Cedric frunció el ceño cuando contempló que la pantalla de su computador se colocaba n***o de la nada y luego volvía a la normalidad con la peculiaridad, de que no podía moverse para nada, como si se hubiese quedado pegada. Solo esperaba que los archivos en los que había estado trabajando no se hubieran perdido con todo su avance o realmente se molestaría.
Presionando sus labios juntos, observó su teléfono fijo y luego apretó un botón que lo conectó directamente con su secretaria afuera de su oficina.
—¿El técnico que arreglará esta cosa infernal ya ha llegado? —preguntó con un tono un poco hosco.
—No señor Bozeman, a medio día estará aquí y aún faltan unos veinte minutos —respondió y Cedric pudo sentir la sonrisa de Susan tras responder.
—De acuerdo —suspiró contemplando la pantalla de su computador—. Avísame inmediatamente cuando cruce el lobby —pidió.
—Por supuesto señor. ¿Tiene algún problema en este momento? —preguntó.
—Cuándo no lo tengo —gruñó—. Pero no creo que puedas hacer algo al respecto en esta ocasión, y apagar y encender tampoco ayudará —se adelantó.
—Le avisaré inmediatamente cuando el señor White esté en el lobby —aseguró—. Los señores Cian y Cyrus están subiendo por el ascensor en este momento, se les permite pasar o… —preguntó insegura.
—Déjales entrar, no creo que pueda hacer mucho hasta que el técnico llegue de todas formas —respondió y cortó la llamada.
Observando la pantalla de su computador, apretó un botón cualquiera en busca de alguna señal, pero como esperaba, este ni se inmutó ni marcó la letra elegida.
Gruñendo, se recargó en el respaldar de su cómoda silla rindiéndose rápidamente, podía ser bueno en bastantes cosas, pero cuando se trataban de tecnología avanzada le dejaban perplejo, eran completamente su debilidad y todos sabían lo mal que se llevaba con cualquier objeto tecnológico, incluso con su propio teléfono celular.
En momentos así, casi extrañaba cuando el invento tecnológico más avanzado era un telescopio o una linterna, no había nada de complicado en utilizar alguno de ellos a diferencia de como lo era ahora.
Sus hermanos se burlaban de él cada vez que tenían oportunidad por no poder manejar bien su computador y celular, pero a Cedric no le importaba mucho, él simplemente no era bueno con ello y punto.
Cedric alzó su cabeza cuando la puerta de su oficina fue tocada. Concediendo permiso, una de la doble puerta negra fue abierta y Susan apareció con su blanco cabello alzado en un implacable moño detrás de su nuca, su camisa blanca y su negra falda tubo hasta sus rodillas, acompañado de unos zapatos con un alto tacón que la hacía verse más alta.
—El señor Cian y el señor Cyrus ya han llegado, señor Bozeman —anunció y se corrió permitiendo que las dos figuras imponentes de sus hermanos cruzaran la puerta.
Tras entrar, Susan inmediatamente se retiró en silencio, cerrando la puerta a su paso.
—Siento que hay un trato diferente aquí —expresó Cyrus.
—Eso es cierto —apoyó Cian—. Los tres somos vampiros de tiempos antiguos, los únicos en realidad, pero Susan solo a ti te trata con tal respeto que no puede llamarte por otra cosa más que tu apellido —indicó.
—Ustedes pueden ser mis hermanos y unos vampiros tan viejos como yo, pero soy su jefe dentro y fuera de esta oficina, al igual que de cada vampiro en esta ciudad y mundo —expresó arrogantemente.
—¿Qué sucede con tu equipo de seguridad? —preguntó Cyrus tomando asiento en el sofá ubicado frente a los grandes ventanales del suelo al techo que cubrían uno de los costados de la oficina—. Estuvieron más rigurosos que de costumbre —observó, tirando de su largo cabello rubio hasta los hombros para atrás.
—Un humano logró infiltrarse en el edificio sin invitación y tiró una bomba de humo mientras protestaba expresando su desagrado hacia los vampiros —explicó girando en su silla para observar de frente a sus hermanos.
En realidad, ninguno de ellos era realmente hermanos de sangre, bastaba con solo mirarlos para saberlo.
Los tres podrían poseer ese brillo encantador que poseía cada vampiro para llamar la atención de los humanos con una innegable belleza, pero lo único que tenían de similar era su naturaleza, complexión y altura, todo se perdía luego de eso.
A los tres les encantaba tener sus cuerpos firmes y trabajados, con la cantidad justa de músculos, siendo Cyrus un poco más musculoso que los otros dos.
Mientras Cedric tenía su cabello n***o, Cian de un castaño oscuro corto y Cyrus un rubio oscuro largo hasta sus hombros. Sus ojos eran de un azul que a veces se tornaban violeta, mientras que los de Cian azules y Cyrus grises.
En altura, los tres iban similares con solo unos centímetros de diferencia, y otra cosa que tenían en común, era que ninguno sabía cómo habían surgido realmente.
Cedric simplemente despertó un día con su memoria borrosa, pero sabiendo internamente que era diferente a los demás, y con el paso del tiempo mientras iba descubriendo su naturaleza, encontró a Cian y luego a Cyrus, pasaron muchos años antes de que pudieran encontrar alguien similar a ellos, pero entonces, no había existido la misma conexión como la que había con ellos tres, ni la misma magnitud de poder.
—Interesante, ¿te divertiste o lo entregaste a las autoridades humanas? —cuestionó Cian.
—Lo entregué a las autoridades humanas con una advertencia —respondió—. Si el mismo hombre volvía a invadir o presentarse ante nosotros con intenciones maliciosas, ya se volvía un asunto nuestro a resolver —explicó.
—Pudiste haber acabado con el problema de raíz inmediatamente —bufó Cyrus, que podría ser un poco más que despiadado que él.
—Eso traería problemas con los humanos y lo que menos quiero en este momento es lidiar con ellos —resopló moviendo su mano desdeñosamente—. Pueden ser más débiles que nosotros, por mucho, pero eso no significa que no pueden volverse molestos si así lo desean.
—En eso tienes razón —asintió Cian apoyándolo—. ¿Qué le ocurrió a tu computadora? —preguntó curioso.
—¿Por qué crees que le pasa algo? —respondió, y ambos contrarios sonrieron al instante.
—La pantalla se vuelve completamente blanca a momentos y luego vuelve a la normalidad —indicó Cian, que vendría siendo el segundo vampiro mayor luego de él.
—Quedó así luego de que me la pidieras —acusó.
—Eh, no me eches la culpa a mí —rió bajo—. No es mi culpa que tú no te lleves bien con cualquier objeto tecnológico —resopló divertido.
—Destacando los computadores y celulares, lo que más se usa, lamentablemente —se burló Cyrus.
—Sigan molestándome y no les contaré ni una mierda del por qué les llamé —espetó cruzando los brazos sobre su pecho.
—Debe de ser un nuevo prototipo de la sangre sintética —se encogió de hombros Cyrus, no muy interesado.
—¿Este es el quinto ya? —preguntó Cian observando al vampiro a su lado.
—Anoche, la diosa de la luna apareció en mis sueños —anunció capturando inmediatamente la atención de sus hermanos, quienes cuadraron sus hombros y le observaron.
—¿La diosa de la luna finalmente volvió a aparecer luego de tantos siglos sin verla? —cuestionó Cian solo un poco incrédulo—. ¿Qué fue lo que te dijo en esta ocasión?
Exactamente, porque no era la primera vez que la diosa de la luna aparecía ante él en sus sueños. La primera vez que había aparecido, había encontrado a Cyrus, ella le dio los nombres junto a su apellido y les pidió que aprendieran lo más que pudieran del mundo y su cualidad que los volvía diferente a los demás humanos.
La segunda vez que apareció, fue cuando más de su especie comenzaron a aparecer y el caos se expandió rápidamente tras no poder controlar sus instintos, creando un desastre y guerra con los humanos, les pidió que los tres fueran los guías de los nuevos, enseguida cada uno tomó una posición y se quedó con ella.
Cedric tomó el mando como el líder y voz de la razón, mientras que Cian fue su mano derecha siendo su segundo al mano, y Cyrus su mano izquierda haciendo que sus reglas fueran obedecidas.
Luego de ello, la diosa de la luna no había vuelto a mostrar su rostro ante Cedric durante unos largos años que hasta casi había pensado que se había olvidado de ellos tres.
—Me anunció que ya ha llegado nuestro momento —respondió.
—¿Nuestro momento? —repitió Cyrus—. ¿De qué exactamente? ¿Otra guerra de humanos contra vampiros?
—No, de que nuestras parejas de sangre hagan su aparición —anunció y un tenso silencio se expandió en su oficina.
Cedric podía entender la reacción de sus hermanos realmente, habían pasado siglos contemplando a otros de su especie encontrar a aquellas parejas únicas y para toda la vida mientras que ellos estaban completamente solos, sin tener un amante al cual amar, adorar y cuidar.
Tantos años, que hasta él mismo ya se había estado aburriendo de su constante soledad.
Sí, cualquiera de ellos podía tener un cuerpo disponible con solo chasquear sus dedos, pero Cedric deseaba más que solo un cuerpo que calentara su cama, quería algo más importante y duradero, y sabía que sus hermanos tenían los mismos sentimientos.
—¿Nuestras parejas? —rompió Cian.
—Sí —asintió.
—¿Cómo sabes que no se trata de una mentira? —cuestionó Cyrus con expresión severa—. Hemos pasado siglos contemplando a otros encontrar a sus parejas, estoy seguro de que no he sigo el único que le pidió una pareja hasta el cansancio sin ser escuchado… ¿Por qué ahora? —expresó.
—No sabría decirte el por qué ahora —negó Cedric—. Pero sí sé que la diosa luna nunca nos ha mentido ni engañado, ¿por qué lo haría ahora? —pensó.
—Entonces, ¿qué fue lo que te dijo ella? —indagó Cian interesado—. ¿Te dio nombres? ¿Te los mostró? ¿Te dijo dónde encontrarlos?
—Nada de eso —volvió a negar.
—¿Entonces cómo se supone que los vamos a encontrar? —espetó Cyrus con tono irritado—. Nosotros los vampiros no reconocemos a nuestras parejas como por arte de magia, solo sentimos cierta atracción que podemos sentir por cualquiera, pero es cuando hemos perdido todo el apetito y rechazamos cualquier sangre que sabemos que hemos encontrado a nuestra pareja enlazada, algunos tardan meses buscándola porque en un solo encuentro ocurre este cambio en nosotros, puede ser solo un segundo, pero este hace toda la diferencia —indicó.
—Cyrus tiene razón —asintió Cian—. En ese solo segundo que nos encontremos, podríamos perder toda la oportunidad por no reconocerlo.
—No puedo creer que estén llorando por esto cuando todos los de nuestra especie han tenido que vivir con esto y luchar contra este temor para encontrar a sus parejas —reprochó con severidad, logrando que ambos contrarios se removieran incómodos—. Algunos de nuestra especie siguen inmediatamente a la persona de la cual sienten interés, averiguan todos sobre ellos mientras esperan si han perdido su apetito por otra sangre. Su comportamiento ciertamente nos hace ver atemorizante y acosadores, incluso, pero es así como han encontrado a sus parejas, y si nosotros debemos de hacer esto para encontrarles, lo haremos también.
Hubo un silencio corto donde los tres simplemente se observaban sin decir una palabra.
—Lo siento, me equivoqué —se disculpó Cyrus primero.
—Yo igual lo lamento —prosiguió Cian—. Es solo que después de tanto rechazo, da miedo seguir ese interés cuando ya sabes en lo que terminará —expresó.
Cedric los observó duramente unos minutos más y luego arrojó un suspiro.
—Está bien, lo comprendo, puedo decir que tengo los mismos sentimientos —aceptó finalmente—. Pero siendo una suerte para nosotros, la diosa de la luna sí me ha dado una pista para reconocerles —informó.
—¿Sus nombres? —preguntó Cyrus con una sonrisa.
—No —sonrió leve—. Se trata de una marca de nacimiento —anunció—. Nuestras respectivas parejas tendrán en su cuerpo tres lunares que forman un triángulo y estarán en un lugar visible para nosotros —expresó—. Y como regalo, me ha dicho que le ha dado una bendición para que ningún vampiro pudiera usar su control mental en ellos.
—Si le ha dado una bendición tan importante como esa, podría significar que nuestras parejas podrían no ser lo suficientemente fuertes como para defenderse por sí mismos —concluyó Cyrus.
—¿Humanos tal vez? —pensó Cian—. O recién nacidos.
—No —negó Cedric—. Los recién nacidos son solo débiles en un principio, luego como todos comienzan a desarrollar fuerza y poderes, al menos lo suficiente como para no lograr el manejo mental —explicó—. Claro que solo los maestros que han cambiado al humano en vampiro podrían meterse en su mente con o sin permiso, pero siento que se trata de humanos.
Cian aplaudió con emoción—. Entonces nuestras parejas definitivamente serán humanos y no podremos manejar ni entrar en su mente —exclamó.
—Ninguno vampiro puede entrar en la mente de cualquiera si no recibe su expreso permiso o podría causarle daño, aún si se trata de un simple humano u otro vampiro, por lo que la marca de nacimiento será bien recibida —sonrió Cyrus.
—¿Te dio alguna otra pista? —cuestionó Cian.
—Dijo algo más, pero no lo consideraría precisamente una pista —indicó.
—Da igual, suéltalo —pidió.
—Bien, dijo que nuestras parejas aparecerían cuando menos lo estemos esperando —respondió—. Como ven, no dice mucho.
—Bueno, debería de sentirme agradecido con todo lo que nos ha dado hasta el momento —anunció Cyrus levantándose—. A pesar de que se olvidó de nosotros por siglos —añadió con solo un poco de resentimiento.
—Ella siempre observa y escucha, que no responda inmediatamente no significa que no lo haga —expresó Cedric y observó su teléfono fijo sobre su escritorio cuando este sonó.
—Bien, nosotros te vamos dejando, parece que estarás ocupado —pronunció Cian despidiéndose.
Observando como ambos vampiros se despedían cruzando la puerta, Cedric contestó la llamada y la voz de Susan se infiltró en su extensa oficina.
—El señor White ya está en el ascensor, señor —informó.
—Hazle pasar inmediatamente tras llegar aquí —ordenó contemplando la pantalla de su computador.
Recibiendo una respuesta afirmativa, Cedric cortó la llamada y esperó apenas unos minutos antes de que su secretaria golpeara la puerta de su oficina y la abriera sin esperar una respuesta, ya sabía cuál iba a ser de todos modos.
—El señor White, señor Bozeman —anunció Susan y se hizo a un lado permitiendo que el ser más exquisito cruzara por su puerta.
Cedric no pudo evitar devorar con sus ojos al hombre de pequeña altura, observando desde aquel pelo rojo oscuro ligeramente ondeado, hasta esos ojos verdes ocultos bajo unos lentes de marco grueso, un conjunto de pecas estaba pintado en su perfecta nariz recta hasta sus pómulos, y luego estaban esos labios…
Esos dulces labios rozados se veían tan besables y comibles, siendo el inferior un poco más relleno que el superior, daba la ligera apariencia de estar haciendo un tierno puchero el cual estaba bastante tentado a besarlo y luego atraparlo entre sus dientes.
Su aroma a humano tenía cierta fragancia llamativa, y aunque su conjunto de ropa no ayudaba exactamente a revelar su pequeña figura, Cedric sabía que el joven era delgado.
—¿Señor Bozeman? —llamó su secretaria, volviendo a traerlo a la realidad.
—Está bien, puedes retirarte —anunció sin mirarla, pero fue consciente de como la puerta se cerró debido al sonido que provocó—. Señor… —pronunció observando al dulce hombre.
—Archie, Archie White —respondió y sus ojos observaron toda la extensa habitación mientras sus manos enguantadas se aferraban a la correa de su mochila que cruzaba su pecho.
—Es un gusto conocerte, Archie —musitó levantándose de su silla—. ¿Te importa si te llamo por tu nombre? —preguntó.
—No, no, está bien —respondió sacudiendo ligeramente su cabeza antes de observarle—. Bien.
—Gracias, puedes llamarme también por mi nombre, Cedric —sonrió.
—Uh, claro —asintió—. ¿Su computadora? —preguntó yendo directo al punto.
—Aquí, por favor —señaló su computador.
Archie pareció dudar unos minutos antes de dirigirse hacía él, sus dulces labios moviéndose suavemente sin emitir una palabra mientras avanzaba hasta que estuvo a su lado.
El hombrecito le observó y luego el computador, pareció dudar unos minutos antes de finalmente correr su mochila hacia adelante y abrirla sacando un pañuelo.
—Permiso —susurró colocando el pañuelo sobre el asiento antes de sentarse y se quedó totalmente quieto, tenso incluso.
—¿Estás bien? —preguntó.
Archie le observó unos segundos antes de asentir y volver a observar la pantalla de su computador, relajando su cuerpo.
Pobre cosita, seguramente esperaba que dijera algún comentario desagradable por su inusual acción. Otras personas probablemente lo habrían hecho, pero todo lo que hacía el adorable joven, solo lo encontraba interesante.
Y solo sabía, que deseaba aprender más del adorable joven pelirrojo. Y eso era exactamente lo que iba a hacer.
—¿Puedes arreglarlo? —preguntó inclinándose hacia adelante, colocando una mano sobre el escritorio y otro detrás de la silla.
—Yo puedo, sí, puedo —respondió con confianza, sin mirarlo mientras sacaba otras cosas de su mochila.
—Estaba trabajando en unos documentos importantes antes de que la pantalla se volvió negra para que después volviera a la normalidad y terminará así, sin hacer nada —explicó—. ¿Crees que lo puedes arreglar sin perderlos?
—Claro, por supuesto —asintió y esperó unos largos minutos antes de comenzar a moverse nuevamente.
Si el hombrecito esperaba que se alejara tras su pedido, había estado muy equivocado, porque Cedric no tenía ningún deseo de alejarse de él.
Ni nunca.