Pero a quien no le estaba yendo tan bien era a Lucas Monserrat, se levantaba todos los días muy temprano a disponer de que todo estuviera listo a la hora de abrir el taller, debía tener las puertas de par en par a la hora que llegaba el dueño, el viejo Chucho. Su jefe no era mala persona, pero si mal administrador, no ahorraba nada para fortalecer el negocio, le debía a cada santo una vela y además se gastaba el dinero de los empleados en cualquier cosa, diciéndoles que al día siguiente seguro les pagaría, esa situación ponía de mal carácter a los ayudantes que por lo general se cobraban el suelo llevándose una repuesto para vehículo y vendiéndolo al primer postor para poder cubrir sus necesidades.
—Lucas, no vayas a decir nada, no estamos robando, este es nuestro sueldo, no podemos traba
