PRÓLOGO
Siempre se ha dicho que el dinero no compra la felicidad, pero como ayuda a encontrarla, pues no es sino que falte el bendito dinero para que la paz, la tranquilidad y la alegría desaparezcan del rostro, la mente y el corazón. Y es que la gente, aunque no quiera, necesita el cochino dinero para pagar deudas y cubrir las necesidades primordiales de su persona y de los que ama, ni siquiera es que se desee tener mucho, o más que los demás, o para gastar obscenamente en lujos y cosas innecesarias, sino que simplemente todo, absolutamente todo se mueve dentro del sistema monetario, y el dinero es por supuesto el protagonista.
Aunque, no el de estas historia, aunque tal vez si el antagonista… bueno, eso lo decidirá el lector, cuando se adentre en las páginas de este libro en el que el dinero, y el protagonista tendrán una relación de amor odio y viceversa, porque Lucas Monserrat siempre había vivido cubierto de él, jamás le faltó nada, nació en cuna de oro, se crio en casa de oro, estudio en una universidad que valía oro, y claro, dirigía una empresa valorada en oro, nunca supo lo que significaba no tener nada, o pasar alguna carencia o necesidad, el acostumbraba a decir la tan desgastada frase con la que se abrió este coloquio al principio, “el dinero no compra la felicidad”, ¿Que iba a saber Lucas Monserrat de eso, si nunca había necesitado dinero?, sin embargo, no sería así para siempre, el destino, no desde el punto de vista clásico, ese ineludible, tejido por las diosas y decidido por las divinidades que debe cumplirse a pie y juntillas… no, ese no, basta decir que yo no tengo ninguna vela en ese entierro, nada que ver ahí, yo me encontraba echándole a perder la vida por gusto a mucha gente, y alegrándosela a otra solo por no aburrirme, porque claro, siempre que pasa algo me echan la culpa a mí:
-El culpable fue el destino…
¿Y qué culpa tenía yo de que Lucas fuera un hijode#”$%piii?, ¿Y de que su padre quisiera darle un escarmiento? Pues no, ninguna culpa tenía yo, así que su destino no fui yo, su destino más bien se lo buscó él solito, se lo ganó por ser tan… como decirlo con delicadeza… bueno, por ser como era, ya ustedes verán de qué hablo.
En todo caso, de alguna forma tenía que aprender, pues a veces dicen por ahí que lo que no se aprende por la teoría se aprende con la práctica, ah… y práctica era la que Lucas Monserrat iba a tener pronto, tendría que aplicar su frase favorita y ver si era cierta, experimentar con ella y luego comprobar su hipótesis para ver si realmente era una teoría, yo por supuesto, lo vería en primera fila, comiendo mis palomitas de maíz en asiento V.I.P.
Bueno, ya basta de tanta cháchara, y veamos entonces quién diablos es Lucas Monserrat y por qué se buscó su propio destino…