—Sí, claro— convino Carmela, poniéndose de pie con rapidez. El Conde la acompañó hasta el pie de la escalera y miró hacia arriba al decir: —La señora Humphries, el ama de llaves, quien dice que te vio nacer, te espera para mostrarte tu dormitorio. Estoy seguro de que te atenderá bien. —Gracias. Carmela subió la escalera y se percató de que sentía un gran alivio al alejarse del Conde. La reanimó mucho la efusiva bienvenida de la señora Humphries, que opinaba que Emily había sido una criatura adorable de pequeña y le aseguró que todos echaban mucho de menos a su abuela. —Nunca ha habido nadie como la señora— le dijo mientras la ayudaba a quitarse la ropa de viaje—, parecía una reina cuando se daban fiestas aquí en Galeston. Claro que entonces yo era apenas una jovencita y hasta la prop