vez la estaba juzgando antes de tiempo. — se cuestionó. — Y dígame ¿Cómo era el tipo?
— Era uno de cabellera castaña y rizada, muy apuesto, aunque no es la primera vez que ella no duerme aquí. Yo creo que ellos se han estado viendo desde hace buen tiempo.
— Espera un momento ¿dices que tenía el cabello rizado y castaño? Según ella tenía entendido, Lucía no tenía ningún conocido con esas características, salvo… — ¿Tienes las cámaras de seguridad?
El hombre encargado parpadeó de sorpresa.
— Señorita yo no puedo…
— ¡Te pagaré!
— Esta aquí. — buscó en la computadora mostrándole los videos que ella necesitaba.
Antonella se acercó al mostrador, miró en el monitor los videos que él encargado iba pasando hasta que dio con la indicada.
En ella se veia a Lucía saliendo de un coche frente al edificio, ¡Pero no podía ser verdad! Ese automóvil lo reconocía a la perfección. — Vamos Antonella, quizá sea una coincidencia.— se dijo tratando de evitar esos pensamientos.
— ¿De cuándo es esta grabación? —preguntó.
— Déjeme ver, aquí esta, hace un mes. — contestó señalando la fecha y hora.
— No puede ser… — Susurró al mirar la matrícula del vehículo. — ¿Tienes la grabación de hoy?
— Si, espere unos segundos.
Antonella quería confirmar sus sospechas, pero se negaba a creerlas. Lucia no era santa de su devoción, pero tampoco la creía capaz de hacer algo tan bajo.
— Aquí esta.
— Por favor que yo este equivocada. — se dijo a sí misma antes de ver el video.
Lamentablemente las imágenes solo comprobaron sus sospechas, luego de que Lucia saliera con su maleta del edificio, inmediatamente él la ayudó no sin antes darle un beso en los labios. La fecha y hora lo comprobaban.
Cerró los ojos pensando en su pobre amiga que esperaba llena de ilusiones en el altar. — Ay Stella. — se lamentó.
…
La ansiedad estaba haciendo estragos sus nervios, ya había pasado una hora y ningún rastro del novio.
Stella sentía que sus ojos se aguaban, el pánico la estaba carcomiendo en vida.
Carlo se acercó tocándole el hombro.
— Cariño…
Al verla casi al borde del llanto prefirió callar.
— Él va a venir, Carlo, estoy segura, mi corazón lo sabe. — se tocó el pecho y luego la medallita de sus padres. — Yo confío en él.
— ¿Tú sabes algo Alejandrina? — preguntó el padre del novio a su hija.
— No, ya sabes que el torpe de Angelo jamás revela sus pensamientos, aunque sí deja a su noviecita significaría que no es tan estúpido como creí. — sonrió disfrutando de la tristeza de la joven castaña de ojos verdes.
— Seguro mi hijo recopacitó, una mujer de esa escala social no podía formar parte de nuestra familia. — La mujer robusta de cabellera rizada no perdió el tiempo para soltar su veneno, no engañaba a nadie, se veía a kilómetros su felicidad por el abandono a esa muchacha.
— Suficiente Lorenza, no es correcto burlarse de las desgracias de otros ¿ no te das cuenta que ella debe estar sintiéndose muy mal?
— Querido, tal vez se arrepintió y no venga.
— ¡Ya basta! Eso es lo que ustedes quieren ¿verdad? — exclamó Stella a la señora Lorenza e hija, con el rostro angustiado. — Ustedes jamás me quisieron, pero me estoy casando con Angelo, no con ustedes, lo amo ¿Acaso eso no es suficiente?
— Pobre niña tonta, mi hijo viene de un mundo que tu jamás conocerás, él solo recapacitó.
Los invitados miraban consternados desde sus asientos la tensión entre la novia y la madre del novio.
— Pierdes tu tiempo, niña.
Stella abrió la boca para responder, sin embargo el fuerte ruido de un auto estacionandose llamó la atención de todos.
Un silencio largo se prolongó hasta que por las puertas entró Antonella con una mirada llena de empatía y lástima.
Stella caminó acercándose a su amiga.
— Llegaste con Angelo ¿verdad? Por eso te demoraste.
— Amiga… — le sujetó una mano.
— ¿Por qué no entra? Se que llegó un poco tarde, pero todos los invitados aún estan aquí.
— Amiga… — volvió a pronunciar, pero ella parecía no entenderla, era como si su mente se hubiera desvanecido.
— ¿Dónde está, por qué no entra?
— ¡Stella! — le gritó tratando de hacerla entrar en razón. — lo siento tanto, pero él…
— ¡No! Antonella no digas nada, tú estás equivocada, él vendrá… nos vamos a casar, vamos a ser felices, yo lo sé.
— ¡Escúchame! — la sacudió de los hombros logrando que la oyera, para luego tocar sus mejillas mirándola a los ojos y susurrar — Stella, Angelo no vendrá, él huyó con Lucia.
La noticia fue como una bala directa al corazón que hizo sangrar su alma.
— Stella…
Ella permaneció en silencio unos segundos, paralizada de la revelación, lentamente alzó su mano y observó el anillo.
— ¡Ah…! — sollozó finalmente, retorciendose hasta caer de rodillas sobre el piso de la iglesia.
—¡Stella, amiga! — Antonella la abrazó tratando de consolarla.
— ¡Nooo! ¡Angelo no pudo hacerme esto! — apretó los ojos con fuerza sintiendo las lágrimas calientes que caían por sus mejillas. — ¡Angelo! ¡Angelo! — lloró amargamente.
— Lo lamento amiga, pero él se marchó con ella esta mañana, ellos eran amantes todo este tiempo.
— Tengo que buscarlo, me niego a aceptarlo. — se levantó alejándose de los brazos de su única amiga.
— ¡Espera Stella! — fue tras ella, pero la novia adolorida salió de la iglesia presa de un llanto desgarrador, el ramo de rosas que llevaba en su mano lo aventó al piso, y sujetando sus faldas corrió por la calle ante la mirada curiosa de decenas de personas.
El departamento de Angelo no quedaba muy lejos y no le costó mucho llegar.
Estaba frente al señor encargado de la seguridad quien no le permitió la entrada.
— Soy la novia de Angelo, dígale que lo estoy esperando, por favor llamelo.
— ¿Usted es Stella Bianchi?
— Así es, vaya a llamarlo, por favor. — dijo agitada.
— Mm, debí suponerlo. — contestó al verla de pies a cabeza con el vestido de novia. — Él dejó esto para usted. — estiró su mano entregándole una carta.
Llena de dudas, aceptó el papel, lo abrió aún con los ojos llorosos, reconociendo de inmediato la letra de él y la leyó en silencio.
" Querida Stella, tal vez ahora debas estar odiandome por lo acabo de hacer, y no tengo excusa para disculparme, simplemente puedo decir que me he enamorado de otra mujer, perdóname, no fue mi intención lastimarte, se que algún día me entenderás".
Con cariño Angelo Costa.
Leyó mojando el papel con sus lágrimas.
— ¡Stella! — llegó Antonella en su auto acompañada de Carlo.
— Se fue Antonella, él me abandonó… — Susurró casi ahogándose en su llanto.
— Siempre me esperé lo peor de ella, pero esto ha sobrepasado mis límites, no cabe duda que jamás conocimos a la verdadera Lucia.
— ¡Cariño, Stella! — Gritó alarmado Carlo.
— ¡Amiga!
La joven de ojos verdes perdió el conocimiento siendo ayudada por el señor de seguridad.
— Muchas gracias, por favor llévela a mi auto.
El hombre cargó a la joven inconsciente hasta ayudarla a entrar al coche.
Carlo acompañó en el asiento posterior a la joven de blanco, mientras la ojiazul conducía.
Llegaron a la habitación que alquilaba y tras sacar unas llaves que ella tenía por encargo de Stella, abrió la puerta siendo recibidos por Bracco.
El perro olfateó a su ama y contrario a su energía de juguetón, este aulló con la mirada triste, como si sintiera el dolor de la señorita inconsciente.
Por otro lado, mientras un joven sufría el abandono en pleno altar, otros disfrutaban de un viaje en avión al lugar más lejano donde nadie los molestaría.