CAPÍTULO 30. Ella se apoyó en sus brazos, sin decir nada, solo lágrimas corriendo por su rostro. Cuidadosamente, el seco sus lágrimas con el pulgar y sonrió. ―A mí Thalia todavía le encanta llorar. Mirando sus ojos llenos de suavidad, ella no pudo evitar sonreír levemente. Paolo puso una expresión relajada. ―Vamos al balcón, les pediré que nos lleven más tarde la cena. El tomo su mano, y ella se sobresaltó un poco, pero no se liberó, y, en cambio, lo siguió en silencio. Los dos se pararon uno al lado del otro, mirando el paisaje, la imagen pacifica y hermosa embriaga a las dos personas. Paolo miró de reojo su rostro tranquilo, con una sonrisa amable en la comisura de sus labios. El cielo se oscureció sin darse cuenta, la invito a cenar, los dos sonrieron y hablaron de algun