2| Rice

3775 Palabras
El día para Maurice empezaba igual como de costumbre. Su rutina era inquebrantable, elaborada y pragmática, como él. No demoraba más de media hora en la ducha, siempre vestía los mejores trajes de diseñador, calzaba los zapatos más elegantes y a la vanguardia de la moda y antes de ir a su oficina, pasaba por su cafetería favorita. Fuese en la mañana de camino al trabajo o a la salida, era prácticamente una obligación ir por su expreso con una de azúcar. No era un adicto a la cafeína ni le hacían falta los efectos que esta tenía por lo regular entre los consumidores asiduos, era cuestión de costumbre, de sentirse aún cercano a lo que un día fue. Aquella mañana, sin embargo, no quiso pasar por su café. Había revivido una y otra vez las escenas de aquel intento de asalto al lugar y como estuvo a punto de perder documentos importantes por no ser capaz de desligarse de aquella cafetería de una vez por todas como su madre ha deseado todo este tiempo. Ser el director ejecutivo de A&A Publicity, la agencia de publicidad propiedad de su padre, era demandante en gran medida y mucho más cuando estaba a poco de heredar la compañía. Un auto con chofer incluido lo recogía en su exclusivo penthouse todas las mañanas para llevarlo hasta los edificios de A&A; no obstante, de regreso a casa siempre iba por su cuenta en uno de los tantos carros blindados que poseía, aunque entre sus autos más preciados estaban el recién adquirido Bugatti La Voiture Noire y el Rolls-Royce boat tail, siendo uno de los tres poseedores en el mundo de este glamuroso modelo de colección. Pero por supuesto que no podía rondar por la cafetería en aquellos vehículos si quería pasar desapercibido. Los negocios de su familia iban mucho más allá de la compañía de publicidad. Tenían una gran agencia de arquitectura y diseño con participación a nivel mundial, de la cual se encargaba su hermano mayor Matthew; razón por la cual poseían un sinfín de propiedades únicas y costosas casi que en cada ciudad principal del mundo. Nunca entraba por la puerta principal de la oficina, porque lo que más disfrutaba a toda costa, era evitar saludar a cada empleado. El chofer ingresaba al parqueadero subterráneo y desde allí, un ascensor privado lo conducía hasta su oficina. Adoraba estar en el último piso del gran y moderno edificio, beneficios por ser el director ejecutivo, pronto presidente de A&A. Andrew Astor, su padre y actual presidente y fundador de la compañía, había trabajado incansablemente desde que fundó la empresa en una vieja oficina en el corazón de Chicago, antes de que alcanzara el prestigio que la llevó a posicionarse como la empresa número uno en publicidad de todo Estados Unidos. La sede principal seguía funcionando en Chicago, con sucursales en otras ciudades del país. Su papá ya había considerado su retiro como presidente de ambas compañías. Actualmente su hermano ya estaba a cargo de Astor Architecture & Design y él deseaba pronto estar a la cabeza de A&A. Al evadir a toda la gente posible de camino a su oficina, entró para toparse con Rolland, su único amigo y ejecutivo de cuentas de A&A. — ¿Cómo es que estuviste involucrado en un asalto? ¿Me lo repites, por favor? que no termino de entenderlo. —Que seas escaso de mente no es mi problema. Necesito que te pongas a la cabeza del nuevo proyecto, mientras encontramos a alguien que se encargue de la dirección creativa. —Y por cierto ¿Qué demonios hacías en ese barrio? —Nada que te importe, ve a trabajar que para eso te p**o. —Tu padre me paga… —No por mucho tiempo —lo interrumpió. —Eres un jefe tirano, Rice ¿Ya te lo habían dicho? —Un millón de veces, gracias por tu inútil aporte. —De todos modos, ¿Qué quieres que haga? La parte creativa no es mi área de trabajo. —Ese no es mi problema, resuélvelo, contrata alguien provisional o a un jodido equipo que lo haga, pero soluciónalo ya. —Tirano de…—bufó. —Sal de mi oficina, Hawke. Ahora. —masculló. Rolland frunció los labios y abandonó la oficina de Rice. No era buena idea llevarle la contraria a Rice cuando claramente parecía de muy mal humor, de hecho, no se le debía llevar la contraria ante ninguno de sus estados posibles de ánimo, mejor dicho, nunca nadie debía siquiera atreverse a llevarle la contraria al testarudo Maurice Astor. Ni siquiera pensarlo porque era capaz de oler la insurrección a kilómetros de distancia. Se dirigió unos cuantos pisos más abajo hacia su sector, encontrándose con Eloise. —Doce minutos tarde, Hayes —la recriminó concentrando la mirada en su fino reloj, regalo de parte de Rice en su último cumpleaños. —Lo siento mucho, señor Hawke, tuve que detenerme en el departamento de recursos humanos por unos minutos, no volverá a suceder. —Nada de señor, ya te lo he dicho. Tengo prácticamente tu edad. La morena de ojos miel le dedicó una amable sonrisa, que aunque era típica en ella, escondía una creciente y oculta devoción hacia su jefe inmediato. Ely Hayes ocupaba el cargo de supervisora de cuentas desde hace ya casi dos años y se había ganado la confianza de su jefe en cuanto al entorno laboral. Fuera del edificio no tenía relación alguna con él y no por falta de deseo o intentos. Más de una vez quiso acercarse a Rolland en plan de amiga, pero este era demasiado hermético en su vida privada, tanto como el director ejecutivo de A&A, más conocido en el bajo mundo como el Diablo de Chicago. Maurice Astor le podía llevar solo algunos años, pero por fuera cargaba una armadura forjada en roca antigua, imposible de penetrar. La fama que tenía no se debía a la bondad de su corazón, pero el motivo era algo que no estaba permitido comentarse en los pasillos o zonas comunes del edificio, ni siquiera pensarlo estando dentro de las modernas instalaciones. Las malas lenguas decían que nunca compartía cama con la misma mujer y que pagaba bien por su silencio, porque jamás se había escuchado directamente de la boca de alguno de sus acostones de una noche, lo que sucedía bajo las sábanas de la suite presidencial del hotel más lujoso de la ciudad. Tampoco había sido expuesto por sus ligues internacionales, porque así como el dinero, mujeres no le faltaban. —Necesito que me ayudes con algo que está fuera de nuestro alcance, pero ya sabes, Rice me lo ha encargado personalmente y no me puedo negar. —Claro que sí, ¿De qué se trata? —Vuelve a recursos humanos y reúnete con Lindsay. Comunícale que Astor hijo necesita lo antes posible una persona o en su defecto, todo un equipo que se encargue de la parte creativa de la campaña publicitaria de una nueva y costosa marca de Jeans. Van a sacar su primera línea y nos han seleccionado para estar a la cabeza de la campaña. Quieren que sea por todo lo alto. Sabes que Timothy renunció estúpidamente para irse con la competencia, así que mientras encontramos a alguien cualificado, debemos arreglárnoslas. —Iré enseguida, Señ... Rolland. —A propósito ¿Por qué venías de recursos humanos? —Yo… de hecho —se aventura—, estaba hablando con la señorita Lindsay sobre un curriculum que le recomendé. Si me permites, Rolland, creo que tengo a la persona que el señor Astor necesita. —Explícate. —Frunció el ceño. Quizás iba a lanzar a su mejor amiga a un agua densa repleta de tiburones, pero no había de otra. Ella necesitaba empezar a trabajar de manera urgente. —Tengo una amiga que ocupaba precisamente el cargo de Directora Creativa en la competencia. Cargo que ahora ocupa Timothy. —Rolland suelta una carcajada que Ely disfruta encantada. — ¿Entonces sugieres que juguemos tan sucio como ellos? —No necesariamente. Ella fue casi que obligada a renunciar, pero eso nadie lo sabe. Razón por la cual no cuenta con una recomendación y además tampoco posee el perfil completo que solicita esta empresa para el cargo, puesto que su experiencia es reducida. — ¿Y dices que era la directora creativa de la competencia, eh? ¿Por qué nunca he escuchado de ella? Creí que era un él. —Sí, yo… la verdad nadie la conoce. Es nueva en el mundo de la publicidad. —No sé, tendríamos que hablar con Rice al respecto, en todo caso, coméntale a Lindsay y ella nos ayudará a resolverlo cuanto antes. Ely quedó esperanzada e ilusionada con el asunto. Quiso llamar a su amiga y comentarle que ahora había una posibilidad mínima pero más real que al principio de que fuese contratada en A&A. Sin embargo, recordó que no disponía de un teléfono celular en estos momentos y maldijo no poder contactarla de inmediato. Tendría que arreglárselas para que el departamento de recursos humanos llamara a su hermana, en caso de que le dieran luz verde con la contratación. Se dispuso a volver al piso correspondiente a Recursos humanos cuando Hawke la detuvo antes de perderse entre los cristales de su oficina. —Hayes. — ¿Sí? —No te hagas ilusiones, Aunque acabe de salir de la competencia, Rice odia a los novatos y lo sabes. —Ella asintió y caminó hacia el ascensor. Ella lo sabía, claro que lo sabía. Había entrado a la empresa casi que recién graduada por un milagro llamado Andrew Astor y su programa de pasantías, que precisamente fue eliminado cuando Maurice se hizo con el cargo de Director ejecutivo. Le había costado muy duro ser la mano derecha e izquierda de Rolland dentro de esas paredes. ۩۞۩ Rice estaba acostumbrado a ser uno de los primeros en llegar a la empresa. Su padre siempre les había enseñado a él y a su hermano que para sacar adelante una compañía tan grande como la de ellos, quedarse en casa no era una opción y que siempre debía llegar primero para tomar las riendas del éxito. Respiró hondo visualizando a través de los cristales la gran ciudad que parecía estar a sus pies. Un par de golpes al cristal a sus espaldas le espantó el remolino oscuro de pensamientos que le atacaban siempre a esa hora del día, cuando la ciudad apenas parecía despertar. —Adelante. —Permiso, Señor Astor, buenos días. —Buenos días, Jenny. —La saludó sin dirigirle una mirada—. ¿Qué tenemos en la agenda? Jenny, su fiel, competente y eficiente asistente que rondaba los cuarenta, se aclaró la garganta antes de enumerar uno a uno los detalles pendientes en su agenda del día. —Tiene un brunch en el club con los ejecutivos de Albatross, una reunión a las dos de la tarde con los representantes del Canal WHT y todo está listo para su viaje a Berlín en la noche. — ¿Algo más? —Su hermano ha llamado para confirmar si usted lo alcanzará lo antes posible en su residencia de Berlín y su madre me estuvo llamando desde ayer para que le recordara que por favor le conteste el teléfono o le devuelva la llamada. Quiere salir a cenar con usted y su padre antes de su vuelo. —Llama a Mathew y confirma nuestro encuentro. — ¿Y su madre? ¿Qué le digo? —No sé, lo de siempre, dile que no puedo, que mi vuelo se ha adelantado y lo mejor es que posponga la cena hasta mi regreso. — ¿Así es que te escondes de tu madre? —La inigualable Katherine Astor se dejó ver a la entrada del ascensor de empleados comunes, abriéndose paso hasta el umbral de la oficina del Director. Solía tomar el privado, pero conociendo a Rice y sus intentos de evitarla diariamente, había optado inteligentemente por pasar desapercibida utilizando el ascensor de un trabajador cualquiera—. Ya es hora de que te busques nuevas excusas, Rice. No olvides que soy tu madre. —Buenos días a ti también, Madre —saludó en un tono frío y sin mirarla, como de costumbre—. Que sorpresa tenerte por aquí, te has despertado temprano. —Lo que debo hacer para mendigar un minuto de tu tiempo. —Siento mucho haberte hecho romper tu rutina de sueño. —Katherine gruñó y rodó los ojos demasiado acostumbrada a las palabras de Rice. Estaba ataviada en un exclusivo pantalón blanco de diseñador, una blusa fina de seda color gris y un abrigo oscuro Fendi que adquirió en la última semana de la moda de París. —Jenny, ¿Cierto? —Le miró despectivamente—. ¿Te molestaría dejarme a solas con mi hijo? La asistente asintió y salió de inmediato, cerrando las puertas de vidrio tras de sí, que si bien le impedían escuchar lo que se discutía puertas adentro, aún le permitía incomodarse la vista observando a la Señora Astor y sus horribles intentos de cejas, lanzar manotadas al aire, discutiendo y buscando persuadir a su hijo con alguno de sus asuntos tontos de sociedad. No sabía por qué, pero ni todo el dinero del mundo le arreglaban esas cejas de mierda que no tenía y que se consolaba pintando como un atentado para el glamour de aquellos días. Dentro de la oficina, Maurice suspiraba escuchando con paciencia y algo de aburrimiento el discurso patético de su madre. —Me niego a que tu asistente sea la única vía de comunicación entre tú y yo, Maurice. ¿Cuántas veces debo recordarte que soy tu madre? —No lo he olvidado. —Pues no lo parece. Te dedicas a darles órdenes a tus empleados para que se excusen por ti, siendo incapaz de darme la cara. Esto es tan bajo para provenir de alguien con tu posición. —Maurice resopló cansado de aquella escena regular desde aquel maldito día. —Si tanto te indigna, entonces deja de insistir. — ¿Acaso no puedo verte más? —Sabes perfectamente de lo que hablo, madre. —Pero, hijo, es que ya deberías… — ¿Debería qué? A esto me refiero. Estoy harto de tus intentos por hacerme quedar como el malo de la película, ¿No te bastó con presenciar la escena final? Si quieres reunirte conmigo como antes, lo mejor es evitar el tema. Pero si no estás dispuesta a hacerlo, entonces ahórrate el discurso, porque no pienso ceder. —Se puso de pie esquivando la mirada de su madre y se acercó a la puerta para abrirla—. Si no te importa, tengo una empresa que dirigir. —Increíble. —Resopló negando—. Si tu padre se entera que prácticamente me estás echando de una empresa que también es mía… —Ya no soy el mismo niño al que solías manipular acusándome con Papá —interrumpió—. Y, por favor, ya deja el asunto, que no vas a llegar a ninguna parte. Agradezco tu visita. Maurice cerró las puertas de vidrio, dándole la espalda a una indignada Katherine, quien a pesar de todo jamás doblegó su cabeza ni bajó su mirada al pasarle por un lado a la asistente, quien la observaba con mirada divertida. Era el pan de día de por medio en ese piso. Ella conocía hasta la última P de la historia, había estado ahí, más no se permitía mencionar ni una coma ni dentro ni fuera del edificio. Era demasiado fiel a Astor hijo y a Astor padre como para caer en un chisme de pasillo que no valía la molestia. —Jenny. —La mujer caminó de prisa ante el llamado. — ¿Señor? —Dile a Rolland que suba, por favor. —Enseguida, Señor Astor. Maurice tecleó un par de cosas en su computadora, revisó unos documentos que tenía a la mano y que iba a necesitar en su viaje a Alemania y dejó caer la cabeza hacia atrás aun procesando la reciente visita de su madre. Se prometió que aquello no le afectaría en lo absoluto. Había gastado demasiados millones silenciando a la prensa, como para que una de las personas que debía apoyarlo incondicionalmente lo jodiera de frente. Su madre se la ponía difícil cada día. Solían ser muy unidos y aquello simplemente abrió una gran grieta del tamaño de la falla de San Andrés entre los dos. Era cierto que no la llamaba ni contestaba a sus llamadas. No aceptada cenas a menos que estuviese delante de una cantidad considerable de personas donde su madre prefería mantener la boca ocupada con asuntos diferentes a las quejas e insistencias de siempre. Estaba cansado y necesitaba un respiro. Un respiro llamado Berlín. Su viaje era principalmente por motivos de negocios, sin embargo, no le caía nada mal embriagarse al mejor estilo alemán y follarse a unas cuantas rubias durante su estancia. Una semana de placer sin repetición sonaba bastante tentador. Cerró los ojos y soltó un suspiro. Dos golpes al cristal lo espantaron. —Déjame adivinar, ¿Te has dado cuenta que no puedes vivir sin mí y me vas a llevar a Alemania contigo? —Ni el mínimo tamaño de tu polla como posibilidad. —No logras herir mi ego, Rice. Ninguna se ha quejado cuando elevo mi m*****o a la máxima potencia. —Maurice ni siquiera perdió el tiempo mirándolo. —Cállate y siéntate. Deja tus estúpidos chistes matemáticos para… —Alguien ha aumentado su malhumor a la máxi… —Vuelves a decir máxima potencia y juro que lo primero que haré al poseer el control total de la empresa será echarte a la calle. —Admítelo, no puedes vivir sin mí. —Le lanzó un beso al aire y Maurice puso los ojos en blanco. —No mejoras mi humor, Hawke, deja de ser tan imbécil. Rolland alzó sus manos en señal de rendición y optó por no sentarse frente al escritorio de Rice, sino más lejos en una sala improvisada con tres sofás y una mesa de centro. —Seré breve. Encuentra a la persona que se hará cargo de la campaña de Vivré Jeans hoy mismo. Estaré una semana fuera y mientras tanto quedas a cargo de que todo marche bien. —Sobre eso… ya tenemos a alguien en mente. — ¿Tenemos? —Maurice por fin lo miró. —Hayes, la supervisora de cuentas que trabaja conmigo, ha sugerido a alguien. — ¿Y le p**o a ella por…? —Escucha, la directora de la competencia está buscando empleo porque oh, sorpresa, han prescindido de ella para llevarse a Timothy. —No quiero volver a escuchar ese nombre ni dentro ni fuera de esta empresa. —El punto es que la ex directora creativa de la competencia está libre y buscando un empleo, y nosotros tenemos una vacante perfecta para ella. Lo cierto era que Rolland no se quería arriesgar recomendando, sugiriendo ni contratando personal para dicho puesto, pero Rice no le había dejado de otra y tuvo que recurrir a la idea de Eloise. Ni siquiera quería hacerse cargo de nada fuera de su rango, pero ser amigo de Maurice venía con esos encargos incluidos. — ¿Ex directora, dices? —Sí. —Se tomó su tiempo para soltar aquella lenta afirmación. — ¿Entonces porque ellos se roben a nuestros empleados yo debo recoger su basura? —Hawke bajó la cabeza y dejó salir una rápida negación. —Por supuestos que no. A lo que me refiero es que… —Fuera de mi oficina. Hazte cargo, debo salir. —Pero… — ¿Qué? —No dije nada, ya me voy. Rolland abandonó la oficina y tomó el ascensor de vuelta a su área, pensando que lo mejor era delegar esa tarea a Lindsay en secreto y no atormentarse por cosas como esas. Ella era la más indicada para ello, por algo era la jefe de recursos humanos de A&A y la empleada más antigua después de Andrew Astor. Se ocupó de unos asuntos y le marcó a Hayes al notar su ausencia, pero no contestó. Ya debía estar de vuelta, estaban atrasados en un par de asuntos. Tras calcular más de media hora desde que había salido de la oficina de Rice, decidió bajar al piso de recursos humanos para llevar a cabo su sólido plan de emergencia. — ¿Rolland? —preguntó Ely al verlo entrar al piso de recursos humanos. —Vuelve a la oficina, yo me haré cargo. —Es que… —Tranquila, ya lo he solucionado. —Pero… —No alcanzó a decir nada porque él ya estaba anunciándose con la asistente de Lindsay para que lo recibiera en su oficina. Ely decidió que lo mejor era regresar a la suya y dejar que Lindsay le explicara todo a su jefe. De todos modos, ya estaba resuelto y ella estaba muy feliz por ello, pese al riesgo y la gran posibilidad de que ambos se encontrasen cara a cara en el edificio. La parte creativa y el área de cuentas nunca se involucraban directamente. Ahora rezaba para que Rolland no desease conocer a la mujer personalmente, pero conociéndolo bien, no tenía tanto interés en ello. — ¿Cómo está la dama más hermosa de todo Chicago? —Si no me has traído un café junto con ese cumplido, mejor ahórratelo. Tus súbditos lo hacen mejor que tú. —Yo estoy bien, gracias por preguntar. —Ve al grano. Si alguien tenía un carácter casi igual a Rice, sin duda era ella. Por algo llevaba tanto tiempo en el cargo y hacía prácticamente lo que le viniese en gana respecto a la contratación. Si ella lo veía idóneo para el cargo, nadie se oponía y la verdad es que sabía reconocer el talento en los demás. Nunca se equivocaba. —Supongo que Hayes ya te dio el mensaje de Rice o parte de él. —Todo está cubierto, encanto y aunque me gusta tenerte por estos lados, estoy ocupada, vuelve a tu piso. — ¿Qué quieres decir? —La chica ya está en camino, la voy a entrevistar y si me parece competente, la pondré en periodo de prueba. —Parpadeó en su dirección—. ¿Se te ofrece algo más? —Yo…No. Todo perfecto. Me has ahorrado un tremendo dolor de cabeza. Quizás Maurice lo iba a matar con aquel movimiento, en todo caso culparía a Lindsay de ser necesario. No era por alardear, pero Rice nunca se atrevería a echarlo aunque bromeara con ello.
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