Vigila a mi esposa.

1144 Palabras
Punto de vista de Luca Bianchi. Estoy en mi oficina, revisando unos documentos, cuando Giovanni, mi guardaespaldas, entra sin previo aviso. Su expresión es seria, lo que me hace levantar la vista de inmediato. —Señor, tengo noticias importantes —dice, con voz firme. —Adelante, Giovanni. ¿Qué es tan urgente? —respondo, sin mostrar emoción alguna. —He visto a su esposa en Milán. Después de dos años, finalmente tenemos noticias de ella. Mi corazón se acelera, pero mantengo mi rostro impasible. Leticia, la mujer que me abandonó sin una palabra, ha vuelto a aparecer. La rabia y el desprecio que siento hacia ella resurgen con fuerza. —¿Estás seguro de que era ella? —pregunto, mi voz fría y controlada. —Sí, señor. No hay duda. La vi con mis propios ojos. —¿Dónde está?, ¿la has traído? ¿¡POR QUÉ NO LO HAS HECHO!? —grito ante su negativa. Me levanto de mi silla y camino hacia la ventana, mirando la ciudad sin realmente verla. Milán. La ciudad donde todo comenzó y donde todo terminó. Si Leticia pensó que podía escapar de mí, está muy equivocada. —¡Ja! Es que anda con guardaespaldas incluido —suelto una risa de ironía. «Zorra, estoy seguro de que engañas a otro hombre por ahí para darte los lujos que yo te daba», pienso. —Quiero que la sigas, Giovanni. No la pierdas de vista. Quiero saber cada uno de sus movimientos, con quién se encuentra, qué hace. No quiero sorpresas. —Como ordene, señor. Giovanni se retira, dejándome solo con mis pensamientos. La traición de Leticia aún arde en mi interior. Me prometió amor eterno y, en cambio, me dejó con nada más que preguntas y una herida abierta. La arrogancia de pensar que podía escapar de mí, que podía empezar una nueva vida sin consecuencias. «No, Leticia. No te saldrás con la tuya. Pagarás por lo que me hiciste, eso te lo juro» Me siento de nuevo en mi silla, pero mi mente ya está maquinando. Leticia ha vuelto a mi radar, y esta vez no habrá escapatoria. La haré pagar por cada lágrima, por cada noche de insomnio, por cada momento de duda. —Así que estás aquí en Italia. Te creí más inteligente, pero veo que me equivoqué, en dado caso que lo sepas, ¿Qué haces aquí? ¿Qué tienes en mente? «La venganza será dulce, y yo, Luca, me aseguraré de que tú Leticia sientas cada segundo de tu castigo» Cuando pienso que no habrá más sorpresas en este día y estoy a punto de irme a casa, recibo una visita inesperada. —Buenas tardes, mi sobrino querido. Espero no ser inoportuno —dice mi tío al entrar en mi oficina, con una sonrisa que no llega a sus ojos. —Buenas tardes, tío. Sí que eres inoportuno, no te esperaba —respondo, intentando mantener la calma mientras mi corazón late con fuerza. —Solo venía para saber cómo marchan las cosas en la empresa y cómo va tu matrimonio. Me parece que ha pasado bastante tiempo desde que vi a tu bella esposa, y la familia se ha empezado a preocupar. Ya sabes que de eso depende tu puesto aquí en la empresa —dice, con un tono que mezcla preocupación y amenaza velada. —No tienes por qué recordármelo —le digo, aparentando tranquilidad, aunque por dentro estoy hirviendo. —¿Y bien, dónde está tu esposa? —insiste, clavando sus ojos en los míos. —Está de viaje, y no tengo por qué darte explicaciones, es mi vida —respondo, tratando de sonar firme. Mi tío asiente lentamente y empieza a hablar de otros temas, como si no supiera a qué ha venido. Cuando finalmente se marcha, me deja sumido en mis pensamientos. Tengo que medir muy bien mis movimientos porque un fallo me puede costar el puesto en la empresa. Para poder ser el CEO, una de las condiciones que establecieron mis padres es que tenía que casarme y no podía divorciarme, al menos en los primeros siete años. Cuando conocí a Leticia, me pareció la mujer perfecta. Tenía diecinueve años, era camarera de un bar al que había asistido con un amigo que buscaba a su misteriosa mujer, la cual sigue sin encontrar. Leticia me cautivó por su belleza en cuanto la vi: su larga cabellera rubia, sus ojos azules como el mar. Al conocerla, su personalidad me hechizó aún más, así que le propuse matrimonio. Todo era maravilloso, mi familia la aceptó, sin embargo, ella me abandonó luego de nuestro primer aniversario. Durante mi investigación, descubrí que me había robado una gran cantidad de dinero. La ira recorre mi cuerpo y deseo tenerla frente a mí, pero ni la policía fue capaz de encontrarla. La presencia de Giovanni interrumpe mis pensamientos, lo que me hace darme cuenta de que he estado pensando durante un largo rato. —¡Señor! —dice Giovanni, con urgencia en su voz. —¿Alguna noticia de mi esposa? —le pregunto con mal humor. —Sí, en estos momentos se encuentra en la empresa donde usted compró las acciones hace tres meses. —¿Qué demonios hace ahí? —Esa información no pude obtenerla, tampoco puedo entrar para evitar llamar la atención. —Bien, sigue así, ni se te ocurra perder de vista a mi esposa. —Entendido, jefe —responde y luego sale de mi oficina. Minutos después, tocan la puerta de mi oficina nuevamente. Doy la orden de que pase. —¿Qué quieres ahora? —pregunto sin levantar la vista, ya que sé muy bien quién es la persona que entra. —¿Y por qué esa cara, viejo? Parece que has tenido una pérdida millonaria o, mejor aún, parece que has visto a un muerto resucitar —dice Luciano, entrando en la oficina con su típica sonrisa burlona. —¿Vienes a fastidiar o qué? —respondo, sintiendo la irritación crecer. —Vamos, cambia ese humor, Luca. Te saldrán más arrugas en la frente —dice, riendo mientras se sienta frente a mí. —Es Leticia, ha aparecido. ¿Puedes creerlo? —digo, sin poder contener la mezcla de sorpresa y rabia en mi voz. —¿En serio? ¿Dónde está? —pregunta, ahora con un tono serio. —Mandé a que la vigilen. —¿Y dónde está? —insiste, con los ojos muy abiertos. —Aquí en Milán. Giovanni se la encontró esta tarde. —¿No estás jugando? ¿Es de verdad? ¿Por qué está aquí? No tiene lógica, si ella sabe que la encontrarás con facilidad —dice, claramente confundido. —No sé lo que está tramando, supongo que nada bueno. Tal vez ande con su nuevo amor, pero es algo que debo averiguar y hacer que regrese —respondo, decidido.
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