Seducción Prohibida

Anoche, durante la cena de ensayo, tuve mi segundo encuentro con el futuro esposo de mamá, Tomas, y su hijo. Debo admitir que estoy desconcertada. Tomas es simplemente deslumbrante, con rasgos que podrían compararse con la belleza de un vikingo: rubio, mandíbula cincelada y una presencia magnética a pesar de sus cuarenta y tantos años. Su hijo, una versión más joven de él, parece destinado a heredar esa misma atracción, aunque apenas le presté atención. Además, es médico en formación, lo que añade más encanto a su estampa. Sin embargo, la idea de que Tomas se case con mamá resulta difícil de entender. Mi madre, a sus cuarenta años, no aprovecha su edad con la misma gracia que Tomas. A pesar de sus intentos con cirugías plásticas, su apariencia no refleja la misma majestuosidad. Y aún así, el Sr. Preston, un destacado oncólogo, ha decidido unirse a ella en matrimonio. ¿Qué podría estar buscando con mamá? Los preparativos para la boda continúan, y me encuentro en una situación incómoda con el vestido de dama de honor elegido por mamá. Aunque intenté modificarlo para mejorar su apariencia, ella insiste en su fealdad deliberada para no opacar a la novia. La ironía de todo esto no escapa a mi atención mientras observo la escena en el camerino de la iglesia. Ahora, me encuentro entre otras damas de honor, todas con vestidos que dejan mucho que desear. A pesar de las tensiones y la incomodidad, la sonrisa superficial parece ser la moneda corriente en esta situación, especialmente cuando me encuentro con Dyson, mi futuro cuñado. Aunque su apariencia es radiante, mi sonrisa apenas alcanza la superficie, reflejando la complejidad de las relaciones y las expectativas que rodean esta unión matrimonial. —¿Qué le has hecho a ese vestido?— pregunta mamá al entrar en mi camerino de la iglesia. Sí, es irónico que estemos en una iglesia y ella viste de blanco. Ser parte de una de las familias más antiguas de Boston aún nos otorga ciertos privilegios, a pesar de nuestra situación financiera casi en quiebra. Ya no se trata solo de mamá casándose con el Sr. Preston. Él es apuesto y adinerado. ¿Qué está buscando con mamá? —Solo hice algunas modificaciones para que quedara mejor— respondo, observándola en el espejo. Mamá me mira con ceño fruncido. —Quedó exactamente como debería— dice. Frunciendo el ceño, agrego: —Pero estaba abultado y ajustado en el estómago. Y el cuello casi me ahoga. Ella suelta un suspiro frustrado. —El vestido de dama de honor debe ser poco favorecedor para no opacar a la novia. ¿Acaso no entiendes? Eso es todo— declara, levantando las manos. —No puedes ser mi dama de honor con ese aspecto. Ya es bastante malo tener una hija de diecinueve años—. Niega con la cabeza. —Sigo pensando que deberías haber sido la florista. De todos modos, Marla ocupará tu lugar y tú irás al final de la fila—. Contemplo el vestido. —Todavía no es exactamente...— Me quedo sin palabras por un momento. —Halagador—. . Me he maquillado lo más natural posible y he usado mi cabello castaño oscuro recogido, pero no puedes ignorar el feo vestido que cubre mi cuerpo. Mamá me chasquea la lengua. —Este es mi día especial, Sonia Elizabeth, así que ni siquiera empieces conmigo—. Suspiro y retrocedo. —Por supuesto, mamá. Lo que quieras.— El camino de menor resistencia. Sé por experiencia que es la forma más fácil de abordar el conflicto con mamá. —Ahora, reúne a todas las demás chicas y dile a Marla que es mi nueva dama de honor. Cambia tus flores por las de ella y haz que todos ocupen sus lugares—. Salgo. En veinte minutos, yo y doce (sí, doce ) otras damas de honor, junto con los padrinos de boda correspondientes, estamos todos acorralados en el vestíbulo de la iglesia. ¿O las llamas novias-matronas en este momento, considerando que todas son amigas de mamá y la mayoría de ellas se han divorciado al menos una vez, algunas varias veces como mamá? Sólo un par más tuvo la misma idea que yo y modificaron los vestidos. Quiero decir, todos lucimos ridículos, pero el resto luce absolutamente atroz con la brillante tela de sorbete naranja que cubre sus cuerpos. —¿Listo para esto?— pregunta Dyson, mi futuro cuñado. Extiende su brazo y me lanza una brillante sonrisa, su cabello dorado brillando en la luz que entra a raudales desde la alta vidriera. Lleva el pelo más largo que su padre, al estilo de un surfista de Cali desgreñado que le llega hasta la frente. Hombre, este tipo es demasiado astuto. Le devuelvo la sonrisa, pero ¿recuerdas ese dicho usado en exceso, una persona sonríe pero no llega a sus ojos ? Sí, mi sonrisa es de ese tipo. Patentado, pegado y perfectamente superficial. Del tipo que siempre uso en este tipo de compromisos a los que me arrastran de vez en cuando. Principalmente por el nombre de —viejo dinero— del abuelo o la desesperación de mamá por seguir incluida en círculos importantes. Tener una hija a la que aparentemente está acompañando y presentando a la sociedad de Boston ayuda a encubrir parte del hedor de ser una esposa trofeo desesperada y tres veces agotada. Pero aquí está mamá, viviendo sus días de gloria una vez más. Esposa una vez más, aunque ahora su marido sea más trofeo que ella. Especialmente porque el Sr. Preston en realidad tiene un trabajo además de ser muy bonito. Suena la música del órgano. —Lo siento, ya no soy la dama de honor—. Ignoro el brazo que me ofrece Dyson y señalo a Marla, una mujer ruidosa con el pelo teñido de un rojo intenso que sospecho que mamá mantiene como su mejor amiga porque hace que mamá luzca comparativamente más bonita y delgada. — La mujer que estás acompañando ahora es ella. Diviértete. Mi sonrisa se vuelve un poco más genuina ante la expresión sorprendida de Dyson mientras los padrinos de boda se alinean. Me dirijo hacia un caballero mayor al final de la fila. La procesión comienza tan pronto como mamá aparece unos minutos después. Camino por el pasillo, sorprendida por lo lleno que está de gente en ambos lados. Puede que mamá haya alejado a todos los que ha conocido, pero cuando veo al abuelo sonriéndole a mí en lugar de a mamá, recuerdo para quién están realmente aquí todas estas personas. El abuelo puede que ya no tenga la fortuna que solía tener, pero sigue siendo rico. El hecho de que haya cortado a su hija es un secreto bien guardado, aunque aparentemente el futuro esposo de mamá lo sabe. ¿Cómo lo sé yo? Bueno, podría haberlo llevado aparte anoche después de que se sentó junto a mamá mientras ella bebía copa tras copa de champán durante toda la cena, su mirada nada más que benévola mientras la miraba con cariño. Se excusó para ir al baño y lo seguí unos minutos más tarde. —¿Sabes que ella no tiene dinero?— Le pregunté justo después de que salió del baño. El pasillo era estrecho y oscuro, daba a las cocinas y no era muy transitado.