Capítulo 8

3716 Palabras
POV. JAZMÍN Sonreí feliz de todo, pero hacía falta alguien, ¿o era algo? Todo se volvió confuso en ese momento, me vi girando y girando y de pronto me hallaba rodeada de oscuridad. No quería estar aquí, no quería. Pero había alguien que me dio su mano y todo volvía a ser lo de antes cuando la tomé. Abrí los ojos sintiéndome más tranquila, miré a todos lados, pero no estaba mi acompañante. Me levanté de golpe y pagué por eso, mi cabeza daba vueltas, tuve que quedarme sentada un rato y luego me levanté. Patrice había querido hablar, pero no había dicho nada mientras me abrazaba, nada que hubiera entendido. Mi francés no era para nada bueno, Irina era la maniática del idioma y del país. Salí del cuarto en pijama y me encontré con una escena algo extraña. —¿Qué pasa? —Les dije a Nadia y a Víctor que estaban parados en el pasillo. Víctor se encogió de hombros. —Venía a despertar a Nadia, es hora del almuerzo y quería que me ayudara a preparar algo. Lo miré un tanto incrédula. —¿Sabes cocinar? ¿Tú? Me sonrió. —Sé hacer ensalada de lechuga y Nadia se ofreció a enseñarme a cocinar algo decente. Comencé a reírme. —Menos mal sabes hacer algo muy difícil. —Jazmín vas a avergonzarlo. —Me dijo Nadia frunciéndome el ceño. Dejé de reírme, pero por otro motivo. —¿Dónde está el resto de la gente? Nadia dudo al mirar a Víctor. —Salieron un momento, no dijeron a qué hora volverían. Asentí, me di la vuelta y entre a mi cuarto. Me vestí rápidamente con una camiseta con gorro, unos jeans y unas zapatillas. Comimos un almuerzo contundente y después salí a recorrer el lugar, apenas me dirigí a las pesebreras cuando me encontré con el encargado del lugar. Era un hombre bajito y me sonrió apenas me vio. Con un francés lamentable y bastantes señas le pedí un caballo ensillado. Veinte minutos después salí de las pesebreras, montada en un caballo inglés de carreras, cabalgar era otra cosa que aprendí con el abuelo. Al abuelo Fabián le encantaba andar a caballo, pero a ninguno de sus nietos que vivían con él le agradaba eso, en cuanto a mí, me había encantado en cuanto le pillé el tranquillo y supe cómo ganarme al caballo, una zanahoria o manzana y eran los animales más felices de la historia. Cabalgué por los senderos aledaños a los campos. Me dio un momento para pensar, y, ¿si Patrice se había ido? Un pequeño dolor me comenzó en el centro del pecho, pero lo mitigué haciendo correr al caballo, quien mostró su alegría bufando y después comenzando a correr. Dimos la vuelta a la casa y volvimos a las pesebreras, allí nos esperaba un Patrice vestido en jeans y una chaqueta ligera, me hizo una seña, pero luego se internó dentro de las pesebreras, cuando salió lo hizo en un caballo bayo. —¿Sabes montar? —Le dije bastante feliz de verlo. Él me sonrió en respuesta. —Si, estaba en el equipo de polo en el instituto. Asentí, eso no lo sabía y si ya me ponía a ello, no tenía idea de nada de Patrice. Debía cambiar eso. —Patrice, ¿cuál es tu color favorito? Patrice comenzó el trote y lo seguí. —No lo sé, diría que el blanco, me grada el blanco. —¿Cuál es tu comida favorita? —¿Cuenta si es un postre? —Miré al cielo. —Entonces, la crème brule. —¿Cuáles son tus hobbies? Patrice pensó un momento. —Me gusta crear juegos en ordenador, a veces tengo pacientes de doce años y les gusta que su doctor sepa algo “actual”. —Recalcó la palabra. Se veía tan tranquilo y ni siquiera me pregunta el porqué de tantas preguntas, le di un guiño. —¿Tienes muchos pacientes? ¿Dónde atiendes? —Le pregunté interesada. La risa de Patrice me pilló desprevenida. —Si, tengo varios pacientes, a veces atiendo a bebés y otras veces a niños malhumorados y otros felices de verme. Atiendo en un hospital de bajos recursos, en las zonas bajas de la ciudad. No, nadie sabe quién soy realmente. Y antes que preguntes, adoro mi trabajo y no lo cambiaría por nada. Aminoré el paso. —Por tu tono de voz sabía que adorabas tu trabajo, ¿sabes que cuando me dijiste que eras Pediatra no te creí? Fue David quien me dijo que en verdad estudiabas pediatría y que le detectaste un dolor de oído, eso fue muy tierno, por cierto. ¿Por qué me miras de esa forma? La cara de Patrice cambio. —¿Por qué me hacías tantas preguntas Jazmín? —Me di cuenta de que apenas te conocía. —No pude evitar responder con sinceridad al verlo directamente a los ojos. Patrice asintió. —Me parece justo, ahora comenzaré yo, ¿cuál es tu color favorito? Pensé un momento. —Creo que el azul, siempre he tenido cosas con diferentes tonos de azul y me encantan. —¿Cuál es tu comida favorita? —Macarrones con queso, mucho queso. —Dije pensando en el plato, le había dicho a Nadia que hiciera macarrones y ella solo me había mirado y había dicho que no. Maldita Nadia, maldita. Patrice me jaló la manga. —¿Cuáles son tus hobbies? Aparte de montar, ya sé que te gusta por la cara de felicidad que tenías al correr a caballo. Sentí el calor inundar mi cara. —Si, me gusta. Tengo otros hobbies, suelo jugar al básquetbol. —¿De verdad? —Asentí. —Deberíamos jugar un día. Asentí. —Está bien, oye una última pregunta, ¿te gustan los niños? No los de otros sino la idea de tener uno propio. Patrice se quedó en blanco. —Me encantan los niños y me gusta la idea, pero no lo realizaría en un futuro muy cercano. Creo que en unos quince años más, mínimo. —Ante mi cara de escepticismo me dio una sonrisa. —Adoro los niños, pero aún no los míos. Me sentí mal y no sabía por qué. —Está bien, pero, ¿por qué tan… lejos? Patrice suspiró. —Simple, porque quisiera darle un lugar lindo y lejos de cualquier manipulación de mi familia, lo criaría lejos de ellos y de todos, le daría una educación mejor que un internado, que fue lo que yo tuve. Si, definitivamente será dentro de quince años. Mis padres estarán casi con un pie en la tumba. Hice una mueca. —Que bien por ti, me parece algo muy racional de tu parte y un bonito detalle lo de tus padres. Patrice también hizo una mueca. —Se ve que eso no te agrada, te haré la misma pregunta, ¿te gustan los niños? —Si, ¿recuerdas que soy hermana mayor? Me encantaba cuando niña ver dormir a Irina, inclusive le di de comer varias veces a David, eso era una proeza, siempre lanzaba la comida y tenía una puntería inigualable. La mano de Patrice detuvo mis riendas. —Sabes cómo ser hermana mayor, pero, ¿madre? Tomé su mano y continuamos. —Mi mamá dice que nadie te prepara para ese trabajo, es el instinto lo que te dice como valerte y los consejos de alguien más sabio, pero solo son consejos el resto es todo improvisación. Patrice no dijo nada más y continuamos el camino hasta la pesebrera, solté su mano al bajar del caballo y Patrice me ayudó a quitarle la montura a mi caballo. Seguimos camino a casa y comenzaba a aburrirme del silencio. —¿De quién será esta casa? —Dije al llegar a la entrada. Patrice me miro incrédulo. —¿En verdad no sabes? —Negué. —La casa es de Pierre, la heredo de Tobías. Me paré de inmediato. —Pero creí que era una casa en la ciudad, decía así el testamento, ¿no? Me dio un toque en la cabeza. —Está a diez kilómetros de la ciudad, no es nada, está prácticamente al lado de la ciudad. Levanté las manos en rendición. —Está bien, está bien, pero es que, cuando pregunté nadie me quiso decir. Patrice me pasó un brazo por los hombros. —Descuida mon chere, la casa es bastante bonita y de la decoración me han dicho se ha encargado Irina el verano pasado. Hundí los hombros. —Nadie me contó eso… —Creo que vives muy lejos, ¿por qué no vuelves? —Dijo contra mi pelo. ¿Por qué no volvía? Varias veces me había tentado, pero después lo había desechado, tenía un deber y a pesar de que había veces en que me veía superada, siempre encontraba esa motivación que me hacía seguir adelante. Sin contar que, el abuelo había puesto su fe en mí. Levanté la cabeza. —Mi casa está en Rumania junto a mi abuelo, allí me siento cómoda y soy muy feliz estudiando allí, tal vez no tenga amigas, pero me importa poco con tal de cumplir mi objetivo. —¿Cuál? —No te lo diré, solo cuando cumpla lo que tengo en mente lo diré. Entramos a la casa y nos separamos un momento por el bien de la salud mental de Víctor, que nos miraba con desconfianza. —¿Nada que comentar? —Agregó secamente, aunque no logró causar mucho efecto con un delantal de florcitas. —Lindo delantal. —Dije sin más, tratando de no reír al ver a un tipo muy macho de un metro ochenta y tanto vestido con un delantal rosa con florcitas. —Muy lindo en verdad, saca tu mejor lado. —Me puse a reír a carcajadas. Hizo una mueca. —No te rías que tú no cocinas casi nada y me tienes envidia, además, Nadia me lo puso, creo que después de todo hago mucho desastre pelando papas, estoy comenzando a pensar que la cocina no es para mí. —Asentí, pero después sonrió encantado por algo. —Pero como dicen, todos nos equivocamos cuando somos principiantes, ¿no? El lema es nunca rendirse. Ante tanto optimismo lo miré interesada, no era la única, Patrice hacía lo mismo. —Mon dieu todos hacen desastres, pero no pelando patatas, es mejor que dejes a la chica hacerlo. Se ve que tiene experiencia con los cuchillos, espero que no sea de la forma que lo es con un bate. —Terminó mirando a Nadia que picaba cebollas con mucha destreza. Víctor lo apuntó con un dedo. —Supéralo, mi Nadia es así y no tiene por qué cambiar. Solo digo eso, por si se te ocurre algo así. Patrice me agarró por la camiseta. —Vamos a un lugar menos conflictivo. Diviértanse cocinando niños. Fuimos a la sala de estar y nos encontramos con un par de tortolos besándose, iba a retirarme, pero Patrice se puso a toser adrede. —Lo siento, después de andar a caballo me pasa esto, mucho aire limpio creo para mis pulmones contaminados. —Dijo con voz enfermiza que era obviamente fingida. Pierre le hizo una seña con la mano. —Cállate de una vez, no te creo nada. —Dio un suspiro pesado. —Ya nadie deja que un hombre le dé mimos a su bella esposa embarazada, no tienen respeto ya. La risa de Irina llamo mi atención, parecía divertida con el comentario de Pierre. —Vamos arriba para que sigas mimando a tu querida y hermosísima esposa. —Dijo Irina levantándose. —¿Van a ver una película? Miré a Patrice. —Creo que sí, ¿por qué no? Patrice negó. —La verdad es que tenemos una conversación pendiente nosotros dos, agradezco que nos dejaran la sala de estar. Estaba sentada frente a la chimenea esperando a que Patrice hablara, sino lo hacía antes mi estómago. Llevábamos bastante en este silencio que parecía engullirnos a ambos, y comenzaba a exasperarme. Comencé a autoanalizarme, me estaba enojando muy seguido y eso ya no era posible, debía controlarme, el malhumor no era bueno para mi carrera actual. Carrera que necesitaba mucha paciencia y mucho esfuerzo para tratar con la gente, clientes y colaboradores que a veces molestan, ya había visto eso varias veces en la oficina del abuelo. Él siempre se mantenía calmado y racional, nunca lo había visto sacar el humor que usaba en papá. Suponía que se lo tenía reservado. Tal vez debía comenzar a actuar como el abuelo y usar una vía de escape, debía buscar un hobby nuevo y que este consumiera mis energías. Karate. Esa era la clave, en cuanto llegara a casa me inscribiría en un curso. Miré la chimenea y me embargó otro pensamiento. Salir a bailar. Ese pensamiento me inundó al ver bailar las llamas del fuego, hacía tiempo que no salía y no por falta de ganas sino por falta de amistades que fueran sinceras. No, no era justo, Adrián me había invitado varias veces a ir de fiesta, pero me había negado rotundamente… y hasta ahora no podía decir porque no había querido salir con él, cuando él había sido tan bueno conmigo desde que había llegado a la casa Dan. Sebastián también me había invitado, pero por razones obvias no era la mejor idea salir con él, los gemelos eran muy distintos en más de una manera. A Sebastián le encantaba salir a bailar, pero pronto se olvidaba con había ido, según me había dicho Adrián. Pero Erik era de confianza. —La próxima vez que me invite a bailar, diré que sí. —Me mordí el labio. —¿Perdón? Salí de mi ensoñación al ver que había hablado en voz alta. Patrice estaba parado a un par de metros de distancia y aún con la oscuridad que había inundado la sala, veía claramente el ceño fruncido de Patrice. Ya podía imaginar lo que estaba pensando; Jazmín se volvió loca. Me encogí de hombros. —Estaba pensando en voz alta. Patrice se fue a sentar a mi lado. —¿Sobre qué? Miré de nuevo las llamas. —Pensaba que, desde hace mucho no bailo por lo menos hace un año. Oh, no, desde mi cumpleaños, esa fue la última vez que baile, aunque no algo moderno el abuelo prefiere el vals y eso para celebrar ese tipo de eventos. —Terminé sonriendo recordando esa fiesta. —Fue una buena fiesta. —Lo miré sin entender, pero él me señaló. —Tú cara lo dice todo, cielo. Le sonreí. —Ya me lees como un libro, pero creo que estas esperando llevar la conversación a otro lado. ¿Sobre qué querías hablar? Patrice se sentó con las piernas cruzadas, y miró el fuego igual que estaba haciendo yo antes de que él hablara. —Hablé con mis padres. —Eso ya lo sabía, pero no quería interrumpirlo. —Me dijeron que me tomara un par de días que, Léonore me perdonaría si volvía. Sus padres por otra parte amenazan con causar la caída de la familia, como sabes, mi padre es político y si alguien descubre que usó fondos de donde no debía. —¿Qué? Patrice ni siquiera desviaba la vista del fuego. —Si, malversación de fondos. Algo grave si alguien se entera, más si es el pueblo quien se entera. Mi padre espera lograr lo que una vez logró el abuelo, ser presidente y si comienza con el pie izquierdo ya te puedes imaginar el resto. Nos quedamos callados bastante rato. No podía creer esto, cualquiera iría preso por esa acusación si se probaba. —¿Cómo lo supo esa Léonore? —Dije con desprecio, porque si alguien que usaba fondos de alguien más era bastante malo, pero que alguien sacara provecho de esa situación, era despreciable. —Los fondos salieron de la empresa del padre de Léonore, mi padre es inversionista y ocupó durante un tiempo un puesto, además de que tiene bastantes amigos. —Dijo con desprecio. —No es que le falten escrúpulos, solo que a veces no… no, no puedo excusarlo. Tomé su mano para darle valor. —No te estoy pidiendo excusarlo Patrice, dime porque te vas a casar con esa chica, ¿es por tu padre? ¡Patrice! Patrice me miró a los ojos, eran un pozo de emociones que no podía descifrar. —Es un motivo, pero el principal es que ella y yo tuvimos una relación y al poco tiempo cuando descubrí que ella y yo no éramos compatibles le dije que termináramos. No sabía lo de mi padre. Pero de pronto me pareció extraño que mi padre invitara tan seguido a Léonore a la casa, sino era ella invitada por mi padre lo era por mi madre, quien aún cree que debo casarme con una señorita de buen pedigrí, no importando si esta me desagrada profundamente. —Te están obligando en base a un chantaje emocional, en tu lugar demandaría a tus padres. Patrice se rió con tristeza. —Lo más triste es que lo están consiguiendo. Le solté la mano de inmediato. —No puedes dejarte atropellar por ellos, son tus sentimientos, y cargarás con esa cruz por mucho tiempo. —Miré con rabia las llamas. —Ya me imagino cuáles serán sus argumentos cuando le pidieras el divorcio. —Yo también, y créeme que me arrepiento con mi vida de haber sido su novio. —Me dio una mirada de disculpa. —Ella y yo… bueno… De pronto lo entendí. Me levanté y comencé a caminar. —¿Te acostaste con ella? —Pregunté a media voz. El susurro de Patrice casi paso desapercibido. —Si. Vivimos juntos por cinco meses y luego terminamos, ella dijo que estaba embarazada pero nunca he olvidado las precauciones. Así fue como comenzó su cacería, mi padre me dijo que debía hacerme cargo y después de un mes la obligué a hacerse una prueba, dio negativo y después su padre dijo que yo debía casarme con ella de todas formas por la vergüenza que le habíamos hecho pasar, y… y así comenzó el chantaje desde su parte, después que me negué ante el absurdo. De pronto me sentía helada aun cuando la sala estaba bastante caliente, no pude evitar el abrazarme el cuerpo. —Vaya, eso es… terrible. Creí que yo tenía una familia melodramática, pero la tuya gana sobre todas. Patrice me miró frunciendo el ceño. —Jazmín, ¿estás enojada? Lo miré. —No lo sé, sé que nosotros dos… hay algo, pero no sé si es algo importante. —Una lágrima cayó por mi mejilla sorprendiéndome. —No sé por qué lloro. Patrice se levantó y me dejé abrazar cuando sus brazos me sostuvieron. —Mon ange, lo siento. Así, abrazada a él, tomé una decisión y cuando levanté la cara para ver a Patrice sus ojos se veían decididos también. —Olvidémonos de todo eso que nos hace daño, C’est a nous nuit, esta noche es nuestra, si me lo permites. —Como si se le hubiera ocurrido algo encendió la televisión. —Pero antes, vamos a bailar. Cuando puso una emisora de música romántica me tendió la mano y apenas se la di me atrajo a sus brazos, no pude resistirme ante una invitación a bailar pedida de esa forma. Bailamos juntos al son de la música y antes de darme cuenta nos estábamos besando lentamente. Acaricié su rostro mientras sentía que sus manos se mantenían firmemente en mi cintura, dando pequeñas caricias. No pude resistir más y enredé mis dedos en su cabello y dejé que todo lo que sentía por él se reflejara. Sabía que me sentía confundida por todo lo que pasaba, pero ¿qué sentía en realidad? Algo me decía que no debía dejarlo marchar nunca de mi lado, pero siempre había un “pero”, y este era que no podíamos estar juntos… algo en mí me lo decía, que el diablo me condenara si lo iba a dejar así de fácil. —Jazmín, Patrice vengan a… ups, lo siento. —Me separé de Patrice de inmediato. —No quería molestar. Patrice le frunció el ceño a Irina. —Nunca sabremos si en verdad fue sin intención, creo. Irina le dio una mirada fea. —Cállate Patrice antes que te arrepientas, esta noche cociné algo delicioso y no te daré si te portas mal. Ante eso no hubo protesta. Miré divertida a ambos. —Vaya Irina, sabes bien como tratar a un hombre. Irina se encogió de hombros. —He aprendido un par de cosas con Pierre, lo principal es que no amenaces su comida, más si es sabrosa. —Tomo nota. Después de la cena nos cambiamos al salón a mirar televisión, pero algo extraño pasaba en el ambiente y comencé a preocuparme por las miradas de Víctor, algo me decía que quería hablar conmigo, pero no sabía cómo hacerlo. —Víctor deja de mirarme de esa forma, si vas a decir algo dilo. —Dije ya de los nervios. Víctor se acomodó en el sofá. —Debemos marcharnos, el abuelo te necesita y mi padre cree que ando haciendo cosas indebidas, y por Dios que no tengo idea de a que se refiere con eso. Me preocupé. —¿Cuándo debemos volver? —Lo más pronto, aunque el abuelo dice que te quiere allá a más tardar pasado mañana. Miré por el rabillo del ojo a Patrice, pero no lo veía preocupado, al parecer se veía tranquilo mientras hablaba por susurros con Pierre. —¿Pediste los pasajes? Víctor asintió. —Lo lamento si no te agrada, pero el abuelo manda. Negué con la cabeza. —No me molesta, hiciste lo correcto, ¿cuándo salimos? —Mañana en la noche. Si te sirve de consuelo, los chicos se van también. Al parecer sus vacaciones ya terminaron. Mire a Irina. —¿Ya se van? Irina asintió. —Ya me siento mejor como para viajar, y Pierre tiene mucho trabajo en procesos misteriosos que aún no me quiere decir de que tratan, ¿crees que las parejas deben tener secretos? Porque yo no. Hubo un momento de silencio en la sala…
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