Capítulo dedicado a la hermosa Sariet.
Gracias por prestarme tu nombre, espero que ames al personaje aunque se equivoque como cualquier otro.
Una desanimada pero nunca derrotada Danna Dormuth llegaba al piso que compartía con su medio hermana Sariet, dos años menor que ella. Ambas eran unas bellezas de cabello castaño, ojos verdes aceituna y caderas de infarto.
Aunque se podría decir que poco o nada tenían que envidiarle al resto de las mujeres, lo cierto era que las Dormuth no vivían bajo un cielo estrellado, tomando del vino más caro, ni vistiendo de exclusivos diseñadores, aunque gracias a Sariet, podían darse el lujo de imitar buenos diseños e incluso innovar en el mundo de la moda.
Su padre sufría de un caso bastante serio de esquizofrenia que las obligó a ingresarlo permanentemente en una clínica psiquiátrica que costaba mucho más de lo que se podían permitir; la madre de Sariet había fallecido cuando las chicas eran jóvenes y la madre de Danna, aunque estaba viva y con residencia fijada en Los Ángeles, no tuvo más nada que ver con ella desde que la mandó a vivir con su padre a los quince años.
Hans Dormuth tenía otra familia pero nunca descuidó a ninguno de sus hijos, por lo cual recibió a Danna en su hogar junto con su pareja y su hija; su ex esposa se había quedado con el hijo mayor de ambos. Contrario a forjar una relación de hermanos pese a la separación, Danna solo se había relacionado desde entonces con Sariet. Su hermano mayor se había cambiado los apellidos y no tenían nada que ver el uno con el otro aunque residían en la misma ciudad.
— ¿Qué haces aquí tan temprano y con esa cara? —preguntó su hermana en tanto la vio cruzar por la puerta con un terrible aspecto.
—Me acaban de despedir —manifestó con profunda decepción en su rostro.
— ¿Qué?
—Bueno, técnicamente no. —Danna se sentó en el pequeño sofá de la sala de estar y su hermana cayó inevitablemente junto a ella.
— ¿Me quieres explicar que ha pasado?
—El imbécil de mi jefe me ha puesto entre la espada y la pared obligándome a pasarle una carta de renuncia.
Su hermana ya hervía de la rabia, pero sabía perfectamente que Danna no había tenido más remedio que aceptar las amenazas de su ahora ex jefe, en la agencia publicitaria donde milagrosamente ocupaba un cargo importante.
No es que fuese mala en su profesión, pero ella siempre se había preguntado cómo había escalado puestos siendo tan joven y contando nada más que con sus prácticas universitarias como experiencia. Asunto que le quedó claro cuando empezó a ser acosada por su desagradable jefe inmediato desde que ingresó a la agencia, pero nunca tuvo ningún tipo de acercamientos que le dieran luz verde. El tipo era bastante mayor que ella, casado y con una hija que Danna conocía.
Aunque él pareció haber bajado la guardia con sus constantes insinuaciones y acosos directos, nunca hizo tal cosa. Sabía que no podía despedirla sin ganarse problemas legales por lo cual le pagó a uno de sus empleados de confianza, cercano en edad a Danna, para que la sedujera y tuvieran un encuentro s****l explícito a la vista de las cámaras.
La chica terminó cayendo ante los encantos del joven, pero no como el jefe suponía, más aquello fue suficiente y pronto quedó envuelta en una situación que la puso en aprietos. Entonces el astuto jefe le propuso tres opciones: aceptar acostarse con él, ser despedida con causa justificada y manchar su curriculum o renunciar por voluntad propia evitándose un escándalo y mayores problemas para todos.
No tuvo más remedio que renunciar; sin embargo, ella desconocía del plan que había fraguado su ex jefe para arruinarla y tampoco había sido exactamente como pareció en las cámaras, pues después de los furtivos besos no mostraron la parte donde él intentó aprovecharse de ella tocándola en lugares poco decentes y ella lo rechazó propinándole una fuerte bofetada en la cara. Su compañero era sin duda atractivo y aparentaba ser un caballero, pero ella nunca iba a ir más allá de los besos, ni con él, ni con ningún otro.
Estaba claro que querían deshacerse de ella y no necesitaba más problemas en su vida, solo un trabajo estable con el cual mantener sus obligaciones al día.
—Yo no gano tanto dinero como tú, sería difícil llevar los gastos de este lugar y los de papá —dijo una preocupada Sariet.
—Tranquila, sabes que no me voy a quedar con los brazos cruzados. Por fortuna el imbécil me dio esa opción. Me pondré a buscar trabajo lo más pronto posible.
—No quiero presionarte ni nada.
—Lo sé. Saldremos de esta, siempre lo hacemos. —Su hermana asintió.
—Es cierto, nos hemos recuperado de peores situaciones.
La mayor de las Dormuth se limpió unas lágrimas que se le empezaban a asomar y su hermana se fundió con ella en un cálido abrazo.
La vida no había sido muy generosa con ellas, pero por lo menos gozaban de salud y disposición para trabajar con uñas y dientes.
Por fortuna su padre les había dado estudios profesionales antes de que se quedasen sin nada. Debido al trastorno de este, todos sus ahorros se vieron afectados e incluso perdieron su casa por una hipoteca que no pudieron mantener al día.
Ambas siempre destacaron en la universidad. Danna era publicista y Sariet recién iniciaba sus pasantías como diseñadora de modas; trabajaba como pasante en una reconocida casa de modas con sede en chicago.
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Eloise “Ely” Hayes, la mejor amiga de Danna desde la universidad, la miraba indecisa mientras esta le contaba su actual situación. Necesitaba encontrar un trabajo pronto antes que las cuentas por pagar y demás gastos se empezaran a acumular en su vida. Quería decirle a su amiga que se postulara para la agencia donde laboraba, pero nunca le había hablado mucho de ella, ya que el hermano de Danna ocupaba uno de los altos cargos allí y sabía —por alguna razón que ella nunca le había contado— que no se podían ver ni en pintura. De hecho, jamás se había atrevido si quiera a insinuarle que Rolland era prácticamente su jefe.
— ¿Crees que podrías ayudarme a conseguir un empleo en tu agencia? —inquirió Danna demasiado ilusionada.
— ¿Te refieres a la agencia donde trabajo? —Ely se había empezado a poner realmente nerviosa.
—Por supuesto, digo, si es que puedes.
—Déjame ver qué puedo hacer, sabes que siempre vas a contar conmigo. —Tragó grueso y le marcó a la asistente de recursos humanos para comentarle el caso.
Tras insistir en que por lo menos recibieran su curriculum para tenerlo en cuenta a futuro, le dedico una sonrisa esperanzadora a Danna; la actual directora creativa había renunciado y estaban buscando a alguien que pudiese integrarse de inmediato, el problema era que su amiga no cumplía todos los requisitos ya que le faltaban años de experiencia en el cargo y el dueño de la agencia era muy estricto con ese punto.
Decidieron intentarlo y enviar el curriculum. Al fin y al cabo también podrían tenerla en cuenta para un cargo menor, lo importante era cubrir los gastos y luego ver como escalaba posiciones como la primera vez en su antigua agencia. Una carta de recomendación hubiese sido de ayuda, pero eso nunca iba a pasar, su ex jefe estaba demasiado cabreado con ella y a duras penas le había dejado marcharse de la forma en que le propuso. Él tampoco era ningún tonto y sabía que podía perder si se armaba un escándalo.
— ¿Crees que me tengan en cuenta para el trabajo? Acepto cualquier cosa, Ely, estoy desesperada, sabes que no me puedo dar el lujo de ser una desempleada más en este país, debo ayudar a Sari con los gastos, también está lo de papá.
—Tranquila, no desesperes, estoy segura que algo surgirá pronto, ya verás. —Sus palabras apaciguaron la tormenta que se iniciaba en el pobre corazón de Danna—. Por lo pronto debes estar pendiente de tu teléfono y no descartar ninguna oferta.
—Tienes razón, por ahí bien dicen que si lo piensas lo atraes así que me voy a visualizar en mi nuevo empleo desde ya.
—Si necesitan algo me puedes decir, no seré la mejor amiga forrada en dólares, pero sabes que pueden contar conmigo para cualquier cosa.
—Lo sé, Ely y gracias por todo.
—Dame las gracias cuando obtengas el empleo.
—Te sacaré a un bar con el primer p**o, lo prometo.
A Ely no le preocupaba realmente que su amiga consiguiera el trabajo, en el fondo algo le decía que la jefe de recursos humanos se las iba a arreglar para ofrecerle algo, el gran problema tenía nombre y apellido: Rolland Hawke.
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Danna se propuso programar su mente en positivo para atraer como la luz a las polillas, un nuevo y prometedor empleo. Fue la mejor de su clase, se graduó con honores y no tardó en encontrar empleo, sin embargo, se culpaba en parte por haber cedido a los encantos de un imbécil y por no haberse dado cuenta del trasfondo de intenciones de su asqueroso ex jefe.
Lo que más le dolía era su salario. No era el más alto de todos, pero gracias a este pudieron mantener las cuentas al día y no desamparar a su padre. Desafortunadamente el empleo no le duró lo suficiente como para darse el lujo de cambiar su viejo teléfono a punto de una muerte súbita. Por ello lo observaba con tristeza, invocando mentalmente a sus posibles empleadores para que no dudaran en seleccionarla en el puesto que sea.
Su alma máter no pertenecía a la Ivy League ni tampoco era la más prestigiosa de Chicago, pero fue fruto del esfuerzo incansable de su padre por ofrecerles aunque fuese la oportunidad de ser profesionales y así nunca verse obligadas a depender de un hombre.
No paraba de ojear su celular al punto que su mente ya lo hacía de manera autómata, solo para encontrar su bandeja de mensajes vacía y ninguna llamada perdida o correos de voz en el buzón. La liquidación amenazaba con extinguirse entre sus manos y no creía poder seguir ocultando ni un día más su cara de preocupación ante Sariet.
Mató el tiempo vaciando la casa, limpiando y volviendo a colocar todo en su lugar, claro que no sin estar pendiente cada minuto de su teléfono. Había sudado a mares y estaba algo agotada luego de su jornada de limpieza, descansó por unos minutos con la vista fija en el celular y resolvió darse una ducha exprés para seguir al pendiente de este.
Preparó la cena, comió sola, lavó lo que había ensuciado y dejó la cocina impecable. Estaba por colocarse su pijama cuando recibió una llamada de su hermana, avisando que llegaría más tarde de lo que le había informado y rogándole que pasara por sus donas favoritas a la cafetería cercana.
Danna no tenía muchos ánimos de salir, sin embargo, sabía que Sariet tenía un día ajetreado y merecía más que nadie encontrar esas donas al llegar al departamento, después de todo, no tenía mucho más que hacer. Se vistió apurada con una vieja y cómoda sudadera que escondía al mundo todos sus atributos, agarró su teléfono, algo de dinero y salió en busca de las donas, sin tener idea de que el rumbo de su vida estaba por cambiar porque que a veces las personas que revolucionan tu calma, te enseñan que no hay peor castigo que condenarse a no amar.
Ella está en cadenas, presa de sí misma; se obliga a no sentir, a no caer, a no dejarse seducir.
Dos hombres.
Uno parecía el hielo, pero era el mismísimo fuego.
El otro estaba muy dispuesto a enloquecer a su lado.
Ambos inflamables al fin y al cabo cuando de ella se trata.
Uno persigue, el otro también.
Uno desafía, el otro también.
Uno seduce.
¿Y el otro? También.
Uno de ellos le mostrará que el verdadero elipsis está contenido en un empaque de ojos verde aceituna; que no peca quien vive con malicia s****l, sino aquel que no disfruta de su sexualidad.
Porque todo es mejor cuando hay sicalipsis.