Capítulo 9

3730 Palabras
POV. JAZMÍN Ninguno de los asistentes que nos encontrábamos en la sala decía nada, entonces decidí tomar la palabra… —Irina, eso es normal y bastante sano, así tienen mucho de lo que hablar y discutir cuando las mentiras y los engaños se descubren. —Dije muy seria, pero Nadia me piñizco. —¿Qué te pasa? —Te has equivocado de vocación, debiste ser concejera de parejas. —Genial, nadie aprecia que estudie una carrera en la que tengo un futuro, solo me dicen que debí ser masajista o concejera, ¿qué vendrá después? ¿Psicóloga de mascotas? Irina me observó durante un momento. —No, no lo creo. Nunca pudimos tener un perro porque les tienes alergia. —Iuk, no me lo recuerdes. El perro del vecino me mando al hospital a los cinco años. Y yo creía que los perros eran lindos. Pierre se iluminó. —¿No soportas los perros? O sea que la clave para que te mantengas lejos de mi casa es esa. —Miro a Irina. —Vamos a adoptar un hermoso perro siberiano, está decidido. Gracias a Dios por mi hermana que golpeó a su marido en la cabeza con un cojín. —Tonto, no digas esas cosas, aunque…—Su mirada parecía vibrar de alegría. —¿Si vas a comprar un perrito? Quiero uno lindo y muy peludo. Pierre fingió que no la escuchaba. —Así que masajista, ¿eh? Puedo preguntar la clase de masajes que das… Le lancé un cojín. —Son cosas que aprendí en casa del abuelo. Pierre me miró con duda. —Hablamos de tu abuelo Dan ¿no? Porque no lo creo de tu abuelo Fabián, o de tu tío Robert. —Ya basta. Me voy a dormir, buenas noches a todo el mundo. —Dije. —Que tengan dulces sueños niños. —La verdad yo también aprendí a dar masajes. —Agregó Víctor. —Es algo que el abuelo te obliga a aprender, bueno no es por juego, sino que te obliga a trabajar en las vacaciones en el centro turístico y hotel que hay cerca de casa. El verano pasado me tocó trabajar en las caballerizas para la instrucción de excursionistas y antes de eso me tocó dar masajes en el salón spa, ¿a ti te tocó allí este verano? Asentí. —Si, Adrián estaba conmigo, él ya tiene bastante experiencia así que estaba bajo su supervisión. Patrice nos miraba de una forma muy extraña. —Tienen un abuelo único. —No sabía que el abuelito les hacía trabajar. —Pierre negó al igual que Irina. —No nos habías contado. —No me pareció buena idea, papá creería que me estaban forzando a trabajar. —Pensé un momento. —Y fue algo así, no me dieron opciones cuando llegaron las vacaciones. —Aunque, si lo ven desde un puno de vista, ¿cómo esperan trabajar en el negocio hotelero sino saben cómo funciona? Es una buena práctica, así ven si sus trabajadores están haciendo lo correcto. —Agregó Nadia. Víctor asintió. —Es algo así y para crear más humildad. —Dijo imitando al abuelo. —De igual forma es un castigo por todo lo que despilfarramos en fiestas y demás locuras, en especial Adrián. —Apenas y detecté la sonrisa burlona. —¿No te ibas a dormir? —Ya voy, ya voy. Tonto. Subí y fui directo a ducharme. Había un cuarto de baño en el segundo piso por lo que tomé mi toalla y fui a disfrutar del agua caliente. Cuando salí del baño me encontré cara a cara con Patrice. Me coloqué en el marco de la puerta. —¿Me esperabas? Miró al cielo. —Engreída, ven aquí y dame un beso. —Le di un pequeño beso en los labios. —Vamos a dormir. Lo interrogué con la mirada. —¿Sí? —Ve al cuarto, ya te alcanzo. Me sacó del baño así que me marché a mi cuarto. Terminaba de arreglar la cama cuando él llegó, estaba vestido con pantalones de pijama y nada más. Aunque me detuve un momento, varios minutos, admirando sus abdominales. —No me mires de esa forma, dame lugar en esa cama. —Me acosté en una orilla y le abrí la cama. —Así me gusta. Le di un golpe. —Mal educado, ni siquiera lo pediste por favor. Me abrazó y comenzó a besarme en la garganta y hacer pequeños círculos con sus dedos detrás de mi cuello también. Él sabía que me gustaba eso. —¿Qué quieres? —Le dije derritiéndome ante sus caricias. —Una noche, como solo podemos estar los dos juntos, mi preciosa rubia de piernas largas. Eso fue lo último que dijo antes de quitarme el pijama con movimientos lentos y sin dejar de besarme. —Quiero amarte toda la noche mon ange. Levanté su rostro. —Yo también, quiero demostrarte cuanto te quiero. —¿En verdad me quieres? Solo ha pasado un corto tiempo… —Hay algo entre nosotros, aunque es difícil… pero sé que te quiero Patrice. —Acerqué mi rostro al suyo y le di un besito. Comencé a acariciar cada parte de su cuerpo y casi de inmediato él también comenzó a acariciar el mío, con caricias suaves y tiernas. La mañana llegó demasiado rápido para mi gusto, me separé de los brazos de Patrice y le di un beso en la frente, eso basto para despertarlo. Su cara estaba somnolienta. —¿Es hora de levantarse? Me moví incómoda en la cama. —Esta noche me voy a casa. Patrice me tendió la mano. —Lo sé. Lo miré a los ojos un momento, durante la noche me había cruzado una idea mientras hacíamos el amor. Dudé un poco al hablar. —¿No quieres venir conmigo? Patrice sostuvo mi mirada. —No puedo, por más que me tome unos días mi vida está aquí, mis pacientes me necesitan en el hospital. —Después de un largo silencio volvió a hablar. —Lo siento Jazmín, no puedo. Asentí, aún no me sentía desanimada, quizá aún podía haber algo entre nosotros, aunque fuera casi imposible. Sabía que estaba a punto de rendirme, pero quizá un último intento. —Jazmín, levantémonos. Eso me desanimó totalmente, y no por separarme de él sino por la forma en que habló. Era decisión y algo más oscuro. —Está bien. Me levanté y cogí mi ropa, luego me dirigí al armario y saqué mi maleta y mi bolso, me tomé mi tiempo al llenarlos. Creía que si hacía un poco de tiempo ordenando mis cosas él me dejaría sola y así tendría tiempo para recomponerme. No pasó mucho tiempo antes que él se levantara y saliera de la habitación. —Menos mal se fue o me pondría a llorar en frente de él. —Me dije sollozando. Ordené mi maleta y mi bolso con la vista nublada por las lágrimas, me sentía deprimida por todo lo que me pasaba. Miré hacia todos lados, este viaje definitivamente iba a cambiarme, ¿qué tanto? Era la pregunta. Ya me sentía diferente y no de buena manera, me sentía débil como una hoja que el viento toma de su hogar, el árbol, y la lanza lejos donde está sola y desprotegida. El viento me había llevado y no me dejaba volver atrás. Para darme ánimos tuve que estar quince minutos bajo la ducha helada, aun así me veía algo... agotada. Miré en mi bolso y me puse una camiseta de tirantes y una minifalda negra de jeans, iba a afrontar la vida con una buena cara y con unos tacones altos acorde a la vestimenta. No recordaba porque los había comprado, creo que era la tentación que me había vencido. —Un poco de maquillaje y todo va a estar bien. —Tomé mi caja de maquillaje, para cuando terminé casi era la antigua Jazmín. —Casi. Lamento no poder lucir con la misma chispa que hace un par de años, desde ahora iré al spa y me buscaré un nuevo hobby aparte del basquetbol, me inscribiré en karate. —Asentí. —Y voy a aprender todo lo que pueda con el abuelo. Voy a ser mejor que ahora. Bajé a desayunar sintiéndome mucho mejor que antes, ahora tenía algo en mente, una idea. Los demás parecían preocupados cuando bajé y eso me asustó tremendamente, miré a Irina, pero esta estaba tranquila sentada a la mesa de la cocina. Suspiré de alivio. —¿Qué está pasando? —Les pregunté. Pierre me hizo una seña. —Sabes que no me gusta dar malas noticias. —Lo sé, pero tampoco te gusta dar rodeos. —Le dije seriamente. Pierre comenzó a mecerse el cabello. —Resulta que tu abuelo Fabián está desesperado, ha pasado la noche llamando y esta mañana lo volvió a hacer. —Dijo seriamente. —Quiere que vuelvas antes de lo planeado, te consiguió un pasaje y tú vuelo sale en una hora. Me quedé en shock. —¿Qué le pasa? Víctor estaba tomando un jugo. —No sé qué le pasa, nunca le hemos preocupado tanto, pero te quiere allí luego. Miré a Patrice, pero este bajo la mirada. —Ya hiciste tus maletas, no creo que nada te retrase. Además, si tu abuelo te necesita debes ir cuanto antes, no es justo que lo hagas esperar cuando él te dejó venir a este viaje tan repentino. No supe que contestar así que comencé a mirar a todas partes, hasta que vi el reloj de la pared. Confirmé con mi reloj de pulsera; eran las nueve y quince de la mañana. A las diez y quince me iba a ir. Di media vuelta y subí a buscar mis cosas, procuré no dejar nada en el cuarto revisándolo dos veces, luego volví a la cocina decidida a no dejarles verme débil, aunque el dolor me carcomiera, solo sería por dentro. —Estoy lista. —Dije sin más. Víctor me fruncía el ceño preocupado al igual que Nadia. Vi a Irina que tenía lacara inundada por la tristeza. Pierre le fruncía el ceño a un Patrice que no desviaba la mirada de la ventana. Nadia por fin encontró su voz. —¿Quieres comer algo? Negué. —Pierre, ¿me podrías llevar al aeropuerto? Son diez minutos para llegar a la ciudad y el tráfico… Pierre asintió. —Voy por mi chaqueta y nos vamos. Víctor me lanzó una manzana. —Cométela, cuando veas a mi padre dile que no lo he extrañado nada y que me vaya a buscar con una sonrisa al aeropuerto. A Sebastián dile que se vaya al diablo y que deje de enviarme mensajes a mitad de la noche, no le voy a comprar nada. Y a la enana, dile que le compré un regalo que le va a encantar. Fruncí el ceño. —¿Por qué dices esas cosas tan raras? —Papá me estuvo regalando anoche, dice que soy un irresponsable al irme de esa forma, pero yo le dije que no podía dejar ir a dos damas solas. Y a Sebastián ya sabes. —Bueno admito que tú padre es algo sobreprotector. —Lo escuché decir algo así; como todos los Dan. —Por primera vez desde que me lo dijeron recordé. —¿Qué pasó con los guardaespaldas de Nadia? Nadia se mordió la mejilla. —Están en la casa del cuidador, bueno la de los trabajadores, ya les avisé que nos íbamos esta noche. Bueno, ahora les avisé que uno debe viajar contigo. Asentí, ni siquiera me había dado cuenta de que me habían vigilado, sentí un poco de vergüenza por ello. —Está bien, mientras no me dé cuenta de que está detrás de mí, creo que podré viajar con guardaespaldas. —Aunque comenzaba a pensar que me iba a sentir mortificada y obligada a mirar a mi espalda si iba detrás de mí o no. Pierre apareció con una chaqueta de cuero y vestido como siempre de n***o. Qué raro, hasta ahora no me había dado cuenta de ello. –—Ya estoy listo, vamos querida cuñada. —Vamos cuñadito. Me despedí dando abrazos a todos, cuando abracé a Irina no pude evitar darle saludos a papá y a mamá y al tontito de David y a mi súper cuñada miniatura. —Diles que los veré en vacaciones y que los extraño mucho. O quizá antes, tengo fe para visitar a mamá en su cumpleaños. —Les diré, pero, tienes que ir a ver a Catalin cuando haya nacido. —Me dijo muy seriamente, así que asentí solemnemente. —Iré en cuanto nazca mi sobrinita. —Le sonreí. Me aparté de ella y me acerqué a Patrice, él me dio un abrazo y un beso en la frente. Esperé a que me dijera algo como; “No me dejes”, o “Te veré luego”, o tal vez un “siempre te amaré”, en fin, algo meloso o tierno. —Que tengas un buen viaje Jazmín. —Me apretó lo hombros y luego, no, eso fue todo. Me separé de él y salí de la casa con Pierre. Nos subimos al auto y no esperaba conversar de nada, pero me equivoqué. —Tu vuelo va a ser sin contratiempos, será un viaje directo así que no debes preocuparte por nada. —Asentí mecánicamente. —No le hagas caso a ese idiota, en un par de días se dará cuenta de a quien dejó ir. Le di una sonrisa de esperanza. —¿Tú crees? Pierre asintió. —Si, lo creo. —Gracias Pierre. —De nada, por cierto, pienso comprarle el perro a Irina, cuando vayas de visita a nuestra casa compra antialérgicos. —Tomo nota, aunque siempre los llevo en el bolsillo. —Le dije tocando mi bolso de mano. Llegamos al aeropuerto antes de lo esperado, y sin darme cuenta de si mi guardaespaldas iba conmigo, según Pierre él o ella ya estaba en el lugar. Me despedí de Pierre con un rápido abrazo y partí rumbo a casa. Parecía tan extraño viajar sola de vuelta a casa y más cuando la llamada del abuelo era tan extraña. Miré las fotos que había tomado cuando había llegado a la casa de Pierre. Todo había sido perfecto, o casi. El viaje parecía eterno y apenas me bajé del avión encendí mi móvil esperando un mensaje de Irina (que si llegó) y el de alguien más, pero nunca llegó el mensaje que estaba esperando. En el aeropuerto me esperaba tío Víctor junto a Ivantie. Le hice una seña cuando recogí mi equipaje en la banda, no fue necesario porque tío llegó a mi lado en un par de zancadas y luego tomó mis cosas, sin decir más se dio la vuelta y se marchó. Me acerqué a Ivantie. –¿Qué está pasando? Me sonrió algo apenada. —Están algo molestos porque se fueron y no volvieron de inmediato y porque creen que algo pasa entre tú y Víctor. La miré atónita antes de ponerme a gritar. —¡¿Qué?! Ivantie comenzó a reírse. —Eso mismo dije yo cuando me contó papá. Me obligué a componerme y tomé a Ivantie del brazo. —Vamos tras tu padre o te juro que moriré de algo si él le llega a decir a mi padre su absurda idea. Ivantie asintió. —Oye, mamá está desesperada porque quiere que me ayudes a comportarme como chica. —Me apuntó. Por inercia me miré de pies a cabeza. —Ivantie, ¿cómo te sientes cómoda? Ivantie se encogió de hombros. —Me gusta vestir Jeans y camisetas o camisas, pero a mamá no le agrada. —Tengo una idea respecto a eso. —Salimos e Ivantie me llevó hacia el estacionamiento. —Tío no se ve feliz. Era verdad, estaba con una cara bastante sombría esperándonos a un lado del auto. Ivantie le hizo una seña. —Jazmín me va a ayudar a lucir como chica, lo va a hacer en verdad. Tío le dio una sonrisa tensa. —Eso está bien, suban de una vez al auto, me estoy helando. Me subí en el asiento de adelante cuando Ivantie abrió la puerta. Le di una sonrisa de disculpa, y me coloqué de inmediato el cinturón de seguridad. —Víctor manda a decir que no lo ha extrañado nada en estos días y que espera que lo recoja en el aeropuerto cuando arribe. —Le di una mirada penetrante. —Cuando arribe con su novia. Habíamos comenzado a salir, pero nos detuvimos a mitad de camino por la frenada del auto, tío me dio una mirada mezcla de sorpresa y de sospecha. —¿Qué novia? Le di una sonrisa Dan, se creían que solo los hombres podían usarla. Mal, mal, mal. Había visto muchas veces a mi papá usarla como para no aprender. —Mi querida y adorable prima; Nadia Petran. —Dije haciendo énfasis. —Felicidades tío, Víctor está colado por ella. Tío dio una mirada al cielo. —Hasta que lo consiguió, ¿cómo logró declararse? Creía que le tenía fobia al compromiso igual que Sebas. Debí darle más crédito creo. Miré a los autos que estaban haciendo cola detrás de nosotros y que comenzaban a impacientarse. Sin quitar la mirada del retrovisor le dije, —un trato, tú conduces y yo te cuento todo lo que pasó. Tío miro detrás y dijo un improperio. Cuando volvió a mirarme se veía decidido. —Trato hecho, pero no omitas detalles. Después de dos días llegaron Nadia y Víctor. No tenía idea de a donde habían estado después de dejar Francia, pero la gran diferencia que había entre ellos y yo era que yo no tenía ánimos para nada y ni siquiera me veía como alguien que había pasado unos días en París, en cambio ellos se veían radiantes y Víctor no dejaba de sonreír como idiota desde que llegó. Tomé el esmalte de uñas rojo, iba a ir a clases mañana y quería lucir algo decente, ya que definitivamente mi cara no estaba naturalmente bella ni el resto de mi cuerpo. Con mucho cuidado pinté mi mano derecha, siempre se me escurría todo el esmalte. Y se me escurrió como siempre y por toda la mano cuando la puerta de mi cuarto se abrió de golpe. —He dicho que se toca antes de entrar. —Dije mientras buscaba el quitaesmalte, ¿dónde lo puse? —Me parece que está a tu izquierda en la mesita de noche. —Miré al abuelo con sorpresa, desde que llegué me estaba evitando como si tuviera lepra. —Hola cariño. —Dijo mi abuelo Con cuidado me quité el esmalte de la mano. —Me alegra que estés aquí, y lo siento, pero te confundí con Ivantie. Me sonrió de forma tensa sentándose en la cama. —Ya me di cuenta de eso, ¿cómo estás? Me encogí de hombros. —Bien, estoy tranquila y mañana tengo clases así que estaba preparándome. —Le mostré el esmalte. No me perdí la cara escéptica del abuelo. —Me agrada como te preparas, ¿por qué no pides las materias que te perdiste con tu salida? Eso sería mucho mejor que estar pintándote las uñas. Me dolieron esas palabras. —¿Qué quieres decir? Solo dilo y sácatelo de encima de una vez, no me has estado evitando porque sí. —Bien, quería ir despacio, pero tú lo pediste. —Me desprendí de mi trabajo y me centré en él. —Me desilusionaste Jazmín, creí que serías distinta que tus primos, pero te fuiste sin más, sin siquiera pensar en tus deberes, en la universidad. No pensaste en nada más que en ti misma. Lo mire atónita. —Pero abuelo, yo… —Tú comportamiento fue infantil, ¿piensas que puedo confiar en ti ahora? ¿Confiar que actuarás con madurez en una empresa internacional? Como puedo saber si en cualquier momento te sientes aburrida y te vas simplemente. —Su voz comenzaba a escucharse cada vez más fría. Me dolió. —Es muy simple, ya no puedo. —Lo siento abuelo. —Apenas pude hablar. El abuelo estaba serio. —¿Nada más que decir? —Negué, no iba a decir nada más. —Me desilusionaste a mí y a tú tío, pusimos nuestra confianza en ti y nos dejaste cuando debías estar en la oficina aprendiendo nuestro trabajo. —Negó con la cabeza. —Sin decir que nos preocupaste, ¿no podías llamar? Me sonrojé. —Víctor decía que hablaba con ustedes todos los días. —Pero yo quería escucharte a ti, quería saber por tu boca que estabas bien y que ibas a volver pronto. Me hundí en la cama. —Lo siento abuelo, no tengo excusa para eso. Lo siento. Antes muerta que decirle porque había viajado sin pensar en nada de lo que me había dicho él. Iba a creerme loca de remate si le decía que había ido a impedir una boda y que después el chico me había dado una sutil despedida y que hasta ahora me había dejado tirada, no había llamado o enviado mensajes. Nada. Lo peor es que me sentía como una idiota al esperar una llamada después de que él me despidiera de esa forma tan fría. —No puedo creerlo. Lo miré a los ojos y me sentí triste de ver la desilusión en su rostro. Se me hizo un nudo en la garganta y pequeñito el corazón. —¿Qué no puedes creer? —Le pregunté. El abuelo se levantó de la cama. —¿Qué harías si te mando mañana de vuelta a tu casa? —Abuelo no, no lo hagas… —Le supliqué. Miró mis cosas que aún seguían en las maletas. —Mañana te diré lo que haré, no deshagas las maletas. Salió del cuarto y juro que se llevó todo el aire con él, además del calor. De inmediato comencé a pintar de nuevo mis uñas, necesitaba hacer algo normal y que no representara pensar, quería desconectar. —Soy una tonta, el misterio es, ¿cuándo me volví de esta forma? —Me dije sollozando. Aferrada a mi almohada me encontró Ivantie, quien entró de golpe, igual que había hecho el abuelo.
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