La fatiga, la llevo a conciliar el sueño casi al instante, fue larga la acogida en la suavidad lúgubre de la cama, se acurrucó con recelo de su propia piel, no reparo en su propio pudor. Yacía desnuda, incluso el sereno tibio que visitaba la morada desde las afueras más caldeantes, se encargo de evaporar la humedad de su piel.
Con un aparente amanecer, sus párpados se abrieron. Miro con insistencia a todos lados, hasta recordar que era una prisionera del demonio Carmesí, Kairon Loguember; para colmo, su destinada.
Dio algunas vueltas infantiles en la cama, incluso pataleo intentando desvanecer la frustración. La acción tuvo fin cuando un leve ardor revivió entre sus piernas. Tocó su pelvis.
—¡Oh Vieda!, ese demonio te destrozó. Los golpes fríos dolían más, ella había recibido bastantes en la madrugada, con brutalidad. Todo su cuerpo se retorció al recordar las vivencias, los pezones se ponían turgentes con la pizca del recuerdo de haber estado dentro de la boca humedad del demonio.—¡Uhhh!. —Los tocó, con un poco de temor, al posar su atención en ellos noto la zona enrojecida, incluyendo moretones, las ansias hambrientas dejaron huellas visibles, como pequeños tatuajes del frenesí.
Con algo de dificultad volvió a restregar su cuerpo entre las aguas, en esos instantes la claridad infernal se colaba por el espacio, le puso empeño al arreglo. Sus únicas prendas yacían aún sobre el suelo. Las tomo con dificultad, entre quejas silenciosas gracias al dolor que sentía en la pelvis, incluyendo que no lograba erguirse con facilidad, todo estaba mal.
Había transcurrido el tiempo, lo sabía, porque era normal, no porque tuviera la exactitud del movimiento del reloj en esa dimensión. En posición fetal, devoraba una manzana, los susurros junto a pasos contradictorios se fueron acercando a su encierro. Su v****a se contrajo al sentir el olor de Kairon.
"Debes estar loca, luego de este destrozarte". Pensó. Se dió unas palmaditas en esa zona, casi, su indeseable visita la cacha en ese ritual de autocompasión carnal.
—«¡Grrr!». —Sin duda era el animal gruñón. No venía solo, el raro Boa, que desconocía el significado del aseo, estaba a su lado, como todo un perro faldero. Los confronto con una mirada fulminante.
Cuando el dolor la martirizaba, solía desatar su mal humor.
—Buenos días, reina.—La cosa hablo.
—Buenos días. Boa.—Se giro, con dificultad, no tenía ganas de ver a nadie. Miro hacia la ventana, volvió a sopesar la idea de lanzarse por el precipicio.
—¡Te olvidaste de saludar a tu rey, bruja de mierda!.—Casi la mata en la madrugada con la inmensa bestia que tiene entre las piernas y para colmo le ordena, respeto y sumisión.
—No soy hipócrita, además me siento indispuesta. —Se mordió los labios a la espera de lo peor.
—«¡Grrr!». Estúpida. Mejor levantate, y recibe los obsequios de tu amo. —Atendió a girarse, con mucha pereza. En esas descubrió, que no solo ellos dos estaban viéndola con interés. También habían dos jovenes, estás mantenían sus ojos con el rostro inclinado hacia abajo, en completa sumisión. En sus brazos llevaban prendas de colores oscuros, ocultando sus pies algunos baúles.
—Boa, tu que te ves tan sabio.—Apeló al desafío. —¿Me puedes ayudar en algo?
—Me halaga mí reina.—Se le retorcían las tripas cuando escuchaba ese ser, llamarla así.—¡Ordene!. Kairon la veía con interés.
—Necesito un bastón para caminar y analgésicos. Tú rey, abusó de mí anoche.—El Carmesí le dió la espalda. Boa, abrió los ojos a toda magnitud, parecieran que se saldrían de sus cuencas.—No puedo caminar.
—¡Salgan todos!. —La voz del demonio retumbó a gran escala, hasta ella, dió un pequeño salto. Sus entrepiernas por igual vibraron.
—Boa, no olvides las pastillas. —Ni se inmutó en voltearse para darle el frente, huyó ante la orden autoritaria de su amo. Las chicas por igual, soltaron la prendas y huyeron.
De un solo movimiento estruendoso, que pareciera partir la puerta y los muros adyacentes, su raptor cerró la puerta.
—Entonces abuse de ti.—Se empezó a desatar el cinturón del pantalón. No soportaria eso, había pasado muy poco tiempo. Con la claridad del día, pudo identificar los detalles más siniestros de su órgano viril. Unas protuberancias a los lados del tronco. Le causó escosor en su garganta.
—Mejor guarde eso.—El no se detuvo. En cambio ella se quedó quieta, ante el sombro de sentir su femineidad latir. «No puedes reaccionar así».
—Ahora sí te castigare, abre las piernas. —Todo lo de él, era dar órdenes y gruñir como animal. Recordó mientras tragaba en seco al ver como el animal se acercaba a ella que debía comportarse para lograr ganar privilegios.
Le regaló la visión, de una, fue clara, no llevaba pantaletas, para cuidar la delicadeza de sus pliegues maltratados.
—«¡Grrr!». Rico, te enseñaré a no querer desafiarme en público. —Escupió en sus manos, para lubricar la redonda punta de su enorme tronco.
La acerco como si no pesara nada, resbalando seguido la brillante cabeza por su abertura. Una ola se expandió. Su cuerpo la volvía a traicionar.
—¡Ahhhhh!.—Se empezó abrir paso en su interior húmedo.—¡Ay!.—Por instinto, sus caderas se alzaron con urgencia para recibirlo. Este la atravesó con más poder. Clavo las uñas en sus espaldas, para contener la bruma brillante en su vista.—Que ricooo.—Se le zafó. Por lo regular era muy expresiva.
—Vez como te gusta que te la meta.—Se empezó a mover con fuerza, sin apartar la mirada de ella. En el vaivén del choque explosivo de sus sex0s, Kairon se desespero por el deseo. —«¡Grrr!».—Gruño.—Le daba con más fuerza.—¡Ufff!—Suspiró casi desahuciado por el placer.
Ella se disponía a recibir sus fuertes embestidas, abrió más las piernas para dejarlo entrar más a fondo. A pesar del dolor, la invasión ruda la llenaba, con algo de atrevimiento tocó los glúteos duros del demonio, se meció, restregandose con su dureza.
—«¡Grrr!».
Reverberaba el demonio, seguía machucando sus entrañas, la llevaba hacia la cúspide, dejando que se adentrara con sus choques y el balanceo rítmico de sus pechos.
—¡Ay!. —Gritó, se ahogaba en su propio éxtasis, rozó la espalda del demonio, estaba poseído por completo, casi en una burbuja carmesí; exploraba ambos límites, entre el dolor y el delirante placer.
—¡Ahhh!.—El demonio gritaba de una forma extraña, notó que el tono de su piel fue cambiando y las sombras de unos cachos puntiagudos intentaban aflorar.
No sintió miedo, solo giró su rostro y lo dejó ser, sabía que no era un santo, sabía que era un demonio. Uno muy lujurioso, de lava, de fuego, prendido en pasión, sus garras atentaron más contra ella y destrozó la parte superior de su vestido.
Lo dejó ser, también ella se clavó de una forma primitiva y feroz en su carne, con fuerza las enterro queriendo adentrarse más, no entendía lo que le estaba pasando, se estaba convirtiendo en esa parte salvaje que tanto odiaba. Estaba encima de ella, poseyéndola con bestialidad y su cuerpo lo empezaba a disfrutar.
Entre la voraz turbulencia de sensaciones, termino de destrozar el vestido, sus pechos al aire fueron capturados por la humedad de su boca, la succionó cada una, parecía un niño pequeño relamiendo, lo enfocó con ojos brillosos. Algunas lágrimas afloraron, más por la incomprensión de todo lo que estaba sintiendo, era demasiado para ella, se deshizo, sus piernas temblaban, sentía su propia humedad.
Su cuerpo agotado se rindió, él aún seguía sobre ella, con más fuerza, se volvió a gruñir, el demonio gritaba extasiado, poco a poco sus fluidos se mezclaron con los de ella, sintió ese caliente, era tan intenso, ardía. Fue casi fuego lo que bañó sus entrañas
El demonio no tardo en caer a su lado, en recuperación de su respiración.
Pasado ese encuentro tan intenso, que la dejo confundida por el desborde acalorado de su reacción, se refugio en una esquina de la cama algo avergonzado. Procuró no mirarlo mientras se vestia.
—Como te portaste bien, te mandaré unas serviles para que visites los jardines.—Eso le gustó, luego se enfocó en su vestido roto, le generó incertidumbre ver su estado irreversible.—Te gustará, las mascotas siembran árboles ridículos.
—Lamento no poder verlo, mí vestido está roto.
—Te trajeron ropa. —El señaló, los vestidos encima del baúl. —Le hizo mala cara.
—En mi cofradía está prohibido usar esos colores.—Debio morderse la lengua antes de cometer esa imprudencia verbal.
—«¡Grrr!». Deja de hablar mierda. Este es el infierno de Kairon Loguember, no tu nido de brujas santas.—Le escupía con un matiz feroz. Sus ojos adquirieron el espanto de la lava. Lo había puesto furioso. Se acercó a ella borrando distancia nuevamente. —Eres mía, ya no eres una linda virgencita mística. —Le puso burla a su gesticulación arrogante. —Menos después de que tú coño se lo tragara toda mí v***a. —Toco su masculinidad. No dijo nada ante todas las obscenidades que salieron de la boca corrompida del demonio.
Lo ignoró, movió su cuerpo hasta otro extremo sin ponerle reparo a que había dejado sus pechos al aire. Camino con precisión hasta donde estaban los vestidos. Su inocencia la llevo a inclinarse, sin preveer el siguiente asalto.
La sujeto por detrás, sus dos manos, amasaron sus pechos. La respiración descontrolada del demonio, chocaba con su cuello, su cuerpo volvía a reaccionar relativamente a la par de sus caricias desordenadas.
—Me encantas, bruja. ¡Uhhhh!.—Al parecer decía la verdad, frotaba su erección contra sus glúteos.—Si no tuviera un compromiso impostergable, te la metería por el culo.—Trago en seco, horrorizada. Le parecía algo asquerosa la opción. El demonio fue más lejos subió la falda de su vestido y pellizco la carne de sus glúteos. Con la otra seguía el roze de sus pechos. Se dejó vencer por el calor que volvió a sentir en su interior,
Él no continuó, la libero de repente y salió de la habitación. Quedó en el aire, ardiendo.