Domar.

948 Palabras
En verdad la condenada estaba bastante cerrada. Volvió a intentar entrar su punta frondosa con más fuerza. En la siguiente puesta, empujó con tanta violencia que pudo percibir el desgarro. Este a la vez lastimó su punta frondosa. —¡Joder, coño!. —Retiró la parte de su m*****o que había atravesado la v****a estrecha de la bruja. Al sacarlo, afianzó su vista carmesí para tener mejor visión ante la luz tenue de la habitación. Notó que estaba bastante ensangrentado, no precisamente de la suya. Enfocó a la cretina, yacía inmóvil, incluso retraída por el aparente dolor, cuerpo vencido ante la conmoción del impacto poderoso de su v***a. Volvió a repasar la sangre, sus tetas, la piel impecable de la bruja, con más determinación el coño a su disposición y semi desvirgado. —¡No jodas, una bruja virgen!.—Dijo con desprecio, nunca había tenido eso, siempre le habían gustado las hembras que sabían a lo que iban. —Se supone que soy mística, pedazo de animal. —La perra cretina fue muy grosera. El era su amo.—Se supone que no podemos dejarnos tocar de nadie.—Parecia mareada, sus palabras eran casi suspiros sedosos y volátiles a la misma vez. Decidió despertarla de su sonámbulo desvarío. Posó su m*****o en la entrada y empujó con violencia, dejando caer todo el peso sobre ella, el impacto, lo registro su erecto tallo venoso, la carne sensible se abrió aun más. Luego salió con diversión. Ella arrastraba sus uñas por su espalda baja, mientras su vigorosa erección aún apuntaba la entrada compacta. —«¡Grrr!». —Gruño.—¡Delicioso!. —¡Ay!, —la bruja lloró.— ¡Ay!, me arde. Eres una bestia, se supone que somos pareja, pero que puedo esperar de un ogro infernal como tú. —La bruja se quejaba entre jadeos, veía su coño ensangrentado con deleite, no sabia si morderlo, lamerlo o solo entrar nuevamente en ella para follarla hasta el amanecer.—Tú solamente estás acostumbrado a fornicar, con bestias como tú. Eres un animal. ¡Un bruto!. —Ya empezaba a molestarle que hablara tanto. Lo insultaba, por demás lo desafíaba, no medía las consecuencias de sus palabras. Él sí, que le enseñaría lo que era brutalidad. Simplemente limpió su punta cavernosa, volvió a posar su boca dentro del coño, lamer su sangre con regocijo y de forma triunfal. Era un mito en su conciencia pasada, lo que hacía en esos momentos, un rito de los demonios jerárquicos. Si llegaba a poseer a una hembra pura, lamer su sangre era presagio de buena suerte. La de el empezaba muchos milenios después, nunca había pasado la experiencia, hasta esa noche. Restregó su lengua por sus pliegues y coqueto clít0ris, incluso intento halar cualquier resto de sangre, le gustó el sabor de la suya. —¡Ahhh!.— La bruja habia vuelto a expresar su placer. Mecía si coño, para seguir el ritmo de su lengua que estaba enterrandose en la abertura recién desgarrada. No sé termino de saciar bien, de saborear sus pliegues, deseaba mas. Igual como deseaba, atravesarla. Volvió a tantear la abertura de su coño. La tomó de las manos y la apretó contra la cama. —Quiero que me mires y vea cómo voy a destrozar tu coño. No te creas que me voy apiadar de ti porque eras virgen.— Volvió a puntearla. —¡Ay!.—Gritó ella. Más duro. Le daba sin compasión. Ella no dejaba de estremecerse con muecas de dolor. —¡Ay, por favor. ¡Ay, ay, ay!. —Cuando está abrió la boca, aprovecho e introdujo su lengua como esperaba. De manera casi instintiva, volvió a cerrarla. Por lo que agarró crueldad a sus maniobras. Salió, retrocedió un poco los centímetros, la punta de su m*****o fue hacia atrás y regresó con una fuerte sacudida. —¡Ahhh!—Abrió a toda capacidad su boca, la capturó, restregó su lengua y ahí chupó a la vez su punta. Cuando se apartó de ella, de ese beso feroz, de una, le dijo.—Ves, más te vale que estés tranquila.—Comenzó a darle fuertes embestidas a su coño. Se retiró un poco para disfrutar ese festín ensangrentado, su coño seguía destilando el líquido rojo. No le importó, eso lo excitaba más, incluso le acaricio el clítoris con un poco de sangre, la estimulaba para sentir más sus jugos sueltos humedeciendo la fricción. Entraba y salía de su coño con fuerza. Su tronco enorme, no estaba adentro por completo, pero la parte que sí, gozaba de lo lindo, estaba deliciosa la bruja, amasó sus enormes pechos, luego fue hasta ellos para mordisquear sus pezones. La bruja parecía extasiada, gimiendo con timidez ahogada, el más, moría en ese coño sabroso, deseaba más, deseaba morirse dentro de ella. Cómo demonio resistente al fin, la bestialidad del gozo lo llevo aplicar velocidad, entre esas entradas y salidas, sintió espasmos, las contracciones succionadora de sus propios orgasmos. Después, cuando no pudo más salió de ella, se elevó hasta donde estaba su rostro con mirada perdida y la boca abierta, gracias a los constantes gritos de placer, posó la punta sobre esta y dejo que su semen se derramará dentro de los labios carnosos. La vio toser y huir de él, en dirección al cuarto de baño. —¡Auuuukk!, asco.—Esta despreciaba el regalo más preciado que le hacía a una hembra, darle a probar su semilla. La vio con desden, más dejo pasar el insulto. La imagen de ella tambaleándose, con el movimiento ondulado del largo cabello plateado lo encandiló al punto que minimizó ese desaire. Igual tendría tiempo para domarla.
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